26 de noviembre de 2007

El Relativismo Moral y la perspectiva de género


“Con la esperanza de que Cristo triunfará sobre tantos dislates, hemos de hacer nuestra con valentía la afirmación del profeta: “sea que escuchen, o se nieguen a hacerlo –porque son un pueblo rebelde- sabrán que hay un profeta en medio de ellos”. (Ezequiel 2,5)”

1.- El relativismo moral y de la verdad misma.

Cuando hablamos del relativismo moral en nuestro tiempo, se entiende aquella forma por la que no se admiten las verdades inmutables, -las cuales deberían ser reconocidas por todos en todo tiempo y lugar-, sino más bien se promueve la existencia de un sinnúmero de verdades relativas, que configuran afirmaciones particulares, todas ellas verdaderas para quienes las sostienen, y que permitirían consensuar a la postre, decisiones que vulneran la dignidad de la persona humana.


En efecto, si la verdad es la adecuación del entendimiento a la realidad, y si se da una lectura de la realidad, es decir, de la cosa, de todo lo que existe, totalmente subjetivista en la que prima el parecer de cada inteligencia que contempla esa realidad a través de un prisma personal, la verdad misma se relativiza.

Una consecuencia de esta mentalidad que tergiversa la realidad y por ende la verdad misma es lo que se ha denominado ideología del “gender” o perspectiva de género.


2.- El relativismo moral y el “gender”

El Pontificio Consejo para la Familia en el documento “Familia, Matrimonio y uniones de hecho” (26 de julio de 2000), analiza profundamente el relativismo moral reinante en la concepción del matrimonio y familia que deriva en la oficialización de las uniones de hecho ya heterosexuales, ya homosexuales.

En la base de esta concepción deletérea para la familia y el matrimonio se encuentra la ideología del “gender”.

Y así señala el documento de referencia que “dentro de un proceso que podría denominarse de gradual desestructuración cultural y humana de la institución matrimonial, no debe ser minusvalorada la difusión de cierta ideología del “gender”. Ser hombre o mujer no estaría determinada fundamentalmente por el sexo, sino por la cultura. Con ello se atacan las bases mismas de la familia y de las relaciones interpersonales” (nº 8).

El documento expresa que en la dinámica de la integración de la personalidad humana, la persona adquiere de manera progresiva conciencia de ser “sí mismo”, conciencia de su identidad.

Esta toma de conciencia hace que la persona vaya integrando no sólo su realidad de ser creatural, sino también su realidad de ser sexuado, como una forma peculiar de ser en el mundo como varón o mujer.

De esta manera, cada persona, creada a imagen de Dios como varón y mujer (Gn.1, 27) , toma conciencia de su identidad personal y a la vez de su diferencia con el otro sexo.

Esto permite que en cada persona se vaya integrando la “identidad sexual (es decir, conciencia de identidad psicobiológica del propio sexo y de diferencia respecto al otro sexo), e identidad genérica (es decir, conciencia de identidad psicosocial y cultural del papel que las personas de un determinado sexo desempeñan en la sociedad) “(nº 8).

Cuando ambos aspectos se han integrado debidamente, se da en realidad una verdadera complementación “puesto que las personas viven en sociedad de acuerdo con los aspectos culturales correspondientes a su propio sexo” (nº 8).

Esta complementación logra que se alcance y reconozca la verdad interior de la persona, alma y cuerpo.

3.- La ideología del “gender”, el construcionalismo y el relativismo moral.

Ahora bien a partir de la década 1960-1970 ciertas teorías “construccionistas”, en realidad relativistas porque vulneran la verdad absoluta y única acerca de la identidad del ser humano, independizan la identidad sexual personal de la identidad genérica, de manera “que los géneros masculino y femenino de la sociedad serían el producto exclusivo de factores sociales, sin relación con verdad alguna de la dimensión sexual de la persona” (Nº .8).

Separando así la identidad sexual de la genérica, se llega al absurdo de prescindir de la distinción sexual dada por la naturaleza misma del hombre y de concebir la realidad creatural varón y mujer como una construcción cultural.

Tal concepción lleva al relativismo moral en el ámbito de la sexualidad, de modo que se abre la puerta a la libre elección por parte de la persona para vivir como varón o mujer, haciendo caso omiso de la identidad que otorga la naturaleza misma.

La consecuencia lógica de este modo de ver las cosas, lleva a concebir una nueva “verdad” subjetiva que depende exclusivamente no de lo que “es” según la naturaleza, sino del simple parecer humano.

Ya alertaba Juan Pablo II sobre esto en la encíclica “Veritatis Splendor” al afirmar acerca de una interpretación “creativa” de la conciencia moral que “algunos han propuesto una especie de doble estatuto de la verdad moral. Además del nivel doctrinal y abstracto, sería necesario reconocer la originalidad de una cierta consideración existencial más concreta. Esta, teniendo en cuenta las circunstancias y la situación, podría establecer legítimamente unas excepciones a la regla general y permitir así la realización práctica, con buena conciencia, de lo que está calificado por la ley moral como intrínsecamente malo. De este modo se instaura en algunos casos una separación, o incluso una oposición, entre la doctrina del precepto válido en general y la norma de la conciencia individual, que decidiría de hecho, en última instancia, sobre el bien y el mal”. (n º 56).

4.-Consecuencias de la perspectiva de género en el matrimonio.

Esto lleva consigo el reconocer como válidas las uniones homosexuales o las uniones de hecho heterosexuales en su caso, legitimadas no por la verdad del ser o por la naturaleza del matrimonio sino sólo por la decisión antojadiza de las personas.

Indudablemente esta postura mina en la raíz al matrimonio mismo al que se le desconoce la verdad de ser una “alianza….por la que el varón y la mujer constituyen entre sí un consorcio de toda la vida, ordenado por su misma índole natural al bien de los cónyuges y a la generación y educación de la prole” (canon 1055,1).

Llegamos así a que esta concepción conspira contra el “consorcio de toda la vida”, ya que la unión permanente del varón y de la mujer reclamada por el matrimonio como verdad originaria, se desploma ante la libre elección subjetiva de la persona que al relativizar el orden natural se dispone a guardar celosamente la libre elección permanente de nuevas uniones.

Además, por la lógica de este pensamiento, el “bien de los cónyuges”, imperativo que reclama la indisolubilidad matrimonial, respetando la propiedad de la “unidad,” pierde su absoluta razón de ser cuando sólo interesa egoísticamente el bien propio.

Otra consecuencia nefasta de estos postulados consiste en conculcar también la verdad de la generación de la prole, ya que deja de ser un bien propio de la unión matrimonial heterosexual, para transformarse en una veleidad a la que tendría derecho cualquier tipo de unión.

Y así, la adopción de niños por parte de uniones homosexuales, rechazando la disposición sabia del Creador para sólo las uniones heterosexuales, se convierte en un “nuevo derecho”, simulacro que la sociedad debe convalidar, según ésta manera de pensar.

Queda a la vista la sinrazón de esta pretensión si se ve la contradicción entre el deseo de tener hijos y la negación simultánea de asumir la identidad sexual diferencial que sirve de basamento para la realización de la paternidad y de la maternidad.

En efecto, mal puede asumir dichos papeles en relación con los hijos adoptados, quien no reconoce el ser varón para la paternidad y el ser mujer para la maternidad.

5.-La perspectiva de género y su afirmación legal.

Continúa el avance de esta concepción cuando se pretende alcanzar por la vía de una legislación acorde, la convalidación y aceptación social, asumiendo como “normal” lo que resulta a todas luces “extraño” a la naturaleza humana.

La Ley así impuesta, con el relativismo moral propio del positivismo que desconoce el derecho natural, terminaría por deslumbrar así las conciencias con la aparente licitud de aquello que contradice abiertamente la ley de Dios.

Sumando a esto la concepción de lo enunciado anteriormente acerca de la supuesta función “creativa” de la conciencia, tendremos una mentalidad en la que se regiría no por una ley moral objetiva, común a todos, sino por lo que se considere más de acuerdo con el pensamiento en que toda opinión se transforma en verdad absoluta.

6.- La perspectiva de género y el eclipse de la familia y de la vida.

La idea de familia, según la enseñanza bíblica, resulta por ende destruida como lo afirma Alison Jagger, autora de diversos libros de texto utilizados en programas de estudios femeninos en Universidades norteamericanas:

“El final de la familia biológica eliminará también la necesidad de la represión sexual. La homosexualidad masculina, el lesbianismo y las relaciones sexuales extramaritales ya no se verán en la forma liberal como opciones alternas, fuera del alcance de la regulación estatal, en vez de esto, hasta las categorías de homosexualidad y heterosexualidad serán abandonadas: la misma institución de las relaciones sexuales, en que hombre y mujer desempeñan un rol bien definido, desaparecerá. La humanidad podría revertir finalmente a su sexualidad polimorfamente perversa natural".

(Alison Jagger, "Political Philosophies of Womens Liberation", Feminism and Philosophy, Littlefield, Adams & Co.,Totowa, New Jersey, 1977, p. 13.

Este ataque declarado contra la familia, sin embargo, contrasta notablemente con la Declaración Universal de los Derechos Humanos promulgada, como es sabido, por la ONU en 1948. En el artículo 16 de la misma, las Naciones Unidas defienden enfáticamente a la familia y al matrimonio:

1. Los hombres y las mujeres, a partir de la edad núbil, tienen derecho, sin restricción alguna por motivos de raza, nacionalidad o religión, a casarse y fundar una familia; y disfrutarán de iguales derechos en cuanto al matrimonio, durante el matrimonio y en caso de disolución del matrimonio.

2. Sólo mediante libre y pleno consentimiento de los futuros esposos podrá contraerse el matrimonio.

3. La familia es el elemento natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a la protección de la sociedad y del Estado.

Sin embargo, los artífices de la "perspectiva de género" apuntan a la necesidad de "desconstruir" la familia, omitiendo hablar de familia “tradicional”, sino más bien de familias “ensambladas” o consensuadas; “descontruir” el matrimonio que no sería sólo entre personas de distinto sexo; “descontruir” la maternidad que no implicaría ser el resultado de la relación varón y mujer, sino más bien hasta alentaría la posibilidad de la inseminación artificial, por ejemplo, y “desconstruir” las categorías de femenino o masculino para permitir que el mundo pueda ser totalmente libre.

Por último, todo este desquicio mental y moral lleva a postular la libre elección en la reproducción de cualquier forma, como la llamada “fecundación asistida” que postularía la libre elección de gametos, la reserva de los mismos, congelados para tiempos futuros, la guarda de esperma u óvulos, para ser utilizados libremente, sin sujeción alguna, y en cualquier tipo de parejas, ya sea del mismo o distinto sexo, bregando llegado el caso, a reclamar el aborto a pedido.

7.- La tarea de la Iglesia maestra en humanidad.

Ante este panorama de locura y en el reinado de la sinrazón, además de implorar a Dios ponga su mano, hemos de proclamar abiertamente la verdad originaria del matrimonio, de la familia, y de la vida, resaltando los errores que buscan mellar, por rumbos equivocados, a las conciencias desprevenidas, anticipándonos a las campañas de lavado de cerebros que se presentan en los distintos ámbitos de la vida.

No ha de servir de excusa el razonar que estamos en un mundo secularizado dónde la fe ya no tiene cabida.

Como Iglesia nos cabe la responsabilidad de mostrar a Cristo Camino, Verdad y Vida (Jn. 14,6) a través de la familia, primera educadora de la transmisión de los valores; de la catequesis; de la educación; de las variadas instituciones apostólicas; usando todos los modos lícitos a nuestro alcance y sin descuidar la utilización de los medios de información oral y escrita.

Habrá que aguzar el ingenio aglutinando a todos los hombres de buena voluntad de manera que se pueda ir revirtiendo este panorama desalentador que ya pende sobre nosotros.

Con la esperanza de que Cristo triunfará sobre tantos dislates, hemos de hacer nuestra con valentía la afirmación del profeta: “sea que escuchen, o se nieguen a hacerlo –porque son un pueblo rebelde- sabrán que hay un profeta en medio de ellos”. (Ezequiel 2,5)

Padre Ricardo B. Mazza. Profesor Titular de Teología Moral y Doctrina Social de la Iglesia en la UCSF. Director del Centro de Estudios Políticos y Sociales Santo Tomás Moro- Santa Fe de la Vera Cruz.

Palabras pronunciadas en el Panel: “El relativismo moral como avanzada de la disgregación social. La necesidad de reconstruir un accionar conforme al Orden Natural y la Fe.” II Congreso Internacional por la Familia y la Vida. Buenos Aires. 21 de Agosto de 2006.


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22 de noviembre de 2007

En la espera del Día del Señor


“Allí queda al desnudo el obrar de cada uno en este mundo y su consecuente destino eterno, -para la vida o para la muerte- quedando en claro que el obrar humano tiene consecuencias de carácter perdurable”

1.-La queja del justo.

En la Sagrada Escritura aparece con frecuencia el lamento de los que sirven a Dios y tratan de agradarle en todo.

El objeto de la queja es preguntarle a Dios acerca de la prosperidad de los impíos a pesar del mal que realizan, y que resulta un agravio para los buenos que carecen de esa bonanza y de triunfos temporales.

El libro de Job cuestiona esta aparente contradicción entre el progreso de los malos y el deterioro continuo del justo, el cual con todo se mantiene fiel a su Dios.

El profeta Malaquías describe, cómo los justos se preguntan sobre la conveniencia de obrar el bien dado que esta conducta no se traduce en beneficios: “Vuestros discursos son arrogantes contra mí –oráculo del Señor-. Porque decís: no vale la pena servir al Señor; ¿qué sacamos con guardar sus mandamientos?...Al contrario nos parecen dichosos los malvados; a los impíos les va bien, tientan a Dios y quedan impunes” (Mal. 3, 13.14b.15).

El clamor es a veces dramático como lo expresan con profusión los Salmos.

En ellos es constante la imagen del justo perseguido que clama desde el pozo del aparente abandono de Dios, anticipo del abandono experimentado por Cristo en la Cruz.

2.-La abundancia del mal

La abundancia del mal y de los malos se detecta con sólo efectuar una atenta lectura de la Palabra de Dios en todos los espacios y ámbitos sociales.

Los gobernantes y los que conducen políticamente la comunidad, los que influyen en ella a través del poder económico o social, son descritos muchas veces con rasgos en los que prima la realización del mal y la lejanía de Dios.

Es suficiente otear en las figuras de muchos reyes de Israel para descubrir cómo se entregan a la idolatría de los Baales y otros cultos paganos, prescindiendo del culto al verdadero Dios, derivando de esta actitud un sinnúmero de males e injusticias para el pueblo.

En rigor cuando se produce la indiferencia o la exclusión de Dios por parte del gobernante, se concluye en la búsqueda escandalosa de los propios provechos económicos o políticos, con el descarte siempre creciente de aquellos a los que se debería servir.

Acerca del mal perpetrado por los poderosos de este mundo aparecen referencias claras en la Sagrada Escritura. Bástenos citar como ejemplo las denuncias implacables del profeta Amós ante tantas injusticias de las clases dirigentes y anunciando al mismo tiempo el exterminio de los que hacen el mal.

La casta sacerdotal no queda libre de culpa y de pecado también.

El ejemplo del sacerdote Elí que no sabe corregir a sus hijos (I Samuel 2, 29), la maldad de éstos (I Samuel 2,12-18; 22-26), y cómo Dios castiga con la muerte las acciones perversas de Jofní y Pinjás retoños del mal (I Sam. 2,27-36; 4,11), son una clara muestra del fin al que conduce el alejamiento de Dios a aquellos que debieran sobresalir por su buen ejemplo.

3.-La profecía de Malaquías : “el día del Señor”.

Al profeta Malaquías le tocó actuar a mediados del siglo V antes de Jesucristo. El pueblo elegido se siente inmerso en la corrupción más cruda. Incluso el culto a Dios está contaminado.

La fidelidad de los justos, ante tanta maldad, se siente herida de muerte. La tentación por dejarlo todo es muy fuerte.

El profeta acude ante el grito desgarrador de los buenos para darles ánimo y asegurarles la presencia de Dios, mientras anuncia el juicio en el que quedará al descubierto la maldad y la bondad de los hombres, siendo los primeros devorados por el fuego y brillando para los segundos el sol de justicia (Mal. 4, 1-2ª).

Se trata por lo tanto de un juicio de discernimiento que separa definitivamente a unos de otros.

El contexto histórico es la época persa después del exilio, pero el anuncio tiene un mensaje escatológico: anticipa el futuro “día del Señor” en el que todo será puesto en su lugar al quedar patente la verdad en todo su esplendor y sin que nadie la pueda tergiversar.

Este día “del Señor” señala la intervención divina en la historia humana para realizar su designio de salvación.

Pero también al “día del Señor” podríamos inscribirlo en el momento en que cada persona se presenta ante Dios y al juicio particular inapelable.

Allí queda al desnudo el obrar de cada uno en este mundo y su consecuente destino eterno, -para la vida o para la muerte- quedando en claro que el obrar humano tiene consecuencias de carácter perdurable.

El creyente por lo tanto es confortado para perseverar en el bien, aunque le toque vivir en una sociedad y culturas adversas y enemigas del Dios y del justo.

Su compromiso es con Dios, el de la Alianza, y ha de permanecer fiel a pesar de todo, ya que su lealtad se funda en el amor que sella la alianza y no en si otros cumplen o no con la interpelación divina.

4.-La enseñanza de Jesús y “el Día el Señor”

En el texto del evangelio proclamado (Lucas 21,5-19) Jesús anuncia la caída de Jerusalén por las tropas del general Tito, que sirve de anticipo a la futura parusía o segunda venida suya, la cual no es inminente.

El relato por lo tanto tiene en cuenta el contexto histórico próximo y el futuro.

Y así por ejemplo el anuncio de las persecuciones que sufrirán los apóstoles de parte de los judíos y de los paganos, por causa del Evangelio (Lc 21,12-18), adelanta y anticipa la persecución furiosa que ha de soportar la Iglesia en el transcurso del tiempo.

En rigor, la Iglesia no sería tal si no soportara permanentemente la persecución que brota del odio a la fe.

¿Nos preguntamos alguna vez por qué siempre la Iglesia Católica aparece en el primer plano de las críticas?

Más allá de los pecados visibles en nosotros los creyentes, -causa muchas veces del ludibrio público-, la Iglesia es mirada con odio por ser ella la que defiende siempre la verdad por fidelidad a su Maestro y Señor.

Hasta por medio del mal llamado “arte” –que incluso carece del más elemental buen gusto estético- se pretende ridiculizar lo más sagrado de nuestra fe con el fin de socavar en los creyentes la confianza por su Iglesia.

Son tan burdas estas maniobras de la pulla, que sólo el estulto, por ejemplo, puede aplaudir como “belleza artística” a un Cristo pendiente de un avión en picada, producto de la carencia más elemental de imaginación creativa.

Pero allí está, Cristo humillado una vez más, presentándose como Salvador aún de aquellos que lo desprecian.

De resultas de esto, es necesario no dejarnos influir por los ataques permanentes a nuestra fe y recordar siempre la advertencia de Jesús “Cuidado con que nadie los engañe” (v.7).

Al respecto es necesario recordar entonces que la deformación de la verdad es el peligro más insidioso de nuestra cultura postmoderna.

Y así se nos intenta “lavar la cabeza” con la eutanasia, el aborto, la perspectiva de género, y tantas otras “novedades” que nada tienen que ver con el evangelio.

Es necesario saber discernir: quien no está con Cristo, con la Iglesia, con el Papa, no debe ser escuchado.

Tampoco dejarnos influir por las continuas apariciones de cultos nuevos que utilizan algunos preceptos de Jesús pero descuidan la verdad total sobre su persona y enseñanza.

Y así el mismo Señor nos advierte: “muchos vendrán usando mi nombre diciendo: “Yo Soy” o bien “el momento está cerca”; no vayáis tras ellos” (v.8).

A la luz de la fe, las persecuciones a las que se ve apremiada la Iglesia no son para nuestra perdición sino para que los creyentes robustezcamos nuestra fe, manteniendo siempre una confianza colmada en la protección del Señor.

5.-Peste, hambre y terremotos

El texto del Evangelio menciona signos precursores de la segunda venida del Señor, entre los que menciona la vigencia de catástrofes naturales por todos conocidas.

Estos hechos pueden tener una lectura natural en el sentido que todo lo creado al ser limitado y materia, lleva en sí mismo la posibilidad de la destrucción.

A ello se suma en los últimos tiempos la acción funesta del hombre mismo que no cuida debidamente la naturaleza creada para su servicio.

Pero estos desastres naturales deben tener también una lectura desde la fe.

En efecto, si bien estos males no son queridos sino permitidos por Dios, nos han de llevar a considerarlos desde un plano más profundo.

En rigor, estos acontecimientos o desastres naturales tienen la misión de recordar a los hombres que aquí abajo es todo transitorio, todo está en camino hacia “nuevos cielos y nueva tierra, en los que habite la justicia” (2 Pedro 3,13), y en los que los justos participarán eternamente en la gloria de su Creador.

Todos conocemos por experiencia ajena y propia la tendencia a considerar el mundo temporal como si fuera eterno. Fácilmente nos atamos a este mundo, encandilados por los placeres efímeros que son apreciados muchas veces como absolutos.

En mayor o en menor medida, cuando el hombre percibiendo lo precario del mundo temporal pone su mirada en lo eterno está en vías de “ubicarse” en su justa medida ante lo temporal y eterno.

Si acaso, sólo sirviera para decir “estas cosas pasan” y siguiera el hombre esclavizado a lo perecedero, no tendría la posibilidad de tomar el rumbo verdaderamente salvífico.

6.-El obrar cotidiano desde la fe.

Con la certeza de que todos los males físicos o espirituales que muchas veces nos abruman, van elaborando el verdadero perfil de la personalidad del cristiano somos interpelados una vez más a trabajar por el Reino, que ya ha comenzado a manifestarse.

Esto supone en el orden temporal el realizar nuestra tarea diaria según nuestro deber de estado, sin caer en la ociosidad que nos acarrearía la admonición paulina “el que no trabaja que no coma” (II Tes. 3,10).

El trabajo, según el texto paulino (II Tes. 3,7-12), dignifica a la persona y contribuye al bien de la comunidad, especialmente posibilitando la obtención de bienes para los más necesitados, y así con esta edificación fraterna nos orientamos a la cimentación eterna.

El estar convencidos que por el bautismo estamos exiliados en nuestra patria terrenal hasta que lleguemos a la Patria Celestial, no nos exime de la construcción del Reino Eterno desde la tierra.

Ante la no inminencia de la segunda venida del Señor, o por lo menos ante lo incierto de su ocurrencia, el cristiano ha de vivir cada día y cada hora como si fueran las últimas, mirando siempre al Señor que Viene desde el compromiso evangelizador de nuestro tiempo.

Reflexiones en torno a los textos bíblicos del domingo XXXIII durante el año, ciclo “C”. (Malaquías 4,1-2ª; 2 Tes.3, 7-12; Lucas 21,5-19).

18 de Noviembre de 2007

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Padre Ricardo B. Mazza. Director del CEPS “Santo Tomás Moro” y del Grupo Pro-Vida “Juan Pablo II.

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19 de noviembre de 2007

El retorno de Antíoco IV Epifanes


“Cayó en cama enfermo de tristeza, porque las cosas no le habían salido como él deseaba….sintió que se iba a morir…hizo venir a todos sus amigos y les dijo: ahora caigo en la cuenta de los males que causé en Jerusalén….reconozco que por eso me suceden todos estos males y muero de pesadumbre… (1 Mac.6, 8b.9b.10.12.13)


En estos días, desde el lunes 19 de noviembre, la Liturgia Católica proclama en la Misa, textos del primer y segundo libro de los Macabeos, que como toda palabra de Dios tiene carácter perenne y por lo tanto ilumina el obrar del hombre de todos los tiempos. ¿Qué nos dice hoy día?

1. Contexto histórico.

Con la muerte de Alejandro Magno (año 323 a.C), rey de Macedonia, que conquistara toda Grecia y se lanzara sobre Persia, su imperio, el más vasto conocido hasta entonces, se desmiembra. Dos de sus generales se reparten el próximo Oriente: Tolomeo hijo de Lagos, se adueña de Egipto y funda la dinastía de los Láguidas, Seleuco se convierte en el soberano de Siria e inicia la dinastía de los Seléucidas.
A raíz de esta división, Palestina se encuentra una vez más entre dos fuegos. Durante un siglo predominan los Láguidas de Egipto, que se muestran respetuosos de las costumbres nacionales. Pero en el 199 a.C, Antíoco III de Siria derrota al ejército egipcio y Palestina cae en poder de los Seléucidas. A partir de estos momentos, la dominación comenzará a desbordar el ámbito político, para extenderse al terreno cultural y religioso. La opresión del pueblo judío entra en su etapa más crítica con el advenimiento de Antíoco IV Epifanes, es decir “manifestación divina” (175-164 a.C). Este rey promueve un vasto proceso de helenización de las costumbres y prácticas religiosas locales. Así queda proscripta la Ley de Moisés y se la suplanta por la legislación del Estad (El libro del pueblo de Dios, pág. 1213).

2. El proyecto de Antíoco IV

Indudablemente, la Palabra de Dios nos muestra la tentación del hombre no sólo de dominar a sus hermanos en el campo de la política, sino de establecer esa política como una nueva religión, queriendo silenciar la palabra y voluntad de Dios, único Señor de la historia.
Y así la historia de salvación del Dios verdadero que es salvación de la historia, es decir del hombre de buena voluntad, es trocada por la pretensión tirana del hombre que se erige en Dios, de tal manera que su palabra y legislación de Estado quiere cambiar el corazón del hombre imponiéndole sus proyectos .
Así actuó Antíoco IV que luego de ocupar Jerusalén emitió un decreto ordenando que todos formaran un solo pueblo y renunciaran a sus propias costumbres, imponiendo un culto oficial pagano ,renegando de la Ley de Dios con prácticas abominables (1 Mac. 1,41-51). La persecución religiosa sobre los que se mantenían fieles, fue crudelísima (vv.52-64).
Pero Dios suscitó en medio de su pueblo quienes deseaban mantenerse fieles a su ley, y a pesar de ser halagados con la posible amistad del rey, si apostataban, decidieron no apartarse del único Señor y se prepararon para defender el honor de Dios y el propio (véase el papel de Matatías y sus seguidores en 1Mac.2).


3. Aplicación a la actualidad

También en nuestros tiempos se repite este deseo de los poderosos de querer imponer a los pueblos más débiles sus propias ideologías, culturas y concepciones avasallantes de la libertad humana.
Y así por doquier pululan en la sociedad actual la variedad más profusa de desatinos y la proliferación de costumbres reñidas con la ley de Dios.
Presenciamos permanentemente a los Antíocos modernos, que imponen a través de las clases dirigentes de los países (jefes de estado, legisladores, intelectuales, responsables de la economía y de la cultura) nuevas formas de dominación y esclavitud.
Si miramos a nuestra Patria, contemplamos cómo se va realizando un lavado de cerebro permanente para que la familia según el designio de Dios se convierta en familia “ensamblada”,en la que todo está permitido; el culto al consumismo será la nueva deidad; la violencia del más fuerte suplanta los valores de la paz y de la concordia; la traición es alabada; se pretende silenciar a Dios en la Iglesia mofada; la cultura del trabajo es vencida por la dádiva como nueva forma de dependencia; el triunfo de los prepotentes sobre los débiles que no son escuchados se instala cada vez más ; la corrupción generalizada como moneda corriente; el bien de unos pocos por encima del bien común, y hasta la pretensión delirante de querer suplir el sexo con el género.
También hoy, quien quiera oponerse a este proyecto recibirá el rechazo y la burla más atroz.
Pero esto no debe amilanar al hombre de buena voluntad. Se nos llama a dar razón de nuestra fe. Como los antiguos defensores de la ley de Dios, no sólo hemos de vivirla sino anunciarla sin miedo ni cobardías.
Nosotros hemos de sembrar la verdad y será el Señor de la Historia quien la hará fructificar a su debido tiempo a pesar de nuestras debilidades porque caminamos entre “las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios”.


Padre Ricardo B. Mazza

Director del CEPS “Santo Tomás Moro” y del Grupo Pro-Vida “Juan Pablo II”.
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15 de noviembre de 2007

La Resurrección y el Martirio de los jóvenes



Como María Santísima,- la madre del “Amor hermoso”- ofreció a su Hijo crucificado, esta madre de la antigua alianza entrega el sacrificio de la totalidad de sus hijos.

1.-La resurrección como estado nuevo del ser humano.

Cercanos ya a la finalización del año litúrgico, los textos bíblicos dominicales nos presentan aquellos temas que forman parte de lo que en teología denominamos la escatología.

Es decir los “últimos tiempos”, ya de la vida presente como de la futura.

De allí que el eje temático de los textos de hoy se refieren a la resurrección de los muertos.

Este dogma de la resurrección tiene su fundamento en la resurrección de Jesucristo, de quien dice el apóstol San Pablo en la primera carta a los Corintios (15,12-14.20), “si Cristo no hubiera resucitado, vana es nuestra fe”.

Pero dado que Cristo resucitó de entre los muertos cada uno de nosotros tiene la certeza de resucitar al fin de los tiempos, y así llegar a la meta de la esperanza que nos alienta en la vida temporal, es decir, a la vida eterna.

En el evangelio de hoy, la resurrección aparece como un estado nuevo de vida, que no se puede equipar a lo vivido en este mundo.

Jesús tiene la oportunidad de hablar del tema contestando a una pregunta insidiosa de los saduceos que no creen en la resurrección.

El planteo hipotético es ¿de quién será esposa después de la muerte, una mujer que se casó sucesivamente con siete hermanos, sin tener hijos de ninguno?

Jesús les responde que el problema que presentan, más allá de ser inverosímil, está mal presentado, ya que después de la muerte no existe casado o casada dado que el matrimonio es un estado de vida para la existencia temporal.

Y así nos dice el Señor “en esta vida hombres y mujeres se casan; pero los que sean juzgados dignos de la vida futura y de la resurrección de entre los muertos, no se casarán, pues ya no pueden morir, son como ángeles: son hijos de Dios, porque participan en la resurrección” (Lucas 20, 34 y 35), es decir poseeremos el don de la inmortalidad.

Contemplando permanentemente a Dios, en la vida eterna, el corazón humano descansa de todo desasosiego afectivo propio de la vida terrena, ya que los amores humanos estarán asumidos y purificados en el amor unitivo con el Creador.

En el texto de referencia, Jesús habla de la resurrección para la vida, es decir la de los elegidos para la vida eterna; nada se dice de los otros, los que resucitan para la muerte.

2.-Resurrección para la vida o para la muerte.

De hecho la resurrección al fin de los tiempos implicará que el alma humana de cada persona en estado de “separada” vuelva a unirse al cuerpo para proseguir en la bienaventuranza o en la separación definitiva de Dios (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, nºs 1020-1050).

En el segundo libro de los Macabeos (7,1-2.9-14), sí aparece claramente la doble referencia de la resurrección para la vida y la resurrección para la muerte.

Los siete hermanos jóvenes, que son martirizados, atestiguan su fe inquebrantable en la resurrección final y la esperanza cierta que los anima de conseguir la meta para la cual es creado el hombre, esto es, la vida eterna con Dios.

Dirán que no les interesa perder los miembros de su cuerpo o la vida misma, ya que están seguros de recuperarlos cuando el encuentro con Dios.

Tan ciertos están en la resurrección que prefieren morir antes que quebrantar la ley de Dios.

Ante el testimonio presenciado, Antíoco y sus cortesanos quedan sorprendidos por la valentía de estos jóvenes, ya que como sucede a menudo con los incrédulos y malvados, se sienten inseguros en sus posturas ante el ejemplo de quienes prefieren morir antes que traicionar sus creencias.

Notable ejemplo presenta también la madre de estos jóvenes (2 Macabeos. 7, 20-24), que alienta a sus hijos para que sean capaces de morir antes que pecar contra Dios.

Por lo general toda madre sufre la muerte de sus hijos, máxime si son jóvenes, pero esta mujer convencida de la fe recibida de sus ancestros, sufriría cruelmente si ellos hubieran elegido la vida terrena traicionando la ley de Dios.

Como María Santísima, la madre del “Amor hermoso”, al decir de Juan Pablo II (cf. Carta a las Familias), ofreció a su Hijo crucificado, esta madre de la antigua alianza entrega el sacrificio de la totalidad de sus hijos.

El texto de este múltiple martirio hace referencia a la doble resurrección para la vida o la muerte, cuando uno de los hijos increpando a Antíoco exclama: “es preferible morir a manos de los hombres con la esperanza puesta en Dios de ser resucitados por El. Tú en cambio no resucitarás para la vida” (2 Mac.7, 14).

Como observamos, la muerte y la resurrección, están unidas al tema del martirio. Se trata del testimonio firme que da el creyente que es capaz de morir antes que separarse de Dios por el pecado.

Ya habíamos considerado el martirio el pasado 28 de octubre en el contexto de la beatificación de 498 mártires que dieron su vida por Cristo en la España del siglo pasado. Pues bien, ellos también se sentían animados a despreciar una vida temporal gozada a expensas del honor de Dios, para ofrendarse al sacrificio martirial, fruto de la caridad, con su fe y esperanza puestas en la vida que no pasa.

3.-Los jóvenes y su vida ofrecida al Dios de los vivientes.

Hay un dato que no es menor en el texto de Macabeos. Me refiero al hecho de que se trata de jóvenes que por su fidelidad a la ley de Dios, y por lo tanto al mismo Dios de la alianza que entregan su vida generosamente.

Toda persona por lo tanto, que haya llegado a la madurez en la fe, aún con pocos años de vida, incluyendo por lo tanto a los jóvenes, es capaz de entregarse en oblación por sus creencias.

Permanentemente en la historia de la Iglesia se encuentran figuras juveniles, mártires o no que han dado su vida poniendo de manifiesto su fe profunda.

Pensamos en Santo Domingo Savio, San Luis Gonzaga, Santa Teresa de los Andes, Santa Inés, Santa Cecilia, Santa María Goretti, por enumerar algunos.

Recientemente en Brasil –el 20 de octubre pasado- fue beatificada Albertina Berkenbrock, asesinada a los 12 años por defender su pureza.

Prefirió morir –el 15 de junio de 1931- con la garganta cortada por una navaja antes que ofender a Jesús, continuando el límpido camino que le dejara Santa María Goretti.

Fue beatificado también junto con Albertina, el joven laico Adilio Daronch, de sólo 16 años, fusilado por la causa de Cristo el 20 de mayo de 1924, acompañante en sus labores apostólicas del también asesinado y hoy beato, el sacerdote Manuel Gómez González.

Ante una cultura como la nuestra que exalta permanentemente lo que denigra al hombre, ¡qué magnífico ejemplo nos dejan estas almas consagradas a Dios!

Jóvenes que por el camino del amor a Jesús, a la Eucaristía, a la Santísima Virgen María y a los santos, se fortalecen y se preparan para dar su vida por Cristo ya sea en forma violenta como el martirio, o a través del martirio diario de la fidelidad a sus creencias.

Hoy en Argentina, la Iglesia entera se regocija con la beatificación de uno de sus hijos: Ceferino Namuncurá.

Se trata de otro joven que a los 18 años entregó su vida a Dios víctima de la tuberculosis que lo fue desgastando poco a poco a través del tiempo. El quería ser sacerdote para poder llevar el evangelio a sus hermanos de raza. Y con esa decisión nutrida por la fe, se fue preparando para lograr lo que él vivía como fundamental.

Pero Dios dispuso otra cosa. Lo llamó junto a sí, siendo aún joven, y sin poder llegar al sacerdocio, para presentarlo hoy, a todo su pueblo de origen, a todos los argentinos, especialmente a los jóvenes, como modelo de santidad.

Mientras muchos jóvenes de hoy se nutren de lo que no sirve para enaltecerlos, Ceferino se alimenta con la Eucaristía y la Palabra de Dios.

Mientras la cultura de nuestro tiempo empuja a los jóvenes a la rebeldía, a una vida sin límite alguno, Ceferino se presenta mostrando su ejemplo de humildad, obediencia y búsqueda incesante de la voluntad de Dios.

¿Cuántos jóvenes y adultos hoy en nuestra Patria no piensan más que en sí mismos, o se encierran en sus cosas, abandonándose al sentimiento de auto contemplación, sin pensar en ofrendarse por los demás? A ellos les ofrece el beato Ceferino el ejemplo de alguien que quiere trabajar por su pueblo, que quiere ayudar a la elevación de su gente, aún sabiendo que como aborigen estaba de alguna manera excluido del resto de la sociedad que se consideraba civilizada.

El encuentro con el Señor en la Eucaristía fue para Ceferino un anticipo del encuentro definitivo con Jesús en la vida eterna.

Ceferino nos interpela a todos hoy a que dejando de lado nuestros propios criterios, tantas veces personalistas, busquemos la apertura a toda obra buena que no sólo nos engrandece a cada uno, sino que también permite el crecimiento de los demás.

Esta nueva mentalidad en definitiva nos afirma en la fe de nuestra resurrección futura, ya que sólo trabaja por el bien en la sociedad, quien cree y espera los cielos nuevos y la tierra nueva (cf. 2 Pedro.3, 13).

Pidamos al Señor que afirmando nuestra fe en la resurrección futura nos dispongamos a unirnos más a El que “no es Dios de muertos sino de vivos” (Lucas 20,38) entregando nuestra vida a su servicio y a al de nuestros hermanos.

Reflexiones en torno a Lucas 20,27-38 y 2 Macabeos 7,1-2.9-14. Domingo XXXII durante el año. Santa Fe, 11 de noviembre de 2007

Padre Ricardo B. Mazza. Director del CEPS “Santo Tomás Moro” y del Grupo Pro-Vida “Juan Pablo II”.

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6 de noviembre de 2007

Zaqueo y su encuentro con el Señor


“querer ver a Jesús no nace del corazón de Zaqueo sino que Dios mismo suscita el deseo de querer ver a Jesús”

1.-La grandeza de Dios, la nada del hombre.

En la primera oración de la misa de hoy le pedíamos al Dios de poder y misericordia que nos encamine sin tropiezos a los bienes que El nos promete. Es decir que pedíamos ser encaminados a la meta última de nuestra vida que es el encuentro del hombre con el Padre de todos.

Notamos enseguida que hay una relación estrecha entre el poder de Dios y su misericordia.

Dios siempre está pronto a ejercer esta misericordia que es fruto de su amor, del inmenso amor por nosotros.

Hay en esto junto con la grandeza de Dios, una aseveración que se refiere a nuestra pequeñez, y así el libro de la Sabiduría afirma que “Señor, el mundo entero es delante ti como un grano de polvo que apenas inclina la balanza”. Afirmación muy fuerte que deja al desnudo cuál es la condición humana: no somos más que grano de polvo.

No somos más que pequeñez ante la omnipotencia, misericordia y bondad de Dios.

Hemos sido creados a su imagen y semejanza y por lo tanto partícipes de su grandeza, siempre en una porción limitada si lo comparamos con su grandeza..

En esta limitación humana está presente el pecado que entró en nuestra existencia allá en los orígenes cuando el hombre quiso ser igual a su Creador.

No obstante esto, Dios sigue adelante con su plan de salvación: hacernos partícipes de su propia vida.

El mismo texto de la Sabiduría lo deja al descubierto cuando dice: “tú amas todo lo que existe, y no aborreces nada de lo que haz hecho, porque si hubieras odiado algo no lo habrías creado”.

Vemos entonces cómo Dios ama todo lo que existe, y que ese amor es lo que permite la subsistencia de toda la realidad creatural.

Con excepción del mal, que no fue introducido por Dios en la vida humana, todo es fruto del amor de Dios.

2.-La búsqueda de Dios y los impedimentos para encontrarlo.

Y en esta grandeza de la misericordia de Dios, percibimos que busca constantemente al hombre para encontrarse con él, pero al mismo tiempo suscita en el corazón de cada uno ese deseo de encontrarse, tal como lo escuchamos en el texto del evangelio.

Jesús entró en Jericó y atravesaba la ciudad, nos dice san Lucas. E inmediatamente cambia el plano del relato y se pone la atención sobre la figura de Zaqueo, que es descrito con bastante particularidad, mucho más que lo expresado sobre la oración del publicano en el templo simultáneamente con el fariseo.

Zaqueo, hombre rico y jefe de los publicanos, quería ver a Jesús, nos dice el texto.

Este querer ver a Jesús no nace del corazón de Zaqueo sino que Dios mismo suscita el deseo de querer ver a Jesús. Es lo que la doctrina de la Iglesia llama la gracia antecedente. Es decir cómo la divinidad trabaja en el interior de cada uno y lo va llevando e invitando a encontrase con la verdad, con Dios, que es también encontrarse consigo mismo. Esta gracia necesita –para ser eficaz en sus frutos- la respuesta libre del hombre, según aquello de San Agustín, “Dios que te creó sin ti, no te salvará sin ti”. Respuesta que procuró Zaqueo sin que él se diera totalmente cuenta de la misma.

El percibía que quería ver a Jesús, tenía interés por El. Es un interés verdadero. No como el de Herodes que quería ver a Jesús pero por curiosidad, como quien ve a una especie de mago.

Zaqueo busca algo más., pero no podía verlo a causa de la multitud porque era de baja estatura.

El Evangelio no afirma nada al azar. De allí que podemos decir que hay dos impedimentos para ver a Jesús.

La multitud, por un lado. Muchas veces la multitud hace que la persona esté confundida y cueste entender que hay que apartarse de ella, de la masificación permanente, del anonimato despersonalizante a la que estamos sometidos, para encontrarnos con el Señor.

Pero Zaqueo era también de baja estatura, que no hace sólo referencia a su condición física, sino a su baja estatura en el orden espiritual, en el orden moral.

Demasiado metido en la tierra, en las cosas temporales –era jefe de los recaudadores de impuestos- no salía de la superficie del mundo., no remontaba el vuelo del encuentro con el Hijo de Dios.

No había entendido lo que significaba encontrarse con el Señor. Se sentía atraído, pero los condicionamientos de la multitud que de alguna manera lo atrapaba, y una visión superficial de la vida y de la realidad, se presentaban como trabas para el encuentro salvador.

Esto, hasta que asciende al sicómoro, de la familia de las higueras, para ver al Salvador.

Al llegar a ese lugar, Jesús miró hacia arriba para ver a Zaqueo. Podemos imaginarnos el cuadro. Jesús empujado dentro de la multitud, debió forcejear para llegar a los pies del árbol.

Dejando de lado la multitud, Jesús sólo se interesa por la persona de Zaqueo. Y esto porque Jesús busca particularmente a la persona, intenta una relación única, no masificante como muchas veces acontece en nuestra vida.

El trabajo interior de la gracia en el corazón de Zaqueo culmina en este encuentro personal entre el Salvador y el que ha de ser salvado.

Mirando a lo alto, Jesús le dirá a Zaqueo: “baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa”.

Bajar pronto significa volver al mundo pero con una mirada nueva dirigida a la multitud, sin dejarse aprisionar e influir por ella, considerar el quehacer de todos los días desde la intimidad de Cristo.

El encuentro con el Señor ha sido a través de la mirada que penetra todo nuestro ser. Con la mirada entendemos al otro, expresamos mucho de nuestra vida interior, lo bueno y lo malo.

3.-La alegría del encuentro con Jesús y los hermanos.

Zaqueo baja y recibe a Jesús con alegría. ¡Qué hermosa afirmación, recibir a Jesús con alegría! Nosotros recorremos la vida y no estamos alegres. O vivimos la alegría mundana que parte de los éxitos en nuestros proyectos humanos, pero no la alegría que se fundamenta en el encuentro personal con Cristo.

De allí que muchas veces estemos tristes o amargados. Es suficiente con mirar los rostros angustiados, para entender nuestras carencias interiores, como abandonados de la mano de Dios, cuando en realidad no nos abandona nunca y están señalando la falta del encuentro con Jesús.

Una vez que nos hemos hallado con El no queda más que el reinado de la alegría.

Y así lo señalan permanentemente los santos, muy particularmente los mártires, que van a la muerte, sabiendo que derramarán su sangre, por Cristo, el Señor del hombre y de la historia.

San Ignacio de Antioquia, por ejemplo, pide a sus feligreses que no pongan obstáculos a su muerte, ya que desea ser “trigo de Dios y he de ser molido por los dientes de las fieras, para llegar a ser pan limpio de Cristo” (Carta a los Romanos cap.4).

La alegría del encuentro con el Señor se prolonga en la relación con los demás.

Zaqueo emprende también este camino. Luego del encuentro con Jesús continúa su encuentro con el prójimo.

No es pura contemplación del Señor, sino que es encontrarse con los hermanos.

Necesariamente la conversión comienza en el encuentro con Cristo pero culmina en el encuentro con el hermano.

Y Zaqueo decide dos cosas, que se identifican con actos propios de dos virtudes, la caridad y la justicia.

Obra la virtud de la caridad cuando dice “yo doy la mitad de mis bienes a los pobres”. Siguiendo la lógica del párrafo siguiente podemos presumir que se trata de dar de aquello que posee legítimamente, y que entrega con generosidad de lo suyo.

El acto propio de la justicia que es la restitución se capta inmediatamente cuando dice “y si he perjudicado a alguien le doy cuatro veces más”.

Si bien aparece el condicional “si he perjudicado a alguien” en su afirmación, posiblemente repara en efecto el daño ocasionado, teniendo en cuenta que era común que los publicanos no fueran honestos en el desempeño de sus funciones.

La abundancia de la reparación “cuatro veces más”, denota su deseo de ir más allá de la justicia, de no conformarse con lo justo, sino dar un paso más, el de la caridad generosa que reparte con abundancia, fiel reflejo de sentirse tocado por la abundancia de los dones del Señor misericordioso.

El encuentro con el Señor no sólo le permitió advertir la deuda con Jesús sino también la que tenía con la sociedad y disponerse a abrir su corazón con generosidad.

Esto nos hace ver que toda cerrazón del corazón del hombre hacia el hermano, es prolongación del bloqueo del corazón ante Dios.

4.-El “Hoy” de la salvación.

Al reparar el daño ocasionado culmina el proceso de conversión-salvación que comenzara cuando buscaba a Jesús, de allí que éste exclamara: “Hoy ha llegado la salvación a esta casa”.

Este “Hoy” está indicando el “Kairós”, el momento de gracia que llega al corazón de cada persona.

Hay un Kairós, el momento de Dios, que cada ser humano tiene, en el cual el Señor le invita a dar el paso definitivo en su vida para encontrarse con El.

Y es en ese momento, el hoy, donde se produce la salvación en el corazón de cada uno.

Y que exige una respuesta inmediata, no es mañana, o dentro de unos días.

Una respuesta reclamada ahora, hoy, en este momento, porque “te has encontrado conmigo, porque te has abierto a los demás”- pareciera escucharse de labios del Salvador.

Este “hoy” que lamentablemente podemos dejar pasar. ¡Cuántas veces en nuestra vida dejamos pasar el hoy de una oportunidad nueva para la realización de nuestros proyectos humanos! ¡Cuántas veces, al dejar pasar el momento justo, perdemos para siempre la posibilidad de una nueva oportunidad!

También en el orden de la gracia puede acontecer algo similar ya que el Señor no está obligado a pasar de nuevo por nuestra vida y decirnos “Hoy quiero alojarme en tu casa”.

El Kairós de “hoy quiero alojarme en tu casa,” se perfecciona en el kairós de “hoy ha llegado la salvación a esta casa”.

Al kairós del momento de Dios, Zaqueo respondió con el kairós de su respuesta, y por eso es salvado, abriéndose ante él la perspectiva de una vida nueva, “el Hijo del hombre ha venido a salvar lo que estaba perdido”.

Hermanos: pidamos humildemente la luz y gracia de lo alto para no dejar pasar nunca el momento de Dios en nuestras vidas. Que siempre estemos dispuestos a responder con celeridad a la interpelación salvadora que viene de Cristo y así encontrar el camino de una vida de grandeza.

-------------------------------------------------------------------------------------------------Homilía en el domingo XXXI durante el año, ciclo “C”. (Textos bíblicos: Sabiduría 11,23-12,2 y Lucas 19,1-10)

Padre Ricardo B. Mazza. Cura Párroco de “Ntra Señora de Lourdes”. Santa Fe.

06 de Noviembre de 2007.
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2 de noviembre de 2007

Por una nueva cultura de la vida

1.-Orígenes del Grupo Pro-Vida “Juan Pablo II”

Cercanos ya a la celebración del primer año de esta iniciativa eclesial, me parece conveniente recordar cuál fue y sigue siendo el espíritu que nos ha movido a emprender este caminar en la promoción de una Cultura de la Vida, que vaya desterrando la deletérea visión que ha traído a la sociedad toda desde hace tiempo, la Cultura de la Muerte.

Si bien el grupo Pro-Vida “Juan Pablo II” tuvo comienzo en la Pquia Ntra Señora de Lourdes de Santa Fe el 11 de Noviembre de 2006 - a instancias del grupo juvenil San Luis Gonzaga-, en la actualidad, siguiendo el ejemplo del Señor, nos ha parecido conveniente extender la convocatoria a toda persona de buena voluntad y así recibir a todo joven o adulto que quiera dar su tiempo y su corazón a este proyecto que pretende responder a la interpelación realizada por el papa Juan Pablo II en la encíclica Evangelium Vitae. De allí el nombre del gran Pontífice de la Vida.

En dicha Encíclica, Juan Pablo II nos dice que somos el pueblo de la vida, “porque Dios en su amor gratuito, nos ha dado el Evangelio de la vida y hemos sido transformados y salvados por este mismo Evangelio” (nº 79) y por lo tanto enviados como pueblo a “estar al servicio de la vida” servicio que “obliga a todos y cada uno” como “una responsabilidad propiamente eclesial, que exige la acción concertada y generosa de todos los miembros y de todas las estructuras de la comunidad cristiana” (nº 79).

Para la realización de este deber de bautizados, el Pontífice nos invita a: 1) anunciar el Evangelio de la vida, 2) celebrar el Evangelio de la Vida y 3) Servir al Evangelio de la Vida.

2.- Anunciar el evangelio de la Vida

Anunciar el Evangelio de la Vida significa llevarlo “al corazón de cada hombre y mujer e introducirlo en lo más recóndito de toda la sociedad” (nº 80-83), en la catequesis, en las escuelas y en todo el ámbito del anuncio de las maravillas de Dios.

“Este anuncio del evangelio de la Vida consistirá en iluminar las conciencias de los hombres de buena voluntad para que el ser humano advierta la dignidad de la que está revestido desde la concepción hasta su muerte natural, y así valorar la vida temporal como camino para la eterna.

La cultura de nuestro tiempo pretende hacernos olvidar que hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios, presentándonos un prototipo de persona que se aleja cada vez más de la voluntad del Creador.

Es urgente tomar conciencia de esta dignidad, toda vez que el desprecio por el hombre campea en todos los campos.

En actitudes, en gestos, en políticas de Estado, se advierte que la persona humana no es vista como venida de la mano de Dios y llamada a la eternidad, sino que más bien se la presenta como una más dentro del engranaje de la vida económica, social y política.

Iluminar las conciencias pretende recobrar nuestra identidad de hijos de Dios a pesar de que se pretenda hacernos creer que no tenemos futuro eterno, y que sólo existimos para servirnos y no para la entrega generosa de nosotros mismos en obras de bondad.

Y así el grupo Pro-Vida, deberá iluminar para vencer las lacras que se ciernen sobre la vida no nacida y sobre el término de la misma, pasando por la dignificación del hombre en todo su recorrido temporal “(1)

3.- Celebrar el Evangelio de la Vida.

Junto con esto, estamos llamados a celebrar el Evangelio de la Vida . Celebrar al Dios de la vida, al Dios que da la vida, en los sacramentos, especialmente la Misa dominical, la religiosidad popular, las devociones a Jesús, María y los santos, como aquellos que vivieron la vida divina en profundidad (nºs 83-86).

“De hecho el vivir de muchas personas cristianas sin la presencia de Dios, sin oración, sin eucaristía, sin sentirse familia, es un signo de que no se ha valorado profundamente nuestro origen y nuestro fin, lo que encarna ser hijo de Dios y lo que significa haber recibido la vida humana como camino a la eterna.

Es el hombre y su dignidad creatural el ámbito que debe recorrer la Iglesia incansablemente en medio de las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios” (2)

De allí que la página Pro-Vida, siguiendo el pedido del Papa Juan Pablo II presentará la figura de los santos que han gastado su vida temporal por Dios y sus hermanos, de modo que el advertir lo vivido y ofrecido por ellos, nos ayude a comprender el amplio campo que implica la cultura de la vida.

Igualmente celebrar la vida significará ir mostrando la belleza de la Liturgia como camino de crecimiento en la vida divina desde lo humano.

Celebrar la vida implicará, desde el perfeccionamiento de la dignidad humana por el bautismo, robustecer nuestra mirada hacia los sacramentos de la Reconciliación, que nos devuelve la vida divina perdida por el pecado, la Eucaristía que nutre en el caminar cotidiano al homo viator que es cada uno de nosotros , el Matrimonio como celebración gozosa de la vida incoada en el nacimiento futuro de nuevos ciudadanos de la Patria y celebración “de la vivencia generosa de la maternidad, la entrega diaria al trabajo honesto de cada uno y en los gestos de amor para con el prójimo”.(3)

4.-Servir al Evangelio de la Vida.

Una tercera tarea para nosotros es la de servir al Evangelio de la Vida (nºs 87-91) “mediante el servicio de la caridad, que se manifiesta en el testimonio personal, en las diversas formas de voluntariado, en la animación social y en el compromiso político” (nº 87).

“El grupo Pro-Vida fomentará por lo tanto lo que es digno de la persona, señalando que la prostitución, la drogadicción, el desamparo, la pobreza estructural, las familias carentes de lo necesario para vivir, la falta de trabajo, la carencia de vivienda y de atención adecuada de la salud, contrarían lo que Dios quiere para nosotros como dignificante y elevante de nuestra condición humana llamada a la eternidad.

La violencia de todo tipo, el olvido del hombre por sus hermanos son acciones que no favorecen la vida digna a la que estamos llamados.

Es aquí dónde todos podemos hacer algo, aunque más no sea dando algo de nuestro tiempo y esfuerzo por hacer más feliz la vida humana.

Amar la vida es trabajar para dignificar permanentemente al hombre tantas veces olvidado por la mentalidad de una sociedad cerrada en sí misma que sólo busca el autismo de los placeres efímeros.

Luchar por la vida es trabajar para que haya proyectos políticos que enaltezcan a la persona, y donde el bien común sea la finalidad de principal del quehacer humano”(4).

Recordando por lo tanto lo expresado hace ya un año, nuevamente “queda hecha la invitación a todos para ir estudiando juntos los caminos a través de los cuales podemos llevar este mensaje de dignificación de la vida humana a todos aquellos que están confundidos o que no han terminado de reconocer su propia identidad de hijos de Dios”(5).

(1) (2 )(3)(4 y (5)).“La Grandeza de la Vida Ofrecida”( Homilía del 11 de Noviembre de 2006”)

Padre Ricardo B. Mazza. Director del Grupo Pro-Vida “Juan Pablo II”

ribamazza@gmail.com. http://ricardomazza.blogspot.com/ www.nuevoencuentro.com/provida