24 de enero de 2008

El Cordero de Dios



“No podemos pedirle a cada persona, que sea honesta, que debe evitar la mentira, el robo, la violencia, el odio, etc., como si fuera todo esto un mero modelo correcto de vida a seguir, sino como respuesta concreta a una fidelidad previa e incondicional a Cristo”.

1.-La manifestación de la divinidad de Cristo.

En la Fiesta del Bautismo del Señor reflexionamos acerca de cómo el Padre Dios y el Espíritu Santo daban testimonio de la divinidad de Jesús por ser la segunda persona de la Sma Trinidad, el Hijo, hecho hombre en el seno de María Santísima.

En el texto evangélico de hoy -Juan, 1,29-34-, Juan Bautista hace referencia al acontecimiento del bautismo, y da también testimonio de la divinidad de Jesús, quedando patente una vez más como realidad la epifanía o manifestación del Señor.

Epifanía que brota no sólo de Jesús en cuanto se manifiesta por sí mismo sino que es revelado por otros –el Padre y el Espíritu Santo por un lado, y Juan el Bautista por el otro-.

Juan el Bautista dice dos veces que “no lo conocía” a Jesús, afirmación que a simple vista resulta extraña, ya que era hijo de Isabel y ésta prima de María, la madre de Jesús, lo que hace imposible el que no se conocieran y que no hayan tenido contacto en la niñez o en la adolescencia o en su juventud.

¿A qué se refiere con ese “no lo conocía”?

La respuesta nos la da el mismo Juan “yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: aquel sobre quien veas descender el Espíritu y permanecer sobre El, ese es el que bautiza en el Espíritu Santo”.

A pesar de la revelación interior sobre Jesús que recibió, pareciera que Juan no tenía claro del todo el que su pariente, el hijo de María, fuera el Mesías.

Es por eso que desde la cárcel –por lo tanto posteriormente al bautismo de Jesús- manda a sus discípulos a preguntar a Jesús “¿eres tú el que ha de venir, o hemos de esperar a otro?”(Mateo 11,3).

¿Expresa esto su falta interior de seguridad sobre la divinidad de Cristo, o es una manera de querer llevar a sus discípulos a través de la pregunta de si “eres tú el que ha de venir”, al don de la fe por el encuentro con el Salvador?

Nos damos cuenta que conocer al Hijo de Dios es obra de la Gracia.

Es el mismo Dios quien manifiesta esto en el corazón de los hombres y por lo tanto los va llevando para que crean en la divinidad del Señor.

2.-El Cordero de Dios.

Esta aparente contradicción que señalamos anteriormente acerca de si Juan conocía o no a Cristo como Mesías, quedaría despejada cuando el Bautista presenta una característica muy particular de Jesús como Mesías e Hijo de Dios, diciendo “este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”.

Se trata de una presencia nueva del poder purificador del Cordero.

En efecto, ya no se piensa en el sacrificio del cordero pascual con el que se celebraba el paso del mar Rojo y se actualizaba la liberación de Egipto.

Ya no es la sangre de las víctimas con que se rociaba al pueblo significando el invocado perdón de los pecados como en el Antiguo Testamento.

Es Jesús el Nuevo Cordero que se ofrecerá en el martirio de la Cruz para la salvación del mundo, con cuya sangre se purifica realmente el corazón arrepentido del creyente.

Con la afirmación de Juan “este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” se quiere destacar la misión de Jesús como Siervo de Yahvé, es decir, Aquél que se hace despojo humano, lo último de este mundo, pisoteado, que es muerto en la Cruz para la salvación del hombre.

Y es en este anonadamiento de Jesús donde se muestra a través de la debilidad de la humanidad, la grandeza de su divinidad.

La Iglesia reconoce este anonadamiento y su necesidad para ser enaltecidos como cristianos en la vida misma.

Y así, por ejemplo, los mártires de la Iglesia llegan a beber el cáliz del sufrimiento y del martirio, llegan a ser despreciados en este mundo a ejemplo del Maestro, para luego ser enaltecidos por la gracia de Dios que corona esta entrega de sus vidas, presentándolos luego como modelos de vida ante toda la cristiandad.

Este anonadamiento es algo de lo que el cristiano ha de tener experiencia personal, para poder entender hasta dónde el Hijo de Dios hecho hombre fue capaz de padecer para la salvación de cada uno.

3.-Contemplar cómo la divinidad se esconde.

San Ignacio de Loyola en los Ejercicios Espirituales, cuando hace meditar al ejercitante sobre la pasión y muerte del Señor, le va a repetir insistentemente para que lo grabe en su corazón y trate de vivir esta experiencia particular, “contemplar cómo la divinidad se esconde”.

Para poder entender la hondura de la humillación de Cristo, el que hace ejercicios espirituales, -y en realidad todo cristiano debiera pasar por ello- debe entender y vivir “cómo la divinidad se esconde”.

Cómo la divinidad se esconde equivale a decir que en los momentos de su pasión y muerte, Jesús no se valió de su divinidad para escapar al “cáliz de la amargura” -aunque implore al Padre “si quieres aleja de mí este cáliz”-, sino que vivirá a fondo aquello de “no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lucas 22, 42).

En su anonadamiento, Cristo nos enseña que este es el camino a través del cual el cristiano llega a la perfección como hijo adoptivo de Dios.

Pero también nos interpela a ir a su encuentro para conocerlo, y así cuando Juan afirma “este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”, está señalando que el protagonismo lo tiene Jesús, y hacia El han de dirigirse no sólo las miradas sino las existencias mismas.

De hecho la misión de la Iglesia es conducir a todos los hombres y mujeres que así lo deseen, y a cada uno de nosotros, al encuentro de Jesús.

Comenzando por el Papa mismo, continuando por los obispos, presbíteros, diáconos, religiosos y laicos todos, no somos más que siervos que orientan su vida al encuentro y compromiso personal con Jesús. No tenemos que ser nosotros los bautizados el foco de atención, sino solamente el Señor.

Desde esta experiencia de Jesús como Hijo de Dios, en la que queda patente su condición humana y divina, se va acrecentando nuestra fe en el Salvador.

4.- La adhesión a Cristo por la fe.

La Iglesia nos enseña, -y muy particularmente Benedicto XVI nos lo recuerda-, que nuestra fe católica no pasa meramente por la adhesión a una idea, ni siquiera a un estilo ético de vida, aunque lo suponga, sino que se expresa en la adhesión a la persona del Hijo de Dios hecho hombre.

De allí que las fallas que puede haber en el orden moral en nosotros los bautizados tiene su causa en no haber hilado fino llegando a un compromiso total con la persona de Jesús.

Cuando se lo conoce profundamente a Jesús y se lo ama, entonces se está en condiciones de transformar ese conocimiento y ese amor en actitudes concretas.

No podemos pedirle a cada persona, que sea honesta, que debe evitar la mentira, el robo, la violencia, el odio, etc., como si fuera esto un mero modelo correcto de vida a seguir, sino como respuesta concreta a una fidelidad previa e incondicional a Cristo.

Si no existe ese compromiso previo de fe en la persona de Cristo, es imposible presentar exigencias de contenido evangélico, porque se carece de aquella fidelidad que le da sentido y sustento a la vida personal.

Sobre todo en la cultura de nuestro tiempo donde cada uno hace lo que se le da la gana, donde todo es dejar hacer, urge el compromiso previo con Cristo.

Por eso es común escuchar cuando falta esta opción de vida, ¿por qué debo vivir de tal o cual manera si soy libre?

Es habitual oír a los católicos afirmar que la Iglesia pone trabas, que exige esto o aquello, que aleja a la gente con tantas exigencias.

Este modo de hablar deja al descubierto que no existe el compromiso anterior de fe sobre la persona de Jesús, y al faltar éste, toda exigencia resulta anacrónica, es decir no acorde a los tiempos de frivolidad que vivimos aún en la manera de cómo manifestarnos cristianamente.

De allí que resulta “normal”, por ejemplo, que muchas veces llegan a la parroquia parejas de novios con intención de casarse, y quieren que la Iglesia “se acomode” a los plazos decididos por ellos.

El matrimonio se transforma así en un trámite. Los novios primero alquilan el salón de fiesta, encargan las tarjetas, organizan el show matrimonial y luego como a las cansadas van a la Iglesia para que ésta se “ajuste” a lo que ellos han establecido.

¿Por qué se piensa de esa manera y resulta “insoportable” toda exigencia no acorde con esta visión matrimonial tan empobrecida?

Porque se toma al matrimonio a la chacota, y por ende a Cristo mismo y no se les pasa por la cabeza que el matrimonio, unión entre el varón y la mujer es el signo del matrimonio entre Cristo y la Iglesia.

No se les pasa por la cabeza que el matrimonio supone el desposorio personal con Cristo mismo.

Y el matrimonio con Cristo no se improvisa, es para toda la vida. No es mero sentimiento sino el compromiso de dos voluntades que libremente asumen ser en el mundo signo del amor de Dios para con la humanidad, signo del amor de Cristo para con la Iglesia.

Por ello es tan importante volver a las fuentes de la fe para tomar en serio todo lo que se refiere a ella: el matrimonio, la eucaristía, la reconciliación, el bautismo, etc.

Y esto porque comprobamos en nuestro tiempo que no pocas veces, muchos fieles, no todos, toman a la pavada la catequesis, el compromiso derivado del bautismo, el matrimonio, la conversión de vida, el noviazgo etc.

¿Qué sentido tiene que un ateo práctico o un insultador permanente de la Iglesia –como los hay- pretenda ser padrino de bautismo de un niño? La incoherencia es patente.

Y aquí llegamos a otra cuestión fundamental que nos debe ayudar a analizar nuestro compromiso cristiano o la falta de éste, y proponer vías de superación.

La pregunta a reflexionar podría formularse de la siguiente manera: ¿qué modelo de vida tenemos? ¿El de Cristo o el del mundo?

Será para otra reflexión, si Dios quiere……

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Padre Ricardo B. Mazza. Director del CEPS “Santo Tomás Moro” y del Grupo Pro-Vida “Juan Pablo II.

Reflexiones en torno al Evangelio (Juan 1, 29-34) del 2do domingo durante el año, ciclo “A”, proclamado el 20 de Enero de 2007 en la Liturgia Dominical.

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Santa Fe de la Vera Cruz, jueves 24 de enero de 2007.

17 de enero de 2008

La grandeza de la Vida Ofrecida

En actitudes, en gestos, en políticas de Estado, se advierte que la persona humana no es vista como venida de la mano de Dios y llamada a la eternidad, sino que más bien se la presenta como una más dentro del engranaje de la vida económica, social y política.

Lanzamiento del grupo Pro-Vida “Juan Pablo II”
Por el Padre Ricardo Bautista Mazza (*)

1.- La viuda de Sarepta y la fuerza multiplicadora del amor.

Siempre en la Sagrada Escritura aparece la cercanía de Dios especialmente con los débiles de este mundo, los considerados poca cosa a la mirada de sus contemporáneos. De allí que las viudas y los huérfanos tenían especial atención en el Pueblo de Israel y la legislación que los protegía era muy clara al respecto.

De todos modos, muchas veces ellos sufrían todo tipo de injusticia. Por eso Jesús en el evangelio resalta que los escribas devoran los bienes de las viudas.

Justamente por ser las más débiles, las más indefensas, los poderosos se aprovechan, y sólo importan cuando se las puede utilizar según sus proyectos.

Dios se acerca a ésta debilidad para dar la fuerza que proviene de El y al mismo tiempo la Palabra de Dios nos habla de la universalidad de la predilección del Señor, es decir, cómo Dios no hace distinción de religión o cultura y que busca siempre estar cerca de toda persona.

Y así en el primer libro de los Reyes (17,10-16) Dios envía a Elías a Sarepta tierra de Sidón, territorio extranjero donde se rendía culto a los Baales, manifestándose que es un Dios no circunscrito a las fronteras geográficas como los dioses falsos. Tierra en que no pocos israelitas que vivían allí dejaban el culto a Yahvé para apostatar rindiéndose a los Baales, olvidándose que éstos no podían responder a las necesidades de la gente, dada su falsedad.

Dios mirando el corazón de esta viuda le envía al profeta como diciendo “tu corazón está disponible para avanzar por el camino de la fe aún en medio de las limitaciones en las que te encuentras”.

Cuando el profeta se hace prójimo de la viuda le requiere agua y pan. Ella le responde que apenas tiene un poco de harina y de aceite para hacer un pan para ella y su hijo y luego morir.

Elías le dirá que haga lo que él pide ya que no le faltara ni harina ni aceite. Esta mujer confiando en la palabra de este hombre de Dios hace según se le pide y como consecuencia de este don de sí –el de su vida- el recipiente de harina no se termina y el frasco de aceite no se agota.

Tiene por lo tanto en abundancia aquello de lo que ella misma se privó para realizar un acto de caridad, a pesar de ser imprescindible para su vida.

Eso nos hace ver cómo Dios mira las acciones de las personas, sin medirlas por la cantidad sino por el amor con que se realizan. Mira el corazón. Aunque la viuda sólo dio un pedazo de pan lo hizo con amor, despojándose de lo necesario para entregarlo desinteresadamente confiando en el Dios de la Providencia.

Y Dios que no se deja ganar en generosidad le dio en abundancia aquello de lo que carecía multiplicando con dones materiales la entrega espiritual de sí.

2.-La viuda del Evangelio que entrega lo mejor de sí. (Marcos.12, 38- 44)

En el contexto del evangelio Jesús dirá algo de los escribas. Ya anteriormente la Palabra de Dios (Mc.12, 28b-34) describe cómo un escriba pregunta por el mandamiento principal de la ley y Jesús responde sin hacer mención a intención aviesa alguna.

En el texto de referencia (Mc.12, 38-44) aparece una observación muy dura en el sentido que los escribas emergen como devoradores de los bienes de las viudas, les gusta la figuración y aunque hacen grandes oraciones, rinden un culto meramente externo.

De esta simulación Cristo nos advierte que nos cuidemos porque también nosotros podemos caer en la misma contradicción de vida.

Advierte sobre esa mezcla que a veces se da en el corazón del hombre de aparente religiosidad pero en la que se esconden actitudes de evidente injusticia.

Por qué no decirlo: ninguno de nosotros está exento de vivir esa contradicción permanente de vida en la que el barniz del cristianismo cubre actitudes injustas para con el prójimo al desconocer su dignidad en el alejamiento continuo de la voluntad de Dios rechazando sus mandamientos.

Jesús llama a sus discípulos –no pierde oportunidad para enseñar- y dirá que ésta pobre viuda ha puesto más que los otros.

Los discípulos estarían asombrados por las donaciones abundantes, se quedaban en el gesto exterior de los ricos, y Jesús les cambia entonces el foco de atención

No miren lo que dan los ricos, sino lo que da esta mujer.

Los ricos dan de lo que les sobra, es decir, en el mejor de los casos, no van más allá de las exigencias de la justicia, en cambio la mujer supera éste ámbito de lo justo configurando su acción en el espacio de la caridad dando todo de sí.

Esas dos monedas de cobre significaban todo lo que ella tenía para subsistir, es decir, que se da ella misma en ofrenda a Dios y a sus hermanos.

Los ricos daban de lo que tenían, ella provee de su ser, de lo que era.

Y eso es justamente lo que el Señor mira y alaba en esta oportunidad, apuntando este reconocimiento a que nos sintamos interpelados en nuestra vida y vayamos cambiando la valoración de los gestos y actitudes. No vale tanto lo que entregamos sino lo que hay en el corazón, nuestra intención.

El señor mira el corazón de donde brotan nuestras acciones.

3.-Los enfermos y las dos monedas de cobre

En la jornada Nacional del Enfermo que hoy se recuerda en nuestra Patria, podemos hacer una aplicación del evangelio que hoy nos ilumina, dejando una reflexión más prolongada para el 11 de febrero, día mundial del enfermo, y celebración de nuestra fiesta patronal, bajo la advocación de Ntra Sra de Lourdes.

Mirando al enfermo como tal, privado de la salud que es un bien, o que padece limitaciones en su cuerpo o en su mente o que está postrado, muchas veces acontece que se siente inútil delante de Dios y de los hombres, ya que no se tienen las mismas fuerzas para desarrollar actividades de evangelización.

Sin embargo, el ejemplo de la viuda, nos está diciendo que el enfermo puede entregar su dolor, su enfermedad, como las dos monedas de cobre.

Pequeñez a lo mejor en la ofrenda pero grandeza en el ofrecimiento que alcanza la salvación para muchos.

Es bueno recordar además, que tanto se puede servir a Dios en la salud como en la enfermedad.

Lo importante es que en cada momento entreguemos a Dios lo mejor de nosotros mismos.

Y mirando a la persona que sirve a los enfermos también allí se puede seguir el ejemplo de la viuda.

Los miembros del equipo de Pastoral de la salud, los ministros de la comunión y toda persona bautizada pueden entregar las dos monedas de cobre del consuelo, de la compañía, y del descanso en medio de los quebrantos.

En las pequeñas cosas, sobre todo las realizadas ocultamente, en silencio, podemos ir ampliando el horizonte de nuestro amor por el hermano que sufre, viendo en él el rostro del Cristo sufriente.

Son también los enfermos, los débiles de este mundo, los considerados inútiles por un mundo egoísta, los que pueden y deben recibir el consuelo del alivio.

Dando desinteresadamente no hay límite para el crecimiento.

4.- El grupo Pro-Vida Juan Pablo II

En este contexto de la generosidad en la entrega, comenzamos hoy con el grupo Pro-Vida Juan Pablo II.

Si bien tiene origen parroquial, siguiendo el ejemplo del Señor no nos cerramos a unos límites geográficos, sino que está abierto para recibir a todo joven y adulto que quiera dar las dos monedas de cobre de su tiempo y de su corazón a este proyecto que pretende responder a la interpelación realizada por el papa Juan Pablo II en la encíclica Evangelium Vitae.

Como objetivo principal tenemos el de iluminar las conciencias de los hombres de buena voluntad para que el ser humano advierta la dignidad de la que está revestido desde la concepción hasta su muerte natural. Valorar la vida temporal como camino para la eterna.

Cada uno de nosotros ha sido creado a imagen y semejanza de Dios y la cultura de nuestro tiempo pretende hacernos olvidar esta verdad presentándonos un prototipo de persona que se aleja cada vez más de la voluntad del Creador.

Es urgente tomar conciencia de esta dignidad, toda vez que el desprecio por el hombre campea en todos los campos.

En actitudes, en gestos, en políticas de Estado, se advierte que la persona humana no es vista como venida de la mano de Dios y llamada a la eternidad, sino que más bien se la presenta como una más dentro del engranaje de la vida económica, social y política.

Iluminar las conciencias pretende el recobrar nuestra identidad de hijos de Dios a pesar de que se pretenda hacernos creer que no tenemos futuro eterno, y que sólo existimos para servirnos y no para la entrega generosa de nosotros mismos en obras de bondad.

Y así el grupo Pro-Vida, deberá iluminar para vencer las lacras que se ciernen sobre la vida no nacida y sobre el término de la misma, pasando por la dignificación del hombre en todo su recorrido temporal.

El grupo Pro-Vida fomentará lo que es digno de la persona, señalando que la prostitución, la drogadicción, el desamparo, la pobreza estructural, las familias carentes de lo necesario para vivir, la falta de trabajo, la carencia de vivienda y de atención adecuada de la salud, contrarían lo que Dios quiere para nosotros como dignificante y elevante de nuestra condición humana llamada a la eternidad.

La violencia de todo tipo, el olvido del hombre por sus hermanos son acciones que no favorecen la vida digna a la que estamos llamados.

Es aquí dónde todos podemos hacer algo, aunque más no sea dando las dos monedas de cobre de nuestro tiempo y esfuerzo por hacer más feliz la vida humana.

Amar la vida es trabajar para dignificar permanentemente al hombre tantas veces olvidado por la mentalidad de una sociedad cerrada en sí misma que sólo busca el autismo de los placeres efímeros.

Luchar por la vida es trabajar para que haya proyectos políticos que enaltezcan a la persona, y donde el bien común sea la finalidad de principal del quehacer humano.

Queda hecha la invitación a todos para ir estudiando juntos los caminos a través de los cuales podemos llevar este mensaje de dignificación de la vida humana a todos aquellos que están confundidos o que no han terminado de reconocer su propia identidad de hijos de Dios.

De hecho el vivir de muchas personas cristianas sin la presencia de Dios, sin oración, sin eucaristía, sin sentirse familia, es un signo de la ausencia de una valoración profunda de nuestro origen y nuestro fin, lo que representa ser hijo de Dios y lo que significa haber recibido la vida humana como camino a la eterna.

Es el hombre y su dignidad creatural el ámbito que debe recorrer la Iglesia incansablemente en medio de las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios.

(*)
Homilía del 11 de Noviembre de 2006. 32 domingo “per annum” ciclo B.

Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Párroco de Ntra Sra de Lourdes, Santa Fe de la Vera Cruz. Profesor Titular de Teología Moral y DSI en la UCSF. Director del Centro de Estudios Políticos y Sociales Santo Tomás Moro. Director del Grupo Pro-Vida “Juan Pablo II”

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10 de enero de 2008

Jesús, Señor de la vida y de la historia


1.- Sentido de la celebración que nos congrega como Iglesia-comunidad.

Cada año en la Pascua actualizamos la muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, el cual entregó su vida por todos, ya que El vino a salvar a los pecadores de sus miserias más profundas.
Por Padre Ricardo B. Mazza


Al entregar su vida en la Cruz, el Señor está pensando en los hombres de todos los tiempos, no hace acepción de persona alguna, carga sobre sí los pecados de todas las épocas y de toda la humanidad. Cuando resucita asegura la posibilidad de una nueva vida para todos.

Por eso es legítimo orar por los hombres de todos los tiempos y ofrecer la Eucaristía –renovación y actualización del Misterio pascual-, especialmente en el domingo Día del Señor, por los muertos, ya que ellos han sido alcanzados también por la sangre derramada en la Cruz

Hoy nos congregamos para orar por los muertos a causa de los desencuentros entre los argentinos, ya que por ellos como por nosotros los que aún vivimos en este mundo murió el Señor.

Sobre los que murieron no abrimos juicio, ya que para quienes ya no están en este mundo el juicio corresponde en exclusiva a Dios

Los muertos llegaron hacia donde todos vamos, se nos adelantaron y ya vieron la Verdad cara a cara, y por lo mismo saben en qué erraron, cuándo pecaron y cuándo fueron justos.

Para ellos deseamos que hayan experimentado la Misericordia del Señor y que vivan en el Amor.

Mal podemos entonces convocar a los muertos para el odio,

la desunión o la discordia, ya que ellos viven en la indecible Unidad de Dios.

Y cuando nuestros muertos –todos son nuestros muertos porque los muertos no tienen ideología- son utilizados para enfrentar a los hermanos, estamos reiterando, repitiendo la pérdida y la herida de la muerte porque laceramos la sociedad en la que ellos vivieron y quizá por la que entregaron su vida.

Aquel que en este mundo comió con los pecadores, se nos ofrece en ésta Eucaristía, para que convertidos, podamos alimentarnos de El con el deseo de paz y de reconciliación entre todos, reconocidos como hermanos en Cristo e hijos del mismo Padre del Cielo que “hace salir el sol sobre justos y pecadores”.

Reconciliarse no es signo de debilidad, sino por el contrario pone de manifiesto la magnanimidad de la que es capaz el corazón humano que dejando de lado toda diferencia y todo deseo de venganza mira hacia el futuro para transformarlo con un corazón dócil a la gracia.

Celebramos ésta Misa inspirados y motivados por las palabras luminosas de nuestro Arzobispo Mons. José María Arancedo quien nos decía el pasado 17 de junio en la Misa de la Solemnidad del Corpus: “Sabemos que la paz nace de la verdad y madura en la justicia, pero también sabemos que necesita de un espíritu de reconciliación que nos anime. En este sentido creo que nos falta a los argentinos una cultura de la reconciliación, que es un valor necesario para dar plenitud a las instancias de la verdad y la justicia, tan necesarias en el camino de la paz. Cuando en el horizonte de nuestros actos no aparece el valor de la reconciliación como una exigencia de bondad moral que da plenitud a nuestros actos, incluso a la misma justicia, creo que nos quedamos paralizados en enfrentamientos que nos debilitan y dividen. La eucaristía es la fuente de la paz porque ella nace y se ha sellado en la cruz, con la palabra de perdón que Jesucristo nos ha dejado como testimonio de su amor. Por ello celebrar la Eucaristía es testimoniar la presencia viva de Jesucristo, que se ha hecho por nosotros y por la salvación del mundo camino de verdad y de vida. Creer en lo que celebramos nos compromete a ser testigos y a trabajar por la paz”.

2.- La Argentina que se desangra en los diversos ámbitos de su vida.

La Palabra de Dios ilumina siempre la existencia de quienes peregrinamos en este mundo a la casa del Padre, de allí que el texto del Evangelio de hoy puede arrojar luz sobre nuestra situación actual y mostrarnos caminos superadores de tanta disgregación entre argentinos.

El texto del Evangelio (Marcos 5, 21-43) nos habla de una mujer que padecía hemorragias desde hacia doce años y que a pesar de haber acudido a innúmeros médicos no había logrado su curación. Al oír hablar de Jesús se acerca a El pensando que con sólo tocar su ropa se curaría.

¿Cómo no pensar en una Argentina que se desangra en luchas intestinas entre hermanos? Salvo el intento de reconciliación realizado en un pasado no tan distante, nos debatimos en el recuerdo y en la recreación de viejas antinomias cargando los corazones de odio y de espíritu de venganza.

Al respecto nos llegan hoy las palabras de un encarcelado injustamente por no someterse a los caprichos del rey Enrique VIII. Me refiero a santo Tomás Moro quien escribió en la Torre de Londres en el año 1534: “Hacia ningún hombre tengas mala voluntad. Pues, una de dos: o es bueno o es un malvado. Si es bueno y le odio, entonces, soy yo el malvado. Si es un hombre malvado, o bien se arrepentirá y morirá bien y se irá a Dios, o se quedará en su maldad y se irá al diablo…….Si se salva, no dejará de amarme de todo corazón (si yo también me salvo, como espero), y entonces le amaré de la misma manera. Por lo tanto, ¿por qué odiar durante algún tiempo a alguien que después me amará para siempre? ¿Por qué ser ahora enemigo de quien estará un día unido conmigo en amistad eterna? Además, si esa persona continúa en su maldad y se condena, tan tremendo es el castigo eterno que le va a caer, que sería yo implacablemente cruel si, en lugar de compadecerle en su pena, tuviera rencor a su persona”. (Un hombre solo. Cartas desde la Torre. Pág. 118. Edit. Rialp.).

Santo Tomás Moro -que prefirió servir a Dios cuando servir al rey era traicionar al Señor del Cielo-, mantiene el siguiente diálogo acerca de la muerte injusta que iba a recibir.

En efecto, Enrique VIII, maestro de la astucia, había elegido jueces que lo halagaran con sus veredictos acomodados a sus caprichos.

Uno de ellos era el duque de Norfolk, quien le recuerda a Moro que “indignatio principis mors est” (la cólera del príncipe es la muerte), a lo que Moro responde: “¿Es esto todo lo que tenéis que decirme? Pues, entonces no hay entre vos y yo más diferencia que ésta: que yo moriré hoy, mientras que vos moriréis mañana (T.Moro “Utopía” pág 16 Ediciones Abraxas).

¿Cómo no pensar en nuestra Patria que atacada por las sanguijuelas de los imperialismos económicos se desangra en el expolio de los recursos naturales

¿Cómo no pensar en nuestra Patria que se desangra en gastos superfluos para engordar intereses ideológicos, mientras los argentinos más pobres son excluidos de la mesa del convite en la tierra del pan?

¿Cómo no pensar en una argentina que se desangra cuando no se planifica para el bien común de todos con políticas que favorezcan la dignidad del hombre y de la familia, mientras se recurre al facilismo de esterilizar las posibilidades de vida, consecuencia de la esterilización de las conciencias sin ideas?

¿Cómo no pensar en una Argentina en la cual se prefiere impedir el nacimiento del pobre o matarlo antes de que nazca, solamente para no hacerse cargo de la injusticia social, para evitarse el trabajo de construirla solidaria, generosa y madre de todos?

Cabe reconocer en este campo la nobleza de aquellos legisladores, que aún a costa del rechazo y burla de sus pares, dan testimonio defendiendo la verdad y la dignidad de la persona humana. Ellos nos hacen ver que no todo está perdido en la búsqueda de nuestra grandeza originaria.

¿Cómo no pensar en una Argentina que se desangra cuando no son considerados los niños como los únicos privilegiados?

Decía al respecto el difunto arzobispo de Santa Fe, Mons Vicente F. Zazpe el 2 de Agosto de 1970: “Nuestra sociedad declamará por todos los medios posibles su amor y su veneración al niño. Sin embargo, sería interesante hacer también un listado de las incoherencias y de las violaciones que nuestra historia hace de los derechos más profundos del niño. Las historias clínicas de nuestras maternidades pueden ser un testimonio brutalmente doloroso de desamor y despreocupación. Nuestras cárceles también. La infinidad de institutos de rehabilitación o de adaptación, acusan la desintegración y el egoísmo suicida de miles de nuestros hogares. Los niños con apellidos materno o sin apellido; los niños con sufrimientos o taras heredadas de padres alcohólicos o sifilíticos; los niños dejados horas y horas frente al televisor; los niños consentidos y mimados para que no lloren ni molesten. Muchos niños de nuestras villas de emergencia sufren hambre de pan, de vivienda y de cultura; pero muchos niños en zonas de abundancia sufren un hambre más profunda de cariño, de paternidad, de orientación, de hogar. Las bandas de asaltantes integradas por criaturas de 12 a 14 años, ya no producen asombro. Son común también las patotas nocturnas de adolescentes……………Hablábamos antes de la conveniencia de hacer un listado de incoherencias y violaciones, de derechos fundamentales del niño. Deberíamos incluir en primer lugar el derecho a vivir; a llegar a la vida. El aborto intencionado es un delito para el Código y para los mandamientos de Dios. El Código podrá variar. Los mandamientos permanecerán….Para Dios no hay fluctuaciones: es crimen en Rusia, Suecia, Inglaterra, y la Casa Blanca. Para Dios es crimen en cualquier consultorio, hospital o sanatorio de nuestra patria o de nuestra provincia. El listado de derechos violados podría seguir y hacerse interminable…..: los sueldos que no alcanzan, atacan un derecho del niño, las viviendas precarias o imposibles también; la falta de trabajo; la desatención hospitalaria; el alto costo de vida, la infraalimentación, la mendicidad.”

Ciertamente no podemos olvidar entre los muertos a causa de los desencuentros entre los argentinos a tantos niños víctimas del aborto, cuya sangre derramada clama al cielo.

¿Por qué recordar aquí especialmente a los niños? Porque sin niños ya sea porque no se los deja nacer o porque no se les brinda posibilidades para crecer armónicamente una vez nacidos, la Patria no tiene futuro.

Porque si ahora no se reconoce la dignidad de los niños, mañana quedará olvidada la existencia valiosa de los ancianos y enfermos por el flagelo de la eutanasia.

Porque si no se reconoce y protege a los niños tendremos que seguir rezando por los muertos a causa de los desencuentros de los argentinos y de las políticas de estado que sólo pretenden pasar el momento sin visión de un futuro promisorio para todos los argentinos.

¿Qué podemos hacer ante tantos desencuentros?

El Evangelio nos invita a acercarnos a Cristo como aquella mujer que sangraba, y recibir del Señor las palabras consoladoras: “Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y con salud”

La Fe en el Señor no sólo nos fortalece en medio de las dificultades sino que nos asegura con su luz que lograremos una transformación de la sociedad toda.

La fe en el Señor nos hace ver la realidad de nuestro mundo con una mirada nueva.

La fe nos hace encontrar siempre respuestas válidas ante tantas dificultades y nos anima a buscar soluciones, en la aparente debilidad del evangelio.

La fe nos hace trabajar siempre desde el hombre y para el hombre desde la visión de Dios.

Sin fe el hombre no es más que un eslabón más del engranaje perverso

del hedonismo esclavizante que quiere hacer vivir el momento sin proyectos futuros que enaltezcan la persona humana.

Hemos de evitar caer en la tentación de marearnos con las voces seductoras de promesas vacías, para ir al encuentro de aquél que es la Verdad y el único que nos muestra el Camino que lleva a la Vida.

3.- Jesús Señor de la Vida.

Así lo entendió también Jairo que ante su hija moribunda fue al encuentro del Señor.

Para quienes no creen en la resurrección de la niña, Jesús muestra que la muerte no tiene la última palabra. Cuando todo parece muerto y sin esperanza, actúa el Señor y nos devuelve la vida.

Nuevamente el tema de la fe sirve de fundamento y referencia para nuestra vida, porque la fe no es un elemento mágico, sino una disposición de confianza total en Jesús.

Por eso su presencia en nuestro ser y obrar basta para dar seguridad de salvación.

Ante los fracasos de las soluciones meramente humanas, cuando todo parece estar perdido, el creyente sabe que en la confianza total en Jesús, la fe se irá desarrollando en una libre aceptación de su salvación.

Eso nos hace obrar inteligentemente en clave evangélica.

No importa que aparentemente fracasemos, a la larga o a la corta, los criterios evangélicos aparecen como los únicos salvadores del hombre, dejando atrás las falsas soluciones que ofrecen los que actúan en clave del momento, del oportunismo o de la muerte.

No importa que se nos rían cuando decimos que la muerte puede convertirse en vida, éstos desaparecerán sin pena y con olvido, y sólo quedarán los que como Pedro, Santiago y Juan, creyendo en el Señor, contemplarán la resurrección de lo que ya estaba muerto.

De las cenizas de un país consumido por proyectos humanos deshumanizadores nacerá una nueva Argentina, la que hemos recibido de nuestros padres.

Por ello, sin miedos paralizantes, hoy tenemos necesidad más que nunca de acudir a Cristo Salvador.

Volver a nuestra matriz católica que nos recuerda siempre la necesidad de vivir los valores evangélicos más profundos será nuestra tarea, y el Señor con su gracia coronará nuestros esfuerzos.

4.- María, la Madre que nos cura.

Hermanos, estamos aquí, en Lourdes, la advocación mariana de la salud; la Virgen siempre amorosa que nos cuida.

María, viva en el alma del pueblo, viva en los colores de la insignia Patria, bandera que debemos defender para que siempre sea íntegramente celeste y blanca, color de cielo, colores de María, con el sol invicto, el Cristo resplandeciente en quien espera la Patria brillando en su centro, centro que no sólo ilumina sino que convoca al amor, a la hermandad, a la unidad.

María, que quiso quedarse en nuestra tierra y así lo vemos en sus manifestaciones en San Nicolás, Catamarca, Luján para bendecirla y cuidar de sus hijos.

María, la que pidió a su Hijo el vino mejor en las bodas de Caná festejando el nacimiento de esa maravillosa y fantástica expresión de unidad que es una nueva familia; vino que alegró el corazón de aquellos que participaban de la fiesta como debía ser, porque toda familia es alegría, unión, vida que nace.

Homilía del sábado lº de Julio de 2006 en la Misa por “los muertos a causa de los desencuentros entre los argentinos y por la reconciliación nacional

Cngo Ricardo B Mazza, Cura Párroco de Nuestra Señora de Lourdes de Santa Fe (Argentina). Director del Centro de Estudios Políticos y Sociales “Santo Tomás Moro” y del Grupo Pro-Vida “Juan Pablo II”