4 de diciembre de 2013

“Practicando el bien salgamos al encuentro de Cristo que viene a nosotros”

La vida del creyente transita desde la primera venida del Hijo de Dios en carne humana, hasta la segunda de la que no sabemos ni el día ni la hora.
La memoria del comienzo entre nosotros de la vida de Cristo y la espera de su retorno final,  lo vivimos cada año en el tiempo litúrgico del Adviento que hoy comenzamos, de manera que con la certeza del cumplimiento de lo prometido desde antiguo,  nos dirigimos a la plena realización de su vuelta.

La primera venida pasó desapercibida, salvo para pocos elegidos, y se fue manifestando de a poco, hasta la plenitud de la vida adulta del Señor. 
En la segunda venida también el mundo estará distraído en otra cosa, -sucederá como en tiempos de Noé, dice Jesús- , pero por sus efectos serán evidentes los últimos tiempos de la salvación y condenación humana.   
Si hoy mismo viniera Jesús por segunda vez, ¿cómo encontraría a la sociedad actual? ¿Habría mucha gente preparada esperándolo entre los creyentes? ¿Nosotros los que estamos aquí en misa, con qué actitud lo recibiríamos? ¿Lejos del pecado, empeñados en llevar una vida propia de cristianos? ¿Cuántos incrédulos y creyentes estarían aterrorizados sin atinar a donde  escapar? Se cumpliría lo que afirma Jesús en el evangelio (Mateo 24,37-44): “De dos hombres que estén en el campo, uno será llevado y el otro dejado. De dos mujeres que estén moliendo,  una será llevada y la otra dejada”.
A causa de la venida imprevisible del Señor, como la del ladrón en la noche, la liturgia de este domingo nos exhorta a la vigilancia, que no implica vivir atemorizados propio de los que no tienen fe, sino estar convencidos de que “el Hijo del hombre vendrá a la hora menos pensada” y que hemos de recibirlo llenos de buenas obras. 
De allí, la necesidad de estar atentos a los signos de los tiempos para afianzar nuestra fe ya que como dice el mismo Jesús gracias a la constancia en la obras de santidad salvaremos nuestras vidas.
El apóstol Pablo (Rom. 13,11-14ª) refiriéndose al acontecer diario dice: “ustedes saben en qué tiempo vivimos”, por lo tanto, para  vivir como hijos de Dios, habrá que actualizar lo de “ya es hora de que se despierten, porque la salvación está ahora más cerca de nosotros que cuando abrazamos la fe”.  
Este mensaje de Pablo hace mucho que se viene recordando, pero en la actualidad ese tiempo está más cercano que en el pasado apostólico.
El mismo Jesús ha dejado impreciso el día y la hora de su venida para que el creyente esté siempre esperando con gozo, en medio de las persecuciones de este mundo, el encuentro definitivo con Él, iluminando esta esperanza el existir diario, comprometiéndonos siempre de un modo más profundo.
“La noche está muy avanzada y se acerca el día” señala el apóstol, situación que advertimos al mirar a nuestro alrededor, ya que por doquier el mal avanza con la complicidad del mismo ser humano que ha alejado a Dios de su vida misma, lo cual nos tienta a caer en la  desesperanza por lo que se presenta con urgencia la necesidad de que “abandonemos la obras propias de la noche” y nos vistamos  “con la armadura de la luz”.
En los criterios personales, en el estilo de vida imperante, en la búsqueda desenfrenada del placer, en la cultura, en las costumbres, en el olvido del otro sumado a la búsqueda del propio yo, se percibe el avance de las obras de la noche, esto es, del maligno. Nosotros mismos aturdidos y confundidos por esta realidad palpable, muchas veces caemos en la tentación de olvidar nuestra condición de creyentes y redimidos.
Como hombres de fe que esperan la venida del Señor somos invitados a que “como en pleno día, procedamos dignamente: basta de excesos en la comida y en la bebida, basta de lujuria y libertinaje, no más peleas ni envidias”, consejos que ciertamente no agotan la fisonomía cristiana.
El mensaje del mundo en que vivimos, por el contrario, apunta a la búsqueda de satisfacciones de todo tipo para que dejemos de esperar la segunda venida del Señor y olvidemos que por su primera venida fuimos revestidos de la dignidad de hijos de Dios. 
Vaya como ejemplo lo que para hoy ha organizado el gobierno de la ciudad de Buenos Aires con el “festival” “chau tabú”, so pretexto de que se recuerda el día de la lucha contra el virus del sida. 
El objetivo de la jornada es adoctrinar y enseñar a los jóvenes y adolescentes a “disfrutar” del placer sexual sin límites y sin compromisos, en el que todo vale, presentando como bueno todo  lo que sea seguir los instintos e impulsos, siempre y cuando se cuiden para no tener consecuencias. No caigo en detalles ilustrativos por respeto a los presentes y al ámbito en el que estamos congregados. 
Con esta propuesta que se presenta también como “cultural”, se busca institucionalizar el pecado de escándalo que consiste en arrastrar a otros al mal, a alejarse en definitiva de su Creador. 
Esto revela, por otra parte, el concepto falso que se tiene del joven, es decir, que se parte de la idea que se lo puede conquistar fomentando todo aquello que lo denigra en lugar de promover la adquisición de los valores, el espíritu de trabajo, la apertura hacia los grandes ideales, el insertarlo en las causas que los ennoblecen, el darles la oportunidad de aportar a la sociedad su capacidad de generosidad cuando se lo requiere. En fin, no es sumergiendo a los jóvenes en el vicio como se los enaltece, sino abriéndoles caminos para mostrar de qué son capaces para el bien de la Patria en el futuro como buenos hijos y ciudadanos honestos que buscan poner sus cualidades al servicio de la comunidad toda.
Estos proyectos culturales que tienen varios años de vida, señalan la hora de las tinieblas para nuestra sociedad ya que fomentan el vivir en este mundo como si Dios y los demás no existieran, como lo demuestra también el proyecto del nuevo código que vulnera lo que da sustento a la Nación como lo es el matrimonio y la familia. 
¡Qué bajo que hemos caído cuando un grupo de legisladores –que se dicen representar al pueblo sin consultarlo nunca- deciden sobre el futuro de las personas y de la sociedad toda! ¡Qué dolor causa el nivel de los fundamentos que se esgrimen con afirmaciones rimbombantes que manifiestan que no rige la razón, sino el consenso de las voluntades e ideologías de turno!
Al respecto señalaba un prestigioso hombre del derecho en estos días, que cuando la locura ingresa en el mundo del derecho, éste deja de existir como ciencia jurídica dejando a la sociedad en manos de los caprichos de turno.
Queridos hermanos: encontrémonos con Jesús que viene a nosotros en este tiempo de Adviento para que desde su vida y enseñanzas podamos sortear los peligros que nos acechan cada día, venidos de aquellos que por la confusión de sus ideas y de sus vidas pretenden impedir que nos revistamos de Cristo Jesús como nos exhorta el apóstol san Pablo.
La eucaristía de cada domingo que queremos vivir intensamente, y en la que hacemos memoria y realidad el misterio del Hijo de Dios hecho hombre presente entre nosotros por su primera venida, debe ser el sustento que nos prepare para estar en vigilante espera añorando su retorno glorioso.



Padre Ricardo B. Mazza, Cura Párroco de la parroquia “San Juan Bautista” de Santa Fe de la Vera Cruz, en Argentina. Homilía en el domingo 1ero de Adviento, ciclo “A”. 01 de diciembre de 2013.
ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com.

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