18 de febrero de 2019

“Dios se complace en habitar en los corazones rectos y sencillos, seamos, pues, morada digna para que permanezca con nosotros”.




Los textos bíblicos de este domingo hacen referencia a dos actitudes humanas diferentes ante Dios, ante el hombre y frente a la vida.
Jeremías profeta (17, 5-8) describe a quien el Señor mismo llama maldito.

Se trata de la persona que pone su confianza en el hombre mundano, que su fuerza se funda en lo material y pasajero, que su corazón está lejos de Dios.
Sin embargo, dado que el hombre ha sido creado con la tendencia teleológica orientada a la divinidad,  erige para sí a  sustitutos del verdadero Dios, los ídolos, que son simulacros, y vive en la ficción que lo posee todo y domina todo, cuando en realidad siempre es poseído por lo fugaz y “no ve llegar la felicidad; habita en la aridez del desierto, en una tierra salobre e inhóspita”.
La mirada puesta en las realidades pasajeras sin horizonte sobrenatural, hace que no aspire a la vida eterna en la que no cree y piense que no hay resurrección de los muertos y, descrea de la propia resurrección de Cristo, como advierte san Pablo (I Cor. 15, 12.16-20), y que no admita, en definitiva, la necesidad y existencia del perdón de los pecados.
En el texto del evangelio, Lucas (6, 12-13.17.20-26) pinta dolorosamente en qué culmina una opción de vida así: “¡Ay de ustedes los ricos, porque ya tienen su consuelo” en la riqueza y la avaricia que los ha sustentado en esta vida demasiado ocupados en sí mismos que se alejaron de Dios.
“¡Ay de ustedes  los que ahora están satisfechos, porque tendrán hambre!” refiere a los repletos de sí mismos, los orgullosos, los estabilizados en su mediocridad, los repletos de injusticia, miseria de corazón y maldad, advirtiendo que padecerán el hambre de Dios y de todo bien superior cuando se les diluya el fugaz bienestar temporal y sean probados.
“! Ay de ustedes, los que ahora ríen”, son los que se ríen porque gozan de impunidad aunque su actos son malos, los que llevan por delante la justicia, los prepotentes y confiados en su poder, los que ríen hasta de Dios porque nada les sucede en su vida cotidiana, los que humillan al prójimo o lo despojan de sus bienes materiales y de su honor sin que nadie les castigue.
Estos, a pesar de sus abusos“… conocerán la aflicción y las lágrimas!”,porque nada escapa a la justicia divina y, en el momento menos pensado tendrán que dar cuenta a Dios, ya en este mundo como en el otro.
“¡Ay de ustedes cuando todos los elogien!” ya que será signo de la vaciedad de sus vidas y culminará con el olvido de todos.
Frente a este estado de vida, se percibe la imagen de quien es llamado por el profeta Jeremías favorecido: “¡Bendito el hombre que confía en el Señor y en Él tiene puesta su confianza!"
Por  cierto es bendito quien confía en el Señor y se afirma en Él, no temerá ningún mal porque sabe quién lo conforta cada día, apacigua sus inquietudes y para esta persona la vida tiene un valor superior.
El caminar de quien ha elegido a Dios como su Señor y luz en este mundo, tendrá además bien en claro, que su meta es la vida eterna, de allí que crea en su propia resurrección, la cual  se asienta en la fe en la resurrección del mismo Jesús, Señor y guía de la historia humana, como lo enseña san Pablo en el texto proclamado hoy.
El evangelio, a su vez, describe la felicidad propia de los elegidos de Dios y que han seguido a su Señor con un corazón libre de toda atadura o por lo menos que han decidido vivir sin lazo alguno.
De hecho según el texto evangélico, Jesús habla a sus discípulos y a la gran muchedumbre de los creyentes –suponemos- que lo buscan de todas partes para recibir sus enseñanzas.
“¡Felices ustedes, los pobres, porque el Reino de Dios les pertenece!”  Son los pobres que han puesto su confianza principalmente en Dios, que usan los bienes según las necesidades de su dignidad, que llevan una vida austera y, si poseen bienes, están dispuestos a compartirlos, y que nada esperan de los poderes de este mundo efímero.
“¡Felices ustedes, los que ahora tienen hambre” de Dios, de justicia, de paz, de verdad, de pan y dignidad, “porque serán saciados!”.
¡Felices ustedes, los que ahora lloran” por los pecados propios o los del mundo en el que vivimos, ante la muerte de tantos inocentes, ante la carencia de paz, “porque reirán” ante la intervención divina.
“¡Felices ustedes, cuando los hombres los odien”, por ser amigos de Dios, cuando los hombres “los excluyan”, de sus amistades e instituciones, por ser buenos cristianos, o cuando  “los insulten” por ser honestos o cuando “proscriban el nombre de ustedes”,  por defender la verdad y desenmascarar la mentira o, cuando se los considere “infames a causa del Hijo del hombre!”
Y esto es así, porque los padecimientos sufridos tornarán en grandes alegrías y eterna recompensa de parte Dios que nunca se olvida de quienes han dado la cara por Él y entregado sus vidas por la defensa de la verdad y realización del bien.
Queridos hermanos hemos visto las características de estos dos caminos que configuran dos estilos de vida diferente y que suponen una opción fundamental por Dios o por la exclusión del mismo en la vida cotidiana que hemos de transitar.
Imploremos la gracia de Dios para mantenernos siempre fieles al Señor los que hemos elegido el camino de la verdad y del bien, y oremos por la conversión de aquellos que por ignorancia o maldad han elegido en algún momento seguir revestidos del hombre viejo.

Padre Ricardo B.  Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el 6to domingo durante el año. Ciclo “C”. 17 de febrero de 2019. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com








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