Uno de los temas en los que se centran los textos bíblicos
de hoy es el de la necesidad de la coherencia entre fe y vida, mostrando, por
lo tanto, el daño que provoca la duplicidad cuando la enseñanza o la fe, difieren de la vida que se lleva cada día.
Y así, el profeta
Malaquías, al que ubicamos en el siglo V a.C. como portavoz de la Palabra de Dios,
fustiga duramente al pueblo de Israel, que ha regresado del exilio, han
reconstruido el Templo de Jerusalén, pero quizás, esperando el cumplimiento de
las promesas antiguas de inmediato, se desilusionan porque esto no ocurre y, caen en la indiferencia religiosa (Mal. 1,14b-2,2.8-10).
Por otra parte, va cundiendo poco a poco la
injusticia social y también la pérdida de la importancia del culto divino. Para
colmo de males, los sacerdotes que deberían dar el ejemplo no lo dan, y así, no
enseñan lo que deben para rectificar el rumbo de un pueblo
desviado y alejado de la alianza de Dios.
Por eso es que Dios, a través del
profeta, advierte a estos pastores que sus bendiciones se convertirán en
maldiciones, porque no han escuchado la Palabra de Dios y no han enseñado lo
que debían, dando gloria al gran Rey.
Si tomamos el texto del Evangelio (Mt. 23,1-12), comprobamos una
situación bastante parecida cuando Jesús, dirigiéndose a la gente, pero también a sus
discípulos, les dice que los escribas y los fariseos que ocupan la cátedra de Moisés, deben ser escuchados pero no se han de seguir sus obras.
Y esto, porque imponen cargas a los demás para que las
cumplan, pero ellos, en su vida cotidiana, no quieren observar nada de esto y señala cómo estos maestros están interesados en el mundo exterior, ser
reconocidos, aplaudidos, sentarse en los primeros puestos, en las fiestas o en
la sinagoga, ser saludados por toda la gente.
De manera que le
han dado más importancia al culto exterior de sus personas que al mismo culto
divino, de allí, que esté justificado cuando Jesús, no pocas veces, dice
que son sepulcros blanqueados, que por fuera aparecen perfectos, pero por dentro están llenos de podredumbre, y esta es justamente la
incoherencia.
También en la actualidad puede acontecer algo
semejante, cuando desde lo que somos, pastores, enseñamos algo, pero no vivimos
lo que predicamos, y allí se encuentra precisamente la incoherencia.
Pero también existen bautizados que están sometidos por la incoherencia en su vida, diciendo y enseñando lo que es
correcto, pero sin realizarlo, más aún haciendo todo lo contrario.
Puede suceder que la gente aparezca como
santa, perfecta, incluso haciendo obras de caridad, pero que sin lo exterior responda a lo que hay en el interior, con el peligro de que se haga realidad que "quien no vive como piensa, termina pensando como vive".
Ahora bien,
Jesús dice hagan lo que estos maestros les enseñan, pero no imiten su ejemplo, y yo no pretendo corregir el Evangelio, pero reconozco que en la actualidad se da una
situación muy distinta.
En efecto, no solamente se da la incoherencia entre fe y vida,
entre lo que uno puede predicar, aunque esto sea bueno, y la vida que se lleva,
sino que se enseña aquello que no corresponde a lo que uno mismo es o para lo que ha sido
elegido.
Y por eso hoy en día hay mucha confusión dentro de la Iglesia, porque
quizás no pocos, siguiendo las palabras de Jesús, se convencen de que hay que
seguir lo que los pastores enseñan aunque esto sea erróneo y no conforme con la verdad recibida desde siempre.
Por ejemplo, estaba leyendo que hace dos o tres días
un obispo alemán, siguiendo el criterio del sínodo en Alemania, envió una carta
pastoral a los sacerdotes de su diócesis, diciéndoles que procedan a la bendición
de parejas de personas del mismo sexo, o que viven en adulterio, o en una vida irregular. Obviamente el obispo está enseñando algo
que no corresponde a la doctrina de la Iglesia.
En efecto, ya la Congregación para la
Doctrina de la Fe en el año 2021 había dicho expresamente que no corresponden
ese tipo de bendiciones, porque equivaldría a bendecir la institución del
pecado. De manera que cuando se dan estas enseñanzas contrarias a la Sagrada Escritura y al Magisterio de la Iglesia, nos encontramos que se enseña el error
y muchos caen confundidos.
Y así, alguien que hace esfuerzos para vivir conforme al evangelio especialmente en este punto, puede pensar que es inútil tratar de convertirse si pareciera que hoy está todo permitido porque la Iglesia se ha amoldado al mundo y no busca diferenciarse enseñando la verdad revelada y custodiada desde siempre.
Sería como decir: ¿para qué me voy a esforzar en seguir el Evangelio si ahora parece
que el Evangelio dice otra cosa? Y aquello que siempre estuvo mal ahora es
bueno, y lo que era bueno es malo.
De manera que hoy en día no solamente
tenemos que ver que no exista incoherencia entre lo que se dice y lo que se
hace, sino que no aparezca también la incoherencia entre lo que se dice falsamente y lo que se
debe enseñar según la doctrina de la Iglesia de siempre.
Por eso hemos de estar muy atentos para caminar en la verdad, teniendo en cuenta que una de las
inclinaciones que puede tener y que de hecho tiene el ser humano, es aceptar
como verdadero aquello que es más placentero o que es más fácil de observar o
que le permite vivir de otra manera.
Y entonces la tentación puede ser dejar de escuchar aquellos mensajes que vienen de la Iglesia que parecen duros porque no se adecuan a la mentalidad moderna, y seguir lo que es
más conforme a las vivencias mundanas y de la cultura de nuestro tiempo.
Por
eso hemos de estar siempre alertas para discernir los signos de los tiempos y, descubierta la verdad, - y sabemos cuál es-, seguirla sin miedo alguno, con humildad, como predica y practica Jesús.
El humilde trata de
servir a la Iglesia y a los demás, dar gloria a Dios siempre
transmitiendo la verdad y realizando el bien.
Tenemos un ejemplo hermoso en
el apóstol San Pablo que no deja de consolar a los cristianos de
Tesalónica (I Tes. 2,7-9.13) diciéndoles que ellos han escuchado su palabra y su enseñanza sobre
Jesucristo. Y que la han recibido no como una palabra humana, sino como una
palabra divina que él ha transmitido.
Y yo los quiero tanto, dice Pablo a los
tesalonicenses, que no solamente deseo entregarles la palabra viva del Señor,
sino también entregarme a mí mismo y ser servidor de ustedes.
Nuevamente la
actitud de servicio que señalaba el Evangelio, servicio a la verdad, al bien y
a todo aquello que proviene de Dios. Queridos hermanos, si bien vivimos
momentos muy difíciles, hemos de confiar siempre en la gracia de Dios, ya que Él
nos guía.
A Él debemos implorar, el que podamos buscar siempre la verdad, que
no vivamos en la incoherencia entre fe y vida, en que no digamos una cosa y
vivamos otra, sabiendo que el Señor siempre está con nosotros. Pidamos entonces
esta gracia que Él nos la va a conceder en abundancia.
Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe, Argentina. Homilía en el domingo XXXI del tiempo durante el año. Ciclo A. 05 de noviembre de 2023
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