4 de agosto de 2025

"Ya que han resucitado con Cristo, busquen los bienes del cielo, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios".

  

El apóstol San Pablo, escribiendo a cada uno de nosotros a través de los colosenses (3,1-5.9-11) deja una enseñanza vital para nuestras vidas, diciendo: "ya que han resucitado con Cristo, busquen los bienes del cielo, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios".

De esta manera  invita a poner la mirada en el fin último de la vida, que es la contemplación de Dios, la visión beatífica, para la cual nos preparamos mientras vivimos en este mundo, sin dejarnos marear o esclavizar por los bienes de la tierra. 
Ya el autor del Eclesiastés (1,2; 2, 21-23) repite "vanidad de vanidades y todo es vanidad"... y una grave desgracia".
Este libro, que pertenece a la sabiduría divina, invita a  centrar la vida en lo que es realmente importante, ya que  al contemplar todo aquello en lo que el ser humano pone especial atención, le recordará que es pasajero, es vanidad, es frágil, se desvanece, por lo que hay que poner la mirada y atención en los bienes eternos.
Por eso es que el mismo San Pablo dirá, como acabamos de escuchar, que hemos de morir a "todo lo que es terrenal: la lujuria, la impureza, la pasión desordenada, los malos deseos y también la avaricia, que es una forma de idolatría", o sea, todo aquello que saca al ser humano del verdadero camino y lo cierra sobre sí mismo, auto contemplándose permanentemente en lo pasajero y frívolo. 
En efecto, las cosas de este mundo  pueden atar permanentemente al hombre, como por ejemplo, el celular, que atrapa y esclaviza, llega a dominarnos, de modo que vivimos  pendientes de lo que hay en las redes sociales o de la última novedad, estamos detrás de las vanidades o de la pornografía y no de los verdaderos bienes. 
Por eso es que la palabra de Dios  vuelve a insistir a través del Evangelio (Lc. 12,13-21), a que poseamos una mirada totalmente nueva, ya que es frecuente nos equivoquemos haciendo el mal.
Y así, este hombre del cual refiere el texto evangélico, que ha acumulado muchos bienes, ha tenido éxito en las cosechas, en su empresa, se pregunta qué hacer con todos esos bienes, pero sin abrirse  a las necesidades del prójimo, sin pensar en ser rico delante de Dios,  sino que solamente se preocupa por sí mismo. 
Su pensamiento se centra en acumular todos estos bienes, por lo que debe construir nuevos espacios para atesorar, y además comer, beber, darse buena vida, descansar, siendo todo eso  vanidad también.
¡Cuántas veces sucede lo que el mismo Jesús reflexiona en el texto! Dios dirá "insensato, esta misma noche vas a morir. ¿Para quién será lo que has amontonado?"¿De qué te valió acumular tanto, tener muchos bienes? De estos bienes, van a disfrutar otros, no tú. 
De modo que el pensamiento de este hombre, estaba lleno de vanidad,  de lo que es pasajero y terrenal, no tenía puesta su mirada en lo trascendente, sino en lo pasajero,  y así se fue todo. 
Por eso necesitamos cada día reaccionar frente a esta tentación permanente de preocuparnos y de ocuparnos principalmente de las cosas pasajeras. Recordar que todo esto se diluye. Solo permanecen los bienes del cielo, lo que nos espera y  promete el Señor. 
Oremos al Señor para que nuestra preocupación no sea ser rico materialmente en este mundo, sino rico a los ojos de Dios, buscando la amistad con Él y saber dar generosamente de lo nuestro a aquellos que tienen menos.

Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía  en el domingo XVIII "per annum". 03 de agosto de 2025. 

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