10 de noviembre de 2025

Dice el Señor: Mi morada estará junto a ellos; yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo (Ezeq.37,27)

 

La celebración del domingo da lugar hoy a hacer memoria de la dedicación de la basílica del Salvador y San Juan de Letrán. 
Uno se pregunta por qué es tan importante este templo, esta iglesia, y es porque es la más antigua de Roma, mandada a construir por el emperador Constantino, y  por lo tanto es la catedral del obispo de Roma, que a su vez es el sumo Pontífice. 
Muchas veces se piensa que la basílica de San Pedro, es la más importante, ya que allí el papa normalmente celebra las grandes fiestas, sobre todo de carácter universal, sin embargo la basílica de San Juan de Letrán, es su catedral  en cuanto obispo de Roma. 
Es la primera de las iglesias en Roma, no sólo por su antigüedad, sino también la primera en todo el mundo,  por su carácter especial. 
La liturgia recuerda hoy la consagración de este templo, aprovechando para hacer memoria de la misma como tal, y también como  realidad espiritual, recordando que nosotros somos también templos de Dios nuestro Señor, como  acabamos de escuchar en la segunda lectura tomada del apóstol san Pablo (1 Cor. 3,9-11.16-17).
Y en el evangelio (Jn.2,13-22), Jesús, con ese gesto de expulsar a los mercaderes del templo, está diciendo que con su muerte y resurrección queda atrás el culto en el templo de Jerusalén, para dar lugar al verdadero culto por medio de su cuerpo muerto y resucitado. De manera que Jesús se presenta como el nuevo templo, y lo dice expresamente cuando habla de la destrucción del  templo, que es su cuerpo, y que él lo vuelve a reconstruir en tres días. 
A su vez, el Cuerpo de Cristo, místicamente hablando, es la Iglesia, que es lo que recordamos en la primera oración de esta misa, la Iglesia como esposa de Cristo, formada por innumerables piedras vivas que somos cada uno de los bautizados, siendo la piedra fundamental el mismo Cristo, que a su vez es Cabeza de ese edificio. De manera que cada vez que recordamos la consagración de un templo, de un edificio, estamos celebrando la edificación de la Iglesia esposa de Cristo, la vuelta a la vida del nuevo Templo, que es Jesús muerto y resucitado. 
Templo que a su vez se ofrece como alimento en la eucaristía, y así, entonces, cada vez que celebramos la misa, en el templo que es Cristo, en el templo que es la Iglesia, con el templo que es cada uno de nosotros, ofrecemos al Padre el único sacrificio que a Él le agrada en plenitud, que es la muerte y resurrección de su Hijo.
A su vez, el Hijo, recuerda que de Él brota el agua viva que da sentido a todo, como la roca viva del desierto de la que fluye el agua salvadora y de la cual habla el profeta Ezequiel  (47,1-2.8-9.12), en un lenguaje a primera vista oscuro, y que refiere al agua pura de la salvación que viene a transformar, a darle nueva vida a todo lo creado, agua que indudablemente refiere a las aguas del bautismo. 
De manera que la Iglesia nos invita también hoy a recordar la dedicación de nuestro propio edificio, que es cada uno, anunciando que, como la casa física está dedicada a Dios, también la edificación espiritual, que es cada uno de nosotros, debe estar dispuesta para servir a Dios, darle culto, y albergarlo al mismo Señor permanentemente,  templo que se ofrece al Padre.

Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía  en la Fiesta de la Dedicación de la Basílica san Juan de Letrán. 09 de noviembre de 2025. 

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