Sabemos desde la fe que en
realidad esto fue necesario para realizar la salvación humana que resplandece
en el triunfo de Jesús el día de su resurrección gloriosa, día de la plenitud
de la Luz, anticipando así la meta que nos espera a todos los creyentes si nos
unimos al Señor a lo largo de nuestra vida terrenal.
Los
textos bíblicos de este domingo apuntan a mostrarnos a Jesús como Luz del mundo
y del hombre, y cómo ilumina el Señor con la fe que suscita en los corazones, -que
quizás aún sin saberlo, lo buscan de todo corazón-, para alcanzar su asentimiento
libre al renacimiento de vida que se les propone, afirmando con confianza “Yo
creo en Ti, señor”.
En
la lucha entre la Luz que proviene de Jesús y las tinieblas que origina el
“padre de la mentira”, han de tenerse en cuanta las palabras del apóstol san
Pablo (Ef. 5,8-14) que nos dice “el fruto de la luz es la bondad, la
justicia y la verdad”. Precisamente, el ciego curado, en la medida que
avanza en su proceso personal de fe, va descubriendo
la verdad acerca de la persona de Jesús, afirmando primero que “es un profeta”, para luego insistir “no sé si es un pecador”, develando que si
fuera pecador no sería escuchado por Dios, culminando con la afirmación
sincera, “Tú eres el Hijo de Dios”.
Como fruto de la luz se percibe también en el ciego la necesidad de hacer
justicia con lo que aconteció en él, reconociendo el milagro operado en su
persona como resplandor de la bondad divina.
En
los fariseos en cambio, se manifiesta con claridad la maldad de sus
intenciones, la injusticia que no reconoce la verdad de la curación. Se cierran
tanto a la verdad que no soportan al ciego curado a quien tratan con desprecio
poniéndose por encima de él, “Tú eres un
pecador y ¿Quieres darnos lecciones?”, despidiéndolo de la sinagoga misma,
transformándose esto mismo, sin que ellos lo adviertan, en posibilidad para que
el recién curado ingrese por la fe a la luz que irradia la Iglesia que nacerá
del Mesías.
Los
fariseos de este modo siguen el camino de continuar endureciéndose cada vez
más, cobrando sentido las palabras del mismo Jesús “He venido a este mundo para un juicio, para que vean los que no ven, y
queden ciegos los que ven”.
Es
decir, Él viene para que vean aquellos que por ignorancia no han llegado a
conocerlo, llegando a su corazón para darles la posibilidad de que cambien, y
para aquellos que creen que “ven”, que lo saben todo acerca de los designios de
Dios, o que se fían de sus propios conocimientos y se niegan a aceptar el milagro como expresión
de la divinidad del Señor, sólo quedan las tinieblas.
Nosotros
también hemos estado sumergidos en las tinieblas, nos recuerda san Pablo, pero
por el bautismo fuimos constituidos en hijos de la Luz y somos interpelados
para vivir como tales.
Al
ser Luz, tenemos que “discernir lo que
agrada al Señor” en cada momento de nuestra vida, aquello que agrada a Dios
para vivirlo y no permanecer en las obras de las tinieblas que conocemos, más
bien ponerlas en evidencia para que sea la verdad la que ilumine.
Pidámosle
al Señor que nos ayude a cada uno de
nosotros para ser luz para nosotros mismos y para los demás a quienes hemos de
mostrarles la belleza de lo que significa la pertenencia a Cristo.
Padre Ricardo B. Mazza. Párroco de la parroquia “San Juan Bautista”,
en Santa Fe de la Vera Cruz, Argentina.
Homilía en el cuarto domingo de Cuaresma, ciclo “A”. 30 de marzo de 2014.- http://ricardomazza.blogspot.com;
ribamazza@gmail.com.-
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