11 de marzo de 2024

Los judíos se han apartado del Señor, profanando el culto y cayendo en el pecado, llegando a tal punto que ya no hubo más remedio.......

Hemos escuchado en la primera lectura tomada del 2do Libro de las Crónicas (36,14-16.19-23) una interpretación teológica a la luz de la fe, de los acontecimientos que llevaron a la destrucción de Jerusalén, a la caída del reino de Judá y al destierro de los judíos a Babilonia. 

El texto es muy claro, la causa de estos males corresponde a la infidelidad del pueblo, ya que los profetas enviados por Dios son rechazados o muertos y, tanto los jefes como los judíos se han apartado del Señor,  profanando el culto y cayendo en el pecado, llegando  a tal punto que ya no hubo más remedio....... 
O sea, ya no se puede hacer nada para salvar al pueblo caído en la infidelidad a Dios, por lo que Jerusalén y el Templo son destruidos,  muere mucha gente y los sobrevivientes son desterrados a Babilonia. 
Pero Dios rico en misericordia, como escuchábamos en la segunda lectura, suscita a alguien para que el pueblo retorne a su tierra, y así, será el rey persa Ciro, quien permita regresar a los judíos a su tierra, ayudándoles para reconstruir el templo y la ciudad de Jerusalén.   
Como Señor y guía de la historia humana, Dios se vale de dos personajes diferentes: Nabucodonosor será la mano del castigo divino con el destierro por setenta años, y Ciro para mostrar claramente que todo está sujeto a la soberanía divina.
Reflexionando acerca de nuestra realidad actual, entendemos que el desastre al que ha llegado nuestra Patria se debe precisamente al olvido de Dios, a su desaparición de la cultura, de las costumbres, de la vida de muchos de los que gobiernan y los gobernados, donde el amasar fortunas mediante la corrupción de no pocos ha sido moneda corriente durante muchos años.
Todas esas injusticias indudablemente se vuelven contra la nación,  en especial la perversa ley del aborto que fue impuesta a todos los argentinos, clamando al cielo el grito de los inocentes sacrificados.
De allí la necesidad de volver a Dios, no solamente a través del culto, que es lo que reclama también el libro de las crónicas, sino también llevando una vida moralmente buena, buscando a Dios, agradándole y buscando siempre el bien de los demás. 
Recordemos que siempre el olvido de Dios lleva al olvido de los hermanos, ya que es imposible amar al prójimo si no se ama antes a Dios nuestro Señor. 
Y Dios amó tanto al mundo (Jn. 3, 14-21), proclama la liturgia de hoy, que envió a su Hijo único y lo entregó a la muerte, para que "todo el que cree en Él  no muera, sino que tenga vida eterna".
En efecto, es a través de la muerte de Cristo crucificado, por la que  la salvación del hombre está garantizada e invita a responder al Señor con la misma generosa entrega de nosotros mismos.
Ahora bien, Dios que, como dice el texto de San Pablo (Ef. 2, 4-10), es rico en misericordia, sin embargo, a menudo no sabe qué hacer con nosotros a causa del pecado personal o comunitario, de modo que la vida pecaminosa del hombre llega al colmo que, como observa la primera lectura, ya no hubo más remedio, ya no hay más remedio.
Pero Dios sigue apostando por nosotros y esperando la conversión, el cambio de vida, el tomar en serio el hecho de que somos hijos adoptivos del Padre que nos busca, que  ama tanto que entregó a su Hijo a la muerte por nuestra salvación. 
De allí, que así como fue levantada la serpiente de bronce en el desierto, en la época de Moisés, para que quienes habían sido mordidos por la misma, contemplándola se curaran, así también, elevado Cristo en la cruz,  los que creemos en Él seamos salvados. 
No se nos impone creer en Jesús, se nos invita a ello, y cada uno  deberá dar su respuesta, conociendo las consecuencias de su elección. Si cree en Dios, si cree en Jesús como salvador o si no cree en Él como salvador. Tenemos que mirar entonces al Cristo crucificado y ahí recordar entonces que tanto amó Dios al mundo que envió a su Hijo para salvarnos. Por eso es necesario que nos transformemos en hijos de la luz como recuerda en  Evangelio. 
San Juan, en el prólogo de su Evangelio y en el texto de hoy, precisamente habla de que vino la luz, pero las tinieblas o los que viven en las tinieblas no la recibieron. El que vive en el mundo tenebroso del pecado huye de la luz, porque sus obras quedan expuestas. El que obra en cambio conforme a la luz, obra al bien, no tiene problema en acercarse a Cristo que es la luz del mundo. 
Hermanos, avanzamos  en este tiempo de Cuaresma y llegaremos a la Semana Santa, a la Pascua del Señor y allí celebraremos justamente la resurrección de Cristo que después de haber pasado por la cruz, vuelve otra vez a la vida y nos entrega la vida eterna, porque el que cree en Él tiene la vida eterna. 
Pidámosle al Señor que se siga manifestando su poder, que el pecado sea abatido y vencido y brille con más esplendor la abundancia de su gracia divina que tanto necesitamos. 
Si bien Dios es rico en misericordia, es también justo y quiere nuestra respuesta. El mundo hoy en día sigue pensando en que Dios es tan bueno que hace la vista gorda a todo, sin embargo, el libro segundo de las Crónicas asegura que no es lo que sucede. 
Y esto es así, porque justamente el pecado enceguece a quienes lo hacen y culmina con la destrucción de ellos mismos, como acabamos de escuchar en la primera lectura. Pidámosle al Señor que  podamos salir siempre de los engaños del demonio para  brindarle a Dios un culto limpio y  entregarnos siempre a su servicio.


Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el 4to domingo  de Cuaresma. ciclo B.  10 de marzo   de 2024

4 de marzo de 2024

La presencia del viejo templo de Jerusalén cede su lugar a aquel que es el Nuevo Templo, es decir, Cristo nuestro Señor.

 



En la liturgia de este domingo, encontramos varias enseñanzas para este recorrido cuaresmal que estamos haciendo hacia la Pascua. 
En la primera oración de esta misa, suplicamos a "Dios de misericordia y origen de todo bien,   que en el ayuno, la oración y la limosna nos muestras el remedio del pecado, mira con agrado el reconocimiento de nuestra pequeñez", reconociendo que le agradaba precisamente que nos humilláramos delante suyo.
¿Y por qué estos tres signos cuaresmales? porque el ayuno o cualquier penitencia cuaresmal, permite el dominio sobre el cuerpo,  luchar contra nuestras pasiones. La oración nos abre a Dios nuestro Señor, permite dirigirnos a Dios como indigentes que somos, y la limosna abre el corazón ante los demás que están  necesitados. 
De hecho, tanto la Sagrada Escritura como los santos Padres insisten que la limosna cubre multitud de pecados. 
La segunda enseñanza la encontramos en la primera lectura proclamada (Éxodo 20, 1-17), donde Dios realiza su alianza, su pacto, con el pueblo de Israel, con el pueblo elegido. 
Para realizar este pacto, Dios recuerda al pueblo que Él lo sacó de Egipto, de la esclavitud, para hacerlo libre. Pero ahora es el momento de la respuesta del pueblo de Israel al amor divino que han recibido. 
La respuesta será la vivencia de los mandamientos que permiten al hombre justamente seguir siendo libres, porque el pecado esclaviza,  es causa de todos los males en la sociedad. 
De hecho, si toda la humanidad cumpliera los diez mandamientos, el mundo sería totalmente distinto. Por lo que a través de estos mandamientos, o diez palabras, que es lo que significa el término decálogo, Dios señala en qué consiste el culto que  debemos darle y, por otra parte, cómo ha de ser nuestra relación con el prójimo.
A estos diez mandamientos o diez palabras, Jesús los  resume en dos: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu vida, y amarás a tu prójimo como a ti mismo". 
Los mandamientos liberan el corazón del hombre,  ayudan a salir de la esclavitud del pecado, como Dios liberó de Egipto a Israel.
En efecto, el pecado de los orígenes oscurece el entendimiento del hombre y debilita su voluntad, por lo que la ley muestra el camino que lo hace libre, ley divina impresa en el corazón humano y que puede ser conocida por todos por medio de la razón.
En tercer lugar nos encontramos con el texto del Evangelio (Jn. 13-25). Se acercaba la pascua de los judíos y Jesús llega al templo de Jerusalén y observa que en el atrio del templo, se encuentran los cambistas que ofrecen el dinero del templo a cambio de las monedas romanas, con las que no se puede ingresar, y a su vez se encuentran los animales que la gente compra con el dinero cambiado para después ofrecer en sacrificio a Dios. 
De manera que este era un espectáculo bastante común y Jesús lo sabía, pero toma la determinación de expulsar a todos del recinto porque quiere dar un signo.
Echa a los vendedores, expulsa a los animales y dirá "no hagan de la casa de mi Padre una casa de comercio".
¿Qué quiere señalar con esto el Señor? Enseña con este hecho que con su muerte y resurrección termina el culto del Antiguo Testamento y comienza el del Nuevo Testamento, y así la presencia del viejo templo de Jerusalén cede su lugar a aquel que es el Nuevo Templo, es decir, Cristo nuestro Señor. 
En efecto, Jesús se convierte en aquel que se entrega al Padre por la salvación del hombre, se ofrece en sacrificio, por eso también la expulsión de los animales, porque la única víctima que será ofrecida y que satisface al Padre es precisamente Él mismo, que se entrega como ofrenda perfecta, agradable a Dios. 
Y así, Jesús  se constituye en el Nuevo Templo  e invita a todos que nos transformemos en Nuevo Templo del Espíritu. Precisamente viviendo estas tres condiciones de las que hablaba en primer lugar, el ayuno, la oración, la limosna, y caminando por este camino de la liberación que son los diez mandamientos, podemos ser templos del Espíritu Santo y  dar también culto verdadero a Dios nuestro Señor. 
Por otra parte, la muerte en cruz de Jesús no es comprendida ni por judíos ni por paganos refiere San Pablo (1 Cor. 1, 22-25). Pero lo que parece ser algo insensato a los ojos de los demás, para Dios es un signo de sabiduría, si parece como signo de debilidad, insiste el apóstol, para Dios es un signo de fortaleza. Porque justamente a través del empequeñecimiento, de la humillación, es como Jesús salva,  redime y conecta nuevamente con el Padre del Cielo. 
Ojalá mientras caminamos en este tiempo de cuaresma nos convirtamos con todo lo que ofrece el Señor como medio. 
Aspiremos a una conversión sincera, que el Señor realmente pueda sentirse feliz porque hemos transformado nuestra vida, no sea que suceda lo que señala el texto del Evangelio, que si bien se habían convertido unos cuantos creyendo en Jesús, sin embargo  no les prestaba mucha atención porque como conocía el interior de cada uno, sabía que su conversión era pasajera y no permanente. 
A eso hemos de aspirar nosotros, a una conversión, a una reforma de vida que perdure en el tiempo, no solamente para el tiempo de cuaresma o para la pascua, sino que sea realmente un camino nuevo para cada uno. 
Pidamos la gracia de lo alto para que siempre contemos con la ayuda divina para llevar a cabo todo esto que Dios nos propone.


Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el 3er domingo  de Cuaresma. ciclo B.  03 de marzo   de 2024

26 de febrero de 2024

Dios no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por nosotros, por lo que nos concederá por Él toda clase de bendiciones.

 


Este segundo domingo de cuaresma invita en la primera lectura a meditar acerca del sacrificio de Isaac (Gn.22,1-2.9a.10-13.15-18), que es anticipo  del sacrificio mismo de Jesús. 
Y así, Isaac cargando la leña para su propio holocausto es un anticipo  de Jesús  que llevará sobre sus espaldas el leño la cruz; a su vez, es  Isaac  el hijo amado de Abraham, mientras Jesús es el Hijo amado del Padre que se entrega para la salvación del mundo, por lo que ambos hijos se destacan por ser obedientes a la voluntad paterna.
Ahora bien, quizás nos preguntemos por qué Abraham no se siente extrañado por este pedido del Señor en el que estaba en juego el presente y también el futuro. En efecto, si Dios le prometió a Abraham ser padre de una descendencia multitudinaria, ¿cómo podía ser que su hijo Isaac muriera? ¿Qué explicación tiene este pedido? Los biblistas que han estudiado este pasaje y han dado diversas interpretaciones, declaran que en el texto hay una voluntad expresa de Dios exigiendo que se terminen los sacrificios humanos. 
No olvidemos que en la antigüedad (siglos VIII y VII  antes de Cristo) también en Israel se sacrificaban niños, asimilando así costumbres paganas  de otros pueblos. Por eso es que Abraham no se sorprende porque conocía todo esto de los sacrificios humanos. 
Pero también está la otra interpretación de que Dios no quiere sacrificios sino obediencia y, precisamente Abraham cuando lleva a su hijo para hacer de él un holocausto, esto es, la destrucción de la ofrenda por el fuego, está cumpliendo con lo que se le ha ordenado por lo que Dios  aprecia su obediencia y confianza en su Señor.
De hecho, es constante la indicación divina que no quiere  sacrificio, ni penitencia, sino obediencia, obedecer  significa "ob audire", tener el oído presto para escuchar a Dios y  seguir su palabra y voluntad.
Una vez que pasan la prueba Abraham e Isaac, queda bien en claro  que el patriarca busca la voluntad de Dios, se ha entregado a Dios desde el principio, desde que salió de Ur de los caldeos y sigue entregándose a la voluntad del Padre. 
Pero el único sacrificio que quiere el Padre, del cual es un signo el sacrificio de Isaac que no se llevó a cabo en definitiva, es el de Jesús que se ofrece al Padre para la salvación del mundo. 
Es muy fuerte lo que afirma San Pablo en la segunda lectura escribiendo a los cristianos de Roma (8,31b-34) al decir que Dios no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por nosotros, por lo que nos concederá por Él toda clase de bendiciones.
O sea, si el Padre ha hecho eso con su Hijo, ¿cómo no va a escuchar  nuestras súplicas y peticiones en el transcurso de nuestra vida? Porque el sacrificio de Jesús en la cruz ciertamente es un llamado para que nosotros también nos sintamos más comprometidos con Él, porque por la muerte en cruz fuimos redimidos. 
Por otra parte, considerando el texto del Evangelio (Mc. 9,2-10), nos damos cuenta que el misterio de la transfiguración confirma que después de la pasión y de la muerte del Señor, viene su resurrección. 
Jesús ha estado diciéndole a sus discípulos que va camino a Jerusalén para ser sacrificado, pero los discípulos están en otra cosa. Y así, cuando hace el primer  anuncio, Pedro dice que eso jamás sucederá,  y Jesús le contesta ¡sal de aquí Satanás! Están también los hijos del Zebedeo pidiendo a través de su madre que uno se siente a la derecha y otro a la izquierda de Jesús cuando esté en su gloria y además los discípulos peleando también para saber quién era el más grande. 
O sea, en lugar de entenderlo al Señor que habla de su pasión y muerte y de lo que esto va a significar para el mundo, siguen en sus propios proyectos, en sus mezquinos pensamientos y no pueden llegar justamente al corazón del Señor. 
¡Qué paciencia les tenía Jesús a sus discípulos, vivía diciéndoles las cosas con claridad, sin embargo  ellos estaban en otro mundo! 
Quizás algo también acontece con nosotros, ya que el Señor  habla de renuncia, de entrega, de sacrificio por la salvación del mundo y la humanidad está con otra onda,  pensando en otra realidad. 
En el texto del Evangelio el Señor invita a animarnos a subir al monte Tabor en el cual  se  transfigura ante los tres discípulos que lo acompañan mostrándose como Hijo de Dios, resplandeciendo su divinidad  delante de los hombres. 
Quiere prepararlos, y con ellos a nosotros también, para lo que viene, de modo que en el momento de la pasión no se escandalicen, porque después de la muerte sigue la resurrección, viene la gloria para el Señor y para todo aquel que lo siga con amor, con decisión de imitarle en todo momento. 
¡Qué bien estamos aquí! dice Pedro, porque la manifestación de Jesús lo ha deslumbrado, como a Santiago y a Juan, pero no termina todo eso en ese momento, ya que  se escucha la voz del Padre que dice "Este es mi Hijo muy querido, escúchenlo". 
Esta manifestación del Padre acerca de Jesús, no solamente se dirige a los discípulos que tienen que escuchar al Señor anunciando su propia muerte, sino que también nosotros estamos llamados a escucharlo y  entender lo que significa el misterio de la cruz, a la que busca decididamente porque por obediencia al Padre desea morir de esa manera y salvar a la humanidad. 
El sacrificio de Jesús solamente puede ser comprendido mirándolo desde la fe. En efecto, ¿por qué tenía que morir el Señor? ¿No podía haber salvado  Dios al mundo de otra manera? Sí, pero  entonces no hubiéramos entendido el sentido redentor del sacrificio, del sufrimiento, del dolor, de la amargura del corazón por la que tuvo que pasar el Señor. 
También para nosotros se transfigura, muestra su divinidad para que no nos asustemos ni retrocedamos ante el sacrificio que Él hace de Sí mismo por la humanidad entera, sino que lo sigamos completando en cada uno su pasión y muerte, y así poder algún día estar con Él en la gloria del cielo.
En definitiva, el plan divino que pasa por la muerte de Jesús es para que podamos vivir a fondo lo que somos por el bautismo, hijos adoptivos del Padre. 
Pidamos entonces al Señor que nos dé su gracia, que nos escuche y conceda fuerza para  seguir sus pasos, el misterio del dolor que se transforma en gloria para la salvación del mundo y que otorga sentido  a lo que no pocas veces es difícil de sobrellevar. 
Quiera Dios nos transformemos de tal manera que vivamos una existencia nueva camino a la Pascua.


Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el 2do domingo  de Cuaresma. ciclo B.  25 de febrero   de 2024

19 de febrero de 2024

El hombre no vive solamente de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios (Mt. 4,4b)

 


Recién cantábamos en el salmo interleccional, "Muéstrame Señor tu camino y guíame por él" y de esa manera caemos en la cuenta que  el tiempo de cuaresma es un camino de salvación ya que estamos invitados a buscar un conocimiento más profundo del misterio de Cristo, -como hemos pedido en la primera oración de la misa- y vivir conforme al mismo, de modo que esta sea la meta de nuestra existencia, lo que le dé sentido a nuestra vida.
Precisamente  por el sacramento del bautismo hemos sido marcados para siempre como hijos adoptivos de Dios, de manera que la existencia humana no tendría sentido si no camináramos permanentemente hacia ese encuentro personal con el Señor.
El tiempo de cuaresma es pues, un tiempo de conversión ya que Dios pasa a nuestro lado e invita a una revisión profunda de nuestra vida, pero no para quedarnos en el puro lamento por lo que observamos en nuestra existencia, sino para mirar hacia adelante, teniendo un proyecto de vida renovado por el conocimiento superior del misterio de Cristo y una adhesión a esa vida nueva que se  ofrece a todos.
El Señor  presenta en su propia vida un camino, y así  en el texto del Evangelio (Mc. 1,12-15) hemos escuchado que después del bautismo en el Jordán  fue llevado e impulsado por el Espíritu que había descendido sobre Él, al desierto, que no solamente es el lugar del encuentro con Dios, sino también el ámbito en el que es tentado, y en el que padecemos lo mismo, cuando nuestro corazón está desértico o cuando no está unido a Cristo nuestro Señor.
El espíritu del mal aprovecha para tentarnos  por medio de nuestras debilidades que él  conoce muy bien, por eso  hemos de conocernos más profundamente para saber de qué manera vamos a afrontar estas tentaciones, estos influjos demoníacos que siempre tendremos en nuestra vida de bautizados.
También a nosotros el Espíritu, después del bautismo, nos impulsa y  lleva al desierto, a este desierto de la vida, porque muchas veces no está presente Dios, pero que conduce  para que veamos cómo Jesús vence al Espíritu del mal y le imitemos en medio de las pruebas.
El texto del evangelio de Jesucristo según san Marcos es muy escueto, no menciona qué tipo de tentaciones tuvo el Señor, sino que  dirá que fue tentado de diversa manera, que convivía con las fieras, cumpliéndose aquello del profeta Isaías en que llegarán días en que también reinará la armonía en medio de la naturaleza animal, y los ángeles le servían, ángeles que servían también a Adán en el paraíso.
Encontramos en este ejemplo de Jesús que es tentado y resulta victorioso ante el enemigo, una conexión con el libro del Génesis que narra la creación y el pecado del hombre, porque mientras que Adán fue expulsado del paraíso, Jesús venciendo al maligno convoca a todos nuevamente a este paraíso que es su reino, que  proclama en Galilea, afirmando que "el reino de Dios está cerca",  porque está presente el mismo Jesús que proclama la novedad de la vida que significa aceptarlo Él como Hijo de Dios hecho hombre.
A su vez, dada la presencia del Reino, que es Él mismo, exclama a toda persona que quiera escucharlo, "conviértanse y crean en el Evangelio", siendo este el grito permanente del tiempo cuaresmal.
No tendría sentido este tiempo penitencial si el corazón del hombre no se transforma, porque el Señor pasa, -como decía- al lado nuestro, e invita a una existencia nueva, porque Dios quiere hacer con nosotros un pacto, como lo hizo con Noé (Gen. 9, 8-15).
Acabamos de escuchar en la primera lectura, que una vez pasado el diluvio, símbolo del bautismo, Dios hace un pacto con Noé y con sus hijos,  pacto unilateral, porque  Dios promete no volverá a suceder esto de nuevo, sin pedirle nada al hombre a cambio, porque sabe de nuestras debilidades, por las que no pocas veces pasamos de la fidelidad a la infidelidad al Evangelio, de la amistad divina a la falta de ella, siguiendo  Dios  confiando en nosotros, porque la alianza perfecta con el hombre se realiza en el sacrificio de la cruz.
Precisamente proclama esta verdad el apóstol san Pedro (1 Pt. 3,18-22) al decir que "Cristo murió una vez por nuestros pecados -siendo justo padeció por los injustos- para llevarnos a Dios. Entregado a la muerte en su carne, fue vivificado en el Espíritu".
Y especifica que el diluvio es figura del bautismo por el que somos salvados, significando un "compromiso con Dios de una conciencia pura" para comenzar una vida nueva.
Queridos hermanos  hemos de poner lo mejor de nuestra parte para avanzar en el conocimiento de Cristo y lograr la conversión, el amor de Cristo, la amistad con Cristo.
Hemos de cambiar  en la forma de pensar, no dejarnos esclavizar por pecado alguno, porque Cristo ha muerto para que seamos libres, libertad que alcanzamos en el bautismo para responder a la gracia de lo alto y no quedar  de nuevo esclavos del espíritu del mal que busca siempre someternos y separarnos de Cristo.
Pidamos humildemente la gracia de lo alto para poder realizar esta conversión creyendo en la necesidad de vivir más y más a fondo el evangelio que nos proclama Jesús.


Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el 1er domingo  de Cuaresma. ciclo B.  18 de febrero   de 2024

15 de febrero de 2024

Elevemos nuestras súplicas a Dios para que derrame generosamente su misericordia sobre quienes lo buscamos.

 


Con este día de cenizas, comenzamos el tiempo litúrgico de cuaresma, que es un período especial de gracia, ya que contamos con la posibilidad de hacer este recorrido penitencial, recordando los cuarenta años en que los judíos demoraron para llegar a la tierra prometida, actualizando el tiempo que estuvo Jesús en el desierto siendo tentado por el demonio, en fin, tiempo de gracia al cual estamos llamados a vivir intensamente. 
Que no acontezca otra vez lo que muchas veces sucede en nuestras vidas, que llegamos a la Pascua y decimos, "no he aprovechado el tiempo de cuaresma para prepararme a este misterio tan grande de la muerte y resurrección de Jesús". 
Por eso, más que hacer una promesa, tratemos de vivir a fondo cada día como si fuera el único y, así renovar nuestro deseo de conversión.
Hemos de elevar nuestra súplica de confianza a Dios para que tenga misericordia de cada uno y nos ayude a buscarlo ansiosamente.
El profeta Joel (2, 12-18) refiere a la necesidad del sacrificio, del quebranto de los corazones para comenzar de nuevo la amistad con el Señor y, San Pablo (2 Cor. 5, 20-6,2) proclama "déjense reconciliar con Dios", porque viene Él al encuentro del hombre y la reconciliación puede quedar en la nada si no respondemos generosamente al misterio de salvación al cual se nos invita a vivir. 
El texto del Evangelio (Mt.6,1-6.16-18) describe los tres signos que marcan el camino de la penitencia, o sea, la limosna que cubre multitud de pecados, la oración que permite humillarnos delante de Dios reconociendo su grandeza y la pequeñez humana y, el ayuno,  que implica dejar de lado lo que puede separar del Señor. 
Precisamente el Papa San León Magno en una de sus homilías sobre el ayuno, hablará sobre todo del ayuno de pecado, debiendo estar allí nuestra atención. 
Vivir intensamente la cuaresma es ingresar de lleno en el misterio de Cristo y en nuestra condición de hijos adoptivos de Dios, el cual  espera de cada uno que ya fue redimido por la Cruz, una respuesta de entrega, de amor, y de búsqueda  de su amistad. 
Todos somos pecadores, por lo que no podemos mirar de reojo al prójimo pensando que somos santos y los demás en cambio  pecadores, como lo hizo el fariseo aquel que se comparaba en su oración con el publicano porque él se sentía superior al otro.
Todos necesitamos reconciliarnos con Dios, lo cual urge, perentoriamente se nos llama a buscar al Señor,  la amistad con Él, a  dejar de lado todo aquello que impide su amistad y su gracia. 
El Señor nos da este año otra oportunidad de volver a Él, de dar la espalda a todo lo que sea malo y adherirnos a lo que sea bueno, dispuestos a practicar aún con nuestras limitaciones, el Evangelio del Señor, por lo que la buena noticia se nos transmite cada día para que escuchemos la voz del Señor y la pongamos en práctica.
"Ojalá escuchéis hoy su voz y no cerréis vuestros oídos", proclama el Salmo, por eso hemos de comenzar esta cuaresma con confianza en la ayuda de Dios. 
Reconocemos que somos débiles, pero que nuestra fortaleza procede de Dios, no depende de las fuerzas propias de cada uno.
Siempre somos débiles y muchas veces estamos abrumados por nuestras culpas y por aquellas cosas que nos cuesta vencer y que repetimos continuamente, pero con la gracia de Dios todo es posible, todo puede ser transformado. 
En el rito de la imposición de cenizas se pide que recordemos la necesidad de conversión cubriéndonos con  ceniza, porque  recuerda  aquello de que somos polvo y en polvo hemos de convertirnos.
Ante el misterio de la muerte que sabemos  llegará a cada, nos damos cuenta que somos polvo y al polvo retornamos, para con la gracia de Dios, participar de la gloria que no tiene fin.
Pidamos al Señor su gracia, no tengamos miedo en responderle, hagamos todo lo posible para crecer en santidad cada día, meditando la palabra, practicando el ayuno de acuerdo a nuestras posibilidades, siendo generosos en la limosna y suplicantes en la oración. 

Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el miércoles de cenizas. 14 de febrero   de 2024


12 de febrero de 2024

Señor, Tú eres mi refugio y me colmas con la alegría de la salvación (Salmo 31)

 


En el Antiguo Testamento, el libro del Levítico contiene muchas prescripciones, que debían cumplir los judíos, ya sea para mantenerse en la pureza ritual, ya sea para tener una práctica constante de ciertas normas que incluso los diferenciaba de otros pueblos. 
Una de las prescripciones reglaba la conducta a observar ante el enfermo de lepra, el cual debía ser desplazado de la comunidad por razones sanitarias,  declarándolo impuro, y porque se consideraba la lepra como castigo divino  por el pecado, se lo excluía del culto, para mantener la pureza  ritual también (Lev. 13, 1-2.45-46).
De modo que el enfermo era impuro por doble motivo, la razón sanitaria, porque la enfermedad era contagiosa, y el motivo cultual también porque no se lo consideraba puro religiosamente hablando. 
Por lo tanto era ya un muerto en vida,  anunciando su impureza a su paso, siendo su compañía la de otros leprosos, viviendo en lugares apartados del campamento o residencia del pueblo.
En caso de curarse podía retornar a la comunidad previa autorización del sacerdote que testimoniaba su curación.
Si vamos al texto del Evangelio (Mc.1, 40-45) contemplamos la presencia de Jesús que viene a mostrar su cercanía ante el enfermo.
Por eso no es de extrañar que el leproso se acercara a Jesús, estando esto  prohibido, ya que seguramente este hombre había escuchado que el Señor curaba a muchos enfermos y él podría curarse.
El enfermo se acerca a Jesús, se arrodilla, siendo esto signo de humildad y al mismo tiempo de fe, y le dice, "si quieres puedes limpiarme", expresando su deseo de salud para su cuerpo, pero que lo deja al criterio del Señor, no viene con una actitud de querer imponer,  sino de súplica confiada porque ha curado a otros. 
Y Jesús hace algo que estaba prohibido por la ley de Moisés, se acerca, toca al enfermo y le dice, "quiero, queda purificado". 
No olvidemos que según la ley también, Jesús al tocar al enfermo,  se convierte en impuro para los ojos de la comunidad, pero como vemos, Jesús que es el enviado del Padre, prescinde de todas esas categorías y viene a mostrar una actitud totalmente superadora. 
No se ata a la ley como tal, sino que obra en unión con el Padre para la salvación de la persona, y se conmovió, es decir, en sus entrañas se sintió tocado por ese espectáculo del hombre enfermo y por eso le dijo, "quiero, queda purificado".
Sin embargo,  lo enviará al encuentro del sacerdote, ya que eso lo exigía la ley y Jesús lo quiere respetar, no tanto porque fuera estrictamente necesario porque ya estaba curado, sino porque necesitaba el testimonio del sacerdote para entrar nuevamente en la comunidad de los purificados. 
A su vez,  advierte, "no digas nada a nadie", para mantener así, lo que en san Marcos se denomina el secreto mesiánico. 
Es decir, Jesús quiere mantener en secreto, podríamos decir así, su misión y su papel de Hijo de Dios y de Mesías para que la gente no se acercara a Él nada más que por interés o por considerarlo un Mesías político y no como era el Hijo de Dios hecho hombre. 
Pero este hombre purificado no puede dejar de comunicar por todas partes  que ha sido curado dando gracias a Dios por su sanación.
Jesús  está enseñando que se acerca a cada uno de nosotros porque de alguna manera somos leprosos, que por el pecado nos convertimos en aquellos que están alejados de Dios y que necesitamos de su misericordia para participar nuevamente de la comunión con Él.
Liberados del pecado podemos avanzar en esta vida dando ejemplo de santidad como el Señor espera de cada uno de nosotros.
Por eso siempre hemos de pedir al Señor que nos cure y  purifique para que cada día podamos imitarle más y más como  enseña el apóstol San Pablo en la segunda lectura (1 Cor. 10,31-11,1).
San Pablo insiste en que todo lo que hagamos, "ya coman, ya beban, o cualquier cosa que realicen, háganlo todo para la gloria de Dios". Este fue el lema de San Ignacio de Loyola, Ad Maiorem Dei Gloria, "para la mayor gloria de Dios", consigna que trató de comunicar siempre la primera santa mujer argentina que el Papa canonizó hoy, llamada  Mamá Antula o santa María Antonia de san José.
Ella, expulsados los jesuitas del Reino de España y de otros lugares,  trata de que los ejercicios espirituales no mueran. 
A pesar que estaba prohibido predicar los mismos, ella se mantendrá firme y tratará de llegar a las almas por medio de los ejercicios de San Ignacio, buscando siempre la conversión y que la gente comience una vida nueva, todo para la mayor gloria de Dios. 
Deja esta santa un ejemplo hermoso de que nunca debemos bajar los brazos ante las dificultades de la vida o de la cultura de nuestro tiempo y que siempre hemos de apostar por todo aquello que sea para el bien de nuestros hermanos y para la gloria de Dios. 
Por eso pidamos al Señor por la intercesión de esta santa argentina que nos dé la gracia de ser fieles a lo que hemos recibido y fieles también a proclamarlo a toda aquella persona de buena voluntad que quiera conocer el Evangelio de Jesucristo.


Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el 6to domingo del tiempo "per annum" ciclo B.  11 de febrero   de 2024


5 de febrero de 2024

El Señor se manifiesta como aquel que viene a rescatarnos de nuestras miserias, ya sean físicas como espirituales.



En el Antiguo Testamento  encontramos vigente la idea que  aquel que obra el bien será premiado por Dios y todas sus obras bendecidas, mientras que al malvado le sobrevendrán castigos.
Sin embargo, la experiencia diaria muestra una realidad diferente, ya que a menudo el malvado es quien goza de buena salud, sus empresas marchan perfectamente, todo resulta como quiere, mientras que el justo es probado con el fracaso y diversos sufrimientos.
De manera que el justo, como en este caso Job (7,1-4.6-7), se encuentra con la realidad de la presencia del mal en el mundo, ya que aún siendo justo, ha perdido todo, ha sido puesto a prueba por Dios.
Describe con dolor cómo se suceden los días de su vida sin entender demasiado, pero permaneciendo fiel a  Dios, por lo que al final le son devueltos los bienes perdidos y la presencia de nuevos hijos.
Job aprende a través del sufrimiento y las pruebas, que en definitiva el ser humano es pequeño ante la realidad del mundo y de todo lo que acontece, y que no queda más que entregarse a la providencia divina que nos cuida y protege del mal.
Pero a nosotros también quizás nos ha pasado esto  y ante la presencia del mal preguntemos a Dios: ¿Qué he hecho yo para merecer esta enfermedad? o ¿Por qué tengo que sufrir esto? ¿Por qué mi vida está marcada por el dolor mientras otros que no piensan más que en pecar les va todo bien? La respuesta siempre tenemos que encontrarla indudablemente desde la fe. 
Es Jesús el que concede sentido a nuestra existencia, y podríamos preguntarnos por qué Él tuvo que morir en la cruz. Pasó por este mundo haciendo el bien y no recibió más que odio y rechazo.
Sin embargo, la voluntad del Padre fue que en su muerte cargara sobre sí los pecados de los hombres  de todos los tiempos. 
Ahora bien, lo que realiza el Señor en la cruz tiene un proceso en el que se manifiesta como aquel que viene a rescatarnos de nuestras miserias físicas como espirituales. 
En el texto del Evangelio (Mc. 1, 29-39) encontramos a Jesús en la casa de Simón. Allí la suegra está enferma de fiebre. 
Jesús, con una palabra podría haberla curado, sin embargo se acerca, quiere mostrar su cercanía con quien padece. 
Más aún, la toma de la mano, y con ese gesto   indica que Él viene a levantarnos de nuestras caídas, de las enfermedades del cuerpo y del alma, sobre todo las del alma, como anticipo de lo que es la resurrección, donde seremos nuevas criaturas. 
A su vez, la suegra de Simón comienza a servirles, de manera que la salud que le devuelve el Señor, no solamente es un signo de su poder, sino que es también indicativo de que una vez curados hemos de alabarlo a Él y también servir a nuestros hermanos. 
El segundo cuadro que presenta el Evangelio es el atardecer de ese día, ha terminado ya el descanso sabático y, mucha gente se aglomera delante de la casa trayendo a los enfermos y a los endemoniados.
Y nuevamente está Jesús curando a los enfermos, liberando a los  endemoniados, prohibiéndoles  decir quién es Él porque no  quiere el testimonio de ellos, haciendo el bien a una humanidad doliente. 
Pero Jesús también tiene que alimentar su vida en cuanto hombre Dios y, por eso muy de madrugada al día siguiente se retira a orar, a encontrarse con su Padre, a contarle quizás, -aunque el Padre ya lo sabe-, qué es lo que ha hecho en ese día, o mostrarle al Padre las miserias del ser humano que deben ser curadas y superadas. 
Quizás se muestra como instrumento, como intermediario ante el Padre ofreciéndose una vez más a morir en la cruz justamente para sanar a esta humanidad doliente.
Pero después lo buscan, porque todos lo están buscando. 
¡Qué hermoso poder  decir: ¡Señor todos te están buscando!  En un mundo como el nuestro que se ha olvidado de Dios y que la búsqueda de Cristo  aparece exigua, qué bien suenan esas palabras.
De manera que exclamar: ¡Señor todos o muchos te están buscando! sería un buen signo de fe, porque indicaría que se ha comprendido que el que salva es el Señor, es Jesús. 
Y el Señor dice entonces "vayamos a otros lugares porque para eso he salido". ¿Qué es eso de he salido? ¿De dónde salió? Está haciendo referencia a que si bien sigue presente en la Trinidad, ha salido del Padre como Hijo de Dios para hacerse hombre y cargar nuestras miserias, ha salido de su dignidad divina para asumir la humana con las flaquezas del hombre, menos el pecado, para sanearnos. 
Esto es lo que tenemos que  vivir y reconocer y también predicar. Precisamente San Pablo (1 Cor. 9, 16-19.22-23) exclama  "¡pobre de mí si no evangelizara!", pobre de mí si no soy capaz de llevar el Evangelio, la buena nueva a un mundo que no cree ya en nada o solamente en aquello que supone que le da total seguridad pero que son cosas en definitiva pasajeras. 
Como San Pablo hemos de predicar valientemente y, ante el estupor del hombre por el dolor, por el sufrimiento, por la enfermedad, por la presencia del mal, llevar la esperanza que nos trae el encuentro con Jesús nuestro Señor ya que Él viene a liberarnos. 
Dejémonos entonces cambiar por Él para poder vivir cada día con mayor perfección la vida cristiana en la que transitamos.

Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el 5to domingo del tiempo "per annum" ciclo B.  04 de febrero   de 2024


29 de enero de 2024

Jesús, en el comienzo de su predicación en Galilea, manifiesta que viene a vencer el espíritu del mal, liberando al hombre del poder maligno.

 

Al que no escuche a ese profeta se le pedirá cuentas, como así también al profeta si no es fiel transmisor de la voluntad divina.
Será este el comienzo de la misión profética en medio del pueblo, sin embargo, si consideramos el Nuevo Testamento caemos en la cuenta que ese profeta es el nuevo Moisés, Jesús el Hijo de Dios encarnado.
En efecto, Jesús da a conocer la voluntad del Padre, y esto lo hace con autoridad, es decir, por sí mismo, no como los escribas, que se remitían a la interpretación de otros maestros que habían enseñado en el decurso del tiempo
En cambio, Jesús habla con autoridad propia, porque no enseña partiendo de las interpretaciones o versiones antiguas, sino que deja en claro que Él es el Enviado del Padre, lo cual produce asombro en aquellos que lo escuchan, que se preguntan "¿Qué es esto?", habla con autoridad, de modo que hasta los demonios huyen de Él. 
En efecto, Jesús, precisamente para dejar bien en claro que habla con autoridad propia, expulsa al demonio del cuerpo de un poseso. 
El demonio grita, y da testimonio de Jesús diciendo "Ya sabemos quién eres, ¿has venido para acabar con nosotros?". Y Jesús le prohíbe hablar, porque no necesita el testimonio del demonio, sino que las personas tienen que creer en Él, partiendo del reconocimiento de que es el Enviado del Padre, el Hijo de Dios vivo. 
Por lo tanto con este gesto, con este exorcismo, está manifestando, en  el comienzo de su predicación en Galilea, que viene a vencer el espíritu del mal, y liberar al hombre del poder del maligno, de modo que el espíritu del mal tendrá  un poder atado, sujeto a Dios. 
Dios se ha hecho presente entre los hombres por Jesús y ha comenzado su reino  en este mundo, de manera que la victoria contra el mal, la victoria definitiva, queda ya anunciada con este gesto, en favor de este hombre que estaba poseído por un espíritu demoníaco. 
Jesús viene a salvar al ser humano,  a curarlo de las diversas dolencias que padece,  dándole también la fuerza que necesita para  vencer al espíritu del mal, que trata de influir en cada uno por medio de las debilidades que padecemos a causa del pecado.
Pero para esta batalla presente a lo largo de la vida, hemos de tener una sincera conversión, propósito de enmienda, llevando una vida cristiana lo más profunda posible, tratando de huir de las ocasiones de pecado, conocer bien cuáles son nuestras debilidades para poner allí especial atención y no dejarnos abatir por el espíritu del mal. 
Cristo viene a salvarnos, a darnos una vida nueva, porque en definitiva lo importante es la entrega a Dios nuestro Señor, y prolongarla en la dedicación a nuestros hermanos.
Eso es precisamente lo que enseña hoy San Pablo (I Cor.7, 32-35), cuando se refiere al estado propio de quien se ha casado y al estado propio de quien es célibe por el reino de los cielos. 
Y ¿qué es lo que enseña el apóstol? Que el célibe o el consagrado se entrega a Dios con un corazón indiviso, o sea, no dividido, siendo el amor primero para el consagrado el dirigido siempre a su Señor.
A su vez, la persona que está casada está llamada a entregarse a Dios nuestro Señor, pero debe realizarlo a través del marido o de la mujer según quien sea, por eso dice que  el marido busca agradar a la mujer y la mujer busca agradar al marido, que es lo propio del matrimonio. 
Por lo tanto la entrega a Dios, tiene un intermediario, que es el marido o la mujer, mientras el célibe o el consagrado, se entrega a Dios con un corazón no dividido. 
Es cierto que este es el enunciado que hace San Pablo de lo que ha de ser la vida del cristiano, porque también puede acontecer que el casado ni se dirija a Dios ni se dirija tampoco a la otra parte, y puede suceder que quien no se ha casado tampoco se entrega a Dios  porque su corazón ha sido captado por otras realidades mundanas. 
Porque cuando el ser humano no se entrega totalmente a su Dios busca reemplazantes enseguida para poder entregarse y dedicarse. 
Y de ahí proviene entonces el engaño para el ser humano que no encuentra sosiego en su corazón porque no está dedicado a su Señor. 
Pidámosle a Jesús que ha venido para nuestra salvación que siga dándonos sus dones, sus gracias para que nosotros podamos crecer en nuestra vocación, ya sea en el matrimonio, en la vida consagrada, en la vida célibe, o en lo que uno esté viviendo en este momento, ya que toda vocación debe apuntar siempre a agradar a Dios.


Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el 4to domingo del tiempo "per annum" ciclo B.  28 de enero   de 2024

22 de enero de 2024

Muéstrame, Señor, tu camino, guíame por el, porque tú eres mi Dios y mi Salvador (Salmo 24)

 


En la primera carta de san Pablo a Timoteo (2,4), el apóstol afirma que "Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad", enseñando así, que si bien, Dios  eligió al pueblo de Israel para hacerlo depositario de sus promesas y, que Jesús buscaba a las ovejas perdidas de Israel, es la voluntad de Dios que toda persona sea salvada, rescatada de su pecado y pueda algún día llegar a participar de la misma vida divina.
Ese es el designio universal divino, ya que no tendría sentido crear al hombre pensando nada más que en algunos y no en todos.
De hecho, ese llamado de salvación a los paganos que no pertenecían al judaísmo, está presente en la primera lectura que acabamos de proclamar, tomada del libro de Jonás (Jon.3,1-5.10).
Jonás es enviado por Dios a predicar la conversión a Nínive, el cual se resiste, huye, pero finalmente realiza lo que Dios le ha pedido. ¿Por qué esa resistencia? porque los ninivitas eran enemigos de Israel, pero Dios quiere darle a ese pueblo la oportunidad de cambiar su estilo de vida.
Refiere el texto que a través de la predicación de Jonás, los ninivitas hicieron penitencia, se convirtieron y cambiaron su modo de proceder, de manera que Dios se arrepiente y no castigará a ese pueblo que antes estaba sumido en el pecado.
Si tomamos el texto del evangelio (Mc.1, 14-20), observamos que proclama la necesidad de la conversión. En efecto,  Jesús comienza a recorrer Galilea, habitada por judíos y paganos, diciendo "El tiempo se ha cumplido; el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en el Evangelio", conversión que incluye un cambio de mentalidad y  modo de proceder, a su vez, es el momento oportuno, porque es lo que se llama el Kairós, el tiempo favorable, porque coincide con la presencia de Jesús en este mundo.
Ahora bien, si Jesús está presente entre nosotros, hace ese llamado a la conversión, a saber optar, a elegirlo a Él y tomar la enseñanza que  transmite como el camino necesario para vivir en la comunión con Dios y llegar algún día a la meta salvadora prometida.
A su vez, san Pablo afirma en la segunda lectura (1 Cor. 7, 29-31) que "la apariencia de este mundo es pasajera", y no se refiere al término cronológico  de la humanidad, sino que está hablando del momento propicio justamente para el hombre, para su salvación, que es el del encuentro con Jesús y que no debe el ser humano apegarse a cosa alguna como si fuera algo definitivo.
Para puntualizar esto, dirá cinco veces "como si", de modo que "los que tienen mujer, vivan como si no la tuvieran; los que lloran como si no lloraran; los que se alegran como si no se alegraran; los que compran como si no poseyeran nada; los que disfrutan del mundo, como si no disfrutaran", o sea, no apegarse a nada, no absolutizar absolutamente criatura alguna en este mundo porque el absoluto es Dios al cual estamos llamados a adherirnos permanentemente.
Se trata de un llamado urgente a la conversión que hace  Jesús a toda la humanidad, a comenzar una nueva vida, a buscar siempre  imitarlo, a no tener como modelo a este mundo pasajero, sino a Él que enseña y llama a la perfección, que permite que vivamos en orden a nuestra salvación o felicidad, no sólo después de la muerte sino ya en este mundo.
En efecto, solamente en comunión con Dios el hombre encuentra aquí sosiego, paz y puede sobrellevar las dificultades que la vida de cada día le  presentan.
Pidamos entonces a Jesús que nos dé su gracia para que seamos capaces de ver este momento en el cual vivimos como momento de salvación, como instante en que el Señor convoca a una vida nueva.
Contemplar cómo el Señor comienza a predicar por la Galilea y elige para esta misión a los primeros discípulos, se acerca a Simón y a Andrés y luego a Santiago y Juan y les dice "síganme, yo los haré pescadores de hombre" y ellos dejando las redes lo siguieron.
Quiera Dios que también  nosotros sepamos dejar de lado las redes de este mundo que atrapan, las redes que muchas veces  impiden continuar en la imitación de Cristo, las redes que consideramos no pocas veces más importante que ir tras los pasos del Señor.
Que su gracia entonces nos ilumine, nos dé fuerza para vivir este cambio de vida que se nos ofrece desde la Palabra de Dios.


Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el 3ero domingo del tiempo "per annum" ciclo B.  21 de enero   de 2024

15 de enero de 2024

El apartarse de Dios implica que no seamos felices y busquemos sustitutos que pretenden hacer creer que allí está la verdadera felicidad.

 


San Agustín permaneció durante muchos años desorientado en su vida buscándole un sentido, hasta que llegó el momento de su conversión,  contribuyendo mucho para la misma, la oración y las lágrimas de su madre que sería después Santa Mónica.
A su vez, San Agustín reconoce una vez convertido, que en los momentos de oscuridad de su alma, Dios se le mostraba permanentemente, pero él no lo sabía descubrir, reconociendo que su corazón  inquieto sólo encontró paz cuando descansó en Jesús.
Con su propia experiencia, el futuro obispo de Hipona, enseña que el sentido de la vida de toda persona  está puesto en el encuentro con Dios, de modo que si el ser humano no se encuentra con su Creador, no se hace amigo de Él y no lo busca permanentemente, vivirá a la deriva, en la oscuridad de su alma, contemplándose a sí mismo pero no a su Señor, porque el fin último del hombre es precisamente la contemplación de Dios.
En este sentido recordemos que nada ni nadie puede impedir el encuentro con Dios, ya que en esta vida perdemos todo o podemos perderlo, sin que dependa  de nuestra voluntad, pero la amistad con el Creador sólo necesita del ser humano su respuesta.
Dios siempre está deseoso de que nos unamos a Él, por eso como refiere la primera lectura (I Sam.3, 3-10) llama a Samuel tres veces, el cual será ayudado por el sacerdote Elí -quien hará las veces de lo que hoy llamamos un director espiritual-, que le indica cómo responder ante un nuevo llamado,  por lo que Samuel  responde a Dios, cambiando totalmente su vida  al asumir un papel muy importante en la vida del pueblo de Israel, y no dejando caer en el olvido ninguna palabra divina.
Sin embargo, Dios no solamente llama a nuestro corazón cuando estamos dispuestos a seguir su voluntad, sino que  también   hemos de buscarlo, y en la búsqueda también aparece la figura del mediador, y así, Juan Bautista  dirá a Andrés y a Juan ante la aparición de Jesús,  "este es el Cordero de Dios" (Jn. 1, 35-42). 
Estos dos discípulos de Juan quedaron impactados con la persona de Jesús y comienzan a seguirlo, el cual  les preguntará que buscaban, a lo que responden:"¿Señor dónde vives?" a lo que responderá  "vengan y lo verán" cambiando  la vida de estos dos hombres que de discípulos de Juan se convierten en seguidores de Jesús, lo cual no molesta al Bautista porque siempre tuvo en claro que debían seguir al que venía detrás suyo y al cual  él  preparaba el camino de ese encuentro.
Andrés está entusiasmado y va en busca de su hermano Simón diciéndole "hemos encontrado al Mesías", de manera que han entendido perfectamente que el Cordero de Dios es el Mesías anunciado desde antiguo. Simón es llevado ante Jesús quien le cambia el nombre anticipando algo especial para él pero que todavía no está preparado para entender a fondo lo que esto significa.
Llegará  el momento en que Jesús le diga a ambos hermanos "síganme que los haré pescadores de hombres".
Ahora bien, para entender lo que es ser discípulo del Señor hemos de buscar a Jesús para que nuestra vida sea iluminada totalmente por su presencia  ya que quiere  transformarnos y,  que una vez que se dé ese encuentro, vayamos a buscar a otros para que también lo sigan.
De allí que nuestra misión en este mundo debe apuntar siempre a tratar de que el mayor número de personas se encuentre con Jesús, porque esto inclusive refiere a la verdadera felicidad del hombre. Estamos inmersos en una cultura donde Dios ha desaparecido de la escena personal y social y el ser humano recorre la vida habiendo muchas veces perdido el sentido de la existencia, o para qué está en este mundo y por qué es necesaria la amistad con Dios.
En efecto, hemos de comprender que el apartarse  de Dios implica que no seamos felices y busquemos sustitutos que pretenden hacer creer que allí está la verdadera felicidad.
Por eso es  importante lo que enseña san Pablo hoy refiriéndose al tema concreto de la lujuria (I Cor. 6, 13-15.17-20). Él veía en muchos de los cristianos de Corinto que pensaban que la vida desarreglada en el ámbito de la sexualidad no impedía que pudieran amar al Señor, por lo  que el apóstol  habla con toda claridad y dice la verdad y no tiene miedo a lo que la sociedad griega pudiera decirle.
Él debe predicar a Jesús y por eso dirá que nuestros cuerpos no nos pertenecen, ya que por el bautismo pertenecemos a Cristo nuestro Señor, somos templos del Espíritu Santo, nos hemos hecho uno con Jesús y ese cuerpo también debe dar culto a Dios nuestro Señor.
En efecto, no solamente  honramos y adoramos a Dios con nuestra alma, sino también con nuestro cuerpo, sabiendo que precisamente la lujuria, el desenfreno sexual, hace que el hombre se autocontemple a sí mismo, se extravíe en un camino que realmente lo aparta permanentemente de Dios.
De allí la importancia que tiene el profundizar, ahondar en nuestra unión con Cristo que nos ha redimido con la muerte en cruz y así podamos avanzar en una existencia totalmente nueva, no alejándonos  sino acercándonos más y más a su Persona.
Hermanos: estemos  atentos para escuchar la voz de Dios como Samuel, dispuestos a buscar a Cristo para poder ser amigos de Él y convencidos que para el cumplimiento de los mandamientos se nos entrega el don del Espíritu Santo.


Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el 2do domingo del tiempo "per annum" ciclo B.  14 de enero   de 2024