Este tercer domingo de Adviento se caracteriza por invitarnos a manifestar la alegría cristiana ante la proximidad de la Natividad del Señor en una renovada y profundizada actualización. Hacer “memoria” cada año del nacimiento en carne del Hijo de Dios nos permite reflexionar sobre nuestra actitud concreta de cada día sobre este misterio del amor de Dios para con nosotros.
Si nuestra adhesión al misterio de la Palabra hecha carne que habitó entre nosotros se funda en un acto libre de fe, debe prolongarse por medio de acciones y pensamientos acordes a lo que creemos.
En el texto del evangelio que proclamamos (Mt. 11, 2-11), precisamente Jesús nos muestra un camino sencillo a seguir para conocer el real estado de nuestra alma y vida.
Desde la cárcel habiendo oído hablar de las obras de Cristo, Juan el Bautista envió a dos discípulos suyos a interiorizarse acerca de la persona del Señor, preguntando si “¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?”
Desde la fe en la llegada del Mesías en un día incierto, no es de admirar esta pregunta de parte de quien se manifiesta como el precursor, el que prepara los corazones de los creyentes ante el advenimiento del enviado del Padre.
Jesús responde haciendo ver que se cumple con los milagros que realiza aquello que anunciara el profeta Isaías (35,1.6ª.10):”Llega la venganza, la represalia de Dios: Él mismo viene a salvarlos”.
Dios, en su misericordia, en efecto, no tiene en cuenta el extravío del hombre, sino que se empeña en seguir adelante con el designio de salvación del mismo, sacándolo de sus miserias y encauzándolo por la gracia a la dignidad altísima y privilegiada de hijos adoptivos del Padre.
Para caer en la cuenta de cómo estamos ante la aceptación que hicimos de la primera venida del Señor y si hemos crecido en la fe y adhesión a su persona, podemos seguir humildemente las pistas que nos ha dejado por medio de las acciones que Él realizara en su tiempo.
“Los ciegos ven”, ¿se aplica en nuestra vida en el sentido de contemplar las maravillas y las exigencias que la luz que proviene del Salvador nos presenta? O ¿seguimos pecando contra la luz prefiriendo seguir la oscuridad en la que vive una sociedad alienada de sí misma?
“Los paralíticos caminan”, ¿es una vivencia la nuestra de vencer la parálisis de nuestro egoísmo para abrirnos a las necesidades de los demás?
“Los leprosos son purificados”, ¿lo vivimos como una necesidad de limpiarnos de nuestros pecados por medio del sacramento de la reconciliación? O ¿preferimos seguir atados a todo lo que nos denigra y envilece?
“Los sordos oyen”, ¿vivimos esto escuchando con agrado la Palabra de Dios para ajustarnos a ella, o preferimos oír lo que halaga nuestros sentidos y concepciones acerca de la vida y de la fe según nuestro soberbio parecer?
“Los muertos resucitan”, ¿cuánto tiempo pasamos a veces muertos a la vida de comunión con Dios por no hacer el esfuerzo, movidos por la gracia divina, de superarnos de todo mal huyendo de las ocasiones del mal?
“Y la Buena Noticia es anunciada a los pobres”, ¿Nos decidimos a caminar al encuentro de los más alejados para llevarles la Noticia salvadora de la Venida en carne del Hijo de Dios? ¿Dentro de la categoría de pobres incluimos a los pecadores, a los enfermos, a los ignorantes, a los endurecidos a toda aquella persona que todavía no conoce a Cristo?
“¡Y feliz aquél para quien Yo no sea motivo de tropiezo!” ¿Entendemos estas palabras del Señor? Cristo es piedra de tropiezo cuando vivimos nuestra fe católica de una manera liviana, sin compromiso alguno.
Es piedra de tropiezo cuando acomodamos el evangelio según nuestro gusto y el espíritu del mundo, edulcorándolo de tal manera que ya no sirve más que para ser pisoteado como la sal cuando está insípida.
La tentación mas frecuente en nuestros días es negar que somos imagen y semejanza de Dios y que por lo tanto nuestra existencia tiene que reflejar esa verdad ontológica, para pretender, en cambio, que Dios sea a nuestra imagen y semejanza, volátil y perecedero.
Asumir el estilo del evangelio que nos reclama el Señor, no siempre es sencillo a causa de nuestros pecados, de allí la necesidad de tener paciencia en el proceso de crecimiento en la fe católica, paciencia semejante a la del sembrador (St. 5, 7-10) “que espera el fruto precioso de la tierra”.
Convencidos que “la Venida del Señor está próxima” abundemos en obras de bondad para con todos, mientras hablamos en “Nombre del Señor” como los profetas que nos antecedieron en el anuncio.
Que el Cuerpo del Señor que comemos nos fortalezca en medio de los vaivenes de la vida terrenal, asegurando desde ahora no sólo el encuentro continuo con el Salvador en este mundo, sino anticipando también el de la Vida Eterna.
Imagen: San Juan Bautista en prisión con discípulos. Juan Martinez Montañés (español 1568-1649) renacimiento.
Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el domingo III° de Adviento, ciclo “A”. 11 de diciembre de 2016.
http://ricardomazza.blogspot.com
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