En la figura de las dos viudas que describen el primer libro de los Reyes (17, 8-16) y el evangelio según san Marcos (12,38-44) nos encontramos que se conjugan sabiamente la fe y la caridad que caminan juntas por la senda de la esperanza (Heb. 9, 24-28).
La viuda de Sarepta se presenta como lo opuesto a la reina Jezabel, compatriota suya, que persigue al profeta Elías porque detesta su predicación y anuncio de calamidades.
En efecto, en Israel muchos quebrantan la Alianza con Dios para adorar a los dioses falsos impuestos por la reina y ganar así su pasajero beneplácito.
Por el contrario, la viuda escucha la palabra del profeta y a su Dios “¡Por la vida del Señor tu Dios!”, y cree en las palabras de Elías que le recuerda “Así habla el Señor, el Dios de Israel: el tarro de harina no se agotará ni el frasco de aceite se vaciará”, uniendo así fe y caridad, fe y obras que confirman su creencia, esperando continuar con vida en este mundo, que de algún modo anticipa la vida futura con Dios anunciada para los creyentes.
El texto del evangelio nos presenta también a una viuda pobre carente de bienes que es al mismo tiempo una pobre viuda, sin sustento humano alguno.
A pesar de la pobreza de bienes, entrega todo lo que tiene, despojándose aún de lo poco que pudo reunir para cumplir con su obligación legal, y con la pobreza de afectos humanos se entrega a la amistad y protección de Dios que no abandona al que está solo en medio de este mundo, sino que como a la viuda de Sarepta le provee de lo necesario para su sustento.
Estos ejemplos nos hacen ver que Dios no se deja ganar en generosidad, mira complacido nuestra buena disposición hacia Él y hacia el prójimo, asistiéndonos siempre según nuestras carencias de afectos humanos o de bienes necesarios para la vida temporal.
En el evangelio, con el elogio que hace Jesús de esta mujer, nos queda en claro que Él valora la sencillez y humildad de las personas que siempre dan fruto abundante, mientras exhorta a alejarnos de toda vanidad y apariencia mundanas que llevan siempre al pecado y a la injusticia.
La fe y caridad vividas en profundidad tienen el mismo camino de esperanza que conduce a la Vida eterna, ya que nadie cree y ama al modo divino sino tiene en claro que la meta que nos espera a todos los fieles es la comunión plena con Dios.
En realidad, como lo afirma la carta a los Hebreos (9, 24-28), “el destino de los hombres es morir una sola vez, después de lo cual viene el juicio”, verdad ésta que permite advertir cuán importante es cada palabra y toda acción en nuestra vida, por lo que ha de ser asumida con responsabilidad cada decisión nuestra que brota de la fe y de la caridad, ya que tienen un valor para la eternidad y nos preparan a ella.
Así como “Cristo después de haberse ofrecido una sola vez para quitar los pecados de la multitud, aparecerá por segunda vez, ya no en relación con el pecado, sino para salvar a los que lo esperan”, también nosotros, como la viuda de Sarepta o la del templo, hemos de entregar lo mejor de nosotros mismos y ser parte de los elegidos que esperan encontrarse con el Sumo Sacerdote, que intercede por nosotros.
En relación con estas reflexiones, hemos de recordar que en Argentina el segundo domingo de Noviembre, se celebra la Jornada Nacional del Enfermo.
En este sentido, la Comisión Episcopal de la Pastoral de la Salud nos recuerda que “Es un día para tener presente y acompañar especialmente a nuestros hermanos que están atravesando problemas de salud. Es también una jornada en la cual se sensibiliza al Pueblo de Dios para acompañar, en el nombre de Jesús, el Buen Pastor, a quienes están enfermos y a sus seres queridos. La memoria de la larga historia de servicio a los enfermos es motivo de alegría para la comunidad cristiana y especialmente para aquellos que realizan ese servicio en la actualidad. Sin embargo, hace falta mirar al pasado sobre todo para dejarse enriquecer por el mismo. Debemos aprender: la creatividad, impulsada por la caridad, de muchas iniciativas emprendidas a lo largo de los siglos; el compromiso en la investigación científica, para proporcionar a los enfermos una atención innovadora y fiable.
La inteligencia organizacional y la caridad requieren más bien que se respete a la persona enferma en su dignidad y se la ponga siempre en el centro del proceso de la curación. Estas deben ser las orientaciones también de los cristianos que trabajan en las estructuras públicas y que, por su servicio, están llamados a dar un buen testimonio del Evangelio.
Jesús entregó a la Iglesia su poder de curar y …..La tarea de la Iglesia, que sabe que debe mirar a los enfermos con la misma mirada llena de ternura y compasión que su Señor, responde a este don de Jesús.
La pastoral de la salud sigue siendo, y siempre será, una misión necesaria y esencial que hay que vivir …… en las comunidades parroquiales como en los centros de atención más excelentes. No podemos olvidar la ternura y la perseverancia con las que muchas familias acompañan a sus hijos, padres y familiares, enfermos crónicos o discapacitados graves. La atención brindada en la familia es un testimonio extraordinario de amor por la persona humana que hay que respaldar con un reconocimiento adecuado y con unas políticas apropiadas. Por lo tanto,…….todos aquellos que se comprometen en el cuidado de los enfermos participan en esta misión eclesial. Se trata de una responsabilidad compartida que enriquece el valor del servicio diario de cada uno. A María, Madre de la ternura, queremos confiarle todos los enfermos en el cuerpo y en el espíritu, para que los sostenga en la esperanza. Le pedimos también que nos ayude a acoger a nuestros hermanos enfermos”.
Pidamos a Dios entregar también a los hermanos enfermos la atención que merecen y esperan como aquellos que nos muestran el rostro sufriente de Cristo.
Padre Ricardo B. Mazza, Cura Párroco de la parroquia “San Juan Bautista” de Santa Fe de la Vera Cruz, en Argentina. Homilía en el domingo XXXII “per annum”, ciclo “B”. 11 de Noviembre de 2018.
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