El texto del Evangelio (Jn.
10,1-10) comienza diciendo que Jesús le está hablando a los fariseos y que
ellos no comprendieron lo que les quería decir. ¿A qué se debía quizás esta
cerrazón? Porque se supone que también eran conocedores de la Sagrada
Escritura.
En efecto, en el Antiguo Testamento el pastoreo del pueblo de Israel fue confiado por Dios a los reyes, a los sacerdotes y a los jueces, eran ellos quienes debían cuidar y guiar al pueblo.
Sin embargo el comportamiento que habían tenido, en nada
se parecía a lo que Dios pedía, cumpliéndose en ellos la denuncia que hace Jesús
sobre los falsos pastores que son ladrones y asaltantes, que no tienen ningún
interés por las ovejas, sino aprovecharse de ellas.
De allí que en el Antiguo
Testamento Dios llega al colmo de su paciencia, anunciando que pastoreará a su pueblo personalmente,
anunciando, a su vez, al futuro pastor que es su Hijo hecho hombre, Jesucristo,
cumpliéndose aquello de que “Yo he venido
para que las ovejas tengan vida y la tengan en abundancia”.
¿Y cómo es la vida del buen
pastor para que esa vida pueda derramarse abundantemente en el corazón de las
ovejas?
Vayamos al apóstol San
Pedro en la segunda lectura de hoy (I Pt. 2, 20b-25), el cual nos dice: “Antes ustedes andaban como ovejas perdidas
pero ahora han vuelto al pastor y guardián de ustedes”. Antes de la muerte
y resurrección de Cristo, las ovejas estaban perdidas, el hombre estaba
extraviado sin horizonte alguno a causa del peso del pecado original, presente todavía
porque no habíamos sido redimidos.
Como ovejas perdidas, cumpliéndose lo anunciado “Heriré al pastor y se
dispersaran las ovejas” como consecuencia del obrar de los malos pastores
(Zac. 13,7) en el Antiguo Testamento, y por el escándalo de la pasión y muerte
en cruz de Jesús (Mt. 26,31).
Situación frecuente a lo
largo de la historia de la Iglesia, ya que cuando el espíritu del mal hiere al pastor que debiera
seguir los pasos de Cristo en el pastoreo, las ovejas se dispersan, están confundidas, sin saber a dónde ir, a dónde
dirigirse, sin una verdad que realmente les asegure que el pastor se identifica
con Cristo, y que como Él, pueda afirmar
que prolonga el “Yo soy el camino,
la verdad y la vida”.
Y sigue diciendo el Apóstol
Pedro que “fuimos llamados a esto” ¿a
qué se refiere? El párrafo anterior señala “si
a pesar de hacer el bien ustedes soportan el sufrimiento, esto si es una gracia
delante de Dios” de manera que la verdadera identificación de la oveja, de
cada uno de nosotros con el pastor que es Cristo, pasa por soportar el
sufrimiento. ¿Qué sufrimiento? El de la cruz de Cristo el cual “padeció por ustedes y les dejó un ejemplo
para que sigan sus huellas”.
Es decir, no sólo el pastor
que es Cristo, sufrió para la salvación del mundo cargando sobre sí los pecados
de la humanidad, sino que también nosotros las ovejas, hemos de estar
dispuestos a sufrir la humillación y la persecución por causa del Evangelio siguiendo sus huellas.
Más aún, continúa el
apóstol “cuando era insultado no devolvía
el insulto y mientras padecía no proferí amenazas, al contrario, confiaba su
causa al que juzga rectamente”. De modo que la imitación de Cristo pastor
por parte de la oveja pasa por esa decisión de seguir sus pasos y contribuir a
la redención del mundo cargando los pecados de la humanidad.
Como Cristo murió por
nuestros pecados, muramos también a los nuestros,
y sucumbamos por los de los demás, y
como Cristo es la puerta para entrar en el rebaño, seámoslo también para el prójimo.
De tal manera vivamos, que
la figura de Cristo se presente cada vez más atractiva y se diga: “vale la pena entrar en el rebaño que Cristo
ha fundado, la iglesia, y ahí encontrarnos todos” para seguir sus pasos en el misterio de la cruz que conduce a la resurrección.
En síntesis, somos ovejas convocadas
a la unión con Cristo, pero participamos, a su vez, de la misión de pastores
cuando tenemos que ser el medio, el instrumento, para que muchos puedan entrar
en el rebaño o volver al rebaño, siendo necesario tener las virtudes y las actitudes
de Cristo nuestro Señor, como obró, por ejemplo, con el publicano Zaqueo.
¿Se acuerdan del encuentro
entre Cristo y Zaqueo, despreciado por todos y subido al sicomoro contemplando
al Señor (Lc. 19)? Jesús le dice: “Baja,
quiero ir a tu casa”. Y la gente comenzó a criticarlo, “este come con pecadores, en lugar de ir a comer con los justos, va a
comer con los pecadores”. Pero el Señor en ese sentido era muy libre
prescindiendo de todo eso y no se iba a poner a pelear con la gente echándoles
en cara “¿Qué hablan ustedes si también
son pecadores como él?”. Es recibido por Zaqueo el cual se convierte, están
de banquete porque un pecador se ha convertido encontrándose con Cristo, camino, verdad, y vida.
En este domingo del Buen
Pastor, pedimos también por las vocaciones sacerdotales y religiosas, invocamos
por la santidad de vida de quienes hemos decidido seguir a Cristo en esta
misión, y por los llamados que
provienen de una sociedad y cultura que
necesitan purificación.
La familia también debe crecer en santidad, ya
que cuanto más cristiana sea, más posibilidades existen que las vocaciones maduren
santamente.
Por otra parte, del pastor
se dice en nuestros días ha de tener olor a oveja, confirmando de ese modo la
unión estrecha que debe existir entre el pastor y la oveja, como concurre entre
Cristo y cada persona, y así, el corazón del pastor late con el de la oveja y
viceversa.
Hay ovejas y pastores que
“huelen” de una manera como cuando Cristo hablaba bajo el rayo del sol durante
mucho tiempo a la multitud, y habrá un aroma distinto cuando el pastor se reúne
con las ovejas “paquetas”, como cuando Jesús comía en la casa de Simón el leproso o en la casa de Zaqueo o
cuando visitaba a los hermanos de
Betania, o participaba en una boda como la de Caná.
Sucede a veces que cuando
hablamos de olor a oveja corremos el riesgo de pensar que el pastor está para
una clase social determinada, hasta incluso cuando se habla de la opción de los
pobres sin más, pareciera ser una referencia a la pobreza material descuidando
la pobreza más profunda, la que proviene del pecado. De allí que en la relación
pastor y oveja sólo debe contar que todas las personas son hijas de Dios, y
acudir prontamente al consuelo de los más sufrientes en el cuerpo o en alma.
En fin, siguiendo la huella de Cristo según la
invitación del apóstol San Pedro, es poner sobre nosotros también los pecados
de los demás, llevar la cruz de los otros y contribuir a la santificación de
todos.
Y por último, entiendo que
la corona de la figura del Buen Pastor y que debemos imitar todos, es lo que señala el
evangelio según san Juan (cap. 14, 8) cuando Felipe le dice a Jesús: “Muéstranos al Padre”. Y Jesús responde:
“Hace tanto tiempo que estoy con ustedes
y ¿todavía no han visto al Padre? El que me ve a mi ve al Padre”.
El difunto cardenal Van
Thuan, vietnamita que sufriera la cárcel durante años por Cristo, y cuya causa de beatificación está en curso, y
quiera Dios se concrete pronto, predicando ejercicios espirituales a
sacerdotes, reflexionó sobre este pasaje
“muéstranos al Padre”.
Y les decía a los
ejercitantes que cada sacerdote ha de vivir de tal manera, que la comunidad,
las ovejas, contemplando a su pastor, debían ver también al Padre, sin que
nadie tuviera necesidad de exhortar al sacerdote diciendo “muéstranos al Padre”, ya que viéndolo en sus actitudes, en su vida,
contemplarían también al Padre y se unirían a Él.
Hermanos: Con confianza pidamos
esta gracia que el Señor nos concederá ciertamente en abundancia.
Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan
Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el IV° domingo de
Pascua. 03 de mayo de 2020. ribamazza@gmail.com;
http://ricardomazza.blogspot.com
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