21 de febrero de 2022

El Señor es bondadoso y compasivo, su amor permanece para siempre, y exhorta a vivir del mismo modo con el prójimo.

Leyendo y reflexionando el texto del Evangelio (Lc. 6,27-38) quedamos  sin aliento ante las exigencias de vida con las que nos interpela Jesús, sintiéndonos  sin fuerzas suficientes para vivirlas.
Quedan en evidencia los  secretos más ocultos de nuestro interior que sólo Dios conoce,  los pensamientos y acciones que manifiestan el mal o el  bien  que realizamos o  que podemos obrar en el futuro.
La posibilidad de hacer el bien  se  fundamenta en la experiencia del amor de Dios que señala el salmo  interleccional (102, 1-4.8.10,12-13) que en su antífona dice “El Señor  es bondadoso y compasivo”, o como cantábamos, “El amor del Señor permanece para siempre”.
En las distintas estrofas  salmodiamos que Dios es compasivo, que no trata según nuestros pecados sino según el amor que nos tiene, que perdona nuestras culpas y sana las dolencias, que es lento para enojarse y de gran misericordia, que “cuanto dista el oriente del occidente así aparta de nosotros nuestros pecados. Como un padre cariñoso con sus hijos, así es cariñoso el Señor con sus fieles”.
Habrá quienes después de escuchar esto piensen en dedicarse  a la “dolce vita”, ya que Dios es lento para enojarse y misericordioso, que perdona y olvida nuestros pecados, y es tardo en sancionar.
Tal actitud resultaría peligrosa para nuestra salvación eterna,  ya que a Dios no lo podemos tomar para broma, porque tal actitud divina  supone una respuesta del hombre, la cual espera con paciencia  hasta el último momento de nuestra vida donde se decide qué acontecerá con cada uno de nosotros, si la salvación o la condenación eternas.
Pero el Señor no quiere presionar con castigos y penas, o amenazas, sino quiere ganarnos a través del amor, para que contemplando el amor que Él nos tiene -y de hecho lo comprobamos a lo largo de nuestra vida- nuestro corazón se revista de entrañas  de amor para con Dios  y de amor y de misericordia para con los hermanos.
Solamente aquella persona que ha experimentado el profundo amor de Dios, es capaz también de devolvérselo y brindárselo a los demás, porque ha entendido lo que es el amor de Dios.
Y así, recordemos la actitud de Jesús ante aquella pecadora a la que  había perdonado y  la respuesta de ella ungiendo los pies y la cabeza con perfume de nardo. En esa ocasión el Señor  proclama que porque mucho se la ha perdonado su manifestación de amor es grande.
Cuando el creyente reconoce  lo mucho que se le ha perdonado y salvado del abismo, llega a amar mucho con un corazón agradecido.
El texto del Evangelio partiendo de considerarnos pecadores salvados gratuitamente, enumera  recomendaciones para actuar al modo divino, según aquello de que debemos ser perfectos como el Padre, hacer el bien a todos y amar a los enemigos.
Esta es la revolución del evangelio, el amor a los enemigos, no el ojo por ojo, diente por diente, sino el  perdonar y amar a los enemigos.
Quizás pensemos: ¿cómo harán los ucranianos en estos días para perdonar a sus enemigos rusos que buscan dañarlos y someterlos? ¿Podemos pedirle a alguien que perdone a quien le perjudicó   económicamente o quitado la fama y el honor? ¿Perdonará  quien ha perdido un ser querido por la violencia de otros?
Ciertamente es difícil pero no imposible con la gracia de Dios,  de allí que Jesús dirá que para seguirlo a Él es necesario la renuncia a nosotros mismos, deponer nuestros esquemas o modos de concebir la vida, dejar  nuestros pensamientos políticamente correctos, como decimos hoy en día y entrar por el cauce del Evangelio.
Roguemos por quienes nos tratan mal, especialmente hoy en día en que  no pocas  personas están nerviosas y denigran a todo el mundo.
En esta sociedad en que cada uno hace lo que quiere, cuando el mundo de los prepotentes está al orden del día, y cada uno se cree con derechos pero ningún deber a realizar, cuando  se dice que  estamos en democracia y entonces se concreta el mal, es cuanto más se necesita de paciencia y virtud  para  soportar todas esas actitudes miserables del ser humano.
Ante esto no podemos ponernos a la altura de actitudes sórdidas, tenemos que ir más allá, mostrar la dignidad de bautizados de la que estamos revestidos, vivir como seguidores de Cristo nuestro Señor.
David (I Sam. 26, 2.7-9.12-14.22-23) deja un ejemplo hermosísimo de todo esto. En efecto, escuchamos en la primera lectura cuando pudiendo matar a Saúl, que lo estaba buscando para aniquilarlo, dice a quienes lo incitan: “es el ungido del Señor”, es decir,  Dios lo eligió Rey, pues que sea Dios mismo quien solucione el problema.
En el fondo, quiere decir David que no le corresponde a él tomar justicia por mano propia, dejando así ejemplo digno de imitar.
De hecho, también nosotros tenemos que mirar al prójimo como ungidos del Señor, porque estamos -por lo menos los bautizados- marcados por el santo crisma, consagrados a Dios
Por el bautismo  somos profetas, reyes y sacerdotes, prolongando en la sociedad a Cristo profeta sacerdote y rey,  estando de esta manera revestidos con la dignidad de hijos adoptivos de Dios.
El chiquitaje en el pensar y obrar, -como decimos coloquialmente,- tenemos que dejárselo a aquellas personas que  no le interesa crecer en la vida en santidad o por lo menos en nobleza humana, a los corazones mezquinos que no prosperan
En definitiva solamente aquel que es magnánimo, el que está abierto a las cosas grandes, a las cosas bellas, a las cosas que nos  hacen cada día mejores y  enaltecen delante de Dios y de los hombres, podrá ser fiel al reclamo que Jesús  realiza a quienes quieren ser sus discípulos.
Queridos hermanos: Se nos pide a través de la Palabra de Dios esto de lo cual habla San Pablo escribiendo a los Corintios (I Cor. 15,45-49) que el primer hombre Adán fue creado como un ser viviente, el último Adán, en cambio, es un ser espiritual que da la vida.  
O sea, por el bautismo, dejamos de ser ese hombre material para ser transformados en el ser espiritual que da la vida porque Cristo nos ha consagrado para el Padre.
Ojalá nosotros vivamos en este mundo siendo imagen del hombre celestial, de Cristo Nuestro Señor, para que quiénes sean tocados por la gracia de Dios se sientan atraídos a lo que es noble, a lo que engrandece al ser humano.

 
            Padre Ricardo B. Mazza. Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario y Convento san Pablo primer ermitaño, en Santa Fe de la Vera Cruz,  Argentina. Homilía en el VII domingo durante el año, ciclo “C”. 20 de febrero de 2022.-http://ricardomazza.blogspot.com; ribamazza@gmail.com.-


    


            



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