31 de mayo de 2022

Con el retorno de Jesús junto al Padre, comienza el tiempo de la Iglesia, siendo enviados todos a manifestar la salvación recibida.

  Escuchamos recién  en la carta a los Hebreos (9, 24-28; 10, 19-23) esta afirmación de que Jesús entra en el Santuario. ¿ Cuál es el santuario? “no entró en un Santuario erigido por manos humanas –simple figura del auténtico Santuario- sino en el cielo, para presentarse delante de Dios a favor nuestro”.
“Y no entró para ofrecerse a sí mismo muchas veces, como lo hace el Sumo Sacerdote que penetra cada año en el Santuario con una sangre que no es la suya”, sino que “Él se ha manifestado una sola vez, en la consumación de los tiempos, para abolir el pecado por medio de su Sacrificio”.
Como vemos, en el misterio de la Ascensión se está manifestando el triunfo de Cristo nuestro Señor sobre la muerte, el pecado y el espíritu del mal, siendo tan eficaz el sacrificio del Señor, que se da una sola vez, distinto a los sacrificios de la antigua alianza que se repetían continuamente.
A su vez, el texto dice algo que quizás pasó desapercibido, que así como el hombre muere una sola vez, después de lo cual viene el juicio,  así también Cristo muere una sola vez para aparecer por segunda vez al fin de los tiempos para salvar a los que lo esperan.
Haciendo un paréntesis, la Palabra de Dios está enseñando que no existe la reencarnación, creencia antigua que lamentablemente aún hoy existe en no pocas personas, afirmación totalmente ajena a la fe cristiana, ya que como Cristo muere una sola vez y resucita, también nosotros morimos una sola vez y resucitaremos al fin de los tiempos.
Por otra parte, el texto refiere que con Él, entramos nosotros al Santuario: “Tenemos plena seguridad de que podemos entrar en el Santuario por la sangre de Jesús, siguiendo el camino nuevo y viviente que Él nos abrió a través del velo del Templo, que es su carne”, reconociendo así el carácter salvífico de la pasión, muerte y resurrección de Jesús.
Por la muerte, el alma separada del cuerpo de cada uno de nosotros comienza su existencia, ya sea de salvación o condenación, según haya sido nuestra vida en este mundo y según en qué estado se produce la muerte, en gracia o en pecado. Al fin de los tiempos cuando resucitemos, nuevamente unido el cuerpo al alma de cada uno, continuará la salvación o condenación para todos, pero ya para el hombre íntegro.
Al respecto, Jesús con la Ascensión de su divinidad y humanidad para estar junto al Padre, en unión con el Espíritu Santo,  se nos anticipa como Cabeza de la Iglesia, y está dando certeza a esa realidad que aspiramos, es decir, el encuentro con el Padre y con Jesús, con nuestra naturaleza humana íntegra, cuerpo y alma.
Al estar la naturaleza humana ya presente en la gloria, es natural que elevemos nuestra mirada hacia los bienes eternos, no para desentendernos de las tareas propias de este mundo, sino para mirar la realidad terrena de un modo nuevo, con la mirada de aquél que sabe que estamos de paso,  porque estamos llamados a la eternidad.
Al retornar al Padre, Jesús Nuestro Señor no nos deja solos, ya que  promete enviarnos al Espíritu Santo, el cual se hará presente para completar la obra de Jesús, de modo que así como iluminó y fortaleció a los Apóstoles en Pentecostés, hará lo propio con cada uno de nosotros, acompañando así a la Iglesia en su misión evangelizadora hasta el fin de los tiempos.
De allí que no podemos quedarnos mirando al cielo contemplando la Ascensión del Señor como hicieron los apóstoles, sino salir con alegría para evangelizar la sociedad en la que estamos insertos.
Con el retorno de Jesús junto al Padre, comienza el tiempo de la Iglesia, Cuerpo de Cristo, de modo, que somos enviados a manifestar en medio del mundo e, incluso en medio de las adversidades, nuestra alegría por pertenecer a los amigos del Señor, porque hemos compartido su muerte y resurrección  por el bautismo.
La Ascensión del Señor es también una interpelación para cada uno de nosotros, en el sentido que nos reclama que cada día tenemos que hacer más por transitar el camino de la santidad.
Es cierto  que nos acecha la tentación y el tentador y, muchas veces caemos en el pecado, pero el Señor que intercede por todos delante del Padre, nos colma de gracia para seguir luchando y mantenernos firmes en su seguimiento  manifestándolo al mundo con perseverancia.


Padre Ricardo B. Mazza. Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario y Convento san Pablo primer ermitaño, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el día de la Ascensión del Señor. 29 de Mayo de 2022. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com
    




No hay comentarios: