2 de mayo de 2022

Sólo escuchando y obedeciendo la indicación del Señor, toda acción humana produce frutos abundantes.

El texto del evangelio (Jn. 21, 1-19) nos hace participar de un nuevo encuentro de Jesús con  siete de sus apóstoles. Los discípulos están de alguna manera doloridos, se sienten solos,  no saben qué hacer. A pesar de que ya han tenido la experiencia de Jesús resucitado, no es lo mismo a cuando estaban con Él permanentemente escuchándolo y siendo reconfortados.Pedro  señala que irá a pescar, y con él se incorporan seis  discípulos más, sin embargo no pescan nada durante la noche, lo cual resulta frustrante para pescadores avezados como son ellos. 
Pero he aquí que en el amanecer alguien  les pregunta desde la orilla si tienen algo para comer, a lo que responden que no.  
E inmediatamente el Señor, para ellos un desconocido todavía, les indica: “Tiren la red a la derecha de la barca y encontrarán”.  
Ellos siguen esta indicación,  casi automáticamente como un último intento, y acontece algo inesperado, ya que la red se colma  de abundantes peces que hace difícil arrastrar la red. 
Por el signo milagroso Juan descubre a Jesús y dice “¡Es el Señor!”, lo cual hace que Pedro tirándose al agua llegue primero a la orilla mientras los demás arrastran la  colmada red con dificultad. 
La presencia del Señor es recibida con silenciosa alegría y, todos alrededor del fuego, comen del pan y de los peces asados que se les ofrece, como gesto de comunión con el Maestro. 
El significado del signo milagroso es muy elocuente, sólo escuchando y obedeciendo la indicación del Señor, toda acción humana produce frutos abundantes. 
Es decir, cuando en la vida contamos con la gracia que proviene de Dios y con la presencia de la Persona de Jesús, estamos  asegurado el éxito de  nuestras obras.  
Al respecto, Jesús afirma en otra oportunidad (Jn. 15): “sin mí nada pueden hacer”, de modo que su presencia es muy importante porque fortalece nuestra fe en que está vivo, que el que estaba muerto ya ha resucitado y está entre nosotros hasta el fin de los tiempos. 
Podemos imaginarnos a todos ellos  alrededor del fuego comiendo juntos, ocasión en la que Jesús le pregunta a Pedro, no en tono de reproche, por tres veces si lo amaba más que los otros. 
Seguramente Pedro recordó la triple negación suya, pero vislumbró esta oportunidad que se le concede para confirmar ese amor, porque Jesús lo ha elegido como cabeza de la Iglesia. 
En efecto, al ser Pedro  la roca firme y visible  de la Iglesia, es necesario no sólo conocer a Jesús como Mesías y enviado del Padre,  sino también amarlo con todo el corazón y con toda el alma para seguirlo y vivir como Él ha vivido. 
“Tú sabes Señor que te quiero”, dirá Pedro por tres veces, y después de la tercera vez,   Jesús le responde sígueme. 
Se trata del seguimiento por medio del misterio de la Cruz, que le espera a Pedro, y por el cual irá confirmándose en el amor. 
Sígueme Pedro, ya que fuiste elegido para conducir santamente a la barca de la Iglesia y realizar así la pesca milagrosa, conduciendo  a tantos a la fe en Cristo resucitado, pareciera decirle el Maestro. 
Pedro viviendo en este amor será encarcelado y dará testimonio  ante aquellos que pretenden  que no se hable más del resucitado (Hechos 5, 27-32.40-41), diciendo “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres”, y esto porque en definitiva los apóstoles se deben a Jesús que ha entregado su vida por la salvación de todos, los ha enviado a predicar y ha prometido la vida eterna al final del camino. 
También en nuestro tiempo muchas veces se pretende hacer callar a la Iglesia, ante lo cual debemos responder hay que obedecer a Dios antes que a los hombres, sobre todo en medio de una cultura en que los hombres llevados por su estupidez y su falta de fe, defienden  por medio de leyes lo que Dios reprueba. 
Se hace necesario especialmente en nuestro tiempo defender el orden natural pisoteado por la ideología de género, acudir a las enseñanzas de la Sagrada Escritura, la Tradición y el Magisterio de la Iglesia, tomarse en serio la vida, ya que son muchos los que han perdido el rumbo verdadero, engañados por la mentira y  la ridiculez, y necesitados de la proclamación de la verdad. 
A pesar de dar testimonio de la verdad del resucitado, los apóstoles son castigados y “salieron del Sanedrín, dichosos de haber sido considerados dignos de padecer por el Nombre de Jesús”. 
También nosotros debemos estar preparados para soportar desprecio y persecución y, pedirle a Dios la gracia para que en el momento en que esto ocurra no perdamos la alegría que Él nos otorga. 
Se pretenderá hacernos callar, pero tenemos que seguir con la valentía que otorga Cristo resucitado, vuelto de la muerte para darnos vida en abundancia el cual nos espera en la gloria del Padre.  
Confirma esto san Juan en el libro del Apocalipsis (5, 11-14)  cuando contempla al Padre y al Hijo que son eternamente adorados e invitan a prepararnos para llegar algún día a la vida eterna. 
Queridos hermanos pidamos la gracia de lo alto para  vivir este ideal, suplicando la protección de nuestra Madre María Santísima de Guadalupe para que con el acompañamiento de Ella progresemos en el seguimiento a Cristo sirviendo en la vocación que hemos recibido.


Padre Ricardo B. Mazza. Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario y Convento san Pablo primer ermitaño, de la ciudad de Santa Fe de la Vera Cruz, en Argentina. Homilía en el III° domingo de Pascua, ciclo “C”. 01 de  Mayo de 2022. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com;


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