El apóstol San Pablo (Rom. 11,33-36), en el texto que acabamos de
proclamar y escuchar, enseña que a Dios sea dada toda gloria eternamente porque "todo viene de Él, ha sido hecho por Él, y para Él", y con
su providencia mantiene todo lo creado y es la meta de la existencia humana, de nuestro caminar por este mundo.
A su vez, describe qué insondables son los designios divinos e incomprensibles sus caminos, y "¿Quién le dio algo , para que tenga derecho a ser retribuido?"
¿Quién se atreverá a juzgar lo
que quiere Dios del mundo, de cada uno de nosotros ya que es grande su ciencia, y su sabiduría?.
Estas expresiones nos ubican inmediatamente en el hecho de que,
comparándonos con el conocimiento, el designio y voluntad de Dios, nunca entenderemos totalmente lo que Él quiere de este mundo, y de cada uno de nosotros, aunque si nos consta que desea la salvación de cada persona y que llegue al conocimiento de la verdad (I Tim. 2,4).
Sin embargo, a veces pareciera que Dios es
contradictorio en lo que pide y en lo que hace, por ejemplo, eligiendo Jesús a Pedro como cabeza, como fundamento de su Iglesia, sabiendo perfectamente que el apóstol lo traicionará cuando llegue el
momento de la pasión.
Después de la
resurrección, pondrá a prueba el amor de Pedro, preguntándole tres veces, ¿me amas más que
estos?, en relación con los otros discípulos, por lo que contemplando el recorrido existente en
esta relación entre Jesús y Pedro, nos resulte incomprensible.
Como
también resulta incomprensible eligiendo a sus discípulos de entre hombres rudos, pescadores, sin
ciencia, para enviarlos a evangelizar al mundo transmitiendo la verdad recibida.
Es que
la fuerza viene de Dios, no del hombre, son sólo instrumentos en manos
suyas, llamados a la docilidad a Cristo.
De hecho, San Pablo recuerda que Dios elige lo débil de este
mundo para confundir a lo fuerte, al que nada sabe, para confundir a los
sabios, al que nada es para enfrentar al que se cree algo.
Por eso es importante tener en cuenta que el camino del
Señor, la historia de vida que propone, es muy diferente a lo que entendemos no pocas veces, de allí, la necesidad de hacernos pequeños delante suyo para entender y comprender qué es lo que quiere del mundo, de la
sociedad, de la Iglesia, de cada persona que viene a este mundo.
Siguiendo con el texto, notamos que Jesús le pregunta a sus
discípulos (Mt. 16,13-20) qué dice la gente de Él. La respuesta deja en claro que para la gente es un profeta, ya sea Elías, ya Jeremías o algún otro, sin dejar de lado a Juan Bautista.
Pero Jesús avanza y repregunta acerca del pensamiento de los discípulos sobre su identidad, quiere saber lo que creen ellos.
Tomando la palabra Pedro responde: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo". No solamente el Mesías, porque podría entenderse esto como un Mesías político, como esperaban no pocos, sino el
Hijo de Dios vivo, que está por encima de todo mesianismo mundano.
Ante lo cual, Jesús asegura que esta revelación es fruto de la manifestación del Padre que está en el cielo, no es una deducción humana, sino
que se le ha manifestado desde arriba.
Esto incluye, por lo tanto, la elección que Jesús hace de Pedro para que sea piedra de la iglesia que va a fundar y que nacerá de su costado abierto en la cruz.
Asimismo para llevar a cabo su misión, le da el poder de atar y desatar, como les otorgará también a todos
los discípulos después de su resurrección, haciendo mención precisamente y
sobre todo, al sacramento de la reconciliación, el del perdón y de la
misericordia.
Pero esta afirmación de Pedro lo compromete más y más con Jesús, no puede hacer lo que quiera, ya que tanto él como todos sus sucesores,
los papas de todos los tiempos, están unidos a esta afirmación primera: "Tú eres
el Mesías, el Hijo de Dios vivo".
De modo que el sumo pontífice no es un monarca
absoluto que puede cambiar esta verdad acerca de la identidad de Jesús, sino
que ha de transmitir siempre la verdad que justamente tiene su origen en esta
primera afirmación: "Tú eres el Hijo de Dios vivo".
De manera que todo lo que ha
enseñado Cristo, nuestro Señor, debe ser transmitido fielmente, asegurado y
defendido, llegado el caso, como a lo largo de la historia de la Iglesia lo han
manifestado, por ejemplo, los mártires.
Ahora bien, esta pregunta también está
dirigida a cada uno de nosotros. Y así, Jesús nos pregunta: ¿Quién soy yo para ti?. Y nosotros, ¿Qué les vamos a responder? ¿Tú
eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo? ¿Pero es algo dicho de labios
hacia afuera o es una respuesta que implica una vivencia absoluta de que Jesús
es el Hijo de Dios vivo, y que también nos compromete a cada uno de nosotros a
vivir conforme a esta afirmación de fe?.
Si Jesús es el Hijo de Dios vivo, debo
trabajar permanentemente para que sea su amigo, para transmitir
su enseñanza, para defender los principios que me ha dejado. La vida del
cristiano tiene que ser una manifestación permanente de esta verdad, y que, por lo tanto, es fundamental estar en unión con
el Señor y vivir conforme a lo que Él nos pide, enseña, a lo que Él nos
llama.
También nosotros estamos convocados a esta fidelidad, a esta afirmación
de fe, pero como el Señor sabe también de nuestras debilidades, no pocas veces,
a pesar de nuestras caídas, vuelve a repetir lo que hiciera con Pedro: "¿Me amas más que estos?" ¿Tienes deseos de cambiar, de retomar el camino
de la verdad y del bien? Con la ayuda de la gracia de Dios siempre hemos de responder: "Señor, Tú
sabes que te amo, Tú lo sabes todo. Yo quiero vivir conforme a esta verdad de
que Tú eres el Hijo de Dios vivo".
Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe, Argentina. Homilía en el domingo XXI del tiempo durante el año. Ciclo A. 27 de agosto de 2023
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