La persona humana en nuestros días busca encasillar en su propia perspectiva todas las cosas y acontecimientos de este mundo.
Incluso pretende que Dios sea su imagen y semejanza y no al revés, ya que es la persona la creada a imagen y semejanza de su Creador, más aún, planeando la agenda 2030 prescindir de la divinidad.
Y así, yendo por este camino, cuesta entender
de Dios, que sus pensamientos y caminos son diferentes a los nuestros.
¡Cómo quisiéramos que Dios
piense y obre como nosotros! Sin embargo, como afirma dos veces el profeta Isaías (55,6-9), los pensamientos de Dios no son como los de ustedes y los
caminos de Dios no son como los caminos de ustedes.
Y previamente, el profeta, como portavoz de Dios, le dice al pueblo de
Israel, que está de regreso del destierro de Babilonia, que se convierta, que
cambie el corazón, y así, buscando al Señor mientras se deja encontrar recibirá el perdón divino.
De manera que se nos
pide concretamente que caigamos en la cuenta que los pensamientos y caminos de Dios
son tan superiores a los propios que nunca los vamos a entender y coincidir.
Y lo vemos reflejado concretamente en el texto del Evangelio (Mt. 20,1-16), donde
entra en crisis la concepción humana acerca de la retribución que alguien merece
por su trabajo, por la que el que ha trabajado más, merece mejor salario, decimos con lógica humana.
Y Jesús, a través de la parábola, enseña que la lógica
de Dios es diferente cuando refiere a los bienes y salario espirituales, porque los dones de Dios, justamente por ser
dones, son gratuitos.
Él está por encima de aquello de "tú me das y yo te doy", sino que otorga "desmedidamente" comparando con lo que hacemos o merezcamos, siendo mayor la gratuidad que la obra realizada.
Justamente esta
parábola enseña acerca de la bondad de Dios, y así, el dueño
de la viña, que es Dios, le dice a uno que se queja: ¿por qué tomas a mal que yo
sea bueno? ¿por qué te dejas llevar por la envidia? Yo a ti te dije que te iba
a pagar un denario, pero si quiero darle un denario también a los otros aunque hayan
trabajado menos tiempo, ¿no puedo disponer acaso de lo que es mío como yo
quiera?
Al respecto, preguntándonos a qué se refiere al mencionar el denario como retribución, conocemos que se trata de la vida eterna.
Este propietario
sale cinco veces a buscar obreros para trabajar en la viña, siendo los distintos momentos
del día otros tantos momentos de la vida de cada uno, en los que no se trabaja para el Señor.
¿Qué hacen aquí sin
hacer nada?, se les pregunta, vayan a trabajar a la viña, y la respuesta será que nadie nos contrató, nadie nos
llamó.
Bueno, yo los llamo, dirá el dueño - que es Dios- porque mi preocupación es que estén sin hacer nada, que
estén ociosamente en la vida sin descubrir cuál es el sentido de la misma y cuál su meta.
Y cuando llega el momento de la
retribución, todos reciben un denario, lo cual se entiende que aunque
haya momentos diferentes en que el ser humano responde a Dios, si esa
persona se convierte de corazón y le sirve, recibirá el premio de la vida eterna.
Y nadie tiene que sentirse por eso ofendido, ya que los hijos de Israel son los primeros en trabajar en la viña, los primeros en
quejarse, y también en abandonar la fidelidad a Dios, se fijan que a los paganos les pagan lo mismo que a ellos, olvidando que estos últimos son llamados a causa de la infidelidad de ellos cumpliéndose aquello que "los últimos serán los primeros y los primeros últimos"
Quizás a
nosotros también nos produce cierta pena porque Dios es tan bueno con las personas que esperaron hasta último momento para convertirse, para cambiar de vida, sin caer en la cuenta que ellas no han sido felices a lo largo de su vida al estar alejadas de Dios.
Porque en definitiva la verdadera felicidad y plenitud las encontramos cuando vivimos en comunión con Dios, de manera que nunca hemos de
desesperar de la conversión de persona alguna.
Todos los hombres tienen un tiempo distinto, ya que hay quienes no entienden el llamado del Señor, otros se resisten a entregarse a ese
llamado, o piensan que lo que se les ofrece es puro espejismo, o porque
creen que se les va a quitar la libertad, cuando en realidad la perfeccionan.
Existen tantas razones por las que el hombre
se muestra no pocas veces remiso a escuchar la voz del Señor, pero Él sigue llamando.
Al comienzo del día, a media mañana, a mediodía, al atardecer
de la vida, sigue llamando a todos a trabajar en su viña, y a todos por el mismo
salario, un denario, la vida eterna.
Tenemos un ejemplo bien claro en el ladrón considerado bueno que fue crucificado con Jesús, junto con el ladrón malvado.
El
bueno se da cuenta que el castigo que está padeciendo es justo, porque era un
delincuente, por eso increpa al otro que está insultando a Jesús, diciéndole: "Nosotros estamos padeciendo justamente, pero Él, ¿qué mal ha
hecho?" Y dirigiéndose a Jesús le dice: "Señor acuérdate de mí cuando estés en tu reino". Y le
contesta Jesús: "hoy estarás conmigo en el paraíso".
Este es uno de los que fue a trabajar a la viña en el último
momento, al atardecer, al caer el sol, cuando ya venía la noche, y recibió el
premio del Señor que es bueno, sin siquiera pasar por el purgatorio para purificarse de sus pecados dada su perfecta conversión al amor divino que se le ofrecía.
A su vez, queda en claro que cada persona es libre de aceptar la bondad de Dios que se le ofrece, convirtiéndose sinceramente.
Posiblemente cada uno de nosotros tiene
historias de familiares que se reconciliaron con Dios en el momento
antes de la muerte, y esto fue posible por la paciencia divina que quiere salvarnos a todos, porque por todos ha muerto Jesús en la cruz.
Como sacerdote les puedo decir que nunca termino de admirar la paciencia de Dios para con todos nosotros a quienes espera siempre.
¡Cuántas
historias tengo en mi vida sacerdotal de personas que se convirtieron,
decidieron ir a trabajar a la viña en el último momento! Y el Señor les dio el
mismo salario, y estas personas, a su vez, no decían que habían vivido estupendamente, al contrario, habían llegado al final de su vida dándose cuenta que no habían sabido aprovechar lo que es
la unión con Cristo.
Por eso nosotros hemos de transmitir siempre el amor a nuestro Señor como lo resalta san Pablo (Fil. 1, 20-24.27).
El apóstol afirma que
la muerte para él es una ganancia porque va a estar con Jesús, pero si él puede
ser útil todavía en el trabajo como apóstol, elige seguir viviendo por el bien
de la Iglesia, para que a través de la predicación muchos puedan encontrarse
con el Señor.
Queridos hermanos: trabajemos incansablemente haciendo conocer la bondad de Dios, pero no para permanecer en la impunidad o en el pecado, sino
al contrario, para que atraídos por su bondad abramos nuestros
corazones para amarlo y comprometernos más y más con Èl.
Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe, Argentina. Homilía en el domingo XXV del tiempo durante el año. Ciclo A. 24 de septiembre de 2023
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