San Jerónimo a quien recordamos hoy como
patrono de la ciudad de Santa Fe, profundizó y gustó la Sagrada Escritura que nutría su vida personal. Precisamente dedicó 35 años de su vida en Belén traduciendo la Biblia a pedido
del Papa Dámaso, obteniendo así la primera
traducción latina de la Sagrada Escritura llamada Vulgata.
San Jerónimo murió a los 80 años en el año 420
y, como dice la primera oración de esta misa, llegó a tener después de
tanto tiempo saboreando la Palabra de Dios, un gusto especial por la comunicación con Él a través del Antiguo como del Nuevo Testamento.
Fue viviendo permanentemente esta gracia de conocer lo que Dios quería, por lo que también nosotros saboreando la Palabra divina, descubramos qué nos enseña, cuál es su voluntad para nosotros.
En la primera
lectura proclamada del profeta Ezequiel (18, 25-28), la Palabra de Dios
convoca a la conversión, lo cual es muy importante para tener en cuenta a lo
largo de nuestra vida, ya que Dios no quiere la muerte del pecador sino que viva.
Y como todos somos pecadores, Dios espera nuestra conversión, de
tal manera que si el que hace el mal se convierte de su mala
vida y comienza a obrar rectamente, encontrará la misericordia.
Y esto es así, porque "él ha abierto los ojos y se ha convertido de todas las ofensas que había cometido".
Por el contrario, si el que vive en justicia decide cambiar su vida y obrar
el mal, será culpable de ese mal que haga, y si muere, "muere por el mal que ha cometido", sin que se le tenga en cuenta el bien realizado en el pasado.
En síntesis, Dios espera nuestra
conversión, que rectifiquemos los caminos equivocados para encontrarnos con Él.
El profeta Ezequiel es el primer profeta
que comienza a hablar de la responsabilidad personal de cada uno por sus pecados. En efecto, hasta entonces, era común tener en cuenta o pensar en una especie de culpa
comunitaria, ya que todos estaban prácticamente obligados a hacer lo que
deseaba el jefe de la comunidad o de la tribu, por lo que la responsabilidad
personal quedaba disminuida a través de una especie de culpa comunitaria, una
culpa colectiva.
El profeta Ezequiel, en cambio, transmite el mensaje divino por el que cada uno tiene que
hacerse cargo de su propio pecado.
Ustedes recordarán aquel pasaje del
evangelio del ciego de nacimiento a quien Jesús cura, y que le preguntan si la
causa de su ceguera era por el pecado de él o por el pecado de los padres, de
modo que aún también en la época de Jesús estaba esa mentalidad de que los hijos pagan las culpas de los padres
Jesús, en cambio, dice que ni los padres ni este hombre han pecado, sino que nació así para que se pueda manifestar
la misericordia y podamos dar gloria al Padre, de manera que no se diluya el pecado personal en una especie de pecado comunitario o social.
Es
cierto que el comportamiento de cada uno perjudica o beneficia a la comunidad en la cual está inserto, pero cada uno debe hacerse responsable de lo suyo, no
puede echarle la culpa al vecino, como si sólo los demás son culpables de los
males de la sociedad.
En el texto del evangelio (Mt.21, 28-32) tenemos también una
enseñanza hermosísima que deja al descubierto que el corazón
humano es cambiante y no siempre se puede descubrir su interior.
En efecto, un hombre le dice a un hijo "ve a trabajar a la
viña", el cual dice "no quiero", pero luego recapacita y va; y solicitando lo mismo al otro, este le dice "voy, Señor" pero no fue.
Como se observa, obviamente el primero fue quien cumplió con la voluntad del padre y Jesús
aprovecha este ejemplo para enseñar a los jefes de los judíos que están siempre
al acecho buscando condenarlo, que los publicanos y las
prostitutas considerados pecadores, son
los que han dicho que no pero después han dicho que sí arrepintiéndose de su
vida al escuchar a Juan el Bautista.
Precisamente Mateo el publicano llamado por Jesús, cambia de vida y se convierte en uno de los
apóstoles, de manera que lo que está enseñando el evangelio es la necesidad de
hacer la voluntad de Dios, por eso el mismo Jesús en otra oportunidad dirá de
los jefes de los judíos, de los escribas, y de los fariseos, que "hagan lo que ellos
dicen pero no hagan lo que ellos hacen".
Es decir, cuando la enseñanza sea verdadera síganla, pero no imiten su obrar, porque ellos
se creen justos y por lo tanto nunca reconocen sus pecados, no quieren cambiar, y desprecian a los demás.
El Papa Benedicto XVI en una homilía sobre este texto se refiere a un tercer personaje, habla de otro hijo. ¿Quién es el tercer hijo? Jesucristo por cierto, que es diferente a los otros dos porque Jesús dijo si, iré a trabajar en la viña de mi padre y fue, o sea fue
consecuente con su querer, su decisión se realizó, se llevó a cabo.
No dijo primero no y después sí, ni sí primero y no después, sino que dijo sí voy a hacer la
voluntad del Padre y en la cruz salvó a la humanidad siguiendo lo que se le pedía para el bien de todos.
Queridos hermanos: imitemos a Jesús, seamos como Él, digamos siempre sí a la voluntad del Padre y realicémosla posteriormente. Para vivir esto escuchemos lo que enseña San
Pablo (Fil. 2, 1-5) invitando a tener los mismos sentimientos de Cristo Jesús, los cuales quedan al descubierto no sólo en su
relación con el Padre, sino también en su relación con el prójimo.
Por
eso partiendo del ejemplo de Jesús San Pablo insta a la comunidad a la unidad entre
los creyentes. Pidámosle al Señor que nos bendiga e ilumine, que nos dé su
fuerza para que podamos vivir de acuerdo a estos principios.
Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe, Argentina. Homilía en el domingo XXVI del tiempo durante el año. Ciclo A. 30 de septiembre de 2023
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