Si tomamos la primera lectura del libro de la Sabiduría (2,12.17-20),
encontramos la presencia de dos tipos de personas en
la sociedad. Por un lado, aquellos que han puesto su confianza en
las cosas mortales, que no creen en la existencia después de la muerte, que todo
se reduce a disfrutar, a pasarla bien en esta vida, haciendo realidad la actitud de los pecadores israelitas que ante el castigo divino inminente que caerá sobre sus cabezas, proclaman "comamos y bebamos que mañana
moriremos" (cf. Is.22,13).
Por otra parte, contemplamos la figura del justo que busca seguir a Dios, cumplir sus mandamientos, hacer el bien, que sabe que
la vida es pasajera y que después de la muerte, comienza otra existencia.
Mientras tanto, este tipo de vida molesta a las personas que hacen el mal porque
se sienten acusadas, corregidas, y esto acontece siempre. El que obra el mal en
la sociedad, no soporta al que obra el bien, a aquel que se distingue por sus
obras buenas, pero sin embargo, sigue encerrado en su perspectiva de
vida, continúa hacia adelante pensando en nuevas maldades a realizar, y si es posible,
perjudicar y sacarse de encima al que obra el bien, siendo esta una realidad que
acontece siempre en la sociedad.
En el pasado, pero también en nuestros días, hay gente que vive pensando en hacer el mal desde que se levanta, hasta que se
acuesta, considera qué maldades realizará, y de qué manera existirá bien en este mundo, sin pensar en el más allá.
Si tomamos, en cambio, la carta de Santiago (3,16-4,3), el apóstol recrimina duramente una vida de pecado: "Donde hay rivalidad u discordia, hay también desorden y toda clase de maldad"
Santiago se dirige a una comunidad
concreta, cristianos, aquellos que se supone se han convertido, y que por
el sacramento del bautismo están llamados a una vida nueva, pero que su
comportamiento deja mucho que desear.
Y está señalando Santiago Apóstol,
cómo en esa comunidad, que puede ser cualquier comunidad cristiana, una
parroquia, una diócesis, existen rivalidades, peleas, discordia, y donde viven quienes buscan estar por encima de los demás, sacar ventaja, aprovecharse y
pasarla bien.
De manera que a pesar que en teoría reconoce que
existe algo diferente después de la muerte, en la práctica actúa como si no tuviera
fe, y así se cumpla el dicho que "aquel que no obra como piensa, termina pensando
como obra", de manera que su vida es todo lo contrario a lo que Dios quiere,
porque no se adecua a la vivencia de la ley de Dios. Si tomamos el texto del
Evangelio (Mc.9.30-37), encontramos con que Jesús, como lo escuchamos el domingo pasado,
anuncia nuevamente su pasión y muerte en cruz, como camino de salvación, mientras los discípulos están en otra
cosa, no entienden de qué está hablando.
Igualmente, si hoy preguntamos a nuestra sociedad
qué significan la muerte y resurrección de Cristo, encontraremos que
no pocos católicos ignoran o se han olvidado qué que sentido tiene la pascua.
Jesús sabe perfectamente qué es lo que estaban hablando
los discípulos en el camino, por eso cuando llegan a Cafarnaúm, les pregunta directamente, y todos se hacen los distraídos.
A continuación, dice el texto, que
Jesús sentándose, llamó a los doce y les dijo que la preocupación de ellos ha
de ser el servicio a los demás, siguiendo el ejemplo de Él mismo, que padeció y entregó su vida en la cruz para la salvación
de la humanidad.
Recuerda también que el que quiera ser primero, que lo sea, pero destacándose en el servicio a los demás, en hacerse pequeño, en no buscar la figuración, o ser
considerado, sino en pasar incluso desapercibido, sirviendo a Dios y
al prójimo.
Nuevamente entonces vemos aquí en el Evangelio esas dos figuras que
de alguna manera prolongan lo de la primera lectura, o buscar los primeros puestos, que es algo malo, o pretender hacer el bien en el servicio continuo a los demás, propio de los justos.
Como recuerda Santiago hemos de pedir lo bueno y no lo malo que es "satisfacer las pasiones de ustedes", ya que orar mal sería buscar la
figuración, o prescindir totalmente de Cristo nuestro Señor.
Orar bien significa buscar e imitar al Señor en
lo que significa servicio a Dios y al prójimo, entrega total de sí
mismo a la causa del Evangelio.
De manera que estamos llamados a considerar estos dos aspectos, estas dos realidades que se dan en la vida
cotidiana, para que sepamos elegir aquello que nos distingue del mundo y asemeja a Cristo nuestro Señor, de tal manera que por nuestro ejemplo sean
muchos los que se sientan atraídos a vivir el Evangelio y seguir los
pasos de Cristo.
La gracia de Dios vendrá siempre en
ayuda nuestra toda vez que queramos vivir de acuerdo a la voluntad y al llamado que Dios nos hace.
Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el domingo XXV del tiempo per annum. Ciclo B. 22
de Septiembre de 2024.
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