23 de septiembre de 2024

Siguiendo el ejemplo de Jesús, que entregó su vida en la cruz para la salvación de la humanidad, hemos de servir siempre a Dios y a los hermanos.

 

 

Si tomamos la primera lectura del libro de la Sabiduría (2,12.17-20), encontramos la presencia de dos tipos de personas  en la sociedad. Por un lado, aquellos que han puesto su confianza  en las cosas mortales, que no creen en la existencia después de la muerte, que todo se reduce a disfrutar, a pasarla bien en esta vida, haciendo realidad la actitud de los pecadores israelitas que ante el castigo divino inminente que caerá sobre sus cabezas, proclaman  "comamos y bebamos que mañana moriremos" (cf. Is.22,13).
Por otra parte, contemplamos la figura del justo que busca seguir a Dios, cumplir sus mandamientos, hacer el bien, que sabe que la vida es pasajera y que después de la muerte,  comienza otra existencia.
Mientras tanto, este tipo de vida molesta a las personas que hacen el mal porque se sienten acusadas, corregidas, y esto acontece siempre. El que obra el mal en la sociedad, no soporta al que obra el bien, a aquel que se distingue por sus obras buenas, pero sin embargo,  sigue encerrado en su perspectiva de vida, continúa hacia adelante pensando en nuevas maldades a realizar, y si es posible, perjudicar y sacarse de encima al que obra el bien, siendo esta una realidad que acontece siempre en la sociedad.
En el pasado, pero también en nuestros días, hay gente que vive pensando en hacer el mal desde que se levanta, hasta que se acuesta, considera qué maldades  realizará, y de qué manera existirá bien en este mundo, sin pensar en el más allá. 
Si tomamos, en cambio, la carta de Santiago (3,16-4,3), el apóstol  recrimina duramente una vida de pecado: "Donde hay rivalidad u discordia, hay también desorden y toda clase de maldad
Santiago se dirige a una comunidad concreta, cristianos, aquellos que se supone se han convertido, y que por el sacramento del bautismo están llamados a una vida nueva, pero que su comportamiento deja mucho que desear. 
Y está señalando Santiago Apóstol, cómo en esa comunidad, que puede ser cualquier comunidad cristiana, una parroquia, una diócesis,  existen rivalidades,  peleas,  discordia, y donde viven quienes buscan estar por encima de los demás, sacar ventaja, aprovecharse y pasarla bien. 
De manera que a pesar que en teoría reconoce que existe algo diferente después de la muerte, en la práctica actúa como si no tuviera fe, y así se cumpla el dicho que  "aquel que no obra como piensa, termina pensando como obra", de manera que su vida es todo lo contrario a lo que Dios quiere,  
porque no se adecua a la vivencia de la ley de Dios. Si tomamos el texto del Evangelio (Mc.9.30-37), encontramos con que Jesús, como lo escuchamos el domingo pasado, anuncia nuevamente su pasión y muerte en cruz, como camino de salvación, mientras  los discípulos están en otra cosa, no entienden de qué está hablando. 
Igualmente, si hoy preguntamos a nuestra sociedad qué significan la muerte y resurrección de Cristo,  encontraremos  que no pocos católicos ignoran o se han olvidado qué que sentido tiene la pascua. 
Jesús sabe perfectamente qué es lo que estaban hablando los discípulos en el camino, por eso cuando llegan a Cafarnaúm, les pregunta directamente,  y todos se hacen los distraídos.
A continuación, dice el texto, que Jesús sentándose, llamó a los doce y les dijo que la preocupación de ellos ha de ser el servicio a los demás, siguiendo el ejemplo de Él mismo, que  padeció y entregó su vida en la cruz para la salvación de la humanidad.
Recuerda también que el que quiera ser primero, que lo sea, pero destacándose en el servicio a los demás, en hacerse pequeño, en no buscar la figuración, o ser considerado, sino en pasar incluso desapercibido, sirviendo a Dios y al prójimo.
Nuevamente entonces vemos aquí en el Evangelio esas dos figuras que de alguna manera prolongan lo de la primera lectura, o buscar los primeros puestos, que es algo malo, o pretender hacer el bien en el servicio continuo a los demás, propio de los justos.
Como recuerda Santiago hemos de pedir lo bueno y no lo malo que es "satisfacer las pasiones de ustedes", ya que orar mal sería buscar la figuración, o prescindir totalmente de Cristo nuestro Señor.
Orar bien significa buscar e  imitar al Señor en lo que significa servicio a Dios y al prójimo, entrega total de sí mismo a la causa del Evangelio. 
De manera que estamos llamados  a considerar estos dos aspectos, estas dos realidades que se dan en la vida cotidiana, para que sepamos elegir aquello que nos distingue del mundo y  asemeja a Cristo nuestro Señor, de tal manera que por nuestro ejemplo sean muchos los que se sientan atraídos a vivir el Evangelio y  seguir los pasos de Cristo. 
La gracia de Dios vendrá siempre en ayuda nuestra toda vez que queramos vivir de acuerdo a la voluntad y al llamado que Dios nos hace.


Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el domingo XXV del tiempo per annum. Ciclo B.  22
de Septiembre 
 de 2024.

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