11 de noviembre de 2024

La viuda nada se guardó para sí, se lo entregó todo a Dios, abriéndose a Él, su único apoyo, confiando que no sería defraudada.

 

La Palabra de Dios nos muestra hoy ejemplos de una fe profunda que conduce a vivir con  esperanza y se traduce  en caridad para con el prójimo. 
La primera lectura proclamada (I Reyes17,10-16) señala al profeta Elías como un acérrimo  defensor de la pureza del culto divino al Dios de la Alianza, que no soporta en Israel  la contaminación que trae la reina Jezabel, extranjera, que impone el culto a dioses falsos, en el cual caen no pocos israelíes.
Perseguido por la reina inicua,  Dios lo envía a Sarepta, donde reina el culto a los ídolos, pero a su vez, lugar donde  una viuda -por inspiración divina- asiste al profeta confiando en la palabra  revelada, estando también ella en peligro, pues luego de cocinar pan para su sustento y el de su hijo y comer, esperarían  la muerte.
Sin embargo, confiando en la palabra divina, cocina para Elías y Dios la premia, porque la fe que ostenta continúa en la esperanza por una vida nueva, convertida en caridad,  al auxiliar al profeta. 
Dios la premia, decíamos, porque no se agota el tarro de harina, ni el frasco de aceite, hasta que la lluvia ausente por tres años,  nuevamente hace fructificar los campos. 
Con esta actitud de la viuda, contemplamos el ejemplo de alguien de origen pagano, que cree en la palabra de Dios transmitida por el profeta, siendo premiada por su fe, su esperanza y por su actitud de caridad para con el prójimo. Descubrimos de ese modo cómo toda acción buena que el hombre realiza, recibe el premio divino.
En el texto del Evangelio (Mc. 12, 38-44) nos encontramos con la figura de otra viuda, que entrega todo lo suyo a la providencia divina.
¿Cuál es el marco de referencia? Jesús está observando a la gente que acerca su limosna al tesoro del templo, que servía para el sustento de los ministros, el sostenimiento del culto y del mismo templo, y se percata que hay ricos que entregan grandes sumas de dinero. 
Por su parte, se acerca sigilosamente una pobre mujer que deja apenas dos moneditas de cobre, que es todo lo que poseía.
Y como Jesús lee el corazón del hombre, llama a sus discípulos y les dice, que los ricos han dado en abundancia pero de lo que sobra, o sea, no se han perjudicado en su vivir cotidiano por la limosna que han entregado al templo, ya que su fortuna no ha mermado.
En contraste con esta actitud de los ricos, la mujer viuda se desprendió de estas dos moneditas de cobre necesarias para vivir ella misma, hizo la limosna para el culto divino con generosidad, con una profunda fe, abriéndose totalmente a las maravillas de Dios. 
Se trata de una mujer que con su actitud, sin saberlo, estaba imitando a Jesús nuestro Señor, el cual en el momento de la crucifixión entregó todo de sí, ya que no se guardó nada, sino que se entregó al Padre del Cielo por la salvación del hombre muriendo en la cruz.
Esta mujer tampoco se guardó nada para sí, se lo entregó todo a Dios, abriéndose a Él, su único apoyo, confiando que no sería defraudada.
Jesús alaba la magnífica actitud de esta mujer, mientras que censura a los ricos que buscan pavonearse, que todo el mundo los vea, ella, en cambio, lo hace subrepticiamente, casi ocultamente. 
A su vez, denuncia el Señor a los escribas que buscan siempre el primer lugar, son figuretes, quieren que la gente los aplauda, ser reconocidos cuando oran públicamente, pero están vacíos, distinta a la oración de esta mujer, que es una oración cargada de fe y confianza en Dios nuestro Señor. 
El texto bíblico señala  que los escribas se enriquecen, quedándose con aquello que pertenece a las viudas, refiriéndose Jesús con esto al incremento de los impuestos que debían pagar y que ciertamente  perjudicaban más a las viudas, a los huérfanos, a los pobres. Pero a los escribas no les interesa eso, lo que importa es que cumplan con la ley. Una ley que carece del espíritu, del Evangelio. Una ley que pretende ser justa y es causa de grandes injusticias. 
Por eso es importante poner siempre nuestro apoyo en Dios nuestro Señor, Él es nuestro refugio, especialmente poniendo nuestra confianza en Jesús como sumo sacerdote, como mediador entre Dios y los hombres (Hebreos 9,24-28), el cual ha entrado a un santuario superior al Templo de Jerusalén, un santuario junto al Padre, para desde allí interceder por nosotros, que caminamos en esta vida se supone con la mirada puesta en la gloria eterna. 
Por otra parte, es interesante retener la afirmación que la carta a los hebreos señala acerca de la muerte, afirmando que el hombre muere una sola vez y luego sobreviene el juicio.
En una cultura como la nuestra donde está de moda la reencarnación, las múltiples vidas que alguien supuestamente vive, contagiado por el mundo oriental, la palabra de Dios nos dice que el ser humano muere una sola vez y luego es juzgado, por lo que  los que fueron resucitados por Cristo, en realidad, volvieron a la vida, sin reencarnarse, para luego morir definitivamente.
Siguiendo los pasos de  Cristo que murió una sola vez también para volver al Padre, nosotros participamos de esa misma muerte que debe ser salvadora para reencontrarnos  con aquel que nos creó.
Pidámosle al Señor que nos dé su gracia, que aumente nuestra fe, nuestra esperanza y nuestra caridad, que nos ayude a vivir de una manera distinta nuestra existencia. 

Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el domingo XXXII del tiempo per annum. Ciclo B.  10 de noviembre de 2024.


4 de noviembre de 2024

Son felices los que han muerto en el Señor, porque ellos son acompañados por las obras buenas que han realizado en este mundo.



Ayer recordábamos a los miembros de la Iglesia triunfante, a los Santos, aquellos que ya participan de la misma vida de Dios y por lo tanto lo contemplan eternamente, para siempre. El recordar a los Santos nos ayuda a buscar imitarlos para poder algún día estar también con Dios. Y a su vez, los que ya están en el Cielo interceden por nosotros y desean que  algún día nos encontremos  con ellos. 
Así lo destaca sobre todo san Bernardo en una de las meditaciones sobre la Iglesia triunfante. 
Por su parte, hoy la Iglesia recuerda a los miembros de la Iglesia purgante, a los fieles difuntos. Pedimos entonces por los difuntos que están purificándose en el Purgatorio. No pedimos por todos los difuntos en general, sino por aquellos que se están purificando. Aquellos que optaron en su vida por Dios y hoy se encuentran en este periodo, en esta etapa de purificación para luego comenzar a ver a Dios cara a cara. Por eso pedimos por ellos. 
Hemos visto en el segundo libro de los Macabeos (12,42-45), cómo Judas Macabeo hace una colecta que envía a Jerusalén para que se ofrezcan sacrificios por los difuntos. De manera que ya en el Antiguo Testamento se expresa esa fe, esa confianza, de que nuestras oraciones, nuestros sacrificios, nuestras limosnas alivian a los difuntos.
 En la segunda lectura escuchábamos en el libro del Apocalipsis (14,13-15) que son felices los que han muerto en el Señor, porque ellos son acompañados en su nueva vida por las obras que han realizado en este mundo. De manera que todas las obras buenas que nosotros hagamos aquí, nos acompañarán en el día de nuestro tránsito a la otra vida, cuando dejemos este mundo temporal para presentarnos ante Dios nuestro Señor. 
Todo esto lleva a considerar necesario  rezar siempre por nuestros hermanos difuntos. 
Nosotros en esta Iglesia honramos a un gran apóstol de las almas del purgatorio, san Juan Macías.
Él se destacó, entre otras cosas, por su devoción particular por las almas del purgatorio, por lo que según una manifestación divina que tuvo al final de su vida,  a lo largo de su existencia temporal pudo liberar del purgatorio a más de un millón cuatrocientas mil de almas.
Él no era sacerdote, pero ofrecía  sacrificios, trabajos, mortificaciones, el rezo del rosario,  la oración,  todo aquello que padecía en este mundo, lo ofrecía por la purificación de las almas del purgatorio. 
De manera que no es extraño que en el momento de su muerte, también muchos de los salvados, gracias a su oración, hayan acudido a acompañarlo como cortejo para encontrarse con Dios para toda la eternidad. 
Recordemos que  las almas del purgatorio, liberadas por nuestra oración, sacrificio o limosna,  se acordarán de nosotros en el cielo, e intercederán  cuando nos purifiquemos.
Recordemos que es una obra de caridad, de amor, pedir por nuestros difuntos, hacer celebrar misas por ellos, ya que es la muestra más concreta del amor para nuestros seres queridos.
 Es el sacrificio eucarístico el que alivia de una manera especial a los que han muerto en el Señor y se están purificando. 
En el texto del Evangelio (Lc. 7, 11-17), Jesús se manifiesta como aquel que es la resurrección y la vida. Pensemos en ese cuadro tan doloroso, una mujer viuda que lleva a sepultar a su único hijo. Jesús no pasa de largo ante esa situación, sino que se acerca y dirá que no llore, y le devolverá a esa madre el hijo que había perdido. 
Una vez más Jesús manifiesta sus entrañas de misericordia, su contemplación ante el sufrimiento, ante el dolor de quien ha perdido a un hijo suyo. 
El Papa Francisco precisamente ha pedido que durante este mes de noviembre se pida en particular por aquellas madres y padres que han perdido un hijo, para que reciban el consuelo de parte de Dios y puedan así, consolados, seguir adelante sobrellevando este gran dolor. 
Cristo nuestro Señor nos invita a mirar la vida después de la muerte. No se termina todo con la muerte, sino que se continúa y por eso, mientras suplicamos por quienes se purifican, nos seguimos preparando nosotros con una vida de santidad y de imitación de Cristo, para que cuando nos llegue el momento, seamos recibidos por la misericordia de Dios y por aquellos hermanos nuestros que ya gozan de la visión de Dios. Amén.

Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en la Conmemoración de Todos los fieles difuntos. 02 de noviembre de 2024.

28 de octubre de 2024

Nuestro Salvador Jesucristo destruyó la muerte e hizo brillar la vida, mediante el evangelio (2 Tim.1,10b)

 


El salmo 125 que entonamos recién, recuerda que "los que siembran entre lágrimas cantando cosecharán", provocado esto por la división en dos reinos del pueblo elegido, y la purificación vivida en el destierro, en el exilio padecido a causa del pecado.
Sin embargo, Dios siempre está cerca de la humanidad doliente, por lo que sabiendo que el pueblo elegido ha caído en el pecado y se siente desvalido ante tantos problemas y dificultades que nada puede hacer sin la gracia, sin la ayuda divina, hace realidad el que "grandes cosas hace Dios por su pueblo", como cantábamos recién, de modo que perdona la infidelidad  y reúne nuevamente a todos.
Ya el profeta Jeremías (31,7-9), anuncia una gran alegría para el creyente ya que "El Señor ha salvado a su pueblo, al resto de Israel", y son reunidos "desde los extremos de la tierra", los cuales se fueron llorando al destierro y regresan llenos de consuelo, como anticipábamos, porque Dios es un padre para Israel.
Ahora bien, el que salva es el Mesías, que se hace presente entre nosotros para curar las múltiples dolencias, no solamente las del pecado, sino también, como lo ha manifestado,  las dolencias físicas, de todo aquello que impide de alguna u otra forma vivir a fondo la vida humana, la grandeza de la vida humana. 
El Hijo de Dios hecho hombre se presenta también como Sumo Sacerdote, un sacerdote distinto al que señala  la carta a los Hebreos (5, 1-6), donde el autor sagrado expresa que todo sacerdote debe ofrecer sacrificios por sus propios pecados y los de la comunidad y repetir constantemente estos sacrificios, mientras que Cristo, que es mediador entre Dios y los hombres, una sola vez ofrece el sacrificio de su cuerpo, en la muerte en cruz, para la salvación de las almas.
A su vez, contemplamos a Jesús (Mc.10, 46-52) yendo hacia Jerusalén, después de haber anunciado tres veces que se dirige a la ciudad santa para ofrecer su vida por la salvación de la humanidad, será allí donde será acusado, traicionado y muerto por los pecadores. 
Pero mientras Jesús va caminando, se encuentra con una humanidad doliente, ciega, en la persona de Bartimeo, el hijo de Timeo, este ciego mendigo que está al costado del camino,  escuchando pasar la multitud que va tras los pasos del Mesías.
El ciego comienza a gritar, "Jesús, hijo de David, ten piedad de mí", clamando porque por ser ciego, es un desechado de la sociedad, un marginado, y lo único que atina a hacer es mendigar para su sustento diario, sumergido en la conformidad de sus miserias.
Está  no solamente fuera de la sociedad, sino que no puede tampoco hacer nada en beneficio suyo, de su familia o de otros.
Es signo de la humanidad que tiene la ceguera propia del que no se ha acercado  a Cristo nuestro Señor, aunque lo haya visto alguna vez.
Hoy en día podemos decir que el mundo entero está ciego para ver a Jesús, no lo contempla, no lo ve, no comprende la presencia del Señor entre los hombres. También nosotros muchas veces estamos como ciegos, porque si bien creemos en Cristo nuestro Señor, las realidades de cada día del mundo nos atrapan, y entonces estamos ciegos para contemplar las cosas de Dios. 
O sea, para el ser humano, aún para el creyente, no pocas veces es más importante el celular, las redes sociales y todo aquello que llena el corazón vacío del ser humano, aunque no lo llena del todo porque falta precisamente la presencia de Cristo nuestro Señor. 
Como ciegos dolientes, hemos de gritar y pedir con fuerza, "Hijo de David, ten piedad de mí", y contemplaremos que  Jesús, no sigue adelante, no pasa de largo, sino que se acerca al que sufre, a cada uno de nosotros diciéndonos: "¿Qué quieres que haga por ti?,  "Maestro, que yo pueda ver", expresa el ciego y cada uno de nosotros, a lo que Jesús  responde, "Vete, tu fe te ha salvado".
¿Qué es lo que comenzó a ver el ciego curado y cada uno de nosotros? Que lo más valioso y lo más importante para el ser humano es el seguimiento de Cristo nuestro Señor, aquello  que el joven rico, no supo descubrir demasiado prendido a sus bienes temporales.
Bartimeo que recupera lo que le hacía falta, alcanza la luz, no solamente de los ojos, sino la luz interior, para caer en la cuenta que lo más importante en la adhesión en el seguimiento de Cristo, por eso una vez curado, va detrás de Jesús. 
Nos dice el texto que había pegado un salto, dejando su manto, con lo que quiere indicar que este hombre deja sus seguridades, el manto que tenía como único cobijo, para seguir a Jesús, seguir sus pasos, ir con la muchedumbre. 
¿A dónde van todos? A Jerusalén, porque allí Jesús se dará en sacrificio por la salvación de todos. 
También nosotros hemos de pedirle al Señor que nos otorgue la luz interior, para que descubramos las cegueras y nos curemos de ellas.
La ceguera que nos impide ver a Jesús en los acontecimientos diarios, que impide ver a Jesús en el rostro necesitado de nuestros hermanos, la ceguera que nos impide valorar realmente aquello que el mismo Jesús valora y que nos quiere entregar a cada uno de nosotros como bendición, como gracia especial. 
¡Ojalá iluminados interiormente podamos descubrirlo y seguirlo cada día con mayor empeño!


Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el domingo XXX del tiempo per annum. Ciclo B.  27 de octubre de 2024.

21 de octubre de 2024

"Mi servidor justo justificará a muchos y cargará sobre él las fatigas de ellos".

 


Previamente a este texto del Evangelio, Jesús había anunciado por tercera vez que se dirigía  a Jerusalén para ser entregado en manos de los pecadores, morir crucificado y resucitar al tercer día. Y esto Jesús lo expresa delante de sus discípulos. O sea, está anunciando lo que profetizara Isaías (53,10-11) como acabamos de escuchar en la primera lectura, donde se indican los sufrimientos que ha de padecer el Mesías, cumpliéndose aquello de "mi servidor justo justificará a muchos y cargará sobre él las fatigas de ellos".
Pero los discípulos están pensando en otra cosa, en la gloria mundana, no en la gloria eternal. Están pensando en un triunfo aquí en este mundo, todos están en lo mismo. La única diferencia es que Santiago y Juan se adelantaron y le pidieron a Jesús este honor de estar a su derecha y a su izquierda en el reino. O sea, manifestaron con toda claridad esa tendencia muy común del ser humano que es la de tener poder, poder mandar, estar por encima de otros, vivir de una manera, podríamos decir, enaltecida. Sin embargo, Jesús anunciará un panorama distinto, por lo que les dirá que no saben lo que piden.
O sea, si siguen a Jesús como discípulos suyos, tienen que tener otra meta en la vida, no aquella que es propia de los dirigentes de este mundo, que lo que hacen es mandonear a sus súbditos, dejando bien en claro cuál es su poder, presumiendo del honor que tienen, haciendo no pocas veces lo que se les ocurre, aún lo ilícito.
O sea, los poderosos de este mundo manifiestan esa tendencia propia del que manda, que cree que lo puede todo y que puede disponer de todo, no solamente de los bienes, sino también de las personas. 
Y este afán de poder, que por lo tanto mira muchas veces al sometimiento de otros, no solamente lo vemos en el plano político, económico, social, también en las familias, en las organizaciones, en los sindicatos y también dentro de la Iglesia. 
El afán de poder, en realidad, no es más que una manifestación de un complejo de inferioridad, y así,  cuanto menos  me considero a mí mismo, más busco resplandecer en otro campo, a través del poder de la autoridad, apoyándome en factores externos para alcanzar aquello de lo que carezco. 
Cuando en realidad la verdadera actitud es siempre el considerar lo que uno es, humus, que significa tierra y de ahí viene humildad, que es muy diferente al complejo de inferioridad.
Cuanto más el ser humano siente tentación por creérsela, debe recordar lo que es, tanto delante de Dios como de los hombres, que no somos nada más que polvo y en eso nos convertiremos. 
Lo que nos enaltece es precisamente la gracia que Dios otorga y que hemos de aprovechar  para ser cada día más santos, de allí entonces la necesidad de buscar otro tipo de poder que es el del servicio, como señala Jesús, ser servidor de todos. 
El mundo sería distinto, si además de los apóstoles, toda persona que tiene autoridad en este mundo pensara primero en servir a aquellos que le están sometidos en el plano político, o en otros  ámbitos de la vida, esto haría por cierto muy distinta la existencia humana. 
Qué manera diferente de ver la realidad si el mundo tuviera  otro rumbo y cayera en la cuenta que la soberbia no enaltece a nadie, sino que al contrario nos entretiene cada vez más en la frivolidad.
De allí entonces la importancia de tomar este criterio que nos deja Jesús y que Él sigue, el de hacerse servidor de todos, esclavo de todos, aquel que no vino a ser servido sino a servir, aquel que no usa de su divinidad y de su poder para someter a alguien, sino para servir con más eficacia. 
Pidamos al Señor que nos guíe de esta manera para que aprendamos a servir con generosidad siguiendo su ejemplo de Salvador.

Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el domingo XXIX del tiempo per annum. Ciclo B.  20 de octubre de 2024.

14 de octubre de 2024

"Sólo te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme".

 


La Palabra de Dios, como dice la carta a los Hebreos (4,12-13), "penetra hasta la raíz del alma y del espíritu, de las articulaciones y la médula, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón" y, al mismo tiempo muestra cuál es la voluntad divina, la grandeza de vida a la cual se nos convoca e invita permanentemente.
Y esto es así, porque "ninguna cosa creada escapa a su vista, sino que todo está desnudo y descubierto a los ojos de aquel a quien debemos rendir cuentas", por lo que es de sabios vivir adheridos a la voluntad divina por la que participamos de su  eterna sabiduría.
Justamente el evangelio de hoy (Mc. 10,17-30) habla del seguimiento de Jesús y, para ello es necesario alcanzar la verdadera sabiduría, o sea, saber superar las distintas situaciones que se plantean en este mundo para poder elegir correctamente lo que conduce a la Vida. 
Precisamente la primera lectura que acabamos de proclamar, tomada del libro de la Sabiduría (7,7-11),  habla de la sabiduría que viene de Dios, que es más importante que el oro,  la plata, las joyas, o los bienes de este mundo,  y esto porque la sabiduría de Dios, este saber vivir, que implica el obrar el bien siempre, conduce a la meta eterna. 
En cambio, todo lo demás es pasajero, es barro, ya que ni el oro, ni la plata, ni los bienes, ni las tierras las llevamos con nosotros cuando morimos, sino que quedan aquí, pero sí llevamos la sabiduría que viene de Dios, si hemos sido dotados de la misma, por haberla solicitado, como hizo el Rey Salomón que cuando llegó al trono,  le pidió a Dios la sabiduría para saber gobernar. 
Ante lo cual, Dios, no solamente le otorgó la sabiduría para saber gobernar, sino  también le dio riquezas, bienes, todo aquello que es tan querido, no pocas veces, por el mismo ser humano. 
De hecho, el deseo por los bienes materiales y pasajeros obnubila al ser humano, olvidando que lo más importante es la búsqueda del bien, el trabajar por la salvación de su alma, que debe estar como primera tarea en la existencia cotidiana. 
Jesús vuelve a tocar este tema de la sabiduría, pero bajo el punto de vista de saber elegir lo más importante que es el seguimiento de su persona para evangelizar a la sociedad olvidada de Dios.
Un hombre se le acerca y le pregunta, "¿qué debo hacer para obtener la vida eterna?", por lo que manifiesta que está bien encaminado, que su preocupación es llegar a la vida eterna, como la sabiduría en el Antiguo Testamento, tan necesaria para llegar a la vida eterna. 
Y Jesús le dice que cumpla los mandamientos, que constituyen el mínimo que debe ser vivido para alcanzar la meta, a lo que contesta que lo hace desde su juventud, causando que Jesús lo mire con amor, -nótese que las versiones de Mateo y Lucas no refieren a esta mirada.
Y movido por el amor, es que Jesús al verlo bien encaminado, le dirá "Sólo te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme".
Y señala el texto del Evangelio que este hombre se entristeció, porque era muy rico, no se animó a dar el paso, a dejar todo aquello que lo ataba a este mundo y seguir a Cristo en el desprendimiento. 
Y es en ese momento  cuando Jesús expresa  lo difícil que resulta a un rico entrar en el reino de los cielos, tanto que es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que ingresar un rico en el reino de los cielos. ¿A qué se le llama aguja? Es una puerta dentro de otra puerta. Acá en la puerta de esta iglesia no se da, pero en la catedral sí. Por ejemplo, habrán visto la puerta de madera de la catedral que tiene otra puerta que se abre y por donde antiguamente se utilizaba mucho para que la gente entrara habitualmente por allí. Un camello para entrar por esa puerta tiene que agacharse. Entrará con dificultad, pero podrá hacerlo. Más fácilmente entraría un rico, por cierto. Pero lo que el Señor quiere indicar es que se trata de entrar despojados. O sea, para que se pueda entrar por la puerta más chica es necesario dejar aquello que es impedimento, que es obstáculo para introducirse.
Inevitablemente que esto provoca que los apóstoles se desesperen y pregunten sobre quién podrá salvarse, por lo que Jesús les dice, que lo imposible para el hombre es posible para Dios. 
En definitiva, el que salva es quien otorga  la gracia necesaria para llegar a la vida eterna, por lo tanto hemos de estar siempre bien encaminados, tratando de agradar a Dios en todo momento, no solamente con el cumplimiento de los mandamientos, sino también con aquello que nos solicita a cada uno de nosotros, porque a cada uno le pide siempre el Señor algo distinto. 
Seguramente lo hemos experimentado cada uno en nuestro interior. Importante es estar siempre atentos para escuchar la voz de Dios. ¿Qué quiere de mí? ¿Qué quiere que yo deje de lado? Para que así aliviado de lo poseído pueda entrar por la aguja, por esta puerta más estrecha que me lleva a la vida. 
Pero Dios no se deja ganar en generosidad, por eso cuando los apóstoles le preguntan a Jesús: "¿y nosotros que lo hemos dejado todo?", Él  responde que les va a tocar en esta vida el ciento por uno. Que todo aquello que han dejado se les devolverá con creces, en abundancia, y después la vida eterna. 
Cuanto más el ser humano se entrega a Dios y se despoja de toda atadura, más recibe para vivir la perfección evangélica en este mundo y llegar a la vida eterna. 
La Iglesia argentina este fin de semana celebra el Día Misional, o sea, recuerda que somos enviados a evangelizar, e  invitar a la gente a responder al llamado del Señor, que es diferente para cada uno de nosotros,   estando dispuestos a dar lo mejor de nosotros mismos. 
No solamente para entrar en el reino, sino también para permitir que otros entren. A su vez, como había anunciado el domingo pasado, este día y mañana se hace la colecta misional. Lo que se recauda es utilizado por la Iglesia Universal para la evangelización de los pueblos todavía no creyentes, o donde todavía no se ha constituido plenamente la Iglesia Católica. Por eso se pide, de acuerdo a las posibilidades de cada uno, una especial generosidad.


Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el domingo XXVIII del tiempo per annum. Ciclo B.  13 de octubre de 2024.

7 de octubre de 2024

Dios ha instituido el matrimonio formado por un varón y por una mujer, y solo así pueden ser una sola carne, porque son de sexo distinto.

 


Queridos hermanos: Siempre Jesús ilumina nuestra vida cotidiana con sus enseñanzas. Hoy, la Palabra de Dios recuerda la verdad  originaria acerca del matrimonio, ya sea en la descripción del Génesis (2,18-24),  como en el texto del Evangelio (Mc. 10,2-16).
De entrada, caemos en la cuenta, leyendo el libro del Génesis, que el ser humano es creado a imagen y semejanza de Dios. Por lo tanto, por ser persona inteligente con voluntad libre, puede dialogar con Dios nuestro Señor, le es posible entrar en amistad con el Creador.
Encontramos en este texto el designio de Dios sobre la humanidad, ya que crea a un varón y a una mujer, instalados en el paraíso. 
Primero, crea de la nada al hombre, y decide otorgarle una ayuda adecuada,  presentándole los distintos animales, para que el hombre, como señor de lo creado, le pusiera un nombre a cada uno. 
Pero no encuentra en estos seres la ayuda adecuada, porque los animales no son imagen y semejanza de Dios, son huellas de la presencia divina, y si bien estarán al servicio del hombre, ayudándolo o sirviendo de alimento,  no pueden entrar en diálogo con él.
Entonces Dios, al ver que el hombre sigue  solo, crea a la mujer, y es en ese momento de la creación de ella que el hombre exclama, "¡esta sí es hueso de mis huesos, y carne de mi carne!", esta sí puede entrar en comunión con el varón. 
Ahora bien, al crear al varón y a la mujer, crea a  personas iguales en dignidad, pero diferentes, por lo que  cada una complementa a la otra, y así, el varón complementa a la mujer, y esta  al varón. 
De manera que, lo que le falta al varón, se lo da la mujer, y lo que le falta o carece la mujer, se lo comunica el varón. 
Por lo tanto queda marcado al comienzo el designio divino, que Dios ha instituido el matrimonio formado por un varón y por una mujer, y solo así pueden ser una sola carne, porque son de sexo distinto. 
A su vez, están llamados por el matrimonio a dar la vida, a traer hijos al mundo, nuevos adoradores del Padre, y es allí, en esa comunión entre el varón y la mujer, donde se da la plenitud de ambos. 
Pero siempre está presente en este designio divino la posibilidad de que la unión entre el varón y la mujer se desarme, por la inclinación al pecado que vive el ser humano desde el principio a causa del pecado original, cuya concupiscencia permanece. 
A causa del pecado que puede afectar el matrimonio,  surge el tema del divorcio, del cual habla Jesús en el texto del Evangelio, donde enseña  que el matrimonio está llamado a la unión de los cuerpos y de las almas de un varón y de una mujer,  y que el divorcio  rompe la unidad como proyecto divino originario.
Explica el Señor  que si Moisés consintió en el divorcio fue a causa de la dureza del corazón de los hombres, que no querían entender, pero que desde el comienzo no fue así, de manera que la presencia del divorcio en la vida humana, en la sociedad actual, no es más que un signo de la dureza del corazón de las personas. 
Es cierto que ha habido, hay y habrá quienes se casan y no son el uno para el otro, por lo que esos matrimonios resultan un fracaso. 
Ahora bien, como la Iglesia es Madre, por medio de los tribunales eclesiásticos atiende a los matrimonios que por alguna razón no fueron tales, concediendo la declaración de nulidad de los mismos, pero este hecho merece un tratamiento especial fuera de la homilía.
Si hablamos de un matrimonio bien constituido, con las cualidades necesarias para el complemento de los esposos, si  están abiertos a superar los obstáculos, a tener paciencia ante los defectos de los demás y entre ellos mismos, la cuestión es totalmente distinta. 
Cuando el matrimonio está constituido sobre la piedra fundamental que es Cristo, la familia crece,  es bendecida normalmente por la presencia de los hijos, fruto del amor esponsalicio.
A los hijos, en especial los pequeños, Jesús les manifiesta un cariño particular, como acabamos de escuchar en el Evangelio: "Dejen que los niños vengan a mí". 
Pues bien, en la vida familiar los padres deben trabajar para que los niños vayan al encuentro de Cristo, que no haya niño alguno que se vea impedido de acudir a Jesús, porque los padres no se lo permiten. Cuántas veces, lamentablemente, en matrimonios que han comenzado siendo católicos, uno de los dos de repente decide otra cosa sobre los hijos, privándolos del sacramento del bautismo o de la formación catequética necesaria para la confirmación y comunión.
Esta realidad forma parte de las modas que vienen de un mundo secularizado,  que no proviene exactamente de la fe. 
Los niños que nacen en matrimonios católicos deben ser ayudados para que acudan a Cristo, ya que los está llamando para bendecirlos.
Dejemos que los niños se encuentren con el Hijo de Dios en su hogar,  que  comiencen a caminar, justamente ya desde la niñez, este camino que conduce al Padre del Cielo. 
Pidamos al Señor por nuestras familias, para que resistiendo las tentaciones de todo aquello que busca disgregarlas, puedan crecer en el amor a Dios y en el amor entre todos sus miembros.


Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el domingo XXVII del tiempo per annum. Ciclo B.  06 de octubre de 2024.

30 de septiembre de 2024

Jesús pone sobre aviso sobre qué cosas pueden ser un obstáculo para nuestra santidad o para la de los demás, y señala las consecuencias de nuestro obrar.

 


En la primera oración de esta Misa, pedíamos a  Dios que manifieste su omnipotencia a través de la misericordia y el perdón. 
Y así, queda establecido, que cuanto más grande es alguien, en este caso Dios, está en sus manos más fácilmente, ejercer la misericordia y el perdón. En cambio, cuando alguien no perdona fácilmente, o no es misericordioso, pone en evidencia su pequeñez, su baja estatura espiritual, podríamos decir, porque no es capaz de imitar el poder Divino que perdona y tiene misericordia. 
Esta reflexión puede ayudarnos a examinar, contemplar o considerar nuestra vida de cada día, que transcurre hacia la meta de salvación. 
Fíjense ustedes que tanto en la primera lectura (Núm. 11,25-29) como en el texto del Evangelio (Mc. 9,38-45.47-48), se da una queja, de alguna manera una falta de misericordia, porque algunas personas consideradas que "no son de los nuestros", profetizan o realizan milagros, acciones especiales. 
Muchas veces acontece que los creyentes de las comunidades no aceptan fácilmente que pueda hablar alguien que  no perteneciendo a alguna institución realmente, predique el Evangelio, haga el bien, manifieste que Dios le ha dado algún poder especial,  por eso es importante y necesario estar abiertos a la acción del Espíritu. 
En efecto, es el Espíritu de Dios el que actúa donde quiere, cuando quiere y a través de quien quiere. Hoy podrá ser tal persona, mañana quizás sea otra, pero el Señor siempre está dando sus dones a alguien para el bien de la comunidad. 
En el texto del Evangelio  Jesús precisamente dice que quienes hacen milagros en su nombre no deben ser reprochados por eso, si no manifiestan estar en contra de su Persona y enseñanza.
A su vez, continúa con indicaciones precisas referidas al escándalo
¿Qué significa escándalo? piedra de tropiezo o también obstáculo para que alguien pueda hacer el bien. O sea, el escandaloso es el que arrastra a otro al pecado, al mal, ya sea personalmente o solamente dando mal ejemplo, siendo un obstáculo para que otro viva el bien y haga todo conforme a la voluntad de Dios. 
Sucede que a veces no caemos en la cuenta pero a través de palabras o de actitudes  hacemos mal a la vida espiritual de otros, siendo piedra de tropiezo u obstáculo en el caminar del hermano.
Por eso, siempre hemos de examinar nuestro obrar para  percibir cuál es el efecto que se  produce en la vida, en el corazón o en la santidad de una persona. 
Jesús  pone sobre aviso sobre qué cosa puede ser un obstáculo para nuestra santidad o para la de los demás, de manera que si la mano, el pie o el ojo son ocasión de pecado, hemos de someterlos al bien.
O sea, ir viendo cada uno qué es aquello que daña nuestra vida interior, o  perjudica la vida de otros. 
Ciertamente cada uno ha de descubrir en el obrar diario, cómo somos con Dios y el prójimo. 
Y Jesús sigue enseñando agregando una  consideración acerca del infierno, o sea, la consecuencia negativa de nuestras malas acciones.
Y nos habla comparando el infierno con la gehenna. ¿Qué es la gehenna? Es un gran basural que había en las afueras de Jerusalén, donde justamente echaban los desechos de la ciudad, cuerpos de criminales, animales muertos, donde el gusano de la podredumbre no muere, y el fuego no se apaga quemando los desperdicios. Entonces compara el infierno con ese basural para que la gente tuviera una idea concreta de cómo sería el castigo eterno. 
De manera que el Señor advierte sobre el resultado o la consecuencia de las acciones humanas, no para asustarnos, sino para que se caiga en la cuenta que el obrar en este mundo tiene sus consecuencias. 
Fíjense ustedes que hoy en día se piensa que cada uno puede hacer lo que se le antoja ya que es libre,  y sea malo o bueno su obrar, no juzga que pueda tener consecuencias ante Dios. 
Cuando en realidad uno tiene que tener conciencia de que tanto el obrar bueno como el obrar malo tiene sus consecuencias en esta vida o en la eterna. 
En relación con esto, Santiago Apóstol en la segunda lectura (5,1-6) advierte a aquellos que han acumulado riquezas expoliando a otros, siendo  injusto con el prójimo, que al actuar de esa manera se están preparando para el día de la matanza. Este término  sacado del  profeta Amós, indica la condenación, de manera que  el Apóstol está indicando que el obrar humano tiene sus consecuencias. 
En síntesis, la palabra de Dios vuelve nuevamente a interpelarnos, a convocarnos a una vida más plena en el sentido cristiano, en el seguimiento de Jesús, escuchar su palabra, como lo decía el salmo responsorial, esa palabra de Dios que debe alimentar nuestra existencia y vivir conforme a la voluntad de Dios, que hemos de descubrir permanentemente en nuestro existir cotidiano. 
La gracia de Dios ciertamente no nos va a faltar y mucho menos lo que decíamos al principio, esta misericordia y el perdón de Dios que siempre vela sobre nosotros para que seamos cada día más santos.


Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el domingo XXVI del tiempo per annum. Ciclo B.  29
de Septiembre 
 de 2024.

23 de septiembre de 2024

Siguiendo el ejemplo de Jesús, que entregó su vida en la cruz para la salvación de la humanidad, hemos de servir siempre a Dios y a los hermanos.

 

 

Si tomamos la primera lectura del libro de la Sabiduría (2,12.17-20), encontramos la presencia de dos tipos de personas  en la sociedad. Por un lado, aquellos que han puesto su confianza  en las cosas mortales, que no creen en la existencia después de la muerte, que todo se reduce a disfrutar, a pasarla bien en esta vida, haciendo realidad la actitud de los pecadores israelitas que ante el castigo divino inminente que caerá sobre sus cabezas, proclaman  "comamos y bebamos que mañana moriremos" (cf. Is.22,13).
Por otra parte, contemplamos la figura del justo que busca seguir a Dios, cumplir sus mandamientos, hacer el bien, que sabe que la vida es pasajera y que después de la muerte,  comienza otra existencia.
Mientras tanto, este tipo de vida molesta a las personas que hacen el mal porque se sienten acusadas, corregidas, y esto acontece siempre. El que obra el mal en la sociedad, no soporta al que obra el bien, a aquel que se distingue por sus obras buenas, pero sin embargo,  sigue encerrado en su perspectiva de vida, continúa hacia adelante pensando en nuevas maldades a realizar, y si es posible, perjudicar y sacarse de encima al que obra el bien, siendo esta una realidad que acontece siempre en la sociedad.
En el pasado, pero también en nuestros días, hay gente que vive pensando en hacer el mal desde que se levanta, hasta que se acuesta, considera qué maldades  realizará, y de qué manera existirá bien en este mundo, sin pensar en el más allá. 
Si tomamos, en cambio, la carta de Santiago (3,16-4,3), el apóstol  recrimina duramente una vida de pecado: "Donde hay rivalidad u discordia, hay también desorden y toda clase de maldad
Santiago se dirige a una comunidad concreta, cristianos, aquellos que se supone se han convertido, y que por el sacramento del bautismo están llamados a una vida nueva, pero que su comportamiento deja mucho que desear. 
Y está señalando Santiago Apóstol, cómo en esa comunidad, que puede ser cualquier comunidad cristiana, una parroquia, una diócesis,  existen rivalidades,  peleas,  discordia, y donde viven quienes buscan estar por encima de los demás, sacar ventaja, aprovecharse y pasarla bien. 
De manera que a pesar que en teoría reconoce que existe algo diferente después de la muerte, en la práctica actúa como si no tuviera fe, y así se cumpla el dicho que  "aquel que no obra como piensa, termina pensando como obra", de manera que su vida es todo lo contrario a lo que Dios quiere,  
porque no se adecua a la vivencia de la ley de Dios. Si tomamos el texto del Evangelio (Mc.9.30-37), encontramos con que Jesús, como lo escuchamos el domingo pasado, anuncia nuevamente su pasión y muerte en cruz, como camino de salvación, mientras  los discípulos están en otra cosa, no entienden de qué está hablando. 
Igualmente, si hoy preguntamos a nuestra sociedad qué significan la muerte y resurrección de Cristo,  encontraremos  que no pocos católicos ignoran o se han olvidado qué que sentido tiene la pascua. 
Jesús sabe perfectamente qué es lo que estaban hablando los discípulos en el camino, por eso cuando llegan a Cafarnaúm, les pregunta directamente,  y todos se hacen los distraídos.
A continuación, dice el texto, que Jesús sentándose, llamó a los doce y les dijo que la preocupación de ellos ha de ser el servicio a los demás, siguiendo el ejemplo de Él mismo, que  padeció y entregó su vida en la cruz para la salvación de la humanidad.
Recuerda también que el que quiera ser primero, que lo sea, pero destacándose en el servicio a los demás, en hacerse pequeño, en no buscar la figuración, o ser considerado, sino en pasar incluso desapercibido, sirviendo a Dios y al prójimo.
Nuevamente entonces vemos aquí en el Evangelio esas dos figuras que de alguna manera prolongan lo de la primera lectura, o buscar los primeros puestos, que es algo malo, o pretender hacer el bien en el servicio continuo a los demás, propio de los justos.
Como recuerda Santiago hemos de pedir lo bueno y no lo malo que es "satisfacer las pasiones de ustedes", ya que orar mal sería buscar la figuración, o prescindir totalmente de Cristo nuestro Señor.
Orar bien significa buscar e  imitar al Señor en lo que significa servicio a Dios y al prójimo, entrega total de sí mismo a la causa del Evangelio. 
De manera que estamos llamados  a considerar estos dos aspectos, estas dos realidades que se dan en la vida cotidiana, para que sepamos elegir aquello que nos distingue del mundo y  asemeja a Cristo nuestro Señor, de tal manera que por nuestro ejemplo sean muchos los que se sientan atraídos a vivir el Evangelio y  seguir los pasos de Cristo. 
La gracia de Dios vendrá siempre en ayuda nuestra toda vez que queramos vivir de acuerdo a la voluntad y al llamado que Dios nos hace.


Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el domingo XXV del tiempo per annum. Ciclo B.  22
de Septiembre 
 de 2024.

16 de septiembre de 2024

La gracia de Dios no nos faltará si decidimos seguirlo a Jesús, en este misterio de la cruz, que es misterio de salvación.

 

San Pablo habla de la necesidad de la fe para la justificación, para ser salvados, y así, "Porque por gracia habéis sido salvados por medio de la fe, y esto no de vosotros, sino que es don de Dios" (Ef. 2,8). 
Santiago Apóstol (2,14-18), a su vez, enseña expresamente  que la fe debe ser acompañada por las obras, ya que si faltan, la fe está muerta. 
Lutero, cuando ataca las enseñanzas de la Iglesia y corrompe la fe verdadera, rechaza precisamente la doctrina expuesta por el apóstol Santiago, quedándose con la necesidad de la sola fe para la salvación.
O sea que la salvación, según el hereje, se realiza por la gracia y por la  sola fe, mientras la Iglesia  enseña  la necesidad de las obras.
De hecho, Jesús (cf. Mt. 25), cuando explica cómo seremos juzgados, dirá que se hará por las obras de misericordia, en la medida que lo hayamos contemplado a Él en el rostro de la persona asistida.
O sea, enseña Jesús que cada vez que vemos en el rostro del necesitado, su propio rostro, realmente hemos obrado bien. 
En el texto del Evangelio (Mc.8,27-35), Jesús  interroga a los apóstoles preguntando acerca de lo que dice la gente  sobre su persona, respondiendo Pedro  "tú eres el Mesías", mientras que en el texto paralelo de Mateo (cf. 15,16-19) afirma: "tú eres el Hijo de Dios vivo", reconociendo el Maestro que  esa afirmación ha sido inspirada por Dios Padre. 
En este pasaje de Marcos no aparece ese agregado, pero indudablemente se entiende que es por inspiración divina que hace esa proclamación de fe.
A continuación, Jesús hace el anuncio de su Pasión y muerte en Cruz, lo cual produce una transformación en Pedro, revelando que en su mente está pensando en un mesianismo político que libere al pueblo del yugo romano, un Mesías que pondrá orden en la sociedad, de tal manera que los judíos no sean más oprimidos por el extranjero. 
Por eso, ante el reto de Pedro que intenta desestimar la entrega de Jesús en la Cruz,  el Señor le responde que actúa inspirado por el demonio,  que sus pensamientos no son de Dios, sino humanos. 
Cristo es el Mesías pero ha venido  para salvar a la humanidad a través del misterio de la cruz, ha de  padecer y sufrir como lo señala con toda claridad el profeta Isaías en la primera lectura (50, 5-9) con la figura del siervo de Yahvé, confortado por Dios.
Y por eso también Jesús dirá que el que quiera ser discípulo suyo, el que quiera seguirlo, que tome su cruz y lo siga, tratándose, eso sí, de  la cruz  que marca toda la existencia humana, y que no es necesario buscarla porque las cruces en la vida vienen solas. 
Por ejemplo, cuando buscamos dar testimonio de nuestra fe en medio de la sociedad, sufriremos no pocas veces, burlas, desprecios, persecución. 
Además, ¡cuántos no consiguen un puesto o un cargo importante a pesar de tener las cualidades por el hecho de ser creyente, por  ser seguidor de Cristo nuestro Señor! 
Si el católico, si el cristiano, se manifiesta contrario al aborto,  recibirá la repulsa de todos los abortistas, cuando  proclamamos el Evangelio en las distintas situaciones de la vida,  seremos desestimados. 
¿Quién no tiene la experiencia de estar en una reunión, en una comida familiar o con amigos y que se tocan temas religiosos? ¿Y cuántas veces nos quedamos callados para no tener problemas? O si hablamos y decimos cuál es la verdad revelada, somos tratados mal o mal mirados. No es fácil vivir en la sociedad en la cual estamos insertos, sin al mismo tiempo sufrir las consecuencias de nuestra fe. Por otra parte, el afirmar que Jesús es el Hijo de Dios vivo,  que es el Mesías,  cuesta caro en el andar cotidiano. 
De hecho, ¿cuánta gente dice creer o aceptar esa verdad pero en teoría, ya que en la práctica no lo vive? ¿Cuántos bautizados que se dicen que creen que Jesús es el Hijo de Dios vivo, prefieren antes de venir a misa, un domingo, ir a ventilarse al campo, a la quinta, a pasarla bien, mirando los pajaritos, como algo más importante que el culto divino? Y así podríamos seguir enunciando largamente lo que significa acompañar la fe con las obras, tal como lo expresa el apóstol Santiago, y tal como Jesús lo reclama en el Evangelio. 
En definitiva, ¿por qué  vamos a seguir a Jesús si no creemos que es el Hijo de Dios, el Salvador del mundo que viene a redimirnos? 
El que cree en Él, en cambio, quiere seguirlo,  tomar su cruz y todas las dificultades que surgirán, siendo sostenido por su gracia, perdiendo así la vida propia por el Señor.
En cambio, el que quiere salvar su vida, trata de hacerse el distraído en medio de la sociedad, que no se note que es católico, no sea que lo tachen de fanático; y bueno, la va a pasar bien en este mundo, pero no delante de Dios, nuestro Señor, delante de Jesús, que ama y fortalece al que es capaz de jugarse por Él, y seguirlo, y tomar la cruz, y vivir como Él ha vivido. 
Por eso planteémonos todas estas cosas, miremos nuestra vida cotidiana, y veamos realmente cuál es el denominador común de nuestro existir. 
Seguiré a Cristo, aunque esto me cueste, aunque esto me haga sufrir, o prefiero pasarlo bien, disimular todo lo que pueda, mi fe católica, con tal de no tener problemas. 
Hermanos: la gracia de Dios no nos faltará si decidimos seguirlo a Jesús, en este misterio de la cruz, que es misterio de salvación.


Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el domingo XXIV del tiempo per annum. Ciclo B.  15 de Septiembre  de 2024.

9 de septiembre de 2024

El Dios de la represalia es el de la salvación, por eso, también Jesús muestra el amor del Padre.

 

En la primera oración de esta misa, pedíamos a Dios en nuestra condición de hijos adoptivos por el misterio de la redención,  "Míranos Señor con amor de Padre"
Se trata de una súplica confiada que brota del corazón de cada uno  en cuanto hijo, petición hermosísima que debiéramos repetir constantemente, cada día, para que Dios con su mirada, vaya mostrando el agrado que siente por nuestro buen obrar, por la vida de cada día que busca ser intachable.
¡Qué hermoso poder decir "míranos siempre con amor de Padre"!, reconociendo de ese modo que vivimos  como hijos, y por lo tanto, nada tenemos que esconderle, sino por el contrario, ofrecerle lo mejor de nosotros mismos y mostrando, a su vez, también lo peor para que lo purifique, para que lo sanee, para que lo transforme. 
Y el Señor manifiesta que mira siempre con amor de Padre a sus hijos, tal como lo escuchamos en el profeta Isaías (35,4-7a): "¡Sean fuertes, no teman, ahí está el Dios de ustedes! Llega la venganza, la represalia de Dios: él mismo viene a salvarlos".
¿A qué se refiere esta venganza, esta represalia? A que Dios busca nuestra salvación y bien, ya sea cuando somos hostigados por el enemigo o cuando somos infieles pecando contra su infinita bondad.
Cuanto más el ser humano se empecina en ser infiel, en pecar contra su Creador, con su misericordia redobla la apuesta, y se muestra como el Dios de la represalia, en cuanto no retribuye el mal nuestro, sino que al contrario, devuelve con bondad y con misericordia el mal que  hicimos o vivimos. 
El Dios de la represalia es el de la salvación, por eso también Jesús muestra el amor del Padre (Mc.7,31-37). En efecto, lo vemos  cruzando por tierra pagana, el territorio de la Decápolis, que normalmente los judíos evitaban recorrer bordeando  la zona,  porque  quiere llegar a los hombres que están lejos suyo y ofrecer la salvación, en este caso a un sordomudo.
Por el contexto podríamos decir que era un pagano, y se lo presentan para que lo cure, y Jesús que podría haberlo hecho con su sola palabra, con solo desearlo, lo separa de la multitud para realizar un rito particular de curación, con diversos signos.
Este pasaje enseña que para encontrarnos con Cristo es necesario apartarse del bullicio que existe a nuestro alrededor, alejarnos de nuestras ocupaciones o del aturdimiento que provoca vivir atentos al celular permanentemente o las redes sociales, en fin,  todo aquello que impide escuchar al Señor, estando sordos delante suyo. 
De allí que  cueste tanto hablar de las cosas de Dios, porque estamos también mudos al no escuchar a Aquel que  transmite la sabiduría que ilumina y conduce la existencia humana.
Jesús mirando al cielo, como diciendo "mírame con tu amor de Padre",   dirigirá después esa mirada al sordo mudo, y le dirá luego de tocar su lengua y sus oídos, "ábrete", para que su oído comience a escuchar y su lengua se suelte para hablar. 
Todos necesitamos que el Señor se encuentre así con nosotros y nos aparte de aquello que aturde o distrae, para concentrarnos  en Él. 
Tan importante es este gesto, que en el rito del bautismo, el sacerdote toca los labios y los oídos del que se va a bautizar,  deseando que esta misma persona pronto pueda escuchar  y hablar las cosas de Dios.
Nosotros necesitamos más escuchar a Dios para poder hablar de Él también, de manera que el "míranos con amor de Padre", ha de significar para nosotros una mirada de agrado, porque el Padre ha de ver que nosotros buscamos y de hecho vivimos, como auténticos hijos suyos,  que buscan imitarlo a pesar de nuestras falencias.
Y por eso la importancia de oír lo que enseña el apóstol Santiago en la segunda lectura (2,1-5), en el sentido de no discriminar eligiendo al rico que entra en el templo al compararlo con un pobre, porque Dios elige siempre al pobre y desechado de este mundo que sólo se apoya en su Creador porque nada posee por cierto.
Cuántas veces el ser humano, incluso el creyente, hace esa distinción de trato y de una manera se comporta con aquel que es considerado rico y poderoso a diferencia de otro que es pobre o necesitado. 
Y Jesús, por el contrario,  enseña que viene para todos pero muy especialmente para aquellos que son humildes, que son sencillos y que más necesitan  de la presencia de Dios en la que se apoyan.
Queridos hermanos: Busquemos imitar al Señor en nuestro trato con el prójimo, haciendo previamente este camino para encontrarnos con Él, de modo que nos quite la sordera que  tenemos ante su palabra,  y nos despoje de la mudez, para que podamos proclamar abiertamente y sin temor alguno, las maravillas que hemos conocido. 

Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el domingo XXIII del tiempo per annum. Ciclo B.  08 de Septiembre  de 2024.