27 de septiembre de 2007

LOS ADORADORES DE MOLOC




1.-Los adoradores de Moloc en Cartago.

Un largo desfile de mujeres con sus túnicas al viento caminaba despaciosamente dirigiéndose hacia la cima del monte donde se erigía la estatua imponente de Moloc. Las diez primeras jóvenes llevaban en sus brazos a otros tantos niños. Los dos primeros –un primogénito y otro menor que pertenecían a la misma familia- tenían cuatro y dos años respectivamente. Luego continuaban los restantes cuyas edades oscilaban entre los tres, uno y varios recién nacidos, probablemente algunos hijos de las jóvenes. Llegadas a la plataforma donde se levantaba la estatua, comenzaron a percibir el calor de las llamas que lamían los bordes del horno ardiente, amagando protegerse del mismo. Los niños, un tanto narcotizados a causa de hierbas especiales, eran depositados en los brazos del ídolo, que estaban en posición pendiente. Al son de tambores y cánticos, cada vez más estridentes, las víctimas rodaban hacia la apertura que conducía a la boca ardorosa.
El espectáculo macabro del holocausto –niños quemados vivos-, no perturbó el éxtasis místico-pagano que embargaba a todos los presentes. Ni siquiera un sollozo se sintió de las madres de las víctimas allí presentes. La demanda del dios Moloc había sido satisfecha. Si Cartago quería salvarse de la furia romana tenía que ofrecer con frecuencia sacrificios humanos. Pero también había mujeres que agradecían con el sacrificio de uno de sus hijos una maternidad prolífica.

En rigor esta descripción imaginaria, cual si estuviéramos presentes, señala una práctica que, como han documentado las excavaciones de Cartago, se llevaba a cabo con regularidad y normalidad. Este modo de actuar aumentó con la sofisticación de la civilización urbana cananea, en contra de las concepciones evolucionistas del progreso. En Cartago, las prácticas no cesaron totalmente ni aún cuando la autoridad romana, después de la conquista de la ciudad, dio muerte a los criminales sacerdotes de Baal, colgándolos de los árboles de su mismo santuario.

2.- Los adoradores de Moloc en el pueblo de Israel.

Israel no se vio ajeno a esta práctica, contagiado por las prácticas de las vecinas naciones paganas.
En la ley de Moisés se condenaba a muerte a todo el que fuera culpable de este abominable crimen.
Y así: “No entregarás a ninguno de tus descendientes para inmolarlo a Moloc, y no profanarás el nombre de tu Dios. Yo soy el Señor” (Lv. 18, 21) y “Y el Señor dijo a Moisés: tú les dirás a los israelitas: cualquier hombre entre ustedes, o entre los extranjeros residentes en Israel, que entregue a alguno de sus descendientes a Moloc, será castigado con la muerte: el pueblo del país lo hará morir a pedradas. Yo volveré mi rostro contra ese hombre y lo extirparé de su pueblo, porque él dio un descendiente suyo a Moloc, y así manchó mi Santuario y profanó mi santo Nombre (Lv. 20,1-4).
A pesar de ello, Salomón, ya anciano, erigió un altar a Milcom para complacer a sus mujeres amonitas: “Fue entonces cuando Salomón erigió, sobre la montaña que está al este de Jerusalén, un lugar alto dedicado a Quemós, el abominable ídolo de Moab, y a Milcom, el ídolo de los amonitas”. (I Reyes 11, 7).
Frecuentemente se sacrificaron niños a Moloc, quemados vivos, en el lugar alto de Tofet, en el valle de Hinom (Sal. 106,38; Jer. 7,30-31; 19,4, 5;).
Acaz hizo morir así a sus propios hijos (2 Cr. 28,3) y Manasés inmoló, igualmente, al menos, a uno de sus hijos (2 Reyes 21,6).
Los israelitas del reino del norte practicaron también este rito horrendo (2 Reyes 17,17).
Josías (640-609), decidido a exterminar estas prácticas en su reforma religiosa, destruyó los altares que Salomón había erigido sobre el monte de la perdición (una de las cumbres del monte de los Olivos) para este falso dios y para otros ídolos (Astarté, el despreciable ídolo de los sidonios, Quemós, el despreciable ídolo de Moab, y de Milcom, el abominable ídolo de los amonitas) (2 R. 23,10- 15).
A pesar de estas formas de idolatría y de los sacrificios humanos practicados en abierta oposición a la ley de Dios, -de allí se explica la repulsa continua del mismo con su pueblo- la orden de Yahvé era perentoria: no quiero sacrificios, ni holocaustos, sino obediencia.
Con la detención del brazo de Abrahán cuando estaba a punto de sacrificar a su hijo Isaac, se quiere enseñar precisamente que Dios reprueba todo sacrificio humano.

3.-Los adoradores de Moloc en el siglo XXI y la enseñanza de Juan Pablo II

Ocultos en el anonimato –aunque sus nombres son conocidos por Dios- ciertos médicos, vestidos para matar, obrando bajo el imperio de algunos jueces y funcionarios del Sanedrín moderno –como los que condenaron a Jesús- se aprestan en muchos países a destruir a sinnúmeros niños que confían ilusoriamente –ignaros ellos de lo que sobre sus cabezas se trama- llegar a la vida en el reposo del seno de sus madres.
Creyendo falsamente unos y otros que hacen “bien” al cumplir “la ley positiva” –que de hecho enseña todo lo contrario en la Constitución de 1994- se olvidan que prevalece sobre todos la verdad patente del “No matarás al inocente”.
Querer excusarse con que las acciones privadas de los hombres no están bajo la acción de los magistrados sino sólo de Dios, señala la intranquilidad de las conciencias, ya que no son acciones privadas dada su publicidad evidente, sino que por el contrario, se configura un verdadero pecado de escándalo dado que llevan a otros a la corrupción de los principios morales por imitación de las acciones “permitidas” en flagrante injusticia, y de cooperación al mal, si se trata de “consentir” en la maldad ya concebida en el interior de la persona dispuesta a cometer el delito.
Clínicas abortivas, hospitales públicos e instituciones que debieran velar por la vida humana, preparan salas asépticas para sesgar la vida de la que sólo Dios es dueño, participando así cuidadosamente en el festín de la muerte.
La maldad se institucionaliza sin el menor rubor, carcomiendo todo a su paso y abriendo las puertas a la permisión de todo tipo de aberraciones.
De nada valen los ofrecimientos de adopción que almas generosas presentan. Todo sirve con tal de dar culto al Moloc del dinero y de los grandes intereses internacionales.
Las sacerdotisas modernas del Moloc-Demonio, -como las integrantes del INADI (Instituto NAcional para la Destrucción de Inocentes)- presionan a la sociedad con falsas razones para lograr su cometido -con la complicidad de ciertos medios- de concretar su odio hacia todo niño no nacido y considerado un estorbo para el disfrute placentero de una sociedad sin niños.
Las defensoras ideológicas de la “perspectiva de género” se resisten a admitir la peculiaridad de la “verdad” sobre la naturaleza de la mujer, es decir, su capacidad, dada por Dios, de engendrar la vida y de cuidar ese precioso don para toda la humanidad.
Su menosprecio por la maternidad las hace olvidar que “la maternidad conlleva una comunión especial con el misterio de la vida que madura en el seno de la mujer. La madre admira este misterio y con intuición singular «comprende» lo que lleva en su interior. A la luz del «principio» la madre acepta y ama al hijo que lleva en su seno como una persona. Este modo único de contacto con el nuevo hombre que se está formando crea a su vez una actitud hacia el hombre —no sólo hacia el propio hijo, sino hacia el hombre en general—, que caracteriza profundamente toda la personalidad de la mujer. Comúnmente se piensa que la mujer es más capaz que el hombre de dirigir su atención hacia la persona concreta y que la maternidad desarrolla todavía más esta disposición”. (Carta Apost. “Mulieris Dignitatem nº 18).
El propiciar el aborto y la negación de la maternidad, conduce por lo tanto, a “insensibilizar” a la mujer ante el panorama del dolor y de las limitaciones de la naturaleza humana.
El corazón de carne, por lo tanto, abierto a las heridas del corazón y del alma, deviene en un espíritu de piedra, cerrado al verdadero amor, porque no ha aceptado el fruto más perfecto del amor divino-humano cual es el hijo.
En verdad, sea cual sea su origen, el nasciturus es siempre expresión del amor de Dios y al menos de la madre que lo recibe como don del Creador.
Lamentablemente cerrado el corazón de las defensoras de la muerte inocente, e invocando la engañosa afirmación de cierta dominio que tendría cada una de su propio cuerpo y dignidad, luchan sin cesar por lograr la coronación de sus estrategias deletéreas.
Ante esta mentalidad tan frecuente, las iluminadoras palabras del papa Juan Pablo II, salen al encuentro de la cultura del aborto recordando que “es necesario considerar además todas aquellas que muy a menudo, sufriendo presiones de dicho tipo, incluidas las del hombre culpable, «se libran» del niño antes de que nazca. «Se libran»; pero ¡a qué precio! La opinión pública actual intenta de modos diversos «anular» el mal de este pecado; pero normalmente la conciencia de la mujer no consigue olvidar el haber quitado la vida a su propio hijo, porque ella no logra cancelar su disponibilidad a acoger la vida, inscrita en su «ethos» desde el «principio».(Carta Apostólica “Mulieris Dignitatem” nº 14).

4.-El aborto no es un derecho humano sino una profunda herida social.

Dijo recientemente en Austria el Papa Benedicto XVI ante sus autoridades y el Cuerpo Diplomático (7 de Septiembre de 2007): “El derecho humano fundamental, el presupuesto de todos los demás derechos, es el derecho a la vida misma. Esto vale para la vida desde el momento de la concepción hasta la muerte natural. En consecuencia, el aborto no puede ser un derecho humano; es exactamente lo opuesto. Es una “profunda herida social”…..Al afirmar esto, no expreso solamente una preocupación de la Iglesia. Más bien, quiero actuar como abogado de una petición profundamente humana y portavoz de los niños por nacer, que no tienen voz. No cierro los ojos ante los problemas y los conflictos que experimentan muchas mujeres, y soy consciente de que la credibilidad de mis palabras depende también de lo que la Iglesia misma hace para ayudar a las mujeres que atraviesan dificultades.
En este contexto, hago un llamamiento a los líderes políticos para que no permitan que los hijos sean considerados una especie de enfermedad, y para que en vuestro ordenamiento jurídico no sea abolida, en la práctica, la calificación de injusticia atribuida al aborto.”(L´osservatore romano, nº 37.14 de Sept. de 2007.págs 6 y 7).

Invocando a María Santísima, Madre de Jesucristo y Madre de la Iglesia, confiemos que iluminadas las conciencias y convertidos los corazones, podamos introducirnos en la Civilización del amor.

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Padre Ricardo B. Mazza. Director del CEPS “Santo Tomás Moro”. Prof. Tit. de Teología Moral en la UCSF:
Santa Fe de la Vera Cruz, 27 de Septiembre de 2007.
ribamazza@gmail.com
http://ricardomazza.blogspot.com/

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