Los textos bíblicos que hemos proclamado dejan varias enseñanzas que nos ayudan a crecer en el espíritu de fe, mientras caminamos como peregrinos a la Casa del Padre.
Tanto la primera lectura como el evangelio, nos permiten comprobar que Dios envía a su Espíritu a quienes quiere y en el momento preciso.
En el libro de los Números (11, 16-17ª,24-29) con ocasión de constituir el grupo de los setenta ancianos que ayudarán a Moisés a gobernar el pueblo cada vez más numeroso, se nos describe que todos ellos, tanto los que se reúnen en la Carpa del Encuentro, como los dos ausentes, reciben parte del espíritu de Moisés tomado por el Señor, y comienzan a hablar en éxtasis. Josué pide a Moisés que se les prohíba hacer eso a Eldad y Medad, a lo que Moisés responde “¡ojala todos fueran profetas en el pueblo del Señor!”
En el evangelio, por otra parte, hay un hombre que expulsa demonios y al que tratan los discípulos de impedírselo ya que “no es de los nuestros”, al decir de Juan (Mc. 9, 38-43.45.47-48), respondiendo Jesús “No se lo impidan, porque nadie puede hacer un milagro en mi Nombre, y luego hablar mal de mí”, agregando además que ni siquiera quedará sin recompensa el dar un vaso de agua a quien lo necesita.
Caemos en la cuenta con estos ejemplos que Dios no se deja atrapar por las consideraciones humanas que reducen la pertenencia de lo religioso a determinados grupos, sino que el espíritu se entrega donde y como quiere, manifestando así su universalidad.
El don del Espíritu también lo hemos recibido nosotros en el sacramento de la confirmación, el cual nos prepara para que dócilmente proclamemos las maravillas de Dios obradas en nuestro interior y trabajando siempre por la construcción de la Iglesia.
En su tiempo, el papa san Juan Pablo II hablaba de la necesidad de trabajar por la Buena Nueva, por el Evangelio de la Vida, mientras el Papa Francisco ha insistido en el Evangelio, en la Buena Nueva de la Familia.
Ambos aspectos están ciertamente muy unidos, ya que a la familia como depositaria del don de la Vida, se le confía la tarea de defenderla, fomentarla y ayudarla a crecer en el decurso de la historia humana.
La familia humana bendecida por Dios con múltiples dones, está llamada a seguir la vocación de hacer presente con su testimonio a la misma familia trinitaria, de la cual somos su imagen y semejanza, en medio de una sociedad que se ha olvidado de Dios o que pretende prescindir de Él, aún cuando experimenta el fracaso cuando relega al Creador.
En este sentido el texto del evangelio que hemos proclamado, enseña la necesidad de mover a los demás por medio del ejemplo, en contraposición con el escándalo censurado por Jesús.
Mientras que la acción del Espíritu lleva a la santidad y a vivir la evangelización, el escándalo –que significa “piedra de tropiezo”-, pone obstáculos en el camino de santificación personal del creyente.
El catecismo de la Iglesia Católica menciona que en nuestros días, además de personas concretas que escandalizan, existen también estructuras, instituciones y estilos de vida que buscan pervertir el corazón humano, alejándolo de su realidad natural de ser hijo de Dios.
En este campo, Jesús mismo nos enseña cómo poner remedio a esto, cómo vencer la tentación de pervertir a otros, señalando que si nuestra mano, o pie, u ojo son ocasión de pecado, hemos de arrancarlos.
De manera que “si tu mano es para ti ocasión de pecado, córtala”, refiere a la rapiña, al deseo desenfrenado de bienes materiales por encima incluso del bien de las personas, que ya nada importan en la mentalidad que sólo busca enriquecerse, siendo el apóstol Santiago (5,1-6) muy preciso al describir esta actitud.
El afán de riquezas se manifiesta en la sociedad muchas veces como una meta a alcanzar, incluso como fin de la vida misma, como lo más importante en el caminar humano, valorando al ser humano por lo que posee y no por lo que es en sí mismo, hijo de Dios.
Esta actitud culmina con el desastre total, aunque no se lo espere o se pretenda ignorar, descrito por el apóstol Santiago como “el día de la matanza” ya que “han condenado y han matado al justo, sin que él les opusiera resistencia” alguna.
La afirmación “si tu pie es para ti ocasión de pecado, córtalo” representa el caminar del hombre por caminos tortuosos, tomando atajos en la vida cotidiana para no comprometerse totalmente con su Dios y sus hermanos, buscando sólo lo que le agrada y supuestamente le hace feliz, siguiendo los pasos de todo tipo de maldad.
“Si tu ojo es para ti ocasión de pecado”, arráncalo, describe la capacidad del hombre por balancear las oportunidades que se le presentan para realizar, en este caso, el mal. Incluye las miradas de codicia, de lujuria, de envidia, de curiosidad malsana que lleva a la pornografía y que tantas veces acechan al ser humano, no sólo para separarnos de la verdad y del bien, sino también para enseñar esto a los demás. Con el ojo malicioso observamos también si el otro cae, no para ayudarlo a levantarse, sino para alegrarnos por el mal ajeno, o colaborar para su total desdicha.
Con el don del Espíritu que se nos entrega en abundancia, los creyentes podemos luchar para vencer estas debilidades tan comunes en nuestro diario caminar.
Pidamos al Señor, la gracia de dejarnos conducir por el Espíritu hacia donde quiere, aprendiendo a trabajar en la Iglesia con todos los que igualmente han recibido la inspiración de lo Alto, y dar testimonio de nuestra pertenencia a la misma en medio del mundo en el que vivimos.
Pidamos también que nunca seamos ocasión de pecado para otros, con el escándalo o seducción que muchas veces las acciones malas ejercen sobre el prójimo, sino que por el contrario nuestro hablar y proceder diario, muevan a muchos, incluso a los que no tienen fe, a buscar la verdad que ilumina la mente, y el bien que fortalece la voluntad.
(imagen: el Espíritu de Dios en la Biblia)
Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el domingo XXVI durante el año. Ciclo B. 27 de septiembre de 2015. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com
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