11 de mayo de 2016

“Creciendo en el deseo de ascender en el seguimiento de Jesús, busquemos una espiritualidad profunda y, en el uso de los bienes temporales, no olvidemos los eternos”.


 Con esta fiesta de la Ascensión del Señor culmina la misión encomendada a  Jesús  por su Padre y Padre nuestro, mientras permaneció con  nosotros. Durante el tiempo litúrgico de la Pascua reflexionamos acerca de la Pasión, muerte y resurrección de Cristo, para llegar  hoy al momento en que retorna junto al Padre pero con su humanidad.

Al concluir su misión de mostrarnos el rostro del Padre y la intimidad divina, y constituir a la Iglesia como prolongación suya, comienza una realidad nueva. El cristianismo va penetrando poco a poco las estructuras humanas de aquél tiempo por medio de la predicación de los apóstoles, que realizan con el convencimiento de que son enviados, acompañados por cierto, por la fuerza de la Palabra misma de Dios.
La Ascensión del Señor que celebramos, pues, es la fiesta de la esperanza, porque Jesús está junto al Padre, es decir, no sólo está el Hijo de Dios eterno, sino también su humanidad recibida en el seno de María,  está como Cabeza de su Cuerpo que es la Iglesia, preparando para cada uno un lugar.
San Pablo (Ef. 1, 17-23) describe el triunfo de Cristo como establecido por encima de todo lo creado de manera que Dios “puso todas las cosas bajo sus pies y lo constituyó por encima de todo, Cabeza de la Iglesia, que es su Cuerpo y la Plenitud de Aquél que llena completamente todas las cosas”.
Lo que Jesús había prometido, esto es, de prepararnos un lugar junto al Padre, se convierte ahora en la certeza de que nuestra meta es estar junto a Dios.
Cuando los apóstoles están mirando cómo Jesús se eleva al cielo (Hechos 1,1-11) dos hombres vestidos de blanco, probablemente ángeles, les dicen “Hombres de Galilea, ¿por qué siguen mirando al cielo? Éste Jesús que les ha sido quitado y fue elevado al cielo, vendrá de la misma manera que lo han visto partir”
Es el comienzo de la misión apostólica que Jesús les ha encomendado, de manera que la contemplación del que asciende junto al Padre, se prolongue en hacerlo presente en medio de los pueblos por entonces conocidos.
En relación con esto, en la primera oración de la misa pedíamos a Dios que mientras reafirmamos nuestra fe en la Ascensión, “podamos vivir espiritualmente en el cielo”-. 
¿Qué significa esto? No que descuidemos los asuntos temporales que a cada uno le toca gestionar, para vivir espiritualmente en el cielo, sino que esa mirada espiritual nos enseñe a orientar todo nuestro obrar temporal como cristianos y ciudadanos a la meta que nos atrae cada día, la vida eterna.
Este compromiso con lo eterno, por lo tanto, nos exige trabajar mejor en lo temporal, sabiendo que todo el obrar humano se encamina hacia la realización plena del hombre en la eternidad, no en vano se decía de Cristo que en su paso por este mundo “todo lo hizo bien” (Mc. 7).
El  creyente fiel sabe que su obrar lo prepara para la vida definitiva con Dios, de manera que si aspira a lo mejor, su paso por este mundo ha de estar marcado por la realización del bien.
El peligro que nos acecha siempre mientras caminamos por este mundo es pensar que lo único valioso es la existencia temporal, de manera que la actualización de la ascensión del Señor en nuestras vidas nos ayudará a añorar el cumplimiento de las promesas divinas.
Esta realización de las promesas divinas son confirmadas  por el mismo san Pablo: “que Él ilumine sus corazones, para que ustedes puedan valorar la esperanza a la que han sido llamados, los tesoros de gloria que encierra su herencia entre los santos, y la extraordinaria grandeza del poder con que Él obra en nosotros, los creyentes, por la eficacia de su fuerza” (Ef. 1, 17-23).
Hermanos: pidamos al Señor nos otorgue en abundancia su gracia, para que siempre crezcamos en el deseo de ascender más y más en su seguimiento, que busquemos con mayor frecuencia y agrado los caminos de una espiritualidad profunda y que en el uso de los bienes temporales no olvidemos los eternos.



Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en la fiesta de la Ascensión del Señor. Ciclo “C”. 08 de mayo de 2016. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com







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