La
primera oración de esta liturgia del Viernes Santo recordaba que fuimos liberados de la muerte
heredada de nuestros primeros padres por los padecimientos de nuestro Señor
Jesucristo, pidiendo a su vez “que ya que
somos imagen del primer hombre recibamos de tu gracia la imagen celestial”.
Imagen de Dios cada
uno de nosotros, como el primer hombre, estamos dotados de inteligencia y
voluntad libre, pero habiendo sido heridos a causa del pecado de los orígenes,
fue necesario que el Hijo de Dios, por voluntad del Padre, se hiciera hombre en
el seno de María, ingresando en el tiempo de la historia para realizar el proyecto divino de la restauración humana.
Esta
reparación consistió en que la inteligencia y voluntad son saneadas, y seamos
elevados por la gracia, a la participación
de la vida divina.
Precisamente el
texto de la pasión nos habla con imágenes y signos, con aquello que puede
ayudarnos a comprender lo que significa la pasión, crucifixión y muerte de
Jesucristo.
El domingo de Ramos
meditamos sobre la figura de Cristo abandonado por sus discípulos, por todos sus seguidores,
incluso hasta por su propio Padre.
Y decíamos que en
ese despojo que constituye la soledad total para el Dios-hombre, y para
nosotros su imagen, teníamos que
advertir que nunca estábamos solos debiendo abandonarnos, aún limitados por
heridas y angustias personales, en los brazos del Señor para obtener el triunfo
sobre el pecado y la muerte.
“Padre, en
tus manos encomiendo mi espíritu” cantábamos recién en el salmo
responsorial (30, 2), mientras contemplamos a Jesús clavado en sus manos, en
sus pies, atravesado en su costado y en la cabeza por la corona de espinas.
Teniendo en cuenta
este cuadro, se nos invita de alguna manera a entrar en cada una de estas
heridas y así entender lo que significaron en la crucifixión.
Contemplando la
coronación de espinas escuchamos la burla unánime de “Salud, rey de los judíos”. Las espinas atraviesan la cabeza del
Señor evocando todos los pecados que tuvieron origen y siguen suscitándose en
la mente, en el pensamiento del hombre. En la historia de la Iglesia estas
espinas siguieron perturbando “la cabeza”, el pensamiento, la mente, incluso de
los pastores, dando nacimiento a innumeras herejías y errores que buscaban
eclipsar la fe verdadera y que se presentaron a lo largo del tiempo. Recordamos
los pecados que comienzan en la mente humana, las traiciones, los negociados,
el cúmulo de perversidades que continúan provocando tanto daño en la humanidad
toda.
Y Jesús paga con
esta corona sangrienta tantos pecados del hombre causados por las mentes
hacedoras del mal.
Las manos son también
atravesadas por los clavos, pagando Jesús por tantos pecados cometidos a lo
largo de la historia por las manos del hombre.
Y así, la manipulación de las conciencias, los robos,
los pecados de lujuria, la violencia manifestación del odio y del desprecio por
la vida, las manos en alto de los adoradores del diablo en los cultos satánicos,
los puños esgrimidos en rebeldía contra el Creador, las manos que buscan sólo
realizar el mal.
Los pies clavados a
su vez tienen que expiar por tantos caminos de extravío que hemos emprendido en
el pasado y seguimos no pocas veces transitando en lo cotidiano de nuestro andar como viatores. Están presentes los
atajos recorridos por alcanzar lo más fácil, por abandonar el sacrificio y la
renuncia que podría habernos purificado.
¡Con qué facilidad
buscamos apartarnos del encuentro con el Señor, explorando lo que nos satisface
y aleja de la verdad que Él es y representa!
Por último la
herida en el costado cuando la lanza atraviesa el corazón para confirmar su
muerte, no vaya a ser que estuviera vivo todavía y fuera capaz de seguir
amando. Es necesario matar incluso el amor que tiene por nosotros.
Pero todo intento
es inútil ya que Él pidió al Padre el perdón porque supuestamente no sabemos lo
que hacemos y más aún, del costado abierto surge una nueva esperanza al brotar
sangre y agua.
Estos dos elementos
de vida refieren sin duda alguna al agua del bautismo y a la sangre de la
Eucaristía, sacramentos por los que se aplica a nosotros el misterio redentor
de Jesús liberándonos del pecado el bautismo, y nutriéndonos al mismo tiempo el
Cuerpo y Sangre del Señor en nuestro caminar hacia el Padre.
Seguimos viendo al
Señor cargado de insultos, de desprecios, de rechazos, pero aún así, despojo
humano, sigue pensando en nosotros.
Y sigue diciéndonos,
como lo escuchamos en la Pasión, “el que
es de la verdad, escucha mi palabra”.
Por eso preguntémonos
en este día, ¿buscamos nosotros la verdad que significa encontrarnos con el Señor y seguirlo
a lo largo de nuestra vida aunque esto signifique renunciar a nosotros mismos?
¿Estamos dispuestos
a dejar de lado nuestras debilidades y las trampas que nos fabricamos para no ser fieles?
El Señor desde la
Cruz nos convoca, ya muerto nos invita a esperarlo hasta que resucite para
entregarnos la Vida sin fin, la Luz que
dará sentido pleno a nuestra existencia no pocas veces acechada por las
tinieblas.
Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la
parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía
en la Celebración de la Pasión del Señor del Viernes Santo. 14 de abril de 2017.
ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com
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