7 de diciembre de 2021

“Es necesario que te conviertas de corazón porque recibirás de Dios para siempre este nombre: Paz en la justicia y Gloria en la piedad”.

 En este segundo domingo de adviento seguimos siendo interpelados por la Palabra de Dios, Palabra siempre viva que busca encontrarse con cada uno de nosotros.  Palabra que como recuerda el profeta Baruc (5, 1-9), se presenta al pueblo de Judá cargada de esperanza para aquellos días en que culminan los días de aflicción y de duelo recibiendo la promesa de que “recibirás de Dios para siempre este nombre: Paz en la justicia y Gloria en la piedad". 

Dios ha dejado atrás la deuda de su pueblo contraída a causa del pecado, de allí que insiste:”Levántate, Jerusalén, sube a lo alto y dirige tu mirada hacia el Oriente” de donde nace el Sol de justicia que es Cristo, “mira a tus hijos reunidos desde el oriente al occidente por la palabra del Santo, llenos de gozo, porque Dios se acordó de ellos”.

La mirada puesta desde el Antiguo Testamento, pues, contempla la venida del Salvador, la del Hijo de Dios hecho historia por la encarnación en el seno de una Virgen, preparada para la Maternidad.
Baruc, a su vez, insiste en la preparación del pueblo al igual que  Isaías, en el sentido de que se “rellenen los valles hasta nivelar la tierra, para que Israel camine seguro bajo la gloria de Dios” ya que Dios “conducirá a Israel en la alegría, a la luz  de su gloria, acompañándolo con su misericordia y su justicia”.

En el evangelio (Lc. 3, 1-6) Juan Bautista que vive austeramente en el desierto, es ungido por la Palabra de Dios como el profeta que enlaza el Antiguo con el Nuevo Testamento, convirtiéndose en el precursor del Mesías que prepara su advenimiento, “anunciando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados, como está escrito en el libro del profeta Isaías”, como fundamento  de la regeneración por la gracia que realizará Jesús con el bautismo de la Nueva Alianza.

Esta misión del Precursor está encuadrada en la descripción del contexto político de la historia, para enseñar que Dios como Señor de la historia, actúa según quiere favorecer al hombre, de modo que sea cual sea la sociedad y cultura, la gracia salvadora supera todas las situaciones del momento y manifiesta su voluntad de salvación.
Juan Bautista en el desierto del encuentro con Dios, llevando una vida austera y entregada siempre a la voluntad divina, debe proclamar en el desierto que se avecina la salvación prometida desde antiguo.

También hoy, la Iglesia, es la voz en medio del desierto, porque muchos no escuchan su voz y no se abren al misterio de la redención, pero confortada por el envío de Dios y confiando en el poder de la gracia divina, insiste recordando con el profeta Isaías la necesidad de allanar los caminos para permitir el encuentro con el salvador.
El tiempo de adviento tiene  como finalidad preparar el corazón,  de allí que el texto del evangelio recordando a Isaías, refiere a la importancia de rellenar los valles, abajar las colinas, enderezar los caminos sinuosos, palabras que apuntan no a lo geográfico sino al corazón humano tan necesitado de conversión como clama Juan.
En efecto, el corazón del hombre  tiene caminos sinuosos sin decidirse a transitar la senda del Señor, o nos colocamos en la cima del orgullo y de la vanidad, necesitando abajarnos por la humildad sintiéndonos pequeños, a menudo está vacío  de Dios el interior, y por lo tanto necesitado de ser completado por la gracia, o creemos que nada hemos de cambiar y por eso no avanzamos en la vida de cada día.

Hemos de aprovechar estos días de gracia para preparar el corazón, de manera que esté abierto y dispuesto a recibir la salvación que se nos ofrece tan benignamente.

El lenguaje de Isaías o de Baruc está inspirado en la preparación  que se hacía de las rutas en aquellas lejanas épocas para que pudiera desplazarse el rey o alguna persona poderosa e importante y llegar a destino, y nosotros a su vez, preparamos nuestra casa cuando sabemos de la llegada de alguien que está al arribo y merece agasajo.
Pues bien, para llegar a la meta del encuentro con el Salvador y recibir la salvación que nos trae, también nosotros debemos preparar los caminos y activar los medios de santidad para lograrlo.

Hemos de barrer el interior, despojarnos del hombre viejo, realizar la conversión de la que nos habla Juan Bautista y, así dar paso al recibimiento del Mesías.

Pidamos se hagan realidad los buenos deseos del apóstol san Pablo (Fil. 1, 4-11) “Que el amor de ustedes crezca cada vez más en el conocimiento y en la plena comprensión, a fin de que puedan discernir lo que es mejor. Así serán encontrados puros e irreprochables  en el Día de Cristo, llenos del fruto de justicia que proviene de Jesucristo, para gloria y alabanza de Dios”



Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el segundo domingo de Adviento, ciclo “C”. 05 de Diciembre  de 2021. http://ricardomazza.blogspot.com; ribamazza@gmail.com.-







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