Los textos bíblicos de esta Misa de Nochebuena refieren al cambio de la vida del ser humano que pasa de las tinieblas a la luz, de la tristeza a la alegría, de la existencia en un mundo sin esperanza al encuentro con el Salvador. Precisamente el profeta Isaías (Is. 9, 1-6) afirma que “el pueblo que caminaba en tinieblas en sombra de muerte, recibió una gran luz”.
El profeta se está refiriendo al pueblo de Israel que se siente sin rumbo, porque los asirios han invadido Galilea en el siglo VIII antes de Cristo, y se aprestan a conquistar la Judea y Jerusalén, por lo que cunde la desesperación en todos, y se sienten abandonados de Dios.
Pero la intervención divina conduce a que los invasores regresen a sus dominios, haciéndose presente la alegría de la salvación, y así, “el yugo que pesaba sobre él, la barra sobre su espalda y el palo de su carcelero, todo eso lo has destrozado”
Pero Isaías, más allá de ese hecho histórico concreto, mira hacia el futuro y anuncia la venida de un Niño, de un Salvador, porque el pueblo de Israel de alguna manera siempre caminaba en tinieblas, cuando caía en el pecado, cuando no era fiel a su Dios; ese niño lleva sobre sí la soberanía, y se llamará “Consejero maravilloso, Dios fuerte, Padre para siempre, Príncipe de la paz” concediendo una paz sin fin a David y su descendencia, sosteniéndolo por el derecho y la justicia.
También en el mundo de hoy, los hombres caminamos en sombras de muerte, en tinieblas. Cuántos corazones agobiados en estos momentos de la historia humana, no solamente en el mundo, sino también en nuestra Patria: la enfermedad, la angustia, la falta de trabajo, el dinero que no alcanza para sostener a las familias, enfermedades de todo tipo, angustia frente al futuro. Tantos corazones agobiados por la soledad en este día, en esta noche, en este momento.
Cuántas personas que han perdido la fe y por lo tanto caminan en tinieblas. Cuántos toman la fiesta de Navidad para celebrar otra cosa. Cuánta confusión incluso cunde muchas veces dentro de la misma Iglesia, donde el creyente no sabe para dónde ir, a quién escuchar. De manera que hoy también, en nuestros días, podríamos decir que avanzamos en tinieblas o en sombras de muerte, con temor.
Y el anuncio de esta noche es “Les ha nacido un Niño”. Él vino a disipar el temor, viene a confirmar nuestra esperanza, a asegurarnos que quien se entrega a Él, le abre su corazón, lo deja permanecer en su vida, podrá encontrar respuesta a sus grandes interrogantes, ante tantos problemas.
El apóstol San Pablo (Tito 2, 11-14), a su vez, afirma: “La gracia de Dios, que es fuente de salvación para todos los hombres, se ha manifestado”, la cual “enseña a rechazar la impiedad y las concupiscencias del mundo, para vivir en la vida presente con sobriedad, justicia y piedad” y estar preparados para la manifestación del Señor y alcanzar el fin último del hombre.
En el texto del Evangelio (Lc. 2, 1-14) el Ángel del Señor se aparece a los pastores envolviéndolos con la luz de la gloria divina y les exhorta a no temer porque es portador de una buena noticia, de una gran alegría para todo el pueblo porque ha nacido el Salvador prometido. Una noticia muy simple, el nacimiento de un Niño, pero que no es cualquier niño, es el Hijo de Dios hecho hombre, es el regalo hermoso que nos ha traído María Santísima en esta noche Santa. Nos ha entregado al Hijo de Dios, que ha entrado en la historia humana para sanearla interiormente y que quiere unirse al corazón de cada persona para transformarla interiormente.
Para recibir a Cristo hecho Niño también debemos hacernos nosotros como niños, sencillos, porque Dios es simple, los complicados somos nosotros, los seres humanos, pero Dios es simple, tan simple que viene a nosotros revistiendo la carne de un niño que es todo un signo, es todo un símbolo, la presencia de la vida divina en la vida humana.
En esta noche Santa entonces, escuchemos el anuncio: “les ha nacido un Mesías, un Salvador”. Nosotros los seres humanos ¡cuántas veces esperamos un mesías en este mundo!. Que aparezca alguien que solucione los problemas, que aparezca alguien que nos pueda sacar de tanta angustia. ¡Cuántas veces ponemos nuestra esperanza en el ser humano!, en técnicas, en nuevas maneras religiosas que pretenden encontrarse con Dios, pero que en realidad nos alejan más de Dios. Y Dios se presenta en la carne de un Niño.
A pesar de que el ser humano se obstina en eliminar la vida del niño, el Niño ha nacido y está presente entre nosotros, porque viene a salvarnos. ¿Creemos realmente que Jesús viene a salvarnos, ya desde el primer momento de su nacimiento? ¿Creemos que nos puede sacar de la chatura espiritual que muchas veces hay en nosotros? ¿Creemos que viene a traernos la paz, la luz, que ilumina nuestro interior, la verdad que nos hace libres?
¿Creemos en que el niño viene a transformar la historia humana, de cada uno de nosotros? Por supuesto que no va hacer esto por arte de magia, sino que es necesario que el ser humano colabore, se entregue al camino nuevo que ofrece el Salvador, para comenzar una existencia nueva.
Detengámonos en estos días en la contemplación del Niño recién nacido y pidámosle que nos dé corazón de niños, de sencillez, de bondad, de asombro para buscar siempre lo que el Salvador viene a traernos. Él es el Emmanuel, el Dios con nosotros, aclamémoslo entonces con todo corazón y todo nuestro espíritu.
Padre Ricardo B. Mazza. Párroco emérito de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el día de Navidad. 24 de diciembre de 2021. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com.
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