El Papa Francisco ha establecido que el tercer domingo del tiempo litúrgico llamado durante el año o tiempo ordinario se celebre la jornada de la Palabra de Dios. Se trata con esto de poner el acento en la importancia que tiene la Palabra de Dios en nuestra vida, que aprendamos no solamente a leerla, sino también a reflexionarla y dejar que esa palabra vaya cautivando nuestro corazón dándole sentido a nuestro quehacer diario.
Obviamente esa Palabra recibida con amor ha de tener una respuesta de adhesión por parte de cada uno de nosotros.
Precisamente los textos bíblicos de este domingo señalan la importancia de la Palabra divina transmitida por ellos.
Tomemos la primera lectura del libro de Nehemías (8,2-4ª.5-6.8-10). Nehemías consigue el beneplácito del rey de Babilonia para levantar las murallas de Jerusalén, trasladándose desde Susa para hacerlo.
Con muchas dificultades e incluso enemigos que lo acechan de entre los mismos judíos, logra su cometido destacándose como gobernador.
Después que la comunidad se ha ido formando participa de lo que señala el texto sagrado en el que se exalta la importancia de la Palabra de Dios, especialmente la lectura de la Ley, para el pueblo elegido.
Es interesante contemplar la solemnidad del acto en el que el sacerdote Esdras estaba de pie sobre una tarima de madera, abre el libro a la vista de todos y comienza a proclamar la Palabra, desde el alba hasta el mediodía.
La Ley de Dios era exaltada, como lo hicimos nosotros cantando el salmo interleccional (salmo 18), en el que destacamos que las palabras divinas son espíritu y vida, gozo para el alma, dulzura para los labios.
El pueblo a medida que iba escuchando la Palabra de Dios con el oído atento, recibía el espíritu mismo de Dios. No en vano el mismo San Pablo dice que “fides ex auditu”, la fe entra por el oído.
Pues bien, aquí el pueblo, escuchando la Palabra de Dios va recibiendo también el contenido de la fe y contempla la necesidad de unirse cada vez más con Dios mismo. Para nosotros, en el Nuevo Testamento, esa Palabra se ha hecho hombre Jesucristo Nuestro Señor.
Los judíos –en el texto de Nehemías- escuchan atentamente, se arrodillan delante de la proclamación de la Palabra, lloran de alegría y de agradecimiento por todo lo que esto significa.
¡Qué hermoso ejemplo para cada uno de nosotros, para que también ante la Palabra de Dios nos sintamos conmovidos!
De hecho, muchas veces cuando leemos en nuestro corazón la Palabra de Dios, sentimos que nos interpela, que nos está reclamando algo.
La Palabra de Dios como la misma Escritura lo afirma, es como espada afilada que atraviesa el corazón del hombre y conoce las entrañas de cada uno, requiriendo una respuesta confiada (Hebreos 4,12).
En la segunda lectura (I Cor. 12, 12-30) el apóstol San Pablo insiste en la necesidad que cada uno descubra cuál es la misión que Dios le ha encomendado desde que ha sido bautizado.
Compara el cuerpo Místico de Cristo, que es la Iglesia, al cuerpo humano, de modo que así como para el cuerpo humano cada órgano es necesario y no se puede prescindir de él, así también desde el Cuerpo Místico de Cristo que es la Iglesia, constituido por quienes hemos sido bautizados, y según la diversidad de funciones, construyamos una comunidad cuya cabeza es Cristo.
Nadie puede decir de otro tú no sirves para esto o no tienes cualidades para tal cosa o no puedes estar aquí, sino que cada uno por el bautismo pertenece al Cuerpo de la Iglesia, cuya cabeza es el mismo Cristo, el cual guía a cada uno para la consecución de los fines de la Iglesia.
Por eso es importante que cada uno se pregunte y descubra qué es lo que Dios quiere de él, en qué puede servir al Señor, en qué puede servir a los demás dentro de la iglesia.
De ese modo el creyente adquiere mayor felicidad para sí mismo, porque está haciendo la voluntad de Dios, porque está viviendo lo que Dios le ha encomendado.
En el texto del Evangelio (Lc. 1, 1-4; 4, 14-21) contemplamos a Jesús en la sinagoga el día sábado proclamando la Palabra de Dios.
En el texto aparece citado el profeta Isaías, de cuyo anuncio profético Jesús afirma: “esto se ha cumplido hoy”, aludiendo a su propia persona.
Se realiza en Jesús “que el Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción y me ha enviado a llevar la Buena Noticia a los pobres”. La misión de Jesús comienza precisamente en sentirse movido por el Espíritu y la necesidad de proclamar la Buena Noticia, que debe transmitir incansablemente y llegar al corazón de cada uno para que descubra que por la filiación divina está llamado cada creyente a caminar por este mundo para hacer presente el mensaje del Salvador y así dirigirse hacia la gloria que no tiene fin.
Hermanos: sintámonos profundamente consagrados a Dios por el bautismo, atraídos por esta misma vocación de llevar la Palabra en el mundo, la familia, el círculo de amigos, en el trabajo, ya que en todas partes podemos hacer presente a Jesús Palabra viva del Padre.
Padre Ricardo B. Mazza. Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario y Convento San Pablo primer ermitaño, en Santa Fe de la Vera Cruz, Argentina. Homilía en el 3er domingo durante el año, ciclo “C”, 23 de enero de 2022. http://ricardomazza.blogspot.com; ribamazza@gmail.com.-
"Lo único que se necesita para que triunfe el mal es que los hombres buenos no hagan nada." Edmund Burke
24 de enero de 2022
La Palabra de Dios es espada afilada que atraviesa el corazón del hombre, conoce sus entrañas, requiriendo una respuesta confiada.
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