11 de enero de 2022

Como bautizados manifestemos al mundo el consuelo salvador que proviene de Dios, toda vez que nos refugiemos en su bondad.

 

Con la Fiesta del bautismo del Señor concluye el tiempo litúrgico de Navidad para entrar en lo que se llama el tiempo  durante el año hasta el miércoles de cenizas que comienza la cuaresma, luego la Pascua y de nuevo continúa el tiempo durante el año.

¿Cómo celebramos el bautismo del Señor? El Profeta Isaías (40, 1-5.9-11) coloca en boca de Dios el pedido de realizar el necesario consuelo del pueblo de Israel, desterrado en Babilonia. Por medio de las humillaciones y sufrimientos, ellos han entendido que la infidelidad a Dios le ha valido penurias de todo tipo. Sin embargo, Dios ya ha reconocido este tiempo de purificación, el bautismo de los oprobios soportados, y  anuncia el consuelo del pueblo de Israel.
Anticipa que retornarán todos a su tierra, y esto se deberá a que Dios ha visto con agrado la perseverancia en el bien por parte del “resto” de Israel, el pequeño grupo que se mantiene unido a Dios.

Igualmente sucede esto en nuestros días, en el sentido que rige ya la apostasía o abandono de la fe por parte de muchos católicos, pero Dios sigue bendiciendo a su Iglesia a causa de la fidelidad del “resto” o grupo pequeño de bautizados que siguen fieles al Salvador y sus enseñanzas, y pide que mostremos el consuelo salvador que proviene de Dios para cada uno, toda vez que nos refugiemos en su bondad,
Con todo, se ofrece de nuevo la posibilidad de un nuevo renacimiento que pasa por la conversión, exhortada con el llamado ha preparar el camino para recibir a alguien que será enviado.

Recordemos en este sentido, que cuando Juan Bautista predica en el desierto, se cita en el evangelio este pasaje de Isaías, por lo que la misión de Juan el Bautista es la de una voz que grita en el desierto  que reclama la necesidad de preparar un sendero para nuestro Dios. Este preparar el camino para la llegada del Señor se debe realizar siempre, porque siempre estamos en deuda con Dios, ya que no nos terminamos de purificar y enderezar nuestra vida para orientarla totalmente al Señor.

De allí la necesidad de reconocer lo que de Dios recibimos permanentemente. Justamente en la carta del apóstol San Pablo a Tito (Tito 2, 11-14; 3.4-7) que ya la habíamos proclamado en la misa de Nochebuena, se nos recuerda que  la gracia de Dios que es fuente de salvación para todos los hombres se ha manifestado.
¡Qué hermosa afirmación! la gracia de Dios que se encarna en el seno de María es la misma persona del Hijo de Dios que se hace hombre en una mujer elegida y santificada, entrando así  en la historia humana, manifestándose al pueblo judío el día del nacimiento, y  a los paganos el 6 de enero que hemos celebrado.
Hoy, la manifestación la hace el Padre del cielo cuando viendo a su Hijo hecho hombre recibir el bautismo -aunque no lo necesitaba se deja bautizar para darnos ejemplo- dirá desde lo alto “Este es mi Hijo muy querido en quien tengo puesta toda mi predilección”

Ahora bien, el hecho de recibir nosotros el sacramento del bautismo, o sea, la gracia de Dios que es fuente de salvación, debe ayudarnos a ver la necesidad de vivir santamente porque quedamos emparentados con Dios siendo constituidos hijos adoptivos suyos.
De manera que Dios nos contempla siempre de modo nuevo, y quiere darnos su salvación aún en medio de nuestras debilidades y pecados, toda vez que asumamos la necesidad de la conversión.
Por eso es importante ir siempre al encuentro de Cristo nuestro Señor, que Él vaya marcando nuestra vida y que nosotros vayamos tomando como modelo de nuestra existencia cotidiana a su persona  y sus enseñanzas recordando siempre lo que Él ha hecho por nosotros y quiere entregarse totalmente a cada uno.

De allí, la necesidad de vivir fielmente la dignidad de bautizados, como hijos adoptivos de Dios, consagrados al Padre.
Por lo tanto, queda siempre la invitación que sigamos consagrados a Dios, buscando siempre alejarnos de todo aquello que nos separa de Él o que pueda ser un obstáculo para una vida de seguimiento de su persona y de sus ejemplos.
Pidámosle al Señor que nos dé su gracia, para que así como Jesús es el Hijo predilecto del Padre, sea también  para nosotros el predilecto  a seguir a lo largo de nuestra vida.



Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco emérito de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en la Fiesta del Bautismo del Señor. Ciclo “C”. 09 de enero  de 2022. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com
 
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