La primera lectura menciona uno de los problemas suscitado en la comunidad de los creyentes formado por seres humanos, por lo que no es de extrañar el surgimiento de conflictos (Hechos 6,1-7).
Los helenistas se quejan contra los hebreos porque no se atendía a las viudas de su comunidad en la distribución de los alimentos.
El asunto llega a los apóstoles, los cuales buscan
resolver la cuestión. Pero dejan un principio bien claro, nosotros nos
dedicamos a la oración y al anuncio del Evangelio por eso ustedes mismos elijan
a siete hombres probos para que se encarguen de un ministerio que le vamos a
dar.
Y así eligen a siete, les imponen las manos y queda
así constituido el orden del diaconado. Son los primeros diáconos que hay en el
seno de la iglesia y comienzan precisamente a atender con actitud de servicio a
las necesidades de la comunidad. Y todo esto es mirado por la gente que alaba a
Dios, Incluso dice el texto que sacerdotes, que eran obviamente de cultos
paganos, se hacían bautizar, querían formar parte de esta nueva Iglesia.
Esta nueva Iglesia que, como señala el apóstol San
Pedro, en la segunda lectura (I Pet. 2,4-9) tiene como piedra angular a Cristo.
Se trata de la piedra que rechazaron no pocos por
falta de fe, pero aquellos que aceptaron a Jesús como piedra viva y se
asentaron sobre Él como piedras vivas, como sucede con nosotros en la
actualidad, constituyeron, un edificio espiritual, la Iglesia.
Vemos entonces cómo se deja bien en claro que nosotros constituimos esa Iglesia como piedras vivas,
fundados sobre Cristo nuestro Señor, originándose de este hecho nuestra
fortaleza y solidez, en la fe, en la esperanza y en la caridad.
En la medida que aceptamos a Cristo, fuimos sacados
del pecado para constituir, por lo tanto, una Nación Santa, los elegidos de
Dios, aquellos que ofrecen sacrificios espirituales al Padre de las
Misericordia.
Todo este ideal de lo que ha de ser la vida del creyente, obviamente, como decía, tiene su sustento, su apoyo, en Cristo como piedra angular. En el texto del Evangelio Jesús mismo nos da mayores precisiones (Jn. 14,1-12). Él dice que es el camino, la verdad y la vida. Es muy importante tener en cuenta esta afirmación. No es un camino más, no es una verdad más, no es una vida a medias, sino plena. Y en la medida en que el bautizado tenga esto bien en claro y lo viva en profundidad, la existencia en el orden de la fe es totalmente diferente.
Precisamente, hoy en día, no pocos bautizados dejan
de lado a Cristo como camino y buscan otros caminos, siguen atajos que pueden
parecer más cortos, más breves para llegar a la meta, pero que llevan a la
confusión.
Por ejemplo, es notable hoy en día cómo dentro de la misma Iglesia Católica se va percibiendo a no pocos bautizados con determinados problemas de índole espiritual, fenómenos extraños en su vida y también en sus casas, e inmediatamente se piensa en una influencia demoníaca, en algo que no tiene una explicación racional.
Pero analizando las causas, inmediatamente caemos
en la cuenta que con mucha facilidad el creyente va detrás de otras cosas,
busca otros caminos queda encandilado y seducido por las cosas que ofrece el
mundo y así se va metiendo en la cabeza formas nuevas de oración que estimula
Instagram, la influencia del reiki, las energías de no sé qué que en apariencia
hacen muy bien para nuestra salud, decimos, o para nuestra vida interior y,
todo eso bajo una aparente religiosidad hace que vayamos dejando el verdadero
camino que es Cristo nuestro Señor.
Desde la fe, si el ser humano cree que Cristo
resucitado es el Hijo de Dios vivo, tiene que caer en la cuenta que no le debe
nada a nadie ni a nada, ni a ninguna otra forma de concebir la vida espiritual
porque en Cristo lo tenemos todo.
La verdadera energía es la del Espíritu Santo, la
tercera persona de la Santísima Trinidad que viene a nuestro encuentro, pero
obviamente por Cristo nuestro Señor.
Jesús también dice que es la verdad, y hoy nosotros
muchas veces coqueteamos con distintas verdades. Y así se dice, “Yo tengo mi
verdad, vos tenés tu verdad, la otra persona tiene su verdad”, y caemos en un
relativismo de la verdad, de la moral, e incluso de nuestra fe.
Y muchas veces en nuestra vida cotidiana caemos en
el sincretismo, o sea, vamos sacando distintos elementos de distintas formas
religiosas y nos creamos una nueva religión, y no caemos en la cuenta que nos alejamos
de la verdad que es Cristo nuestro Señor.
A su vez, Cristo es también la vida, vida en
plenitud, porque Él es el único que conduce al Padre del Cielo, es el único que
dice “yo les voy a preparar un lugar en la casa de mi Padre y después los
llevaré conmigo”.
La vida plena es la vida con el Padre, con el Hijo
y con el Espíritu Santo, es la vida en plenitud que nos ofrece Jesús
permanentemente. Por eso es muy importante recuperar nuestra fe, buscar la
solidez de nuestra fe en Cristo.
Es necesario no dejarnos distraer y seducir por otras cosas que pueden ser interesantes, pueden acaparar nuestra atención en algún momento, pero que en el fondo no nos llevan a la verdadera vida cristiana de fe en Cristo.
Por otra parte, así como Cristo está en el Padre y
el Padre en Cristo, Jesús nos promete que también nosotros, si lo seguimos a
Él, estaremos junto al Padre del Cielo.
Queridos hermanos en la fe: Aprovechemos este
tiempo de Pascua para ir al encuentro entonces de Jesús resucitado, para que Él
como camino, verdad y vida nos muestre la existencia nueva que podemos llevar.
Padre Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario y Convento san Pablo primer ermitaño en Santa Fe, Argentina. Homilía en el V domingo de Pascua. Ciclo A. 07 de mayo de 2023.
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