En
su primer libro, esto es, en el tercer evangelio, Lucas describe la persona y
obra de Jesús desde el comienzo hasta su Ascensión al cielo, haciendo hincapié
en este texto en los últimos momentos del Señor.
En
efecto, recuerda la pasión, la muerte y la resurrección del Señor, cómo se
apareció muchas veces a sus discípulos, dejándole instrucciones acerca de cómo
continuar su obra en este mundo, y refiriéndose al acontecimiento de la
Ascensión al cielo, cuando reunidos los once apóstoles en Galilea tal como se
les había indicado, retorna con su humanidad junto al Padre.
Es
interesante observar cómo se quedan todos impresionados con este hecho mirando
hacia el cielo, pero es en ese momento que dos hombres vestidos de blanco, dos
ángeles enviados por Dios, afirman que tal como se ha ido, Jesús volverá, por
lo que deben dejar de mirar a lo alto.
¿Qué
han de hacer? Salir a misionar, a
predicar, tienen que continuar con la obra del Señor, y así en el texto del
evangelio (Mt. 28, 16-20) Jesús dirá que han de dirigirse a todo el mundo
haciendo nuevos discípulos, bautizando en el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo, y enseñando a todos a cumplir lo que Él ha mandado, prometiendo
permanecer con ellos hasta el fin de los tiempos.
En
síntesis, la obra del Señor ha de continuar a través de ellos, es decir, por
medio de la Iglesia y, esa misión no estará concluida hasta que no se haya
extendido por todo el mundo el Evangelio, la buena noticia de la salvación.
Por
eso, es muy importante tomar el compromiso que de alguna manera Jesús nos pide
asumamos después de su Ascensión al cielo.
Ahora
bien, ¿qué hace Jesús en el cielo? Encontramos una descripción sencilla en la
segunda lectura (Ef. 1, 17-23). San Pablo desea a estos cristianos que Dios los
ilumine y les dé la sabiduría necesaria, - que también hemos de pedir nosotros-
para entender lo que ha significado la presencia del Hijo de Dios hecho hombre
entre nosotros, de manera de valorar la esperanza a la que hemos sido llamados.
Y entonces para que no quede duda alguna, señala el apóstol que Jesús está junto al Padre, ha ascendido a los cielos y está allí sentado a su derecha, una expresión muy típica de la Sagrada Escritura que indica justamente la cercanía con Dios Padre y el Espíritu Santo, constituyendo la Santísima Trinidad con ellos.
Pero es aquí que hay un dato muy importante. Está presente Jesús. ¿Qué significa que está presente Jesús? Que no solamente está el Hijo de Dios, sino que está el Hijo de Dios hecho hombre.
Si
bien cuando morimos se produce la separación del alma y del cuerpo, al fin de
los tiempos todos resucitaremos, y lo haremos con un cuerpo glorificado, un
cuerpo distinto.
Santo
Tomás en la Suma Teológica, por ejemplo, describe las cualidades de un cuerpo
resucitado, partiendo incluso del cuerpo resucitado de Jesús, de manera que nosotros
aquí, desde la fe, de alguna manera tendemos a esa vida eterna que se nos
promete, por medio del deseo de eterna juventud que tenemos a pesar del
envejecimiento, respondiendo a la certeza de que nuestros cuerpos serán
transformados, glorificados.
Y
eso hace que el ser humano, desde la fe, tienda a ese encuentro definitivo con
Dios. A su vez, Jesús promete estar con nosotros hasta el fin del mundo, hasta
el fin de los tiempos. No solamente a través de la Eucaristía, de los
sacramentos, sino que está presente en su Iglesia.
A
su vez, San Pablo afirma en la carta a los efesios que Cristo es la Cabeza del Cuerpo
Místico que es la Iglesia, explicando qué significa esto (I Cor.12).
En
efecto, San Pablo expone (I Cor. 12,12-27) que, así como en un cuerpo hay
muchos miembros y cada uno tiene una finalidad para el bien de todos, la Iglesia
como Cuerpo Místico de Cristo, está compuesta de muchos miembros y, cada uno
tiene una misión necesaria que no la podemos dejar de lado, de modo que, así
como la mano no puede decir al pie no te necesito, ni el pie a la mano lo mismo,
en el Cuerpo Místico que es la Iglesia nadie puede decirle a otro que no lo
necesita.
Incluso,
aunque el prójimo esté alejado de Dios por el pecado y le falte la caridad,
sigue formando parte de la Iglesia y, a esa persona tenemos que llevarle
también el mensaje de salvación que nos dejó Jesucristo, ya que como Iglesia
estamos llamados a la misión.
Por
lo tanto, hay un encuentro necesario con el mundo, en el cual estamos insertos,
para hacer presente a Jesús.
Es
cierto que Jesús les deja el mandato a los apóstoles de ir y bautizar dando testimonio,
pero la Iglesia no está formada únicamente por los apóstoles, por sus
sucesores, o sea, por la jerarquía de la Iglesia, el papa, los obispos, sacerdotes,
sino por todos los bautizados, porque es el bautismo el que nos incorpora al
cuerpo Místico que es la iglesia.
Atentos
a ello, se pueden dar dos dificultades o dos errores en nosotros, sin darnos
cuenta. El quedar como los discípulos mirando al cielo, y por lo tanto toda la
preocupación pasa por lo espiritual, lo místico, prescindiendo totalmente de lo
demás, olvidando que lo espiritual y lo místico debe estar encarnado, o sea,
tenemos que estar con los pies en la tierra.
Pero
puede darse también que el creyente se quede únicamente con lo terrenal, dejando
fluir la vida, pensando que algún día le tocará llegar o no al encuentro de
Dios, ocupándose solamente de sí mismo.
Por
eso la necesidad de incorporar esta realidad, la mirada al cielo, para no
olvidarnos que ya estamos presentes con Jesús y, la mirada en la tierra para
darnos cuenta que tenemos que transformar las realidades temporales haciendo
presente a Jesús, teniendo esa pasión para que la mayor parte del mundo, las personas,
puedan encontrarse con Jesús.
No
puedo quedarme tranquilo en paz, sabiendo que hay alguien en la familia, o en
un grupo de amigos, o en el trabajo, que no acepta a Jesús.
Es
en las realidades temporales donde debemos dar testimonio de vida, que puede
ser con la palabra, si es posible que ésta sea aceptada o escuchada al menos, o
la otra posibilidad, si sabemos que no nos van a escuchar, llevando una vida
acorde con la fe que hemos recibido.
Queridos
hermanos, esta existencia de resucitados y de aquellos que han ascendido con Cristo
debe prolongarse a través del tiempo. Y así estamos de alguna manera entre el
cielo y la tierra, viviendo acá, pero añorando lo que todavía no se ha dado en
nuestra existencia.
Padre Ricardo B.
Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario y Convento san Pablo
primer ermitaño en Santa Fe, Argentina. Homilía en la Ascensión del Señor.
Ciclo A. 21 de mayo de 2023
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