El apóstol San Pablo (Rom. 5,12-15), escribiendo a los cristianos de Roma y
ciertamente también a nosotros, transmite esta enseñanza que es de capital
importancia para nuestra vida, referida a que el pecado original produjo estragos en
la naturaleza humana, ya que entró la muerte para el hombre, y la permanente inclinación al mal. Si bien el bautismo borra el
pecado original, sin embargo, la herida y la inclinación hacia lo que es
malo, está presente en nuestra vida.
Y ciertamente eso nos angustia, hace pensar qué podemos hacer, a lo cual el mismo apóstol responde que donde abundó
el pecado, sobreabundó la gracia, por medio de Jesucristo, el Hijo
de Dios hecho hombre, que muriendo en la cruz redimió al hombre y le dio esa
oportunidad de reconciliarnos a través del sacramento de la confesión y recuperar la gracia que muchas
veces perdemos.
Pero hay algo que esta situación deja permanentemente en
nuestro corazón y que todos experimentamos y es el miedo.
Por un lado el
miedo a la muerte, porque todos moriremos, o sea, sabemos lo que
significa que con el pecado se introdujo la muerte, pero, a su vez, vivimos en este mundo con
temor porque nos sentimos desvalidos, pequeños ante las dificultades,
los sufrimientos, los dolores, y las enfermedades que se nos presentan en la
vida.
Ya desde la niñez el niño tiene sus miedos, ya sea a los gritos de los padres, a la posibilidad de ser abandonados, a los fantasmas con los que se los amenaza para que se comporten bien.
El adolescente tiene sus
miedos acerca de la existencia, a veces pierde el sentido de la vida, no sabe
qué hacer ante los cambios que se producen en su persona y en su relación con los demás.
El joven que está terminando una carrera universitaria, por ejemplo,
o está por tener un trabajo de cierta relevancia, también teme qué va a hacer
en el futuro, cómo va a encarar las dificultades, cómo realizar en plenitud,
por ejemplo, lo que es la vocación al matrimonio, a la familia, miedo ante una sociedad que discrimina a las personas.
El adulto siente temor ante todo tipo de inseguridad, ya sea de violencia, o de perder el honor, o el trabajo, y tantas otras cosas que angustian y desasosiegan, porque reducen su existencia a la permanencia en este mundo sin horizonte futuro después de la muerte, sin pensar que no estamos hechos
para esta vida, sino para transitarla y para encontrarnos algún día en la
eternidad con Dios.
Precisamente el temor también conduce a que estemos ausentes como creyentes en el mundo en el que estamos insertos, y la misión, el envío que
hace Jesús de los apóstoles y de cada uno de nosotros, no se lleva a cabo en
plenitud o por lo menos como Él quisiera.
En realidad, somos conscientes que dar
testimonio del Señor lleva consigo dificultades, problemas y hasta la muerte, como lo experimentó el profeta Jeremías (Jer. 20,10-13), y tantos otros.
Precisamente, acabamos de escuchar en la primera
lectura cómo el profeta tiene temor en su interior a Dios si acaso faltara a la misión
que se le ha confiado, y siente miedo por sus enemigos que disgustados por su mensaje nada agradable buscan destruirlo.
Jeremías debe anunciar la necesidad de cambiar de vida, que han de confiar en Dios y no en Egipto, porque la caída de Jerusalén es inminente y será realidad el destierro a Babilonia llevada a cabo por el rey Nabucodonosor.
Pero el pueblo de Judá, no
quiere escuchar malas noticias, castigan al profeta, lo azotan, lo meten preso, lo
hunden en un pozo de barro y luego lo terminan asesinando en Egipto.
Pero en el momento en que llega la caída del reino, no hay
nadie quien lo salve, ya que han perdido la confianza en Dios.
El profeta Jeremías,
profeta de calamidades, reconoce que su fuerza es Dios, pero sabe que su misión, en definitiva, lo puede llevar, y de hecho lo condujo a la
muerte, pero estaba convencido que Dios lo esperaba en la gloria que no
tiene fin.
A nosotros también nos pasa lo mismo, por eso Jesús dice:" no
teman a los hombres", porque muchas veces lo padecemos.
Cuántas veces en la oficina,
en la universidad, en la familia o grupo de amigos, o ya sea en el trabajo que tenemos, es duro dar testimonio de
Cristo.
Y si alguien habla mal del Señor, de la Iglesia, del Evangelio, o
proclama creer en otras cosas absurdas, tenemos la tentación, y a
veces caemos en ella, de silenciarnos, de no decir nada, de dejar pasar, mejor
no meterse en líos, incluso cuesta dar testimonio en el seno del grupo de amigos mas cercanos.
Por eso es que Jesús advierte diciendo "no teman a los hombres", "no teman a los
que pueden matar el cuerpo, pero no pueden matar el alma", "teman más bien a aquel que puede arrojar el cuerpo y el alma a la gehena", a la condenación.
Ante el temor, Jesús dice que el Padre es providente y cuida, y así si son valiosos los pajaritos del campo, mucho más lo somos nosotros
que tenemos contados hasta el último cabello, y siendo más importantes que los
pájaros, hemos de confiar en la providencia divina que muestra el camino para dar testimonio de Jesús.
Este compromiso es muy
importante, ya que se origina precisamente en el bautismo. Y tan importante es, que Jesús
dice, que testimoniará delante de su Padre por aquel que dé testimonio de Él, pero desconocerá a aquel que se avergüence de su Persona.
Y
así, vemos cómo Cristo actúa cuando está en la cruz, en medio de los malhechores.
Uno de ellos insulta a Jesús y el otro lo defiende afirmando que el Señor no ha hecho nada malo. Y ahí, tocado por la gracia, se convierte y suplica al Señor, por lo que recibe justamente la promesa "hoy estarás conmigo en el paraíso".
Es decir,
reconoce Jesús a aquel que fue capaz de dar testimonio
delante del otro bandido.
Estamos llamados a dar testimonio, por lo que no nos conformemos
con la práctica de la misa, o con hacer las cosas bien, que hay
que hacerlo por cierto, sino que también hemos de dar testimonio de nuestra fe delante del mundo,
sin agredir, sin insultar, pero sin callarnos, para que el mensaje del Señor
llegue a todo el mundo.
¡Cuántas veces hay personas que entran en razón cuando
se encuentran con el testimonio del creyente! ¿Por qué la Iglesia es
tantas veces atacada y perseguida? porque molesta cuando predica la verdad tal como la recibió del Señor.
Cuando la Iglesia habla de la malicia tremenda que tiene el aborto, lógicamente
que todos los que piensan de distinta manera se van a indignar. Cuando la
Iglesia habla acerca de la malicia de la eutanasia, o del divorcio, o de tantas cosas que el mundo defiende como buenas cuando no lo son, es lógico que quienes sostienen las distintas aberraciones vigentes en este
mundo se alcen furiosos porque han sido tocados sus
argumentos.
Porque la gran tentación de los enemigos de Dios y de la Iglesia es
la de querer imponer su propia enseñanza, el autoritarismo.
Reclaman la democracia
para ellos, pero son totalmente autoritarios al querer que todos han de pensar
como ellos, y que todos tienen que aceptar las aberraciones que ellos sostienen,
Por eso, en estos momentos difíciles que nos ha
tocado vivir, hemos de trabajar para ser fieles al Señor. Él nos cuida, Él nos
protege y que todo sea para Su reino, sabiendo que Él nos espera al final de
nuestra vida diciéndonos "ven bendito de mi Padre al reino que no
tiene fin, porque has sabido dar testimonio de mí, porque has valorado la vida
eterna más que la vida terrena, por que has valorado más tu fidelidad a mi Persona que
la fidelidad a los hombres", y Jesús nos recibirá con la alegría propia de quien
está siempre atento para recibirnos en el seno del Padre.
Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario. Homilía en el domingo XII del tiempo durante el año. 25 de junio de 2023, en Santa Fe, Argentina.
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