Este domingo, la Iglesia celebra la jornada mundial de oración por las vocaciones sacerdotales, religiosas y a la vida consagrada. Esto siempre se hace el cuarto domingo de Pascua llamado el Domingo del Buen Pastor, porque justamente el texto del Evangelio habla de Jesús como Buen Pastor.
Al respecto tenemos que tener en cuenta que en el Antiguo Testamento, cuando se
habla de los pastores del pueblo de Israel, no sólo se comprende a los jefes religiosos, sino también a los gobernantes, de manera que este término de pastor involucra a quienes han de velar por el bienestar del pueblo elegido.
En ese sentido sucedía que los pastores de Israel se cebaban a sí
mismos, se preocupaban por sus cosas y descuidaban la atención
del pueblo, por lo que tanto los profetas Jeremías y Ezequiel anuncian que Dios promete darle al pueblo pastores según su corazón.
Más aún, anuncian que el mismo Dios se pondrá a la cabeza del pueblo como
pastor del mismo, para conducirlo a los pastos eternos.
Ahora bien, la mirada en definitiva estaba puesta en el Nuevo Testamento, en la figura de Jesús
como el Buen Pastor Resucitado, que viene a conducirnos a la casa del Padre,
como lo recordamos en la primera oración de esta misa, de modo "que allí donde está
nuestro Pastor Resucitado, allí también algún día lleguemos nosotros a
compartir su gloria y su bienaventuranza".
Es interesante ver cómo los textos
bíblicos apuntan a la persona de Cristo de una manera muy precisa.
El libro de los Hechos de los Apóstoles (4,8-12) presenta el discurso de Pedro ante
los judíos, con motivo de la curación del lisiado, afirmando que no hay otro nombre por el cual somos salvados, y ese nombre es el de
Jesucristo.
Así como él y Juan habían curado a este paralítico invocando el
nombre de Jesús, es necesario tener en cuenta que por el mismo nombre es salvado
el ser humano, es liberado de sus pecados, y que cada persona tiene la
posibilidad de aspirar a la vida eterna.
Si seguimos a san Juan,
en la segunda lectura (1 Jn. 3,1-2), nos dice, "miren como nos amó el Padre: quiso que nos llamáramos hijos de Dios, y nosotros lo somos realmente".
¿Y en qué consistió el amor del Padre? En que envió a su Hijo, para que hecho hombre, y entregándose
por nosotros, que formamos parte de su rebaño, pudiéramos ser salvos, para lo cual fuimos constituidos hijos adoptivos suyos, realidad no reconocida por quienes no reconocen al mismo Dios.
San Juan reconoce que somos hijos de Dios, y que lo que seremos no se ha manifestado todavía, aunque "sabemos que cuando se manifieste, seremos semejantes a Él, porque lo veremos tal cual es".
En el texto del Evangelio (Jn. 10, 11-18), Jesús se presenta como el buen Pastor. Es
interesante ver cómo el término, no solamente apunta a lo bueno, sino también a lo bello, como si Cristo dijera, yo soy el buen pastor, yo soy el bello pastor .
La bondad junto con la belleza refiere a pastorear al pueblo hacia lo bueno y lo bello de la existencia humana, que coincide con el seguimiento de la persona del Salvador.
Jesús muchas veces personifica distintas realidades, por ejemplo, yo soy la
luz, yo soy el camino, yo soy la verdad, yo soy la vida, yo soy la
resurrección. Es decir, Él mismo encarna los aspectos que son fundamentales en la vida del hombre.
Y nos dice que Él es el
buen pastor, cumpliéndose lo que ya anunciaban las profecías
del Antiguo Testamento, porque viene a ponerse adelante, guiando a su pueblo hacia el encuentro del Padre.
No es un pastor asalariado, que trabaja por un
sueldo, ya que este cuando ve
venir al lobo, huye, porque no le interesa que se pierda alguna oveja; en
cambio, el buen pastor que es Cristo, hace frente al lobo, es decir, al
espíritu del mal, y entrega su vida en defensa del rebaño.
Eso es lo que hace
Jesús en la cruz, y resucitando otorga la vida nueva de la gracia a cada persona de este mundo que lo siga de veras, creyendo en Él.
Indudablemente, esta figura del buen pastor, debe ser asumida por
quienes hemos sido elegidos, no por nuestra dignidad, sino por la misericordia
de Dios, para conducir al rebaño a los pastos eternos.
De manera que el sacerdote,
el que se consagra a Dios de una manera especial, debe tener siempre como meta,
imitar lo más posible a Jesús como buen pastor, sabiendo que lo que interesa en
ese pastoreo, es guiar, es conducir, es enseñar la verdad, transmitir la
belleza del mensaje de Jesús, ayudar a la oveja que está herida para que se
cure, buscar a la descarriada para que vuelva al buen camino.
Buscar incluso a
aquellas personas que no son de este redil, como exhorta el Evangelio, es decir, aquellos que no creen, o que se han alejado, o que piensan que la fe católica
no tiene sentido, también ellos deben recibir la palabra y la presencia del pastor eterno que es Cristo, a través de los pastores que vivimos en este
mundo.
Por eso, es muy importante la oración, para que el Señor
dote a su iglesia de abundantes vocaciones, que sean santas, y así crezca el número de aquellos que quieran dedicarse al Señor y a su Iglesia.
Pidamos por estas
intenciones, y quiera Dios que cada vez se escuche más su Palabra, el mensaje que Cristo quiere transmitir a todo el mundo,
mientras caminamos hacia la gloria que no tiene fin.
Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el 4to domingo de Pascua. Ciclo B. 21 de abril de 2024.
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