Estamos celebrando esta hermosa fiesta de la Ascensión del
Señor, misterio de fe que deja muchas enseñanzas. Por un
lado, celebramos el triunfo de Cristo, ya que no solamente ha resucitado
de entre los muertos, sino que ahora retorna junto al Padre. A su vez, está sentado a su
derecha, recuerda san Pablo (Ef.1, 17-23), indicando así la cercanía con Aquel que lo ha enviado a este mundo para salvar al hombre. Es
el triunfo de Cristo porque todas las cosas han sido puestas bajo sus pies ya que el Padre "lo constituyó , por encima de todo, Cabeza de la Iglesia, que es su Cuerpo y la plenitud de aquel que llena completamente todas las cosas".
Ha
sido una victoria sobre el pecado y la muerte eterna, sobre el espíritu
del mal, que ya no tiene poder sobre el hombre a no ser que se lo
demos, sabiendo que contamos siempre con la gracia de Dios para
resistir sus embates permanentes.
Esta Ascensión del Señor también permite vivir con la certeza que la naturaleza humana está ya con Dios en la gloria, anticipando así nuestra meta final futura si somos fieles a Dios.
De allí el asombro de los
ángeles, por la ascensión de la humanidad por medio del Hijo de Dios encarnado, siendo engrandecido de esta manera el ser humano.
Por eso es que el espíritu del mal nos odia tanto, no soporta que el
hombre, por naturaleza criatura inferior a la angélica, pueda tener ya esa primacía junto a
Dios, llegando a la gloria del cielo.
Meta, por supuesto, que se alcanza, en la
medida en que seguimos los pasos de Cristo, escuchamos su palabra y vivimos
según la voluntad de Dios.
En efecto, ya tenemos la esperanza, como enseña el
apóstol san Pablo (Ef. 1,17-23), de conocer al Padre, en esperanza porque sabemos que si somos
dignos podemos participar del infinito tesoro de gracia que Dios nos ofrece a
cada uno, por el hecho de haber sido redimidos, salvados y por lo tanto también
enaltecidos.
Porque como el mismo Pablo dice en la carta a los Efesios, en otro
lugar, hemos sido creados para la gloria del Padre, siendo la ascensión de Jesús un anticipo. Es como decirnos, este es un hecho. No duden más, no se
pregunten más si eso será posible, es una realidad.
Todo depende del hombre,
no de Dios, porque Él cumple su promesa, depende de cada uno de nosotros, de
nuestra respuesta, de nuestro amor al Señor, de nuestro deseo de participar de la
gloria eterna.
Pero al mismo tiempo Jesús no se separa de nosotros, sigue
presente en medio nuestro, por lo que cuando
Jesús nota que los apóstoles están tristes porque Él anuncia que se va, dice,
no se pongan tristes, si no me voy, no vendrá el Espíritu.
El Espíritu Santo es la tercera persona de la Santísima Trinidad, enviado por el Padre y el Hijo para continuar la obra de Jesús aquí en la tierra, por la santificación de las personas, obrando en el corazón de cada uno de nosotros.
La ascensión de Jesús, entonces, asegura que lo prometido es
algo real, no un invento, no una ficción, y que siendo fieles estamos seguros de llegar a la meta. Pero también se nos
enseña que tenemos que continuar la obra de Jesús bajo la guía del
Espíritu Santo, por eso los ángeles le dirán a los apóstoles que miran hacia
el cielo contemplando la partida de Jesús, ¿qué hacen allí mirando?
O
sea, es hora de evangelizar, llevar el mensaje de
Jesús por todo el mundo, encargo que también llega a nosotros en nuestros días, porque el mundo necesita ser evangelizado y cada vez más.
Tan sumergido está el
ser humano a veces en la pavada, en aquello que lo empequeñece y lo aleja
de Dios, que es más urgente la necesidad de evangelizar, de llevar el
mensaje de salvación, hacerlo presente Jesús; hacer presente que su camino es
un camino de seriedad, de entrega, que es un camino que no está hecho para
los flojos y para aquellos que piensan que solamente es necesario gozar de esta
vida, sino para quienes tienen vocación de grandeza.
Esa grandeza que se adquiere precisamente en una unión cada vez más estrecha
con el Señor. Estamos invitados por lo tanto a evangelizar, a seguir la obra de
Jesús, sabiendo que muchos hermanos nuestros necesitan del anuncio del
Evangelio, para conocer que su vida no termina aquí, sino que han de crecer en la
esperanza de llegar algún día donde está Dios y contemplarlo cara a cara.
Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en la Ascensión del Señor. Ciclo B. 12 de mayo de 2024.
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