En la primera lectura (Jeremías 23, 1-6), encontramos que el profeta es enviado al reino de Judá para fustigar a los malos pastores del pueblo porque dispersan a las ovejas que se les han confiado.
La
figura del rey-pastor, muy común en aquellos tiempos, no solamente conducía políticamente al pueblo elegido, sino también
en el ámbito religioso, y ambos aspectos se complementaban, de manera que el rey-pastor debía cuidar por el bienestar de sus ovejas.
El texto de hoy hace referencia a cómo los
últimos reyes de Judá no habían cumplido con esta misión, con este papel de ser
buenos pastores, de manera que campeaba la injusticia social y la corrupción, no escuchan a Dios y no se convierten, por lo cual no quedará más solución que la intervención divina que reprende a su pueblo con la caída de Jerusalén y la deportación a
Babilonia.
A su vez, Dios se hará cargo de las ovejas, "el resto", de todos los países a donde fueron expulsadas, volverán a sus praderas y serán fecundas, suscitando para ellas pastores que las apacentarán, ya que no puede dejar sin guía y conducción
a aquellos que ha elegido.
Por otra parte, mirando el futuro, el Señor suscitará a David un germen justo, que reinará como rey justo, se llamará "El Señor es nuestra justicia" alcanzando Judá seguridad y prosperidad.
Esta afirmación hace referencia a la persona de
Jesús, que es el Hijo de Dios hecho hombre, el cual, como dice san
Pablo en la carta a los Efesios (2, 13-18), es nuestra paz, porque ha unido a los dos pueblos en uno solo, al judío y a los paganos.
En efecto, "Creó con los dos pueblos un solo hombre nuevo en su propia persona, restableciendo la paz, y los reconcilió con Dios en un solo Cuerpo, por medio de la cruz, destruyendo la enemistad en su persona", por lo que "todos sin distinción tenemos acceso al Padre, en un mismo Espíritu".
Jesús pacifica los corazones y los pueblos, uniéndolos bajo su guía de pastor, trayendo la salvación a los que permanecen fieles a Él, o sea, haciendo posible esta unidad entre los diversos pueblos de la tierra,
toda vez que respondan a la voluntad de Dios.
Si seguimos incursionando en la figura de Jesús en el Evangelio, encontramos que ha asumido la figura del Pastor (Mc.6,30-34).
El domingo pasado reflexionamos sobre cómo Jesús envía a
sus discípulos a proclamar el Evangelio, a curar enfermos, expulsar demonios, llamando a la conversión.
En el texto de hoy contemplamos el regreso de
estos discípulos, a los que Jesús quiere escuchar, sabe que les ha ido bien en la
misión, los invita a descansar un poco, a aquietar el espíritu, y compartir sus experiencias misioneras.
Pero inmediatamente surge que el pueblo
está pensando en otra cosa, necesita un Pastor, y a pesar que Jesús y
los discípulos se alejan, la gente adivina a donde se dirigen, y va tras sus pasos.
Y ahí Jesús, mirando a la multitud, se compadece de ella, "porque eran como ovejas sin pastor y estuvo enseñándoles largo rato".
Les habla largamente de las cosas de Dios, de lo que refiere a la salvación del hombre.
Hoy
también si miramos al mundo con la mirada de Jesús, contemplamos que la humanidad está sin pastor que la guíe.
En nuestros días existe gran confusión, mucha gente camina a la deriva, no
encuentra pastor que la conduzca a los pastos eternos.
Para
colmo, estamos viviendo en una época en que hay muchos enemigos de la persona de Cristo, y que se meten en las sociedades, en las
culturas, tratando de atraer a la gente a otras cosas, a otras motivaciones. De
hecho hoy nos encontramos con muchos católicos que en medio de los problemas,
en medio de las dificultades, en lugar de ir a beber el agua pura y fresca que
emana de Cristo nuestro Señor, el agua viva, prefiere ir a buscar consuelo y
respuesta en la Nueva Era o en todos aquellos movimientos relacionados con el mundo oriental panteísta, el Reiki y con las modas de este mundo.
Ya no interesa tanto Jesús como
el Salvador, como el que viene a conducir al hombre como Pastor.
Por eso se nos hace un llamado muy fuerte, no solamente a que no caigamos en esas
erróneas actitudes, sino que busquemos a Jesús.
Es el Pastor que guía en la verdad y en el bien, porque Él es
nuestra justicia, decíamos al meditar al profeta Jeremías.
En efecto, Él es nuestra
justicia no solamente porque la administra en este mundo, sino porque
quiere hacernos a cada uno justo, reconciliados con el Padre porque buscamos la voluntad de Dios.
Por eso es importante que busquemos siempre a Cristo como respuesta a los grandes interrogantes
de la vida, que no nos dejemos encandilar por las novedades de la cultura de
nuestro tiempo, que a nada conducen, y al
mismo tiempo, tratemos de llevar a otros el mensaje verdadero y perenne que es el del Evangelio.
Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el domingo XVI del tiempo per annum. Ciclo B. 21 de Julio de 2024.
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