18 de noviembre de 2024

El presbítero debe ser siempre fiel en proclamar la verdad, celebrar los sacramentos y guiar al pueblo por la santidad de vida a la meta celestial.

 

En esta misma hora, pero hace ya 50 años, Monseñor  Vicente Zazpe, entonces arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz, me ordenaba sacerdote en la iglesia parroquial del Sagrado Corazón de Jesús, en la que habían contraído matrimonio mis padres y fuera yo bautizado, de manera que era un templo que tenía una honda significación para mi vida, por eso el Obispo accedió a que la ordenación fuera allí.
Cincuenta años ya transcurridos, tantos recuerdos, tantas vivencias, tantos momentos en los que he tratado siempre de dar testimonio de lo que plantea el Evangelio de esta misa, cuando Jesús le pregunta a Pedro por tres veces si lo amaba más que los demás (cf. Jn.21,15-17).
Y con la respuesta de Pedro, a la cual me uno, también yo he querido manifestarle a Dios en ese momento que por el amor grande que a Él le tenía, estaba decidido a ser sacerdote. 
Ahora bien, en mi historia personal, ya había descubierto mucho antes lo que señala el profeta Jeremías (cf. Jer. 1,4-9), cuando Dios le dice que lo había elegido como profeta para que transmita al pueblo lo que Él le iba a indicar.  El elegido desde el vientre de su madre, como recuerda el texto, recalca que es débil, que no tiene las cualidades necesarias para la misión profética. A esto, Dios responde que es por su gracia, que comunicará lo que se le indique, y que no tema lo que pueda acontecer en su misión profética. 
Y el profeta accede, y sabemos lo mucho que tuvo que sufrir por transmitir la verdad, el mensaje que Dios le entregaba. 
Porque también la vida del sacerdote, como la del profeta, ha de ser un vivir señalando permanentemente la verdad revelada y no ocultarla por miedo a nadie, o por el rechazo de la gente,  porque más bien ha de temerse  el rechazo de Dios,  por no seguir su voluntad. 
La transmisión de la verdad, lamentablemente en nuestros días muchas veces se ve aguada, ya que se busca, no pocas veces, transmitir una verdad que conforme a todo el mundo,  admitiendo y aceptando lo que el mundo adora y enseña con total desparpajo. 
El sacerdote de Cristo,  debe mantenerse siempre fiel a la Palabra del Señor y transmitir la verdad tal como es. Sabemos que no siempre la verdad resulta atractiva en el mundo en el cual vivimos, porque no pocas personas, aún dentro de la Iglesia, no quieren que se las moleste con enseñanzas diferentes al pensamiento mundano.
Transmitir y defender la verdad es la mejor muestra de amor para con el prójimo, porque el ser humano necesita más en nuestro tiempo, saber cómo se está jugando su vida interior en la aceptación o no de la Palabra de Jesús. 
Hoy en día muchas veces la gente se pregunta por esto, por lo otro, ¿qué hacer? Por ejemplo, más de una vez cuando una pareja de novios decide irse a vivir juntos, ¿qué se preguntan acerca de esto? ¿Se preguntan lo que enseña el Evangelio? O más bien dicen, no, el mundo lo ve como algo normal, como algo común, hagámoslo. 
Y ahí tienen un claro ejemplo de con qué facilidad el ser humano no pocas veces deja de lado el mandato de Cristo para seguir la voz del mundo, las costumbres del mundo. Y así vamos, porque de hecho cuanto más se afloja en este campo no resultamos  ejemplo de nadie, ni para la vida laical ni para la vida sacerdotal.
¿Qué joven hoy en día va a jugar su vida para entregarse a Cristo en la vida religiosa o en la vida sacerdotal si no ve un mensaje claro de que es necesario seguir a Cristo, imitar a Cristo y enseñar lo que Cristo ha enseñado? Porque ahí se juega la propia salvación del mismo sacerdote. 
A su vez, el sacerdote es ordenado principalmente para la Eucaristía, como acabamos de escuchar en la segunda lectura tomada de la primera carta de los Corintios (11,23-26). La Eucaristía, la que estamos celebrando ahora en la cual el pan se convierte en el Cuerpo de Cristo y el vino en la Sangre de Cristo que se da como alimento de vida eterna a quien está debidamente preparado. 
La Eucaristía que es la fuente y es el culmen también del culto divino de la adoración a Dios. 
Pero, por supuesto, también la administración de los otros sacramentos que forman parte de los caminos con que Dios nos regala para nuestra salvación. De manera que la transmisión de la palabra, de la verdad, por la que se caracteriza la misión profética del sacerdote, se une también la misión sacerdotal para administrar los sacramentos y también la tercera misión, la de reinar, o sea la de ser cabeza del pueblo que se le confía al sacerdote para procurar de todas formas encaminar, ayudar, guiar a todos para vivir también en la unión con Cristo y llegar a la meta que se nos ha prometido que es la gloria del cielo. 
Quiera  Dios concederme en el tiempo que Él  disponga, la fuerza necesaria, la gracia para seguir siendo profeta en medio de una sociedad que no busca la verdad, sacerdote en la administración de los sacramentos que son la vida del alma y también pastor o guía de todos aquellos a los cuales el Señor me presenta para poder ayudarlos al encuentro definitivo con Dios nuestro Señor. 
Pido la gracia divina,  y pidan también ustedes por mí para que el Señor me mantenga firme en este camino sabiendo siempre que Dios es más fiel que  el mismo sacerdote. 
A lo largo de mi vida son tantas las gracias recibidas, las muestras de amor por parte de Dios que superan totalmente lo que yo haya podido hacer por Él. Que el Señor entonces me acompañe para poder permanecer siempre fiel a lo que Él me ha entregado.


Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el 50 aniversario de su ordenación sacerdotal.

(domingo XXXIII del tiempo per annum. Ciclo B.  16 de noviembre de 2024).


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