Con este Domingo en que celebramos la Solemnidad de Cristo Rey del Universo concluye el año litúrgico y comenzaremos Dios mediante el domingo próximo un nuevo año litúrgico con el Tiempo del adviento.
Las lecturas bíblicas de hoy nos muestran cómo Jesús es entronizado como Rey de todo lo creado, por lo que todo está bajo sus pies para entregarlo luego al Padre de los cielos.
El profeta Daniel (7, 13-14) en una visión, ve a un como Hijo de hombre, que refiere a Cristo, que se acerca al anciano que está en el trono y "le fue dado el dominio, la gloria y el reino, y lo sirvieron todos los pueblos, naciones y lenguas. Su dominio es un dominio eterno, que no pasará, y su reino no será destruido"
A su vez, el libro del Apocalipsis (1,5-8) enseña que Cristo es Alfa y Omega, principio y fin de toda la creación, por lo que la misma tiene su sentido mirándolo a Jesús que es el Hijo de Dios hecho hombre, amado desde toda la eternidad por el Padre, el cual ha puesto todo a sus pies y ha querido que reine en nuestros corazones, para que ya desde este mundo aprendamos a orientar la existencia humana a la gloria de Dios, porque la vida del hombre no tiene sentido si no transcurre en permanente alabanza de Dios nuestro Señor.
Reconocemos en Jesús, al Hijo de Dios hecho hombre, Señor de todo lo creado y de nuestros corazones, a alguien que quiere reinar en el corazón de cada persona y en la sociedad, que quiere ser reconocido como lo que Es, y quiere ser glorificado para que también el ser humano participe de esa misma gloria.
Sin embargo, el mundo sigue por otro camino, la gente sigue obnubilada por otros elementos destructivos, vive en la frivolidad, adorando lo que acontece, lo efímero, y deja de lado lo eterno, el dar culto de adoración a quien es el principio y el fin de todas las cosas, de manera que la vida del ser humano transcurre muchas veces en este mundo sin tener un sentido profundo, siendo una pasión inútil.
No pocas veces acontece que el ser humano vive porque vive, porque el aire es gratis y no tiene una finalidad en su existir, no ha puesto su mirada en una meta eterna, en vivir para siempre con Dios y en reconocer siempre el reinado de Cristo nuestro Señor.
A pesar de nuestros desvíos, Jesús quiere reinar en nuestro corazón, pero ya nos advierte como le dice a Pilato (Jn. 18, 33-37), "mi realeza no es de este mundo", o sea, no esperen que sea rey temporal, un rey humano según el modelo de este mundo, sino que mi reyecía tiene otro nivel, otro sentido, quiero reinar en el corazón de cada uno para que también cada persona pueda rendir culto de adoración a Dios como el Hijo amado del Padre Jesucristo y pueda participar de su gloria eterna.
Jesús enseña, a su vez, que ha nacido y ha venido al mundo para ser testigo de la verdad, por lo que todo aquel que es de la verdad escucha su voz, ya que Él es la Palabra del Padre.
Pilato, sin embargo, pregunta "¿Qué es la verdad?" pero no le interesa escuchar la respuesta del Señor, el cual es la Verdad.
Ahora bien, el incrédulo pregunta: ¿Cómo puede Jesús pretender ser la verdad? ¿Por qué tenemos que reconocerlo como alguien que es la verdad? ¿Acaso no ha fracasado muriendo en la cruz?
En efecto, nos encontramos con que muchos desconocen que Dios es la Verdad, piensan que es un crucificado más, sin embargo, en la cruz resalta con esplendor la verdad de la salvación del hombre.
Por eso, es que dirá uno de los crucificados con Jesús, "acuérdate de mí cuando estés en tu Reino", reconocido en Cristo la verdad eterna que no pasa con el tiempo, sino a aquel que tiene un reino eterno, que existe en el corazón de quien le es fiel, que existe desde siempre.
Queridos hermanos: pidamos al Señor que reine en nuestros corazones, que no nos deje adorar a otros dioses, a otros reyes, a otras realidades pasajeras, sino solamente a Él.
Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el domingo XXXIV del tiempo per annum. Solemnidad de Cristo Rey del Universo. Ciclo B. 24 de noviembre de 2024.
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