9 de junio de 2025

Imploremos que el Espíritu Santo realice sobre cada persona aquello que aconteció al comienzo de la predicación evangélica.

Cristo resucitado, que ya ascendió a los cielos y está sentado junto al Padre como su Hijo hecho hombre, nos envía este regalo del Espíritu Santo, tercera persona de la Santísima Trinidad, que tiene que completar, perfeccionar su obra en este mundo. Por eso, pedíamos a Dios en la primera oración de la misa, la gracia que el Espíritu Santo no solamente derrame sus dones sobre el mundo, sino que realice sobre cada persona aquello que aconteció al comienzo de la predicación evangélica. ¿Y qué fue lo que hizo el Espíritu Santo? ¿Qué cambió su venida? Vayamos al Libro de los Hechos de los Apóstoles (2, 1-11). El texto que acabamos de escuchar como primera lectura, nos habla de los discípulos juntos con la Virgen, reunidos en el Cenáculo, orando, esperando el Espíritu Santo. 
Es un día especial en Jerusalén, porque se está celebrando la fiesta judía de Pentecostés, con la presencia de judíos venidos de lejos. 
Esta fiesta tenía dos aspectos, por un lado se celebraba 50 días después de la Pascua,  para dar gracias a Dios por el éxito de las cosechas. Pero también porque actualizaba la alianza del Sinaí, cuando Dios entrega las dos tablas de la ley al pueblo, diciéndole a Moisés que este pueblo será mi pueblo, y yo seré su Dios, si escuchan mi palabra y la ponen en práctica. De modo que Jerusalén estaba repleto de judíos de la diáspora. ¿Qué significa esto de judíos de la diáspora? Aquellos que vivían lejos de su patria, y que estaban allí precisamente para celebrar la fiesta de Pentecostés.
Y acontece lo que hemos escuchado, el Espíritu Santo desciende sobre la Virgen y sobre los apóstoles en forma de lenguas de fuego, y comienzan a proclamar las maravillas del Señor. 
Y he aquí la sorpresa de  aquellos que escuchaban hablar a los discípulos, ya que a pesar de proceder de distintas partes y hablar distintas lenguas, todos entendían perfectamente lo anunciado. 
Este hecho corrobora  que la Iglesia fundada por Cristo estará presente en todo el mundo,  conviviendo con distintos pueblos, hablando diferentes idiomas, y  a pesar de esa diferencia, existirá unidad de fe, de esperanza y de caridad. 
El Espíritu Santo ubica todos los corazones para que a pesar de las diferencias de idioma, todos hablen el único idioma del amor, de la adoración, y del culto a Dios nuestro Señor.
Por eso es importante destacar lo que el Papa León XIV ha estado diciendo en estos días, que es necesaria la unidad dentro de la Iglesia, que han de cesar las divisiones, porque el Espíritu no vino a dividir, sino a unir, y aún respetando las diferencias que existen en las personas,  hay un único Espíritu. 
Escuchábamos recién en la segunda lectura (1 Cor. 12, 3-7.12-13) que en la Iglesia "hay  diversidad de dones, pero todos proceden del mismo Espíritu. Hay diversidad de ministerios, pero un solo Señor. Hay diversidad de actividades, pero es el mismo Dios quien realiza todo en todos. En cada uno, el Espíritu se manifiesta para el bien común", labora, pues, en el corazón de todos y de cada uno.
Por otra parte, el Papa León XIV  enseña  que aquello que fomenta la unidad, la mantiene y la hace crecer, es lo que conocemos desde pequeños en nuestras familias católicas, o sea, la Sagrada Escritura, la Tradición y el Magisterio de la Iglesia. 
Tanto la Escritura como la Tradición, como el Magisterio, se necesitan mutuamente. No se trata de interpretar la Sagrada Escritura cada uno como le viene en gana, sino a la luz de la fe, a la luz de la Tradición y enseñanza del Magisterio. 
Recordar que todo lo que la Iglesia ha enseñado en el decurso del tiempo es la verdad, por eso no tenemos ningún miedo de decir abiertamente que profesamos la fe católica, apostólica y romana y que nuestra Iglesia es la verdadera Iglesia. 
Y nadie se tiene que sentir ofendido por esta afirmación, pensando que está siendo discriminado. No, es  verdad que Cristo ha fundado la única Iglesia, y si con el tiempo aparecieron disonancias, creando herejías a lo largo de la historia de la misma, siempre el Magisterio  ha iluminado,  enseñado y  recordado dónde está la verdad. 
De manera que hemos de buscar siempre que el Espíritu Santo trabaje en nuestro corazón, ya que a pesar de que somos diferentes, con misiones y dones diversos, estamos llamados a constituir un único cuerpo que es la Iglesia católica.
Jesús no nos deja solos ya que entrega el Espíritu Santo para que trabaje en el corazón de cada uno para percibir la realidad del bien. 
En efecto, cada persona bautizada recibe al Espíritu Santo y es enviada al mundo  para dar testimonio de Cristo resucitado. 
Por otra parte, como enseña la Escritura,  un signo de la presencia del Espíritu Santo, uno de los tantos, es que la Iglesia, por el poder del mismo, perdona los pecados en el nombre de Cristo,  y  ayuda y guía para perseverar en el bien (Jn. 20, 19-23).
Por eso pidamos incansablemente ser dóciles al Espíritu Santo, para que nos ame y trabaje en nuestro interior,  sobre todo en un mundo como el nuestro que busca tantas novedades, tantas cosas raras, en lugar de acudir justamente al Espíritu, al Espíritu de Dios que ha enviado Jesucristo para nuestra salvación.

Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía  en la Solemnidad de Pentecostés. 08 de junio de 2025

No hay comentarios: