17 de septiembre de 2015

El seguimiento de Jesús implica la adhesión plena a su Persona por la fe, guardando y manifestando sus enseñanzas en la vida de cada día.


Los textos bíblicos de este domingo nos interpelan acerca de la necesaria integración entre fe y vida, de manera que manifestemos con coherencia nuestro ser y obrar católicos.

El pasaje del evangelio refiere al núcleo de la fe (Mc. 8, 27-35) manifestado por Pedro diciendo de Jesús “Tú eres el Mesías”, y en el texto paralelo de Mateo afirmará, “Tú eres el Hijo de Dios vivo”. Por lo tanto, el que creamos que Jesús es el Hijo del Dios vivo constituye el fundamento de nuestro ser de creyentes, y lo que da sentido a nuestro obrar es el  prolongar este obsequio de  nuestro entendimiento y voluntad, en las obras de bondad, presentadas al que  viene a nuestro encuentro para hacernos merecedores de la salvación.
¿Salvación de qué? Por el pecado de los orígenes nos separamos de Dios, y extraviados, -manifestación de nuestros límites y debilidades-, caminábamos errantes sin atinar a la meta verdadera, ya que con solas nuestras fuerzas es imposible agradar a Dios.
Ahora bien, fuimos reconciliados con el Padre mediante este misterio de la pasión, muerte y resurrección de Jesús, anunciado en el texto del evangelio y anticipado ya en el Antiguo Testamento por medio del profeta Isaías (50, 5-9ª).
Ante el anuncio de la muerte y resurrección del Salvador, Pedro reacciona con criterios humanos rechazando esta posibilidad, siendo reprendido por  el Señor. Y así, aquél que dio testimonio de su divinidad, inspirado por Dios, se deja posteriormente llevar por lo mundano, mostrando así cuánto necesitamos de la iluminación  y gracia divinas para mantenernos fieles a la verdad recibida.
Al mismo tiempo, Jesús manifiesta la necesidad de renunciar  a nosotros mismos si pretendemos seguir sus pasos, de manera que “El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga”.
El seguimiento de Jesús implica que en la vida cotidiana demos testimonio de nuestra adhesión plena a su Persona por la fe, guardando sus enseñanzas en el corazón para manifestarlas en la vida de cada día.
Al respecto, el apóstol Santiago (2, 14-18) nos enseña que si la fe no está acompañada con las obras, está completamente muerta.
¿Qué significa que las obras deben acompañar la fe? que nuestro modo de obrar, incluso de pensar, con el cambio de mentalidad, la metanoia de la que habla san Pablo, asuma el pensar y el obrar del mismo Cristo.
El acto libre de fe por el que asentimos a la divinidad de Cristo, supone un obrar conforme a esa fe, ya sea en la vida matrimonial, en el noviazgo, en el trabajo o el desempeño de la profesión, en la relación con los amigos, en la política, en el uso del dinero o del poder.
De allí que es necesario que siempre nos preguntemos si ese obrar nuestro está de acuerdo con la fe  proclamada sobre la divinidad de Cristo, ya que no podemos afirmar  que creemos  en Cristo y al mismo tiempo aceptar todo lo que de pecaminoso se encuentra en la sociedad.
En la antífona del aleluya que hemos cantado,  san Pablo les dice a los gálatas (6,14) “Yo sólo me gloriaré en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo está crucificado para mí, como yo lo estoy para el mundo”.
La cruz de Cristo, por lo tanto, da verdadero sentido a la vida del cristiano, y el mundo está crucificado para el creyente, porque la cultura y enseñanza del  descreimiento no pueden enaltecer  el obrar humano.
¡Cuánta incoherencia se advierte en la sociedad actual respecto a las vivencias de fe católica! ¡Cuántos afirman que creen en Jesús como Dios, pero en la vida cotidiana se comportan como paganos! ¡Qué criterios se alojan en nuestro interior en relación con la honestidad de costumbres, respecto a la vida y su defensa, mirando al matrimonio y  a la familia! ¡Qué mirada tenemos respecto al uso del dinero y del poder!
La aceptación de Jesús como el Hijo de Dios vivo, ¿me llevan a contemplarlo en el rostro del sufriente, del pecador, del enfermo y desechado de este mundo?
La fe en Cristo, ¿me lleva a participar de la misa dominical para glorificar a Aquél que con su muerte y resurrección nos ha salvado? ¿O preferimos la quinta, el descanso, el olvido de nuestro Creador?
Queridos hermanos, aprovechemos que la Palabra de Dios nos interpela en este domingo para examinarnos a fondo si vivimos con coherencia la estrecha relación entre fe y obras, disponiéndonos a cambiar si fuera necesario para que con la profesión de fe en Jesús Hijo de Dios, y las obras buenas que prolongan esa verdad vivida, demos testimonio ante el mundo de que ya vivimos las gracias que Jesús quiere entregarnos siempre para nuestro bien y santificación personal.


Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el domingo XXIV durante el año. Ciclo B. 13 de septiembre de 2015. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com












No hay comentarios: