2 de enero de 2018

“Conmovida por el amor de Madre, María intercede e implora misericordia, especialmente por los que la ofenden y reniegan de su Hijo”.




Comenzamos un Nuevo Año que desde la fe conoceremos como Año del Señor 2018 para señalar que todo lo que existe en este mundo en el que estamos insertos, permanece bajo la mirada y guía de la Providencia divina.

En efecto, con el nacimiento para este mundo del Hijo de Dios hecho hombre todo se transforma y alcanza un nuevo sentido, hasta el tiempo mismo en el que el mundo se desarrolla y los seres humanos envejecemos.
Sin el nacimiento de Cristo, el transcurrir del tiempo aparece como una realidad que comienza y termina aquí mismo, y nosotros con él.
Con la venida de Jesús entre nosotros, en cambio, alcanzamos a comprender la fuerza que posee la esperanza, vivida desde antiguo, de alcanzar una eternidad en la que veremos para siempre a Dios.
Precisamente el texto del libro de los Números (6, 22-27) que proclamamos en la liturgia de este día, nos asegura la voluntad de Dios de bendecirnos especialmente en este comienzo del año, para consagrarlo como tiempo de salvación: “Que el Señor te bendiga y te proteja. Que el Señor haga brillar su rostro sobre ti y te muestre su gracia”.
En la vida terrenal al rostro del Señor siempre lo vemos confusamente, más aún, puede suceder que se nos pase desapercibido, pero ya es una promesa de que lo veremos claramente cuando lo contemplemos cara a cara en la vida eterna, si es que el deseo de encontrarlo fue constante en esta vida y acompañado  siempre por obras de gracia y de verdad.
Sigue deseando la bendición que resalta el texto bíblico, que al descubrir su rostro, el mismo Dios nos haga partícipes de la paz que sólo de Él proviene.
Todo este cúmulo de bendiciones que en su bondad Dios nos promete, alcanza su perfección cuando en la plenitud de los tiempos, como nos enseña el apóstol san Pablo (Gál. 4, 4-7), nace de una mujer el Hijo de Dios hecho hombre haciéndonos por ello hijos adoptivos, de tal manera que sostenidos e inspirados por el Espíritu Santo, clamamos  “¡Abbá!, es decir ¡Padre!”.
Esta condición de hijos adoptivos del Padre, nos libera de la esclavitud de la ley para permitirnos vivir con la libertad de los hijos, herederos por lo tanto, de la eternidad para la que fuimos creados y permanentemente convocados.
Ahora bien, la verdad de que  somos hijos adoptivos de Dios reclama la presencia de una Madre, que es ciertamente la Madre de Jesús, entregada a nosotros en el momento de su muerte en cruz, con el compromiso de que Ella nos guíe siempre al encuentro de su Hijo primogénito, y nosotros la cuidemos como los buenos hijos cuidan, escuchan y velan por su madre.
Como los pastores, vamos nosotros a contemplar a Jesús para hablar de lo que se dice de Él, encontrándonos a su vez con la presencia de su Madre, ya que es imposible contemplar al Salvador si a la vez no la descubrimos a Ella.
Qué conserva y medita María en su corazón, es difícil saberlo, pero seguramente contempla el misterio de salvación para la humanidad que se despliega por la venida de Jesús al mundo.
Está pensando en cada uno de nosotros que la buscamos confiadamente para que nos lleve al encuentro de su Hijo, implorando toda clase de bienes toda vez que permanecemos fieles al mensaje de salvación.
Pero piensa también en aquellos hijos, que aunque reniegan de Ella y de Jesús, son también hijos adoptivos de Dios y llamados  a la santidad.
Como una madre que ama de verdad, sufre al contemplar tantas personas que ofenden a Dios y se burlan de Ella, e insiste en interceder ante Dios, implorando misericordia para todos.
Queridos hermanos: agradecidos a Dios por comenzar un nuevo año de vida, supliquemos que con la ayuda de la gracia divina y guiados por María Madre nuestra, transcurramos este tiempo de bendiciones que se nos regala realizando siempre el bien, sabiendo que es el camino que nos conduce a contemplar definitivamente el rostro de Dios.

Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en la fiesta de María Madre de Dios. 01 de Enero  de 2018. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com



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