Celebramos este día la solemnidad del nacimiento de san Juan Bautista. Además de Jesús y su madre la Virgen, es el único santo del que la liturgia celebra desde antiguo su nacimiento.
Y esto es así, habida cuenta que su nacimiento tenía una misión muy especial, ya que “precederá al Señor con el espíritu y el poder de Elías, para reconciliar a los padres con sus hijos y atraer a los rebeldes a la sabiduría de los justos preparando así al Señor un Pueblo bien dispuesto” (Lc. 1, 5-17).
A su vez, esto está confirmado en el libro de los Hechos de los Apóstoles (13, 22-26) cuando dice que enviado Jesús como Salvador del hombre, fue elegido Juan Bautista para predicar un bautismo de penitencia a todo el pueblo de Israel preparando así la venida del Mesías.
La particular misión de Juan Bautista posee las señales propias de la elección de un profeta, como la de Jeremías (1, 4-10) “Antes de formarte en el vientre materno, Yo te conocía……Yo te había consagrado, te había constituido profeta para las naciones” o la de Isaías (49,1-6) “El Señor me llamó desde el vientre materno, desde el vientre de mi madre pronunció mi nombre. Él hizo de mi boca una espada afilada…”
Más aún, el llamado de Isaías posee las mismas características de Juan y que ya señalamos, es constituido servidor “para hacer que Jacob vuelva a Él y se le reúna Israel” asegurándole Dios mismo que su misión es más alta todavía porque ha sido destinado a “ser la luz de las naciones, para que llegue mi salvación hasta los confines de la tierra” realidad esta que se concretó también en la persona, vida y ejemplos de Juan Bautista.
Se ve claro, pues, que la misión profética nace de una elección divina a la que el hombre responde, y si se resiste, como aconteciera con Jonás, el mismo Dios lo va llevando para que entienda que se trata de un llamado especial, manifestativo de la predilección divina.
El texto de Lucas ( 1, 5-17) refiere, a su vez, que Juan es elegido desde el vientre de su madre ya que está “lleno del Espíritu Santo desde el seno de su madre”, siendo su misión el predicar para que “muchos israelitas vuelvan al Señor, su Dios”.
El nacimiento de Juan es todo un signo del amor divino, que como sucediera ya con frecuencia en el Antiguo Testamento, responde a las súplicas de las estériles concediendo el don de un hijo a quienes se destacan por su vida ejemplar como Zacarías e Isabel, los cuales “eran justos a los ojos de Dios y seguían en forma irreprochable todos los mandamientos y preceptos del Señor. Pero no tenían hijos, porque Isabel era estéril; y los dos eran de edad avanzada”.
Ya adulto, Juan Bautista descuella por su humildad como afirma la Sagrada Escritura (Hechos. 13, 22-26), recordando los dichos del mismo precursor “Yo no soy el que ustedes creen, pero sepan que después de mí viene Aquél a quien yo no soy digno de desatar las sandalias”.
Es consciente que debe preparar algunos de los futuros discípulos de Jesús, de allí que se los muestre en una ocasión, testimoniando al que es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, logrando que ellos sigan al Señor y desde ese encuentro permanezcan junto a Él en la misión que se les encomendará en la sociedad de su tiempo.
Se despoja de todo protagonismo viviendo lo que significa es necesario que Jesús crezca y yo disminuya, buscando siempre que se destaque siempre la importancia del seguimiento del Mesías.
Mostrando un tipo de vida austero y marcado por la penitencia, hará ver la necesidad de trasponer la puerta estrecha y el camino angosto de la salvación humana que a todos se nos ofrece cada día.
De Juan la gente se pregunta cuando nace “¿Qué llegará a ser este niño?” manifestando lo que ya intuyen, es decir, la grandeza del profeta.
Defendiendo y proclamando la verdad, terminará en la cárcel y decapitado, por decirle a Herodes que no le es lícito vivir en adulterio.
En este día también nosotros estamos llamados a preguntarnos qué quiere de nosotros Dios, que nos ha creado y redimido para una misión concreta en medio de la sociedad, especialmente en un momento histórico, que se caracteriza por el abandono religioso y en el que se le da más importancia a la existencia terrenal con el olvido frecuente de que somos hijos adoptivos de Dios.
Muchas veces tenemos miedo de proclamar la verdad en la sociedad en la que estamos insertos, ya sea por temor a las persecuciones o por un falso “respeto de todas las verdades” que nos llevan a aceptar todo y dejar a cada uno librado a su suerte y estilo de vida, aunque no sea éste el del evangelio.
En una sociedad que se debate por el aborto, en la que se discute la legitimidad o no de asesinar chicos indefensos en el vientre de su madre, la figura de Juan Bautista es todo un signo revelador.
En efecto, al igual que el precursor, cada nasciturus está protegido especialmente por el Creador, que en su designio quiere que cada vida llegue a su plenitud como especial don suyo, y cuya vulneración es un pecado gravísimo no sólo contra la vida humana, sino especialmente contra Dios Creador, al cual se quiere burlar por medio del crimen organizado del aborto y sus turbios negocios.
Queridos hermanos, pidamos con humildad la gracia de lo alto para poder servir preparando con la palabra y testimonio de vida los corazones de las personas para que se encuentren con el Salvador.
Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en la Solemnidad de la “Natividad de San Juan Bautista”. 24 de junio de 2018. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com
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