5 de enero de 2019

Aunque trabajoso y lento es el camino de retorno a la fe, y lejana la meta, siempre conduce a la Verdad única y Salvadora que es Cristo.

Celebramos hoy la fiesta de la Epifanía del Señor o más conocida como fiesta de Reyes. Epifanía del Señor significa manifestación del Señor como Hijo de Dios hecho hombre a los pueblos paganos.

 Ya en la Navidad del Señor  celebramos su manifestación también, pero al pueblo elegido.
Estos hombres venidos de Oriente representan a todos los pueblos de la tierra, en los que se concreta el llamado a la fe dirigido a todos los hombres de buena voluntad, cumpliéndose aquello que enseña san Pablo al afirmar que “Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1Tim. 2, 4).
Encontramos en los textos bíblicos del día tres enseñanzas relacionadas con la fe a la que fuimos llamados todos los hombres.
En la carta dirigida a los Efesios (3, 2-6) san Pablo nos confía que Dios le ha hablado revelándole un gran misterio, el que todos los  pueblos de la tierra son coherederos con el pueblo elegido de las promesas mesiánicas.
Y así, afirma enfáticamente que  “Este misterio consiste en que también los paganos participan de una misma herencia, son miembros de un mismo Cuerpo y beneficiarios de la misma promesa en Cristo Jesús, por medio del Evangelio”.
Los apóstoles habían recibido de Jesús  la misión de enseñar al pueblo de las promesas todo lo referido a su venida al mundo.
Por medio de san Pablo se nos da a conocer de modo patente la voluntad divina escondida de que todos los hombres están llamados a formar un cuerpo en Cristo y a vivir juntos cerca de Dios.
Ahora bien, este llamado universal a la fe cristiana está anunciado por el profeta Isaías (60, 1-6) en la primera lectura de hoy.
En efecto, el profeta recuerda que el pueblo judío elegido por Dios, gozaba de la luz porque vivía a lo largo de los siglos en la esperanza de un Mesías, mientras que los demás pueblos de la tierra se hallaban en tinieblas porque no tenían fe y caminaban a oscuras sin la seguridad de un destino eterno en Dios, dirigiéndose a Israel, ya que es por el pueblo judío que los paganos tenemos acceso a la fe.
En el evangelio (Mt. 2, 1-12) del día se nos describe el proceso de  fe de estos hombres venidos de Oriente, movidos por la gracia de Dios.
San Pablo enseña que la fe entra por el oído “Fides ex auditu” (Rom. 10, 8), es decir, que para creer es necesario en primer lugar haber oído hablar de aquello a lo que hemos de adherirnos por la fe.
Estos hombres venidos de Oriente, en fin, seguramente habrían escuchado por boca de los judíos de la diáspora que esperaban al Mesías, por lo que estaban atentos a los signos que se presentaban.
En medio de su búsqueda, es probable que Dios moviera sus corazones para no desistir de sus deseos de ver al Mesías.
Comenzaban con su fe incipiente a percibir lo que todavía no habían encontrado en plenitud, de allí que sigan la luz de la estrella que los guía al encuentro de Cristo, porque la fe impulsa a la búsqueda.
Llegados a Jerusalén comienzan a indagar acerca del recién nacido, sin preguntar nada mas, porque la fe se entrega  con certeza aunque no se haya llegado a la meta. No piden explicaciones racionales ante lo que sólo encuentra razón de ser por la mirada  sobrenatural.
El rey Herodes se sobresalta porque piensa en clave humana temiendo que haya nacido alguien que le haga perder el trono con el tiempo. Otro Herodes, también temerá ante la presencia de Jesús en su pasión, ambos no reaccionarán con fe ante los signos y milagros vistos.
Los hombres venidos de Oriente, en cambio, deponen su ciencia humana para poder recibir la luz.
Los que carecen de fe o la han perdido por sus pecados, sólo se alegran ante los deleites mundanos y felicidades ocasionales.
Los creyentes, en cambio, son inmensamente felices ya que la luz del Señor les da respuesta a los grandes interrogantes de su existencia.
Los sabios de Oriente, abrumados por la gracia que emana del Niño recién nacido, se postran y lo adoran, y con su regalos afirman lo que creen, que Cristo es Dios y que merece incienso; que es rey y merece oro; que es hombre y merece mirra para la sepultura.
Los sabios de Oriente mencionados como reyes, representan a todos los pueblos paganos que son llamados  a la fe en Cristo, cumpliéndose así en todos los convocados, lo que Dios anunciara a Abraham, que su descendencia sería más numerosa que las estrellas del cielo y que las arenas del mar, ya que descendientes somos de Abraham por la fe.
Alertados por Dios, no regresan al palacio de Herodes, ya que esto hubiera significado retroceder en la plenitud de la fe recibida cuando contemplaron al divino Niño.
Con el correr de los tiempos, muchos creyentes han conocido a Cristo, lo adoraron y lo reconocieron como Dios en su niñez, pero su fe languideció o se perdió porque prefirieron los placeres ofrecidos por Herodes y su falsa promesa de felicidad.
Muchos creyentes descreídos en el transcurso de la historia humana, imitaron también a Herodes en su destrucción de niños por el aborto.
¡Cuántos cristianos que adoraron a Cristo reniegan de Él en nuestros días, odiando y persiguiendo todo lo que lleve su Nombre!
Ir al palacio de Herodes es tirar a los cerdos la perla de la fe, que fue recibida como don y exige ser difundida siempre.
Seguramente esto fue lo que realizaron estos sabios que en su tierra de origen buscaron difundir la verdad recibida del nacimiento del Mesías.
Volver por otro camino, es regresar siempre al camino de la fe, especialmente cuando las dificultades se presentan como obstáculos para vivir una verdadera adhesión a Cristo Nuestro Señor y Salvador.
Hoy Cristo invita a todos los que se alejaron del camino de la fe a que se acerquen, que aunque trabajoso y lento en apariencia y, lejana la meta, siempre conduce a la Verdad única y Salvadora que es Él.
Volvamos, a su vez, todos los que creemos, a postrarnos delante del Niño ofreciendo los dones del corazón, ya que si bien “No tenemos oro para ofrecerle, si poseemos meramente la mirra pobre de nuestros corazones y el incienso de nuestra acción de gracias y alabanza”.

Padre Ricardo B. Mazza. Párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz, Argentina. Homilía en la fiesta de la Epifanía del Señor. 05 y  06 de enero   de 2019. http://ricardomazza.blogspot.com; ribamazza@gmail.com.-



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