El profeta Isaías (55,10-11) recuerda que así
como la lluvia y la nieve caen sobre la tierra, la empapan, la fecundan, la hacen germinar, da semillas al sembrador y pan al que come, así, la palabra divina desciende hacia el hombre y retorna realizando lo que Dios quiere.
Como comprendemos, esa es
justamente la meta de la Palabra de Dios, fructificar en el corazón del hombre, dependiendo esto de la respuesta que otorgamos a esa palabra.
Ahora bien, cómo está preparado el corazón para recibir la Palabra nos lo dice Jesús en
el texto del evangelio (Mt. 13,1-23), señalando cuatro situaciones concretas que aparecen en relación con
esa semilla-palabra que es tirada al voleo en la tierra, y que llega al corazón humano con resultados diversos.
Esta descripción de situaciones diversas ayuda para realizar un examen personal acerca de nuestra forma de vivir habitualmente.
O sea, ¿Qué repercusiones tiene la Palabra de Dios en mi
corazón? Y así, la semilla que cae al borde del camino, dice el mismo Jesús, al no tener tierra vienen las aves del cielo y se la comen, que es lo que acontece en el hombre cuando la Palabra
llega a él pero directamente el espíritu del mal la arrebata porque no ha encontrado donde arraigarse, al no interesarse la persona en el mensaje divino.
También
puede suceder que la semilla caiga en terreno pedregoso, donde crece en un primer momento, pero al faltarle raíz profunda, termina secándose. Es el corazón del hombre que recibe
con alegría esa Palabra de Dios en un primer momento, pero que después las
dificultades de la vida, la persecución, el desengaño por algo que ha pedido y no se cumplió, le hacen caer en una especie de decepción. Suele acontecer que a causa de retiros de impacto o retiros espirituales o cursos de formación que la persona se siente entusiasmada en un primer momento, pero después ante la monotonía de la vida que retoma, deja caer lo que había recibido de parte del Señor, por lo que esa Palabra de Dios no produce fruto en el interior de la persona.
Se da también una situación diferente cuando cae la semilla entre las espinas y, cuando esta crece, las espinas la ahogan.
Algo semejante suele suceder cuando la Palabra es escuchada por una persona cuya vida está alimentada por los placeres o el afán de dinero, o poder ya sea político, social o económico, lo cual es más habitual de lo que pensamos en la sociedad de nuestros días, y por lo tanto la posibilidad de recibir la gracia de lo alto es nula.
En efecto, ¡Cuántos hay que viviendo en pecado no tienen interés alguno en convertirse, resultando la escucha de la Palabra algo insoportable! ¡Cuántos prefieren dedicarse más a las redes sociales, a enviar audios y videitos dejando de lado la Palabra de Dios que resulta desechada a causa del pecado de acedia!
Si la persona, aunque sea creyente o sedicente católica, no tiene puesta su atención en la vida eterna, sucede que la palabra de
Dios quede asfixiada y pierda su sentido y su valor.
Y por último, la semilla que fructifica refiere a la Palabra
de Dios que cae en tierra
buena, que está bien preparada, bien regada y tiene el abono necesaria, allí entonces da fruto.
Se trata del corazón que no solamente recibe la palabra
de Dios con alegría, sino que también reflexiona sobre ella, aplica la Palabra recibida a su vida cotidiana, concreta y, busca dar fruto no
solamente en el presente, sino que mirando al futuro con nueva luz, examina el pasado para saber en qué debe corregirse.
Y es en ese momento que la Palabra produce fruto de acuerdo a la capacidad de cada uno, el 100%, el 60% o el 30%.
Por lo tanto, dependerá de la disponibilidad o de la capacidad que pueda tener cada uno
frente a esa palabra de Dios que recibe.
Es interesante cómo Jesús le explica
la parábola a los discípulos y no a la muchedumbre, porque miran sin ver, escuchan pero no terminan de comprender lo
que se les dice, o sea, la gente está en otra cosa y no comprenden lo que se les anuncia.
Les explica a los discípulos porque si ellos lo están siguiendo a
Jesús, están dispuestos no solamente a escuchar sino también a transformar su
vida, su existencia cotidiana conforme a las enseñanzas del Maestro.
Por eso
también nosotros tenemos que preguntarnos si al igual que los discípulos
estamos dispuestos a escuchar siempre a Jesús, deseosos que Él
nos enseñe y muestre el camino de la vida, si somos capaces de, al ser
interrogados por esa palabra de Dios, cambiar nuestro proceder
cotidiano, o si acaso hacemos selección de palabras, o sea, en lo que me gusta lo sigo, en lo que no me gusta no lo sigo, porque sería
parcializar esa misma Palabra de Dios.
Aceptar la palabra de Dios en su
totalidad es aceptar a Aquel que es la Palabra viva del Padre, o sea, al mismo
Jesucristo.
Pidámosle al Señor entonces que siempre nos dé su gracia para que podamos escucharlo y seguirlo, tratando de sacar provecho de todas las enseñanzas que deja para nuestra vida presente y futura y transmitir su enseñanza a los que nos
rodean.
Cngo Ricardo B. Mazza. Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario en Santa Fe, Argentina. Homilía en el domingo XV del tiempo durante el año, Ciclo A.16 de Julio de 2023.
No hay comentarios:
Publicar un comentario