En el texto del Evangelio que acabamos de proclamar (Mt.11,25-30), Jesús
dirige una oración al Padre del Cielo alabándolo porque los misterios fueron
dados a conocer a los pequeños y ocultados a los prudentes y sabios de este mundo.
¿A qué se refiere Jesús? Está recordando que estamos en este mundo y que por el sacramento
del bautismo, como enseñaba san Pablo el pasado domingo, fuimos transformados en nuevas criaturas.
O sea, muertos al pecado y resucitados a la vida de la gracia entramos de lleno en la vida de Jesús.
Y esto ciertamente compromete a que a lo largo de la vida vivamos en esta comunión con el Señor, teniendo acceso a los misterios divinos.
Todo lo que se oculta a los sabios y entendidos, le será manifestado a los que han
entrado plenamente en la vida de Cristo, porque el hombre
por sí solo no puede alcanzar los misterios divinos, necesita el
don de la fe.
Sin embargo, no pocas veces, incluso
el creyente, no quiere descubrir los misterios de Dios, porque son poco atractivos o impactantes comparados con las experiencias mundanas de todos los días.
Por eso, quizás, sin prestar mucha atención, mientras caminamos en este mundo, estamos entre las verdades que Dios quiere transmitir y lo que el mundo enseña y busca que aceptemos.
No es
fácil, muchas veces, descubrir qué es lo que Dios quiere de cada uno si no estamos preparados y no buscamos conocerlo profundamente.
Por eso es necesario comprender que la
Palabra de Dios es el medio concreto de conocer el misterio divino y
lo que se espera de nosotros, pero, lamentablemente, la dejamos de lado, ya que las redes sociales y las noticias de este mundo, atraen
mucho más que la lectura pausada y reflexiva de la palabra de Dios, y pasamos por alto la oportunidad de conocer la sabiduría divina.
Si tenemos en cuenta el texto proclamado del profeta Zacarías (9, 9-10), se anuncia la
llegada del Rey Mesías a Jerusalén, montando un asno como signo de humildad, que es justo y victorioso, y quiere destruir las
armas y la guerra para proclamar la paz a las naciones, aplicar la justicia y el derecho y enseñar el camino
de la santidad asintiendo siempre a la voluntad divina.
Pero nótese la contradicción entre esta figura del mesías rey,
es decir, Cristo que viene a nosotros de esta manera, y lo que el mundo presenta, esto es, la soberbia de los poderosos, la omnipotencia de los que quieren cambiar todas las cosas desechando el orden natural, esclavizando a los pueblos, anulando creencias, imponiendo sus caprichos.
Todos estos entienden que la humildad no sirve de nada, que es un
signo de debilidad, por lo tanto, tratan de prevalecer siempre de manera
dictatorial sobre nosotros, imponiendo incluso costumbres y formas de vivir antinaturales.
Podríamos repasar cada
día los acontecimientos del mundo y de nuestra patria y observar cómo lo que pesa cada vez más es lo que enseña la autosuficiencia y prepotencia del hombre y no se tiene en cuenta lo que Jesús enseña, corriendo el riesgo de
caer en esto también los católicos.
Con facilidad estamos tentados a pensar que con la fuerza del dinero, del poder y de
tantas cosas que este mundo anhela, podemos prosperar en la vida y podemos ser
felices.
Sin embargo, el orgullo y la arrogancia que el mundo cree suficiente no hace
más que traer angustia y dolor a todos.
Cristo, en cambio, que es el mesías rey, viene a
traer la paz. Esto es lo que venimos a manifestar, este es el misterio. Por eso
es verdaderamente sabio quien descubre en qué consiste o en qué debe consistir
nuestra vida en este mundo.
Realmente es sabio aquel que sabe librarse de tantas
tentaciones que conducen al error o a la mentira, para poder descubrir la
verdad.
Fíjense lo que enseña San Pablo (Rom. 8,9.11-13) en la segunda lectura en la que partiendo del hecho de que pertenecemos a Cristo por el sacramento del bautismo y somos una sola cosa con el Señor, hemos de poseer su Espíritu, que no le debe nada a la carne.
En San
Pablo, este término carne significa toda clase de pecado, ¿en qué sentido le debemos algo? Porque fuimos redimidos del pecado por la muerte y resurrección
de Jesús, pero si el hombre sigue siendo esclavo de sus tentaciones y de sus
faltas, porque esto eligió, se separa
del mismo Jesús.
Pero el Señor vino a darnos una vida completamente nueva, Él
quiere llevarnos al conocimiento del Padre Celestial, para que conociéndolo,
conozcamos también al Hijo.
Y el Señor nos dice, en el texto del Evangelio de
hoy (Mt. 11,25-30), "Vengan a mí, los que están afligidos y agobiados, que yo los aliviaré", "porque mi yugo es
suave, y mi carga ligera".
A veces pareciera que vivir los diez mandamientos y el Evangelio es una carga insoportable, y ciertamente lo es sin la gracia
de Dios, pero si estamos en comunión con el Señor, esa carga se vuelve ligera.
El seguimiento de Cristo, en definitiva, será siempre más ligero que
las cargas que impone el mundo, la sociedad y nuestra cultura. Cuántas veces llegamos al final del día y nos sentimos agobiados por tantas
cargas, ya sean económicas, sociales, familiares, etc., la prepotencia de los demás,
tantas cosas que de verdad nos acobardan y que pesan mucho más que el yugo
blando y la carga ligera del Evangelio, del seguimiento de Cristo nuestro
Señor.
El Señor siempre viene a consolarnos y la ayuda de lo alto hace que aún aquello que es difícil de vivir, como es el recuerdo de nuestras propias malas costumbres, con el Señor se hace
totalmente ligero.
Y entonces Cristo exhorta a una nueva mentalidad,
para luego descubrir esa sabiduría que viene solamente de Él.
Todos los días nos
enfrentamos a diferentes opciones, ya sea lo que pide el Evangelio o por otra parte lo que reclama el mundo queriendo imponer sus costumbres mundanas, y nosotros, muchas
veces, elegimos lo aparentemente más atractivo propio del mundo.
Por ejemplo, hoy sucede tan a menudo que de
repente una pareja de jóvenes deciden vivir juntos, quieren probar la convivencia y ver cómo
les va antes de casarse y supongamos que se trata de un par de cristianos,
católicos, creyentes.
¿Se preguntan acaso si ese estilo de vida es compatible con el
Evangelio? ¿O directamente, como lo acepta el mundo o los padres ya se dan por perdedores y consienten en esto, optan por una vida de pecado?
Acontece que muchos eligen no lo que enseña el
Evangelio, sino lo que dicta la tiranía del mundo, las modas de este
mundo, las costumbres habituales ya aceptadas como algo común, y no sólo no lo viven como pecado, sino como algo bueno, trastocando el mal como bueno.
Y sucede que la persona se siente atrapada por estas
nuevas costumbres y piensa que se trata de algo no tan malo a causa de la aceptación social.
Este es un ejemplo, pero podríamos seguir enumerando muchos más, donde, ante la
posibilidad de elegir entre Cristo y sus enseñanzas y lo que nos enseña la
sociedad y la cultura de nuestro tiempo, muchas veces renunciamos al Evangelio.
Y así, decimos que somos defensores de la vida, pero cuando nos toca votar, votamos
por los que sabemos que son abortistas, y tantas otras opciones erradas en nuestra vida cotidiana, que ignoran las enseñanzas de Jesús, a pesar que creernos católicos.
Por eso tenemos tanta necesidad de esa sabiduría que Jesús alaba porque el
Padre la da a los pequeños, a sus discípulos, a los que de verdad quieren
crecer en la sabiduría que viene de Dios, nuestro Señor, que no se conforman
con algo pasajero, sino lo que es perdurable y que sólo proviene de Él y que queremos profundizar.
Pidamos al Señor que nos siga
iluminando y enseñando el camino para que siempre podamos elegir por la verdad y el bien, ya que ello nos exalta delante de
Dios y del hombre.
Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario y Convento san Pablo primer ermitaño. Homilía en el domingo XIV del tiempo durante el año.09 de julio de 2023, en Santa Fe, Argentina.
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