Comenzamos hoy un nuevo año litúrgico durante el cual actualizaremos y meditaremos los misterios de la vida de Cristo. Misterios de la vida
de Cristo que refieren a un conocimiento más profundo del misterio de Dios y su designio de salvación del hombre invitado a participar del misterio divino.
A su vez en la
liturgia contamos con los tiempos fuertes que son Adviento, Navidad, que miran a las dos venidas de Jesús, la Cuaresma como vìa penitencial que se continúa en la muerte y resurrección del Señor y el tiempo pascual. A su vez, el tiempo llamado durante el año donde meditamos sobre las distintas enseñanzas de Jesús.
En el tiempo de
Adviento nos movemos en dos momentos distintos, en las dos primeras semanas la
atención está puesta en la segunda venida de Cristo, porque si Adviento
significa advenimiento, estamos siempre caminando hacia su segunda venida, y en las dos semanas posteriores la atención se centra en la preparación inmediata al
nacimiento en carne de Jesús en Belén.
De manera que en este tiempo de Adviento
se nos permite por un lado actualizar ya un hecho histórico, lo que aconteció,
el nacimiento de Jesús, pero también a vivir anticipadamente lo
que vendrá y lo que esperamos, que es la segunda venida de Jesús.
Por eso es
muy importante tener siempre nuestro corazón atento para ir descubriendo qué es
lo que Jesús nos quiere transmitir.
Precisamente la liturgia de hoy recuerda que hemos de despertarnos, no estar dormidos, ya que el hombre necesita siempre salir del letargo en el que está sumergido muchas veces, preocupado por lo terrenal, para atender a la
venida del Salvador, que acontecerá de improviso y sorprenderá a quien no esté velando.
De allí la importancia de vigilar, que no significa estar atemorizado permanentemente, sino ir descubriendo en cada momento de la existencia humana las
manifestaciones de aquel que viene.
Porque Cristo
no solamente vino por primera vez en la debilidad de la carne, no solamente
vendrá al fin de los tiempos como Juez, sino que Jesús viene cada día al encuentro del hombre.
Y así, por ejemplo, ahora en la celebración de la
Misa, Jesús viene y entrega su palabra para iluminar las mentes y, su Cuerpo y Sangre para nutrir la vida cotidiana como hombres en camino que somos.
De manera que estas vivencias necesitan que estemos despiertos para descubrir a Jesús en cada momento de nuestra historia personal, sabiendo que nos confía su casa, como acabamos de escuchar en el Evangelio (Mc. 13, 33-37), confía aquello que es propio de Él, que es la Iglesia, pero que es
también nuestra propia vida, nuestros quehaceres, todo aquello que forma parte
del devenir humano.
Tenemos que cuidar todo eso, es decir, velar para que
toda nuestra vida sea un realizar continuo de obras buenas, que prepare el encuentro definitivo con Dios, que es precisamente lo que pedíamos en la
primera oración de esta Misa, a saber, que con las buenas obras podamos salir al
encuentro del Señor que viene, para lo cual también es necesario una conversión
de corazón.
Ya en la primera lectura (Is. 63,16 ss) del profeta Isaías, llamábamos a
Dios Padre, un término extraño para el Antiguo
Testamento como tal, pero que aparece, con todo lo que esto significa de cercanía.
Llamamos a Dios Padre. ¿Y qué dice el
profeta? Destaca el estado calamitoso en que está el ser humano, metido en el
pecado, que es necesario ser salvado y purificado, que es necesario que Él venga desde lo alto, descienda ante el hombre y lo salve.
Es
muy importante afianzarnos en esta idea de que necesitamos al Salvador que es
Jesús, que nos saque de nuestras miserias y podamos, así fortalecidos por Él, caminar en esta vida hasta que nos encontremos en la gloria del cielo.
San Pablo (I Cor. 1, 3-9), a su vez, nos desea que "mientras esperamos la revelación de nuestro Señor Jesucristo, no nos falte ningún don de la gracia" para "que nos mantenga firmes hasta el fin, para que seamos irreprochables en el día de la venida de nuestro Señor Jesucristo" .
Y esto será así "porque Dios es fiel, y Él nos llamó a vivir en comunión con su Hijo".
Pidamos entonces esta gracia de lo alto para vivir como verdaderos
hijos imitándolo al Señor y así llegar a su encuentro para siempre.
Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe, Argentina. Homilía en el domingo primero de Adviento. Ciclo B. 03 de diciembre de 2023
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