¿Podemos imaginarnos el marco de referencia del texto del
Evangelio (Mc. 3, 20-35)? Están diciendo de Jesús que es un exaltado, por eso los parientes
están preocupados y quieren llevárselo consigo, porque los enemigos de Jesús le
están acusando que actúa con el poder del diablo, lo cual equivale a afirmar
de que es un falso profeta y que es un servidor del demonio. No olvidemos
que estaban buscando cualquier excusa para matarlo, de
manera que si esto seguía adelante, podía pasar cualquier cosa.
Pero Jesús se
enfrenta con sus enemigos y les enseña que todo reino dividido sucumbe. Si Él
actúa con el poder del demonio y expulsa a los demonios del cuerpo de los posesos,
es una contradicción, o sea el demonio se está combatiendo a sí mismo.
A su vez, dice Jesús que jamás alguien será perdonado del pecado contra el Espíritu Santo. Él actúa con el
poder de Dios, está habitado por el Espíritu Santo, de manera que cuando cura a los enfermos, y expulsa a los demonios de los posesos, lo hace por su propio poder, pero está presente la acción del Espíritu Santo también, y el
Padre que ve con agrado todo lo que hace, porque ha
enviado a su Hijo al mundo para que libere al hombre del poder del maligno.
De
manera que el pecado contra el Espíritu Santo consiste en decir que lo bueno es
malo, o que las acciones buenas están inspiradas por el demonio, por el espíritu del mal.
Para sus enemigos, cuando Jesús cura a
enfermos o expulsa a demonios, lo hace con el poder del
maligno, o sea, niegan totalmente al Espíritu Divino que habita en Jesús, lo cual es muy grave.
Es cierto que a veces el ser humano puede equivocarse
y encontrarse con acciones buenas que hace alguien y que a lo mejor estén
manejadas por el espíritu del mal, pero para eso existe lo que es el
discernimiento de espíritu. Pero otra cosa es estar buscando, como los enemigos
de Jesús, su destrucción, y por lo tanto siguen endurecidos negando el poder
divino que posee atribuyendo lo que hace al espíritu del mal.
Pero
inmediatamente que Jesús explica esto, llegan los
parientes, y le anuncian que lo están
buscando. Y Jesús aprovecha entonces para dejar a la multitud otra enseñanza, que sus parientes son los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica. O sea, que
la verdadera familia de Jesús no está constituida meramente por los lazos de sangre, sino sobre todo con esta actitud de fe y de aceptación de sus
enseñanzas y el seguimiento de su Palabra y la vivencia de sus mandamientos.
De
manera que la vida de cada uno va cambiando en la medida en que uno
sintoniza con el mismo Jesús y es capaz de padecer muchos males en este mundo, como lo recuerda el apóstol, precisamente por dar
testimonio de Jesús. Todo lo que es predicar a Cristo debe ser un trabajo, una
labor incansable a lo largo de nuestra vida, hasta tal punto que dice el
apóstol que aunque nuestro cuerpo se vaya desgastando, aunque vamos
contemplando que se deshace nuestra morada terrenal, por ejemplo a través de la
vejez o de la enfermedad, sabemos que nos espera la eternidad (2 Cor. 4,13-5,1)
Por eso es
muy importante también en nuestra existencia cotidiana trabajar a favor de Jesús
y huir permanentemente del espíritu del mal, que está presente en la vida del
hombre desde el principio, como acabamos de escuchar a través del libro del
Génesis (3,9-15). Allí se describe cómo se realizó la tentación y el primer pecado.
Dios busca al hombre escondido de su vista porque estaba desnudo. ¿Qué es esa desnudez? La pérdida de la inocencia, de una vida en comunión con el Creador, que significó la introducción del misterio del mal y del malo en nuestras vidas.
Y el libro del Génesis describe cómo el ser
humano tiene esa tendencia de no admitir su propia culpabilidad. El hombre
acusa a la mujer, la mujer a la serpiente, cuando en realidad uno tiene que reconocer su propia responsabilidad por consentir en la tentación que aparta de Dios nuestro Señor.
Por eso es muy importante luchar con esto que
hay en nuestra vida cotidiana, que es la experiencia del mal y del maligno, porque el demonio, como sucedió en los orígenes, trata de que veamos cómo malo
lo que es bueno.
Justamente en el primer pecado se le dijo al hombre no
morirán, serán como dioses, de modo que fue el
primer pecado contra el Espíritu Santo, porque el demonio les está diciendo no
crean a Dios, lo que les está diciendo no es bueno sino que es malo.
Por lo tanto, cada persona tiene que estar siempre alerta para no caer en esto, porque a lo
largo de su vida tendrá tentaciones de querer ver como malo
lo que es bueno y lo bueno como malo.
Pidámosle al Señor que siempre sepamos
discernir y descubrir dónde está la verdad para poder seguirla fielmente.
Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el domingo X del tiempo per annum. Ciclo B. 09 de junio de 2024.
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