"Yo el Señor humillo al árbol elevado y exalto al árbol humillado" recuerda el profeta Ezequiel (17,22-24). ¿A qué se refiere este hablar divino? Que Dios no soporta a los
soberbios, a los que piensan que pueden hacer lo que quieren a espaldas suya.
Indudablemente los profetas como portavoces de Dios fueron señalando al pueblo
de Israel sus infidelidades y los israelitas desoían las advertencias, por lo que Dios se valía de naciones
vecinas para reprender al pueblo elegido, incluso mandándolos al destierro.
Pero siempre dentro de ese pueblo convivía "el resto" de
Israel, aquellos que habían permanecido fieles a la alianza con Dios, los pobres de Yahveh,
aquellos que ponen su confianza no en su fuerza, que reconocen que no la
tienen, sino únicamente en Dios. Por eso el profeta anuncia que
del cedro alto se sacará un brote para comenzar con otro nuevo árbol,
indicando de esta manera cómo el orgullo es dejado de lado y es suplantado por
la humildad, por la sencillez.
Indudablemente ese nuevo árbol que va a crecer, apunta al Mesías, al Hijo de Dios hecho hombre, a Jesús. Precisamente Jesús
nace de la sencillez de una mujer, María Santísima, que se reconoce humilde
servidora del Señor. En ella Dios plantó su semilla y nace el
Salvador, el Hijo de Dios hecho hombre, que viene a este mundo en condiciones
muy humildes y sencillas, mientras que a su alrededor aparece la opulencia y la
grandeza del Imperio Romano.
A lo largo de la historia del cristianismo, mientras los grandes reinos e imperios progresan, la Iglesia
aparece como caminando en medio de las tempestades, en medio de los gozos pero
también de los sufrimientos. Sin embargo, mientras los reinos declinan con el tiempo hasta desaparecer, y los que antes eran grandes
potencias, dominadoras de este mundo ya no existen, la Iglesia a
pesar de no contar con fuerzas militares, ni con los poderes de este
mundo, ha subsistido en el tiempo, aún incluso con sus
contradicciones interiores, provocadas no por la Iglesia misma sino por quienes
formamos parte de ella, por lo que san Agustín decía que la
Iglesia era santa y pecadora al mismo tiempo.
Por eso es muy importante lo que enseña hoy Jesús cuando habla del Reino de Dios (Mc. 4, 26-34), que
es su presencia misma entre nosotros, que quiere cambiar el mundo y los corazones y busca a través de esto redimirnos y salvarnos.
El Reino de Dios que trabaja en silencio y no apoyándose en los
poderes de este mundo, sino en la humildad, en la sencillez, graficada esta sencillez
y humildad en la parábola que hemos escuchado, la del grano de mostaza y su crecimiento
Como principio general se explica que la semilla es sepultada en la tierra y sin que el sembrador sepa cómo, se va desarrollando hasta dar fruto, debiendo caracterizarse el sembrador por tener paciencia hasta el momento en que pueda recoger el fruto esperado.
De la misma manera acontece con el Reino de Dios, ya que el Señor trabaja en la
sencillez de la tierra que es el corazón del hombre que se le entrega
totalmente, como el "resto" de Israel en el Antiguo Testamento, desapercibido o despreciado por los poderosos porque han puesto su confianza y su fuerza únicamente en Dios.
Y el mismo
Jesús sigue con las comparaciones. El Reino de Dios es como el grano de
mostaza, un poco mas grande que la cabeza de un alfiler, que sin embargo se convierte en una
gran hortaliza y bajo sus ramas se cobijan las aves.
Ese crecimiento interior lo va realizando el mismo Dios, en la medida en que la semilla
se entrega a la tierra. En efecto, en la medida en que nos entregamos a Dios
nuestro Señor, Él hace maravillas en nuestro interior, y no tenemos que buscar
más seguridades que las que el mismo Señor entrega y regala a cada uno
de nosotros. Por eso en medio de las vicisitudes del mundo no debemos bajar los
brazos ni desesperarnos.
Aunque veamos cosas muchas veces que no nos gustan o
que están mal, ya sea enseñanzas doctrinales equivocadas, o ya sea el uso del
espacio religioso para cuestiones políticas como hemos visto en estos días,
siempre hemos de permanecer en calma y dejar que el Reino de Dios vaya
creciendo en el corazón de cada uno de nosotros, de aquellos que tratamos de
buscar siempre la voluntad del Señor.
Y rezar para que todas estas cosas se
vayan rectificando y brille realmente la omnipotencia de Dios, junto con la
incapacidad del hombre por resurgir por sí mismo. Gracias a Dios ante estas
manifestaciones payasescas en algunos templos, de Buenos Aires por ejemplo, ya
el arzobispo ha salido al cruce pidiendo que no se deben
utilizar los templos, para este tipo de
cosas. Lo que pasa es que también por parte de la Iglesia hay que dejar de lado
la ingenuidad. En efecto, los que buscan usar los templos, ven que la Catedral se convierte en comedor público y piensan en su ignorancia o malicia que es lícito realizar cualquier cosa en lugar sagrado, aprovechando cualquier homenaje y celebración para hacer de las
suyas.
Pero bueno, eso es lo que nos toca vivir ahora y que no nos debe hacer
perder la fe y la paciencia del crecimiento del Reino de Dios. El Reino de Dios
no crece a través de esos escandaletes, sino en la
entrega silenciosa al Señor para que Él vaya haciendo su obra y cambiando
el corazón de la sociedad y de los hombres, aprovechando siempre nuestra vida
diaria para sembrar la semilla.
Hoy recordamos a los padres en un día especial.
Pues bien, la figura del padre, por ejemplo, es muy importante en el hogar. Qué
hermoso cuando el papá va enseñando a sus chiquitos la Palabra de Dios, les va
inculcando el bien, a través de actitudes y de palabras va mostrando cómo ha de
comportarse cada uno en la vida y eso con insistencia, sembrando en el corazón, dará frutos a su tiempo.
A lo mejor tenemos alguien en nuestra familia o entre nuestros
amigos que tiene problemas en su fe. Pues bien, ahí insistir, trabajar
lentamente, confiando en la gracia de Dios para que las semillas de la Palabra
que nosotros podemos sembrar puedan fructificar.
El que trabaja en el mundo de
la política, aunque se sienta por allí en soledad por la ausencia de valores
cristianos, ha de insistir, trabajar, proclamar la verdad a través de palabras y de
obras.
Y así, siempre podemos hacer muchas cosas que no serán apreciadas por el mundo, que no
serán tenidas en cuenta, pero que a los ojos de Dios son las que interesan y
las que valen.
Acordémonos lo que nos dice el apóstol Pablo en la segunda
lectura, sea que vivamos, sea que muramos, busquemos siempre la gloria de Dios
y vivir a fondo su voluntad (2 Cor.5,6-10).
Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el domingo XI del tiempo per annum. Ciclo B. 16 de junio de 2024.
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