Desde la antigüedad, el ser humano siempre ha tenido miedo a
las fuerzas de la naturaleza, que se manifiestan por medio de tempestades, terremotos, huracanes, inundaciones, que siempre han estado
presentes en el mundo y que asuelan justamente también en nuestro tiempo a
muchas regiones del planeta, provocando graves daños a causa del cambio climático o por cualquier
otra razón.
Y siempre todo esto provoca temor, por lo que ya en la antigüedad se rendía culto a diversas deidades supuestamente protectoras, se les ofrecían sacrificios para alcanzar su benevolencia y no fueran diezmadas las poblaciones.
Las lecturas de hoy, tanto
el texto de Job (38,1.8-11) como el Evangelio (Mc. 4,35-41), enseñan que todo está bajo el poder de
Dios, que domina con su providencia a todas estas fuerzas, permitiendo situaciones adversas para nuestro bien, para
que salgamos fortificados, más confiados en el poder divino, pero experimentando al mismo tiempo nuestra debilidad.
A la soberbia del hombre le cuesta
entender que existen situaciones que no están bajo su dominio, por lo que hemos de considerarnos siempre como poca cosa delante del Señor, incapaces de dominar esas fuerzas de la naturaleza, como también nos cuesta
mucho sujetar los desbordes de nuestra propia naturaleza humana.
Y tanto para
con la fuerza desatada de la naturaleza, como para los desbordes personales de todo tipo que nos dominan, necesitamos la protección divina, ya que nada conseguimos por nosotros mismos.
Y en aquello que no podemos hacer absolutamente nada, armarnos de
paciencia para que de los males saquemos bienes que sirvan para nuestro
crecimiento espiritual como creyentes.
¿Quién no ha
pasado por tempestades en su vida en este mundo? La pérdida del trabajo, la
enfermedad, la incomprensión en la familia, el desprecio de los de afuera, el
desconocimiento de los méritos o dones que poseemos, tantas cosas
que originan tempestades en nuestra vida, lo cual tenemos que
sobrellevar con la gracia y la fuerza de Dios.
Tanto el libro de Job como el
Evangelio, hablan en este caso de la fuerza del mar porque es allí donde siempre
se ha visto la presencia activa del mal, del maligno, de aquellas fuerzas
oscuras, desatadas, que buscan siempre nuestra perdición. De manera que en las tempestades de nuestra vida, ya sean laborales, matrimoniales,
amicales, etcétera, siempre está presente el espíritu del mal que el Señor
viene a combatir, otorgándonos las fuerzas necesarias para que triunfemos sobre el mal.
Esta imagen de Jesús durmiendo en el cabezal de la
popa de la barca debería hacernos pensar en algo común en nuestra vida. Jesús
pareciera que duerme despreocupadamente, sin que piense en lo que nos pasa a
nosotros, sin embargo, Él está pensando siempre en nuestro bien. Por eso,
cuando ordena al viento que cese y a las aguas que dejen su bravura, está manifestando justamente su poder divino que vence a las
fuerzas de la naturaleza y a aquellas fuerzas de la
naturaleza de nuestro cuerpo, de nuestra alma, que muchas veces están
desbocadas y que buscan o hacernos mal a nosotros o alrededor nuestro. De
manera que no estamos solos en medio de estos embates, en medio de estas
tempestades, y por lo tanto hemos de confiar en el Señor. Si no confiamos en
Él, ¿en quién vamos a confiar? No podemos ponernos a gritar, vamos a ahogarnos,
la barca zozobra, la familia se viene a pique, el negocio se pierde, todos
nos enloquecemos en lugar de acudir con confianza al Señor.
Pero a su vez esta
barca refiere a la barca de Pedro o de la Iglesia, que
también navega en estas aguas procelosas del mundo, de las ideologías de
nuestro tiempo, del pecado de los hombres y de quienes formamos
parte de Ella.
La Iglesia pareciera estar a punto de naufragar
completamente, que ya no le queda mucho tiempo para luchar en este mundo, sin
embargo, el Señor recuerda a cada uno de nosotros, "yo estoy con ustedes, no teman, no tengan
poca fe, al contrario, si creen en mí como Hijo de Dios, tienen que estar seguros del cumplimiento de mis promesas".
Queridos hermanos, luchemos y
trabajemos para vivir en un ambiente de paz y de tranquilidad, en nuestro
corazón y en la sociedad, ya que contamos
con la protección del Señor.
Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el domingo XII del tiempo per annum. Ciclo B. 23 de junio de 2024.
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