En el capítulo 9 del libro de los Proverbios que acabamos de
proclamar como primera lectura, se presentan a dos matronas que personifican la Sabiduría y la Necedad. El texto de hoy describe en qué consiste la Sabiduría, pero en el contexto del capítulo, se mencionan estas dos realidades como apareciendo delante
de la elección libre de cada persona humana, de manera que, de acuerdo al rumbo
que uno quiere tomar en su vida, estará optando por la sabiduría o por la
necedad.
La sabiduría, como acabamos de escuchar, sale en busca de los incautos y faltos de entendimiento para que asistan al festín que les brinda, siendo el fruto de ello el que abandonan la ingenuidad y viven, siguiendo el camino de la inteligencia.
Pensamos que esta transformación apunta a toda persona
que quiere realizar la voluntad de Dios y vivir en comunión con Él, según su Providencia lo dispone.
El banquete abundante en viandas y bebidas que ofrece la sabiduría, indica no sólo que la sabiduría es la que sacia, colma totalmente el corazón
del hombre que busca la verdad y el bien, sino que esta comida supone una afirmación de la vida que se alza sobre la muerte.
Siguiendo con esta misma
línea, el apóstol San Pablo, en el texto de la carta a los Efesios (5, 15-20), que
acabamos de escuchar, hace referencia a que el verdadero sabio es aquel
que se deja colmar y guiar por el Espíritu Santo, manifestando así que el creyente no actúa como necio sino como sabio, aprovechando bien el tiempo presente buscando cuál es la voluntad de Dios.
Este espíritu de sabiduría conduce a la persona humana a alabar y celebrar de todo corazón a Dios cuando la comunidad se reúne.
Y así, realmente en este mundo es sabio aquel que se da
cuenta que el camino verdadero que ha de transitar es el que conduce a Dios,
buscando cada día la verdad plena y la realización del
bien.
A su vez, encontramos la plenitud de esta sabiduría en la Eucaristía.
En efecto, en el texto del Evangelio (Juan 6,51-59), Jesús abiertamente afirma que
solamente tiene vida eterna aquel que come su carne y bebe su sangre, verdad esta a la que apunta el libro de los Proverbios que mencionamos anteriormente.
El lenguaje que emplea el Señor es muy difícil que pueda ser entendido por los
judíos que lo escuchan, sobre todo si no tienen una fe firme, por lo que es comprensible que lleguen a escandalizarse diciendo "¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?"
Pero Jesús insiste en la necesidad de alimentarnos de Él, que en forma de comida y bebida se ofrece precisamente
en el sacrificio del altar, en la Eucaristía, en la que para que no
sea chocante para la sensibilidad humana el comer su cuerpo y beber su sangre, se entrega bajo las especies
eucarísticas de pan y vino.
En efecto, después de la consagración, la sustancia de pan y de vino se convierten en la sustancia del Cuerpo y de la Sangre del Señor bajo los accidentes de pan y vino.
Es importante cómo Jesús promete
la vida eterna para quien se alimente de Él. No solamente la vida eterna
después de la muerte, sino que ya se comienza a vivir aquí, de una manera
preparatoria, esa vida eterna.
Comer el cuerpo y la sangre
del Señor, hace que vivamos en unión estrecha con Él. Y pone un ejemplo
hermosísimo diciendo que así como vive por el Padre y en el Padre, el que come su carne
y bebe su sangre, vive también en Él.
De manera que no hay mayor
unión con el Dios hecho hombre que la que podemos alcanzar en la eucaristía. ¡Y
qué hermoso es cuando una persona alimentándose con corazón limpio con
este sacramento, luego prolonga esta unión con el Señor buscando la unión con
el prójimo, hacer el bien, y ser siempre un ejemplo de santidad.
Habida cuenta que la unión con Jesús nos santifica, también nosotros hemos de
manifestar esa santidad de vida con una existencia, con un proceder totalmente
nuevo.
Pidámosle al Señor que siempre estemos ansiosos por recibirlo y que seamos
capaces de cualquier sacrificio para que esto sea una realidad permanente.
Cngo Ricardo B. Mazza, Cura Rector de la Iglesia Ntra Sra del Rosario, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el domingo XX del tiempo per annum. Ciclo B. 18 de Agosto de 2024.
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