19 de julio de 2016

“Si escuchamos las enseñanzas de Jesús y las practicamos, alcanzaremos la madurez en Él, conociendo “cuánta riqueza y gloria contiene”.




 El apóstol san Pablo (Col. 1, 24-28) afirma que “Nosotros anunciamos a Cristo, exhortando a todos los hombres e instruyéndolos en la verdadera sabiduría, a fin de que todos alcancen su madurez en Cristo”.
¿Cuándo seremos realmente sabios y alcanzaremos la madurez en Cristo? cuando conozcamos “cuánta riqueza y gloria contiene” su misterio.
Sigue insistiendo el apóstol que el misterio divino oculto desde toda la eternidad se ha desplegado ante los ojos del hombre por medio de Jesucristo, que enviado por el Padre viene a nuestro encuentro, para ser recibido en nuestro corazón, en nuestra casa, en  nuestras actividades y preocupaciones.
¡Qué hermoso saber que Jesús se interesa por nuestra existencia cotidiana y desea formar parte de nuestro diario transitar por este mundo!
De hecho Dios siempre manifiesta su deseo por encontrarse con quien más ama, es decir, con cada uno de nosotros, y así lo señala ya el Antiguo Testamento (Gn. 18, 1-10ª), cuando el Señor se dirige al encuentro de Abraham, quien lo hospeda no sólo en su casa sino en su corazón, recibiendo como respuesta del amor divino, el don del hijo prometido.
La Palabra de Dios nos invita hoy a reflexionar sobre nuestra capacidad  de ser hospitalarios, con Dios en primer lugar y con el prójimo después, a indagar sobre nuestra capacidad de acogida a toda persona que venga a nuestro encuentro, a verificar si estamos dispuestos a salir de nosotros mismos y abrirnos con disponibilidad de corazón a quien se nos acerque.
¿Cuántas veces decimos cuando golpean en nuestra casa, no puedo atender en este momento? Quizás hasta el mismo Jesús recibe esa respuesta y sigue de largo su camino, privándonos de su presencia, de su palabra, de sus dones.
El ser humano está en nuestros días demasiado ocupado en mil actividades que le absorben la atención de forma permanente, manteniéndose al mismo tiempo ciego para contemplar el mundo diferente que se despliega a su alrededor y que debiera  ayudarlo a descubrir una realidad rica  distinta a él.
La apertura a recibir a Jesús nos prepara también a estar disponibles para con el prójimo cada vez que este viene a nosotros, a sacudirnos de nuestra comodidad para  manifestar que también el otro es merecedor de atención.
Abrirnos interiormente para atender al Señor cada vez que viene a nosotros, ya sea Él personalmente o por medio de alguna persona, moldea nuestra vida en la búsqueda permanente del bien, nos mantiene lúcidos para descubrir el verdadero camino hacia la plenitud, ya que lo vivido en la situación de caminantes nos orienta hacia la meta final de nuestra verdadera razón de ser.
Así lo preguntábamos en el salmo interleccional (14, 2-5): “Señor, ¿quién entrará en tu Casa?”, pregunta  clave ésta para descubrir cómo estamos en el transitar diario, ya que orienta o no a la Casa del Señor que se ofrece como don eterno a toda persona que busque y añore la eternidad que lo colma.
Continúa el salmista que entrará en la Casa del Señor, es decir, en la  eternidad, “el que procede rectamente y practica la justicia; el que dice la verdad de corazón  y no calumnia con su lengua”, “el que no hace mal a su prójimo…el que no estima a quien Dios reprueba y honra a los que temen al Señor”, “el que no presta su dinero a usura ni acepta soborno contra el inocente. El que procede así, nunca vacilará…”
La cultura de nuestro tiempo  promueve y despliega con descaro los antivalores más despiadados como la ideología de género, el desprecio por la vida en gestación, aplaude al corrupto que se mantiene impune, apoya todo proyecto contrario a la dignidad humana, se opone  a la  ley natural, financia la violencia y el terrorismo, narcotiza las conciencias con la droga.
Ciertamente, y con dolor hay que decirlo, quienes viven apoyando y nutriéndose con todos estos desvaríos, no se encaminan a la Casa del Señor.
De  allí la necesidad de reflexionar de continuo acerca de nuestra real disposición del corazón, es decir, si hemos elegido con decisión  escuchar las enseñanzas de Jesús para ponerlas en práctica, dejando en claro que hemos alcanzado la madurez en Cristo como exhorta san Pablo, o si por el contrario demoramos abrir el corazón para que Jesús lo ocupe y moldee según su voluntad, que es siempre de salvación para el ser humano.
Aprovechemos la presencia de Jesús en nuestra vida para sentarnos a sus pies y descansar en la oración contemplativa que ilumina y orienta nuestra inteligencia hacia todo lo que es verdadero y noble, y fortalece nuestra voluntad para realizar siempre lo bueno y virtuoso.
Queridos hermanos: no nos inquietemos por tantas cosas que creemos importante pero que resultan ineficaces al momento de contribuir a nuestro crecimiento como personas de bien, y nos sumergen en una vida sin sentido, que transcurre sin ideales y sin meta alguna.
Dejemos entrar a Jesús en nuestro interior, sobre todo nutriéndonos con la Eucaristía que supone siempre la conversión diaria y la decisión de avanzar con paso decidido a la Casa de la eternidad que se nos promete y espera.



Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en la Misa del domingo XVI del tiempo Ordinario. Ciclo “C”. 17 de julio de 2016. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com


No hay comentarios: