19 de septiembre de 2017

“Si Dios nos perdona, perdonemos a los ofensores orando por su conversión, porque a pesar de las injurias recibidas, es más valiosa la salvación del otro”



"La enseñanza de la parábola es: la misericordia infinita de Dios  ante el arrepentimiento y la súplica del pecador perdona y cancela la deuda más grave, mientras que  la mezquina estrechez del hombre, necesitado siempre de la misericordia divina, es incapaz de perdonar al hermano la menor ofensa".
El apóstol san Pablo nos afirma en el texto que hemos proclamado, que “si vivimos, vivimos para el Señor, y si morimos, morimos para el Señor” (Rom.14, 7-9). Estas palabras a su vez confirman lo que pedíamos en la primera oración de la misa al suplicar la mirada benévola de Dios Creador para que nos conceda servirlo de todo corazón de manera que podamos experimentar los efectos de su amor.
Creados a imagen y semejanza de Dios estamos llamados, pues,  desde los orígenes, a vivir y morir sirviendo y amando al Señor alcanzando de ese modo la plenitud de la felicidad en esta vida  y también en la eternidad.
Por el contrario cuando se vive sin Dios, inmerso el hombre en el pecado como señala el libro del Eclesiástico (27, 30-28,7), sumergido en el rencor y la venganza, se le tendrá “cuenta exacta de todos sus pecados” de manera que si “no tiene piedad de un hombre semejante” no debe atreverse a “implorar por sus pecados”.
Atento entonces al fin eterno que aguarda a cada persona según sus obras, se aconseja sabiamente acuérdate del fin, y deja de odiar; piensa en la corrupción y en la muerte, y sé fiel a los mandamientos; acuérdate de los mandamientos, y no guardes rencor a tu prójimo; piensa en la Alianza del Altísimo, y pasa por alto la ofensa”.
El salmo interleccional (102, 1-4. 9-12) nos hace proclamar abiertamente que el Señor es bondadoso y compasivo precisamente porque somos sus hijos, de manera que nos espera para otorgarnos su misericordia cada vez que pecamos y nos comprometemos a una vida nueva.
Así actuó este rey del evangelio del día (Mt. 18, 21-35) cuando perdona al deudor insolvente toda su deuda porque así ha suplicado, esperando que de resultas de esta acción misericordiosa se realice otro tanto con los demás.
Pero así no sucedió, ya que el siervo perdonado se olvida pronto de los beneficios recibidos y exige a un acreedor suyo a pagar toda la deuda – mínima por cierto- sin misericordia alguna, de manera que su pretensión de justicia carente de clemencia se convierte en crueldad fruto del endurecimiento del corazón que no aprendió de la bondad sobre él ejercida.
En efecto, la deuda del  primero según cálculos actuales alcanzaba a los tres millones de euros, mientras que la deuda del segundo comparativamente era de poco volumen, lo cual en un corazón noble hubiera debido provocar sentir el peso de la misericordia y llamarse a prolongar esa bondad en otros.
En términos bíblicos, el rey cumplió aquello de perdonar “hasta setenta veces siete”, es decir, siempre, imperativo que el Señor exige ante las ofensas recibidas, en esta ocasión significada por la suma de dinero.
El comportamiento de este perdonado con “uno de sus compañeros”, en cambio, permanece en lo descrito en el Antiguo Testamento cuando Lamec (Gn. 4,23 y 24) se jacta de vengarse de las ofensas –en este caso la deuda monetaria- setenta veces siete, es decir siempre: “mujeres de Lamec, prestad oído a mis palabras, pues he dado muerte a un hombre por haberme herido, y a un muchacho por haberme pegado. Si siete veces es vengado Caín, entonces Lamec lo será setenta veces siete”.
Con la actitud de Lamec, padre de Noé, se indica la invasión tremenda del mal, situación que sume al mundo y a la humanidad toda en el olvido de su condición de creaturas e hijos de Dios.
Jesús, en cambio, perfecciona la ley del perdón, la extiende a todo hombre y a toda ofensa, porque con su muerte en cruz nos restituyó la condición de hermanos, herida desde los orígenes por el pecado de Adán y Eva.
Si percibimos, pues, que el mal es abundante, el bien debe serlo más todavía, de allí que Jesús, que convoca a seguirlo e imitarle, nos interpele siempre para que cotidianamente realicemos lo mismo que Dios hace con cada persona arrepentida, e incluso con quien no está dispuesto a arrepentirse el Señor espera confiado su vuelta a la vida.
Ha quedado atrás el ojo por ojo, diente por diente o pagar la ofensa recibida con una actitud semejante, para dar lugar a la consideración que así como Dios nos perdona, de la misma manera hemos de perdonar a los hermanos que nos han ofendido u ofenden, rezar por ellos y su conversión, porque a pesar de la injurias recibidas, siempre es superior la salvación del otro.
Cristo nos enseña que el mal debe ser vencido por la bondad ilimitada que se manifiesta en el perdón incansable aún incluso cuando el ofensor no dé signos de arrepentimiento o  se burle de nuestra bondad.
El corazón lleno de odio o de espíritu de venganza nunca es feliz, envenenándose con el mismo odio que nada puede hacerle al otro.
La enseñanza de la parábola es muy profunda, ya que muestra por un lado la misericordia infinita de Dios que ante el arrepentimiento y la súplica del pecador perdona y cancela la deuda más grave, mientras que no pocas veces la mezquina estrechez del hombre, necesitado siempre de la misericordia divina, es incapaz de perdonar al hermano la menor ofensa.
Entendámoslo: el perdón divino exige como condición perdonar al hermano que ha ofendido, teniendo en cuenta que la deuda contraída con Dios es siempre impagable y que se necesita que la gracia divina otorgue su “amor desmedido” ante la “deuda desmedida”.
El perdón requerido ante el ofensor, en cambio, siempre es pequeño si tenemos en cuenta la “capacidad limitada” incluso para ofender.
Queridos hermanos, la Palabra de Dios nos convoca hoy, por lo tanto, a hacer realidad “perdona nuestras ofensas como perdonamos a los que nos ofenden”.

Cngo. Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía en el domingo XXIV durante el año. Ciclo A. 17 de septiembre de 2017. ribamazza@gmail.com; http://ricardomazza.blogspot.com






















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